viernes, 6 de diciembre de 2013

Minimalismo con chino - José Luis Alvite

Minimalismo con chino - José Luis Alvite

Con todo lo que he vivido por la noche, lo cierto es que he llegado a la conclusión de que la madrugada te produce una insoportable mezcla de fantasía y cansancio de la que no es fácil salir ileso. A punto de amanecer el agua te da sed y jurarías que incluso la quimioterapia te produciría cáncer. Escucho el corazón en los oídos. Suena inútil y sarcástico como un despertador en el cementerio. A veces me encuentro tan cansado que pediría un taxi para cambiar de acera. El otro día hubo poca gente en el 'Savoy'. El ambiente empezó muy tarde. La clientela se había ido a la inauguración de la tienda deFlorentino. Yo estaba invitado pero rehusé. Me aburren las inauguraciones. Creo que a un acto sí sólo iría si inaugurasen señoras. La que estuvo fue Judith Mascó, que ya lleva años inaugurada. Y el alcalde Bugallo, que resulta chocante por la noche porque lo suyo es lo diurno, la panadería, la misa en chándal y el agua desnatada. También estuvo fray José Isorna con su seráfico 'prêt-à-porter' franciscano, vagando como un apóstol de botellón por el mundano sarao de la moda, entre las modelos desaladas y altísimas, con su sexualidad de propaganda y esos modales en los que agoniza la garza de la anorexia. Florentino inauguró una tienda minimalista en la que todo resulta esquemático: la ropa, la luz, las conversaciones. Todo, menos los precios, que vienen en numero y los números todavía no fueron estilizados por el minimalismo que todo lo alarga y lo vuelve mineral como un jamón de Sargadelos. En el 'Savoy' no hay señoras minimalistas sino mujeres obstétricas y redondas que te sugieren juntos una oda y un bocado. Seguro que no les quedarían bien los diseños de Lomba o de Vittorio y Luchino, que visten a las mujeres con hilo dental. Mis amigas de la madrugada eligen la ropa para tapar los defectos, las anchuras, las flojedades y los grumos. Compran en tiendas de moda con tallas superiores pero con su inquietud terapéutica podrían comprar la ropa en la parafarmacia. Mi amiga Chus se pasa la madrugada leyendo libros en la barra del bar. Anda mal de los nervios y de la vista y se toma todo, incluso el índice Down Jones, como una indirecta. Yo le digo que tendría que leer en un sitio mejor iluminado. Me preocupa su vista. Si continúa así, a mi amiga Chus el oculista acabará recetándole un par de botones para los ojos. Pero está desanimada y su vida le importa menos que su vista. A veces me da la sensación de que dormita sobre los libros mientras simula leerlos. Es tarde en el 'Savoy'. Chus está agotada, el barman se ha sentado en su banqueta, la máquina del hielo podría cocer empanadillas y en mis manos el último libro sobre Kissinger me resulta difícil como leer una cerradura. A última hora entra el chino que vende flores y mecheros. Un tipo le compra la mitad de la mercancía y la reparte a boleo. Las flores del chino huelen a cebolla, como si las hubiese sacado de una empanada de atún. Y los mecheros fallan al segundo encendido. Seguro que son mecheros para no fumadores. Yo creo que incluso el chino es 'made in Corea'.