miércoles, 28 de julio de 2021

La derecha provinciana - Salvador Sostres

 La derecha provinciana - Salvador Sostres


El poder es la ciudad. Político es lo que ocurre en la polis

Votar a Vox es provinciano. Analizar mucho a Vox es provinciano. Es perder el tiempo enredarse en disputas estériles con un partido marginal en lo político y minoritario en lo electoral. Hay una afectación provinciana en la prensa de derechas tal como la hay en el Partido Popular. No se trata de Vox, no se trata de Abascal ni de sus cargos, ni mucho menos de sus panfletos sobre los grandes asuntos como la inmigración. Se trata del poder. Se trata de mandar. Es lo que Pedro Sánchez entiende hoy mejor que cualquier otro político español, hasta que su vergonzosa frivolidad le lleve a cometer un error del que jamás pueda recuperarse.

 que negociar con Abascal. Tiene que someterlo, exprimirlo, aprovecharlo como mejor le convenga, saquearle el mayor número posible de votantes y ponerlo entre la espada y la pared si tras las próximas elecciones hay una mayoría alternativa a la que hoy sustenta al Gobierno. Todo lo demás es retórico, innecesario, acomplejado, cantonal.

El mayor drama de España es que la derecha es provinciana. Una derecha casposa, redicha, insegura, que escribe cursi porque piensa mal. Hay que ser valiente para vivir en la gran ciudad. El pueblo es una renuncia. El poder sólo existe en la ciudad, la sangre, las ganas de vivir, la sed de matar. Vox es la tertulia de un casino de pueblo, como el independentismo, como Podemos, como Rosa Díez. Folclóricas que cuando apuran la copa estiran el dedo meñique. Carraca aldeana, gente a la que nunca le ha pasado nada importante.

En la ciudad acostumbrada a ver arder las vanidades, todos los populismos se licuan por el mismo desagüe y el poder ni lo llegan a rozar. La derecha solía ser este poder: Felipe, Aznar y Rajoy lo fueron; Felipe tal vez el que más, porque él ha sido el presidente más de derechas que hemos tenido desde la recuperación de la democracia. Cuando Aznar unió a los grupúsculos en el PP no lo hizo pidiendo permiso, ni escenificando, ni tirándose del moño con nadie. Mandó. Fue duro. Fue durísimo. Y Paco Álvarez-Cascos remató a los que intentaron dar guerra. Por no hablar de Felipe en Suresnes. Hay momentos en que no se trata de convencer, sino de ganar. Y cuando ganamos, gustamos.

El poder es la ciudad. Político es lo que ocurre en la polis. España es la tensión entre Madrid y Barcelona, a pesar de que en los últimos años Barcelona está dejando mucho que desear. Exactamente lo mismo que el independentismo, Vox no se entendería sin la profunda ruralidad. Pablo Casado tiene que endurecer el gesto, alargar la sonrisa, agudizar la mala leche, aprender a tomar niños en brazos sin que se le note que está tenso por si se le mean encima, y tener a asesinos a sueldo que le hagan el trabajo sucio en silencio y sin dejar rastro. Y tampoco pido que sean genios, pero estaría bien que los que escriban sean tipos que cuando salen de casa y miran antes de cruzar, sea por si pasa un coche y no una vaca.

lunes, 26 de julio de 2021

Hacerse mayor - Manuel Muiños

 Hacerse mayor - Manuel Muiños


Hoy no puedo por menos de hacer alusión a quienes año tras año van sumando experiencia de vida. Aquellos que han sido capaces de hacer realidad aquello que dice Ricardo Arjona en su canción: “Señora no le quite años a su vida, póngale vida a los años, que es mejor”.

El Papa Francisco, que tanta controversia genera en las conciencias de muchos, también ha dedicado el día de ayer a la primera Jornada Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores. Lo hace en la víspera de los Santos Joaquín y Ana a quienes hoy celebramos. Aunque a muchos les parezca postureo creo que es muy acertada esa llamada de atención. Nuestra mirada está puesta en muchos sitios, la lucha por los derechos y la dignidad está al orden del día pero los mayores están pasando a segundo plano. Parece que sus derechos se han perdido en la noche de los tiempos. Muchos han quedado “aparcados” a la orilla del camino de la vida, parece que porque arrastren los pies están condenados a arrastrar el corazón y el alma. Nada más lejos de la realidad. Nos importa cada vez menos vaciar la habitación de los abuelos para llenarla de juguetes o nos resulta cada vez más fácil sacar a pasear al perro que acompañar a nuestros mayores. Ya sé que hay realidades y situaciones que hacen imposible asumir en primera persona la respuesta de atención a nuestros mayores, ante eso no queda otra y a buen seguro, tanto a ellos como a sus seres queridos, se les parte el alma al cruzar el umbral de la puerta de la residencia más cercana. Ahora bien ¿cuántas veces nos puede lo más cómodo? ¿cuántas veces pensamos más en nosotros que en ellos? El Papa Francisco, en su homilía de la Eucaristía celebrada ayer en la Basílica de San Pedro decía entre otras cosas: “¿Qué mirada tenemos hacia los abuelos y los mayores?... Tengo miedo de una sociedad en la que todos somos una multitud anónima e incapaces de levantar la mirada y reconocernos”. Nos recuerda la necesidad de compartir jóvenes y ancianos lo que somos y lo que tenemos, al mismo tiempo con claridad y contundencia, que los abuelos y los mayores “no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar”.

Sin duda alguna es hora de reivindicar y hacer visible para nuestros mayores aquella mítica frase de mi paisano y diseñador gallego Adolfo Domínguez “la arruga es bella”. En el caso de nuestros mayores, sin duda alguna. Es cuestión de escudriñar en lo más profundo de esas arrugas y descubrir todo el esfuerzo, la lucha y la superación, el cariño y la entrega que hicieron posible que en gran parte hoy seamos lo que somos. Es cuestión de sentir la aspereza de la piel curtida por el tiempo, para descubrir la ternura y la dulzura de su corazón, muchas veces castigado por los sinsabores y contratiempos de la vida. Hacerse mayor no es una desgracia si no una bendición. Hagamos memoria histórica, no memoria histérica. Nuestros mayores lo merecen.

domingo, 25 de julio de 2021

La enseñanza - Román Álvarez

 La enseñanza - Román Álvarez


Lo que pronto se aprende, tarde se olvida, sostenían nuestros maestros en aquellos tiempos en los que se valoraba la enseñanza y el esfuerzo. Ahora, diríamos que lo que se aprende deprisa se olvida más deprisa aún. Son tiempos de apremios y celeridades, de prestezas y vértigos en las aulas, de muchos apuntes y pocas lecturas. Antes se decía: habla como un libro. Ahora se podría decir: habla como los apuntes del Rincón del Vago. Vivimos en la época de la información y no del conocimiento. La formación profesional y los perfiles técnicos en general contribuyen a mejorar la economía, a buscar nuevos senderos en un mundo cada vez más competitivo. Bien está que se fomente este tipo de saberes de los que tan necesitados estamos en España, porque forman a nuestros jóvenes y garantizan empleos y progreso en plena era de la información y del conocimiento digital.

Los diseñadores de las leyes educativas deberían tener claro que las Humanidades y las Ciencias no son antagónicas, sino complementarias. La universidad de Salamanca ha combinado recientemente ambas vertientes en los últimos nombramientos de doctores Honoris Causa. David Konstan y Ana Blandiana nos remiten a la cultura clásica y al valor de la poesía. Por su parte, Avelino Corma y Miguel Delibes buscan con sus investigaciones en el campo de la Química y la Biología dar respuestas a algunos de los grandes problemas de la humanidad.

Las lenguas y culturas clásicas iniciaron hace ya tiempo un declive imparable. Cada responsable ministerial ha llegado con su ley bajo el brazo y el hacha lista para cercenar las cada vez más reducidas parcelas del Latín y el Griego. Ya decía T.S. Eliot a mediados del XX que los clásicos grecolatinos habían ido perdiendo desde finales del XIX su lugar como pilares del sistema político y social. La verdadera patria de los clásicos es su lengua y su cultura y, como recordaba Rodríguez Adrados, “la enseñanza sufre la competencia de mil tentaciones de la vida moderna, ladronas del tiempo y del espacio mental”.

Ante tan triste tesitura en un campo tan sensible como el de la educación, no es de extrañar que surjan géneros gramaticales novedosos. Hace unas semanas se recibió con burlas la palabra “matria” en boca de la ministra de Trabajo. Ignoro si el vocablo se lo sopló alguno de sus asesores o si la propia ministra leyó La tía Tula de Unamuno (o el Prólogo, que es donde don Miguel alude a los conceptos de “matria” y “sororidad”).

En fin, volver a los clásicos mejoraría la retórica parlamentaria, porque, al paso que vamos, con tal cúmulo de lerdos, lerdas y lerdes en las altas esferas de la política, alguno de ellos, ellas y elles va a acabar expresándose oralmente mediante simples rugidos guturales. Lo malo es que se les entenderá igual. Total, para lo que tienen que decir...

martes, 20 de julio de 2021

Algo falla - Miguel Ángel García-Mochales

 Algo falla - Miguel Ángel García-Mochales


Andaba leyendo a primera hora la mañana el periódico 

-una sana costumbre que les animo a mantener- y me encontré con dos informaciones que reflejan a la perfección el país que estamos permitiendo construir. Y, la verdad, no sé a ustedes, pero a mí no me gusta ni un pelo.

La primera de ellas tenía entidad suficiente como para abrir la primera plana. Contaba que los hosteleros salmantinos se las ven y se las desean para encontrar un camarero o un cocinero este verano, cuando en el Servicio Público de Empleo de Castilla y León (Ecyl) hay inscritos en nuestra provincia 1.589 desempleados con experiencia en el arte de mover la bandeja, 318 que saben lo que son los fogones de un restaurante y otros 1.260 que ya habían trabajado de pinches. No me lo podía creer. El presidente de la asociación que aglutina a los bares, casas de comidas y alojamientos varios se quejaba amargamente de que se trata de una situación endémica en el sector y aseguraba que mantenía conversaciones con el Ecyl para atajar el problema. Iluso de mí, no entendía la necesidad de tanta palabrería. Existe un compromiso de actividad que todo parado debería cumplir, de tal forma que si rechaza tres posibles ofertas de trabajo puede perder su prestación por desempleo. Por lo que se ve, hay mucho especialista en letra pequeña -aunque no venga en su currículum-, que sabe desenvolverse como pez en el agua en seguir cobrando del erario público mientras se pone de perfil y silba cuando aparece un empleo.

A tenor de lo que decía el reportaje, no es el único sector en el que ocurre tal disparate. En la construcción la economía sumergida campa a sus anchas. Los representantes del ladrillo claman a la Inspección de Trabajo para que destape a quienes están cobrando prestaciones mientras completan sus ingresos con “chapuzas”. Y en la agricultura sucede otro tanto de lo mismo.

La segunda tenía un tinte humano más dramático. Narraba las desventuras de un grupo de vecinos de un edificio de la urbanización ‘La Reguera’ situda en Nuevo Naharros, que han vivido un auténtico calvario durante los últimos cuatro años. Compraron sus pisos, con toda la ilusión del mundo, en un complejo con amplias zonas verdes comunes y piscina. Un sueño. Poco podían sospechar que a finales de 2015 iban a sufrir la visita de los ‘okupas’. Hubo un momento en el que más de la mitad de las personas que vivían en la urbanización eran familias que, entre sus aficiones, destacaba el destrozo sistemático de zonas comunes, el enganche ilegal de la luz, el agua y el gas, e incluso el robo. Hasta 43 denuncias llegaron a poner los pobres vecinos ante la Guardia Civil. De pagar 30 euros al mes de Comunidad pasaron a abonar casi 200 porque hizo falta hasta contratar seguridad privada. Por fortuna, la historia tiene un final feliz y, después de cuatro largos años, han podido resolver la situación.

Ambos ejemplos constituyen una prueba evidente del funcionamiento de nuestra Administración. ¿Cómo se come que en un país con una tasa de paro de casi el 16 por ciento no se encuentre en las oficinas de empleo a determinados trabajadores? ¿En qué cabeza cabe que se proteja más al delincuente que al ciudadano de a pie cumplidor?

Solo encuentro una explicación posible. Que nuestras autoridades, esas que acceden a un empleo temporal al servicio del ciudadano, que muchas convierten en permanente al servicio propio, tienen otras preocupaciones. Prefieren enzarzarse en cuestiones de gran calado, que cambiarán sin duda el rumbo de la Humanidad. Temas tan interesantes como debatir si debemos emplear la palabra patria o matria -ya la usó Unamuno, por cierto-, o si el régimen tiránico cubano es una dictadura -parece evidente- o no. Todo con tal de no trabajar en los problemas reales que tiene la gente. Y así nos luce el pelo.

viernes, 16 de julio de 2021

El Verano que merecemos - Javier Hernández

El verano que merecemos - Javier Hernández


El verano no está siendo tal y como lo esperábamos.

Nos imaginábamos conviviendo despreocupados y rememorando anécdotas de mascarillas como algo del pasado. Los hay que sí, que viven en ese mundo feliz, pero son los que llevan haciéndolo desde 2020. El resto seguimos con el bozal puesto con 35ºC a la sombra y a pesar de que el Gobierno ya no nos obliga a hacerlo.

El caso es que hay algo que no cuadra. Lo que imaginábamos no coincide con lo que vivimos. Se suponía que todo el que pasa la enfermedad y todo el que recibe la vacuna ya puede regresar a sus preocupaciones prepandémicas, pero resulta que no: que los contagiados se reinfectan y los vacunados se pueden poner enfermos también.

Los últimos datos de incidencia y hospitalización suponen un bajón para nuestra moral. En el Hospital de Salamanca, por ejemplo, más del 75% de los ingresados en planta ya habían recibido una o las dos dosis de la vacuna. Lo mismo sucede con el único paciente en la UCI: hombre de sesenta años, pauta completa... y en cuidados intensivos.

El de Salamanca no es un caso aislado. Las cifras de Israel apuntan a que casi la mitad de los contagios que se está produciendo ahora son personas que estaban vacunadas.

¿Qué está pasando aquí? ¿Significa que vamos a volver a empezar de cero?

A priori no, pero también depende mucho de nosotros. Cuanto más se propague un virus, más probabilidades hay que de surja una mutación. Algunas de estas variantes son débiles y no se imponen, pero otras, en cambio, presentan una características que las hacen más contagiosas y terminan haciéndose dominantes... hasta que otro ‘matón’ más grande las jubila.

El gran temor de los virólogos -y el nuestro- es que aparezca esa variante que sí sea capaz de escapar de las vacunas, pero ni aún así estaríamos de nuevo en la casilla de salida.

Lo que se está comprobando con las personas vacunadas que se contagian es que la enfermedad es muchísimo más leve. La última vez que se registró una muerte en Salamanca fue el 11 de junio. Hace más de un mes, y desde entonces se han contagiado más de 2.300 personas. Es evidente que la población está mucho más protegida que antes.

Lo que podemos hacer para no contribuir a que surja esa nueva variante que nos ponga contra las cuerdas es no desplegar alfombras rojas ante el virus: seguir utilizando la mascarilla en todos los espacios interiores y tampoco confiarse en exteriores. Diga lo que diga el Gobierno.

La Administración también puede hacer más para evitar los contagios. Qué lejos parecen aquellos tiempos en los que Castilla y León presumía de ser la comunidad que más pruebas diagnosticas realizaba por habitante. “¡El triple que Madrid!”, se destacaba entonces.

Ahora, sorprendentemente, la Consejería de Sanidad reconoce abiertamente que no va a apostar de forma decidida por los cribados masivos. Dicen que suponen mucho esfuerzo de personal y pueden servir para que los jóvenes “vuelvan por la tarde al botellón”, pero con más tranquilidad.

Meter un palito por la nariz no cura el egoísmo ni la estupidez. En eso estamos de acuerdo, pero si corta 200 o 300 cadenas de contagio, bienvenidos sean.

Lo que debemos tener claro es que el final no está cerca ni tampoco va a ser repentino. El verano soñado, si acaso, será el de 2022.

España podrá tener vacunada al 70% de su población en agosto o en septiembre, como muy tarde, pero ni aún así se podrá hablar de inmunidad de grupo, porque el famoso rebaño no es un país, sino un planeta.

La evidencia científica apunta a que las mutaciones no surgen por culpa de las vacunas, sino al revés: entre las personas no vacunadas y hay cientos de millones en esa situación, pero no todo es pesimismo. Existe otro dato, en este caso para el optimismo, que no se está teniendo en cuenta y es que hasta ahora solo han entrado en juego cuatro vacunas, pero hay muchas más -alguna española- que llevan tiempo en preparación y se lo están tomando con calma, precisamente, para ser la vacuna definitiva.

lunes, 12 de julio de 2021

Premio a Fernanda

 La jefa de Urología de Salamanca recibe el primer premio de la Asociación Europea de Urología


Primera vez que un urólogo español alcanza esta distinción | Ha sido reconocida por su estudio de vacunas contra la infección de orina

R.D.L /

La uróloga María Fernanda Lorenzo Gómez se ha alzado con el primer premio de la Asociación Europea de Urología, la máxima distinción a la que se puede aspirar en este campo de la medicina.

El reconocimiento que ha conseguido la jefa del Servicio de Urología del Hospital de Salamanca es todo un logro, ya que hasta ahora ningún especialista de España había sido distinguido con este galardón. Así lo destaca emocionada la especialista y subraya el trabajo llevado a cabo por todo el equipo de Urología, además de la importante colaboración prestada por los médicos de Atención Primaria y la necesaria cooperación del Hospital, la Universidad y el IBSAL.

María Fernanda Lorenzo Gómez se ha impuesto a 2.000 candidatos procedentes de toda Europa con un estudio en el que se constata que la vacuna contra la infección de orina investigada en España, con Salamanca como líder, tiene muchos menos efectos secundarios que la autovacuna que se utiliza en la actualidad.

“La Asociación Europea de Urología ha premiado el estudio porque supone un gran avance mundial”, comenta la galardonada y explica: “El premio es fruto de un trabajo que he liderado en España e Inglaterra con la participación de 200 mujeres en España y 40 en Inglaterra.

Se trata de un ensayo muy laborioso que empezó en 2015 y acabó en 2019 y que se realizó con el primer nivel de investigación fundamental, que es lo que se llama el ‘doble ciego’, es decir, que ha habido mujeres que han participado en el estudio sabiendo que lo que a lo mejor les tocaba era agua. El resultado ha sido un estudio que saca adelante una vacuna mundial contra las infecciones urinarias de repetición, un grave problema porque deteriora mucho la calidad de vida de las personas”.

En este sentido, Fernanda Lorenzo subraya la apuesta por la ciencia y la investigación de las mujeres de Salamanca que han participado en el ensayo clínico que, según sus palabras, “va a ser un faro de conocimiento en España y en el mundo”.

El objetivo ahora es que se pueda generalizar esa vacuna cuya fórmula fue elaborada por la uróloga del Hospital de Salamanca tras investigar el mecanismo que producía ese defecto de inmunidad, aunque la expansión de dicha vacuna ya no depende de la especialista, sino que está en manos del laboratorio que la produce y las autoridades sanitarias.

Hay que recordar que la Asociación Europea de Urología está integrada por 30.000 especialistas de toda Europa, una elevada cifra que pone de manifiesto la relevancia del premio que ha conseguido la uróloga de Salamanca y que se suma a otros anteriores como los obtenidos en el Congreso Nacional y el Congreso Iberoamericano de Urología, ambos celebrados en el año 2019.

jueves, 8 de julio de 2021

Los jóvenes reporteros nunca mueren - Arturo Pérez Reverte

 Los jóvenes reporteros nunca mueren - Arturo Pérez Reverte


Hace unos días volví a ver la película que rodó Gerardo Herrero sobre Territorio comanche; que más que novela era un trozo de memoria personal con la ficción justa para aliñar la cosa. Rodada en escenarios tan naturales como la guerra misma, la película resiste el paso del tiempo; con la particularidad de que, al mostrar un Sarajevo agitado por los últimos coletazos del asedio serbio, contiene un valor documental extraordinario. Por mucho dinero que se metiese en la producción, sería imposible reconstruir hoy el sombrío decorado de esa ciudad destruida y peligrosa. El caso es que he visto de nuevo la película, como digo, refrescando el recuerdo que de ella conservaba: cierta cómica incomodidad cuando Imanol Arias, que en la peli hace de mí, o casi, se muestra demasiado nervioso bajo el fuego -un reportero veterano, le decíamos sin éxito, siente la guerra con los ojos, no con los oídos-, y una sonrisa cómplice ante el modo con que Carmelo Gómez interpreta el papel del cámara de televisión José Luis Márquez; que a mi juicio, y también al del propio Márquez, es una de las mejores interpretaciones de su espléndida carrera de actor.

Estos días también he visto un magnífico documental de Roberto Lozano –Los ojos de la guerra, se titula- sobre los actuales reporteros. Aparte de removerme algunas nostalgias, el documental plantea una pregunta que me hacen con frecuencia: si echo de menos mis tiempos de reportero dicharachero de Barrio Sésamo, y si el periodismo bélico que se hace ahora tiene algo que ver con el de mi generación, la tribu de enviados especiales que, criados al socaire de viejos maestros como Vicente Talón, Manu Leguineche, Enrique Meneses, Tomás Alcoverro o Miguel de la Cuadra, cubrimos conflictos durante el último tercio del siglo pasado. Y mis respuestas a esas preguntas siempre se resumen en una: no lo añoro porque ya no existe, y el periodismo de guerra actual poco tiene que ver con el de ayer. Entonces te perdías dos meses en África y al regreso tu reportaje iba en primera página; mientras que ahora, si tardas minuto y medio en dar una información, ésta se queda vieja porque ya la conoce todo el mundo. El teléfono móvil, la conexión en directo y el ordenador portátil acabaron con los viejos reporteros. Los enviados especiales de la televisión son ahora bustos parlantes de terraza o ventana de hotel, aunque no sea culpa suya: es imposible salir a la calle a buscar información cuando debes entrar veinte veces al día en directo, y a tus jefes interesa más decir «tenemos a alguien allí, o cerca» que lo que ese alguien cuente; pues la misma información ya circula por la Red desde hace rato, gracias a anónimos reporteros ocasionales que cuentan lo que ellos mismos viven. Además, una guerra bien cubierta resulta muy cara de cubrir, y no están los tiempos para alegrías, ni siquiera en los medios públicos. Más, cuando entre una matanza en Damasco y una final del Barça, la peña -que ésa es otra- prefiere ver el fútbol.

Sin embargo, viendo el documental de Roberto Lozano, y gracias a las incursiones que a veces hago en blogs de reporteros independientes que andan por esos mundos buscándose la vida a su aire, compruebo con admiración que el periodismo de guerra no ha desaparecido. Se vuelve más individual, tal vez. Más humilde, peligroso y vocacional. Pero allí donde no llegan los grandes medios informativos, siguen llegando algunos hombres y mujeres, jóvenes por lo general, a quienes el ansia de aventura, la vocación, el cara o cruz de palmar o hacerte una reputación si sobrevives, empuja a coger una mochila y jugársela. Prefiero no estar en la piel de sus padres o de quienes los aman. Su vida es difícil; y sus ganancias, escasas. Ninguna aseguradora se hará responsable de su salud o su vida. Y aunque así fuera, pocos podrían permitírsela. Pero ahí van y ahí siguen, los que aguantan la prueba. El mundo es aún más peligroso que antes, la televisión e Internet volvieron peor y más resabiada a la gente que sufre y muere en lugares extremos; y moverse por donde crujen las costuras del mundo es una osadía suicida. Por eso el auténtico periodismo de guerra lo hacen hoy esos chicos y chicas solitarios y valientes, con sus blogs, sus tuiteos, sus mensajes sobre lo que ven y fotografían en lugares hostiles y remotos. Los últimos grandes reporteros siguen sin ser los últimos: tomaron su relevo estos parias del periodismo que con su tesón y coraje, afrontando la falta de medios, la vida incierta, la desgracia y la muerte propias del oficio -tales son las reglas y el precio de la aventura-, desmienten el viejo dicho de que, en toda guerra, la primera que muere es la Verdad.

Profesionalidad - Óscar Sánchez Alonso

 Profesionalidad - Óscar Sánchez Alonso


Hay una diferencia entre “el gran campeón” y el “fuera de serie”. El primero tiene talento, por supuesto. Pero el segundo “es el que pone su talento al servicio de los otros”. Ese importante matiz lo explicó Carlo Ancelotti, entrevistado por Enric González para Jot Down. Considero que esa distinción no se limita únicamente al plano deportivo. Sin ir más lejos, dos recientes casos, ligados a Salamanca, podrían ilustrar todo esto. Aludo a María Hernández y a Roberto Fraile, cuya vocación también quisieron brindársela a los demás.

María fue asesinada hace un par de semanas en Etiopía. Cooperante de Médicos Sin Fronteras, era natural de la localidad salmantina de Sanchotello, y llevaba muchos años comprometida en labores humanitarias. En la región etíope de Tigray buscaba salvar la vida de otras personas, y encontró, a los 35 años, su propia muerte. Otros dos trabajadores de la ONG, forjados de esa misma pasta que implica la generosidad, conocieron igual destino.

Roberto, recordarán, también fue asesinado a finales de abril. Este periodista nació en Baracaldo, pero fue en Salamanca donde ejerció durante tiempo su profesión, y donde había formado su familia. Contaba con larga experiencia como reportero en distintos conflictos armados. Y si logró salir vivo de Alepo (Siria), tras resultar herido en una explosión, esta vez, a los 47 años, no pudo sobrevivir a Burkina Faso. Allí, junto a David Beriain, trabajaba en un documental sobre la caza furtiva. Y puesto que los asesinos pisotean cualquier veda, y jamás han considerado que el ser humano sea una especie protegida, mataron a ambos.

Siempre me gustó un fragmento de Soldados de Salamina en el que se repara sobre la naturaleza del héroe. La novela de Javier Cercas lo contempla, y en la película del mismo título, que dirigió David Trueba, se presenta del siguiente modo: “¿Qué es para vosotros un héroe?”, pregunta el personaje de Ariadna Gil. “¿Alguien que no se equivoca nunca o alguien que tiene el coraje y el instinto de la virtud? A lo mejor alguien que no se equivoca justo en el único momento en que uno no puede equivocarse”. Y de la mano de Le Carré, añade que quizá haya que tener “temple de héroe” para ser, sin más, “una persona decente”.

En definitiva. Existen ciertas conexiones entre los fuera de serie y los héroes. Y cabría añadir: hay gente cuya heroicidad no requiere de efectos especiales. No llevan capa ni antifaz, pero llevan toga; o visten hábito; o portan EPIs; o cuentan incómodos hechos que es necesario conocer; o impulsan proyectos capaces de incentivar sensatas expectativas; o aciertan a despertar, delante de una pizarra, la curiosidad de su alumnado; o regalan, a su alrededor, cariño, amparo y esperanza. Gente cuyos superpoderes se llaman profesionalidad.