martes, 22 de septiembre de 2015

Pobres conductores de autobuses

Pobres conductores de autobuses

Sabadell. 19:30h. “La puerta! Abre la puerta”, grita una señora desde el fondo del autobús, de pie y con el carrito de la compra, lleno, en mano. “A ver, ¿por qué tengo que abrir la puerta? ¿¡Porqué tengo que abrir la puerta si el timbre no está marcado!?, pregunta indignado el conductor, girando su cabeza y, a juzgar por la vena de su cuello, un tanto irritado. Acto seguido, no sin desenfadarse ni bajar el tono de voz, el conductor hace el esfuerzo de abrir las puertas para que la señora del carrito baje, y suelta: “Señores, que no soy adivino!”.

Hace apenas unos minutos que he salido de ese autobús, el que cojo cada día para regresar a casa. Estaba justo en el centro del mismo, de pie, lo que me ha permitido “vivir” ese percance perfectamente. Llevo días pensando en escribir sobre este tema. Hoy la circunstancia me lo ha puesto literalmente “a huevo”. Cada día me encuentro con alguna situación parecida. Lo que pasa en los autobuses de ciudad da para un estudio sociológico de los buenos. Da para ver hasta qué punto somos individualistas, egoístas y maleducados. Supongo que pasará también en otros transportes públicos y que vosotros, si los usáis, os habréis percatado de ello.

Todo empieza en la cola de la parada. Esa cola indefinida que se va reestructurando a medida que llega el autobús que debe coger uno. Los ancianos y ancianas -con todos los respetos- cogen posiciones, el muchacho que escucha música, sin que uno sepa muy bien cómo, se coloca de los primeros, si hay algún carrito de bebé, el que lo lleva también toma preferencia, y los que estaban bien posicionados hace un minuto, detrás, a esperar. Nada, una tontería, no vendrá de 40 segundos. Paciencia.

Piipiip, piipiip, piipiip. “Señor, no ha picado el ticket”. Piipiip, piipiip, piipiip. “1’45€, por favor”. piipiip, piipiip. “Buenas tardes”. Estos son algunos de los sonidos característicos que captaría cualquier grabadora situada en la entrada del autobús cuando suben los viajeros. Muchos pitidos de la máquina que lee los tiquets, alguna advertencia del conductor al listillo que quiere hacer un “sinpa”, ruido de monedas y, muy esporádicamente, algun “buenos días” o “buenas tardes”. Pocos cruces de miradas entre conductor y viajero. El primero suele ponerle voluntad, el segundo no.

Superar esas primeras dos fases ya es algo crucial, pero vienen más situaciones interesantes. Hay que hacerse con un sitio para sentarse. Como sea. Ir de pie en un autobús de ciudad, con lo inestables y puñeteros que son los autobuses de ciudad, es un auténtico desastre. Eso es lo que pensará la mayoría. Comienzan las batallas -frías y silenciosas- por llegar a ese sitio y sentarse. Ni que sea para pasar, cómodamente, los 5, 10 o 15 minutos que dura el trayecto. Yo suelo quedarme en el centro, de pie, para dar cuenta de estas cosas que hoy os explico.

En un autobús, las peticiones de los usuarios al conductor pueden ser muy variopintas. Desde pedir subir o bajar la calefacción a cambiar de emisora de radio (o subir/bajar el volumen) pasando por la tradicional pregunta de “para ir a tal sitio, ¿qué parada es la más cercana?”. Son todos ejemplos reales que he escuchado alguna vez. No es de extrañar, pues, que por muy positivo que quiera ser uno, le acaben sacando de sus casillas, como ha ocurrido hoy con el pobre conductor.

Cuando hoy he entrado en ese autobús he visto un busero optimista y simpático. De las seis personas que han entrado antes que yo, solo una se ha dirigido a él. Y lo ha hecho para comprar un billete. Pero el busero no ha puesto mala cara. Debiera estar acostumbrado. Ha respondido mi saludo cordialmente y ha seguido con su ruta. Al final, el grito de la señora del carrito ha provocado su enfado tonto en el que era, probablemente, uno de los últimos viajes de la jornada. Con un simple gesto, pulsar el botón rojo a tiempo, se podría haber evitado.

De vez en cuando intento ponerme en la piel del conductor o conductora. Esa persona que ha de afrontar durante ocho horas el mismo recorrido, la misma rutina, la vuelta idéntica; a la vez que debe lidiar con caras largas, discusiones tontas, gente tóxica y, sobre todo, mantener los cinco sentidos en la carretera. Con lo complicado que puede resultar eso en una ruta de ciudad (coches en doble fila, semáforos, pasos de peatones…). Los buseros son de otro mundo, nacidos para ello. Gente admirable y envidiable. Y un tanto masoquista, eso sí.

En fin. La próxima vez que subas a un autobús, piensa en ese conductor o conductora que ha de llevarte donde sea. Dale un buen saludo. O un simple ‘Hola’, como veas. Algo. Y, si no es mucho pedir, haz lo mismo con el resto de viajeros. Piensa más en ellos y menos en ti. Más en ellos y menos en tus preocupaciones y tus prisas. Cede tu asiento, respeta la cola, pulsa el botón cuando toca. No cuesta nada y significa mucho.

España tolón, tolón - David Torres

España tolón, tolón - David Torres

La concordancia no es el fuerte de Mariano. No, tampoco la sintáctica. “Gracias porque habéis hecho feliz (sic) a muchísimos españoles, a todos los españoles” dijo ayer al recibir a la selección de baloncesto después de su brillante victoria en el europeo. Lo correcto hubiera sido decir “felices”, en plural, a no ser que Mariano contemple a la totalidad de los españoles como un único sujeto colectivo, una homogénea comunidad de creyentes donde no caben ni los independentistas catalanes, ni los indiferentes a las gestas deportivas, ni Fernando Trueba, ni tampoco esa gente sospechosa que el domingo estaba leyendo un libro, practicando yoga o reactivando el consumo en una terraza en lugar de aullar cada canasta rojigualda.
Ahora bien, si se quiere hacer justicia a una epopeya europea como la de Gasol y sus muchachos se necesita un narrador homérico y ayer José María Mijangos creció tres palmos para escribir una crónica a la altura. En lugar de tirar por el sendero literario, que tampoco es su fuerte, Mariano se decidió por la geopolítica para explicar en unas pocas y sencillas palabras la trayectoria de la selección española de baloncesto, el desarrollo de este deporte en las últimas décadas, nuestra hegemonía en la cancha e incluso la caída del Muro de Berlín: “Ha sido nuestra medalla 12 en un europeo, sólo la URSS y Yugoslavia nos superan, pero como ya no existen, pues no nos supera nadie, somos el primer país de Europa a la hora de tener medallas”. Un resumen que no lo iguala ni Siro López, el inefable cantor de las gestas deportivas hispánicas, quien, en un momento dado de la semifinal contra Francia, descifró el marcador con la sabiduría de un ministro de economía: “19-28, 11 arriba”. Y aún le sobraban dedos.
Este extraordinario dominio de la aritmética, la historia y la gramática no hubiese sido posible sin la ardua labor de analfabetización promovida por el ministerio de Educación desde hace décadas. La última muestra de este empeño es un libro de 6º de primaria de Ciencias y Sociales publicado por la editorial MacMillan (y esposa). El volumen ha aparecido en los colegios españoles igual que aquel extraño suplemento en el tomo de una enciclopedia en el célebre relato de Borges, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, mostrando una historia alternativa donde la guerra civil española fue culpa de la Segunda República, el régimen de Franco instauró “una economía autosuficiente” y Esperanza Aguirre trajo “la modernidad a la región”.

Cuando le preguntaron a Marta Martínez, directora editorial de MacMillan (y esposa) por el sesgo ideológico de semejante panfleto, la buena mujer respondió que ellos diseñan sus contenidos “sin ningún interés político” para que “los niños aprendan sin aleccionarles”. Pues menos mal, porque si llegan a aleccionarlos, como en las ikastolas, lo mismo hubieran dicho que el Generalísimo era pivot del equipo español de baloncesto y que lo único que hizo fue ponerle un tapón a Azaña. Ni golpe de estado, ni técnica, ni personal. Por supuesto, a Esperanza Aguirre le ha faltado tiempo para declarar que en el libro “no se dice más que la verdad”, como si antes del tamayazo en Madrid no hubiera calefacción, ni agua corriente, ni cableado telefónico. En el cuento de Borges, el narrador, que compartía muchos rasgos con el escritor argentino -desde la amistad con Bioy Casares hasta el gusto por la erudición-, comprendía que la realidad estaba sufriendo una invasión paulatina por parte de la metafísica idealista y que tarde o temprano, “el mundo será Tlön”. Suerte que tenían, porque aquí sólo falta otra legislatura del PP para que España sea una vaca lechera, no una vaca cualquiera, que da leche merengada, ay qué vaca tan salada, tolón, tolón.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Folleu, folleu’ - Fernando Sánchez Dragó

'Folleu, folleu’ - Fernando Sánchez Dragó

CARLOS II tuvo catorce nodrizas oficiales y dieciséis de repuesto. Pese a tanto derroche de calostro y leche entera no consiguió preñar a ninguna de sus dos esposas. Aquellos polvos (sic) trajeron los lodos catalanes. Tras su muerte el forense descubrió que el monarca sólo tenía un testículo, diminuto y carbonizado, y que su corazón abultaba lo mismo que un grano de pimienta. ¿Era estéril? Sí, aunque fueron sus cónyuges las que cargaron con el mochuelo. Impotente, en contra de la leyenda, no. Rijoso a más no poder. Su primera esposa tenía prohibido llevar bragas para que su tela no obstaculizase los arrebatos del rey. La flojera de remos de éste se atribuía a un episodio de su infancia. Tenía el principito cuatro años cuando Felipe IV murió. El protocolo ordenaba que el heredero besara a su progenitor en el lecho de muerte. Las cosas se complicaron. Alguien había tenido la ocurrencia de meter la momia de san Isidro en el lecho del agonizante por ver si de ese modo sanaba. Varios días yacieron juntos el monarca y la reliquia. El futuro rey se asustó al ver los apolillados restos del probo labrador y se negó a besar a su padre. Esa negativa, con el correr del tiempo, originó un complejo de culpa que, debidamente somatizado, se tradujo en esterilidad. Los saludadores aseguraron que el maleficio se extinguiría si el rey cumplía a título póstumo con su deber filial. 'El Hechizado' se avino, bajó con su primera mujer al pudridero de El Escorial, sacaron de su féretro a Felipe IV, depositó el hijo pródigo un beso en la descarnada mejilla de éste, hicieron mutis los cortesanos y allí mismo, rodeados por las osamentas de tantos reyes muertos como faraones hay en el valle de Luxor, copuló el último de los Austrias con María Luisa de Orleans. Y nada. Ni por ésas. No cuajó.
"Sin el gatillazo de Carlos II no se habría desencadenado la Guerra de Sucesión, la Diada no existiría y el separatismo tampoco"

De tan extraño modo se puso en marcha -tictac, tictac- la espoleta de la bomba que estallará el 27 de septiembre. Sin el gatillazo, aunque gatillazo, en sentido estricto, no hubo, no se habría desencadenado la Guerra de Sucesión, los catalanes no habrían apoyado al Archiduque, el ejército borbónico no habría entrado a sangre y fuego en Barcelona, la Diada no existiría y el separatismo tampoco. Así se reescribe la historia: con renglones torcidos y en el catre. Sófocles lo adivinó y Freud lo diagnosticó. 'Voteu, voteu', catalanes, que 'el món s'acaba'.

Infames banqueros - Raúl del Pozo

Infames banqueros - Raúl del Pozo

En Cataluña, los independentistas no quieren someterse a la disciplina del capitalismo y atacan a los infames banqueros, como si fueran aquellos Médicis que tiranizaron Florencia o aquellos banqueros que execraba Quevedo -junto a los catalanes- porque sorbían en plumas de ganso. Los catalanes creen ahora que harán del plomo oro, han sustituido la religión por la patria, detestan a los Fainé por haberles avisado de los riesgos de la secesión y del peligro que corren sus ahorros. La respuesta de los separatistas ha sido: van de farol.
Ya recordaba Sampson en 'El toque de Midas' que las obras del Bosco y de Brueghel relacionan el oro con las deposiciones humanas. Los independentistas, olvidando que el padre de la patria fue banquero, fustigan a los usureros sórdidos de 'culoapretado' que no creen en la nueva república, la Holanda del Sur. No quieren escuchar los blues del Banco Mundial ni oír hablar del pastón que deben, ni si la deuda del Estado se va a repartir o no de forma equitativa. Acusan a los banqueros de hablar a las instituciones para doblegarlas, después de haber desahuciado a familias y de quitar la cartera a los abuelos. Proclaman que la banca ha robado y hay que meterlos en vereda. Han llegado a deletrear la palabra fatídica "pronunciamiento", y el caso es que los pobres bancos ni siquiera se atreven a llamarse bancos y se denominan entidades financieras.
Es verdad que los banqueros tienen mala prensa desde la antigüedad. A Marco Bruto, el asesino de César, lo consideraban íntegro y patriota, pero sus enemigos le llamaban usurero y le acusaban de hacer pagar el dinero con la piel. En otros tiempos, prestar dinero con usura se consideró tan nefasto como el asesinato. Dante, que era hijo y nieto de prestamistas, mete a los banqueros en el Séptimo Círculo por hacer ganancias ni con el sudor ni con el ingenio, sino con el mismo dinero; se llegó a acusar a los Rothschild de haber untado a Marx para que escribiera 'El Capital'.
Los separatistas amenazan a los patrones de los bancos diciéndoles que ya pueden ir haciendo las maletas; piensan que están cagados de miedo, pero como recordó Iceta en el debate a siete -conducido por la simpar Ana Pastor-, los que debieran tener miedo son los que tienen cuentas corrientes en Cataluña y los que se arriesgan al corralito y a no cobrar las pensiones.

Le pregunto a hombre-puente, inteligente y pacífico, cercano a Mas: "¿Os estáis volviendo locos abucheando a Obama e insultando a los banqueros?". "No, no -contesta-. Es que con esta movilización de los poderes globales y terrenales se pretende asustar a los dudosos, a los menos independentistas de los independentistas, a los miedosos. Pero no sé si han valorado lo suficiente que, diciendo que Cataluña va al caos y Obama admitiendo implícitamente que Cataluña se puede ir, ya es una victoria del independentismo. Los banqueros demuestran nerviosismo y eso puede animar a irse a los que tienen deudas e hipotecas".

lunes, 14 de septiembre de 2015

Con tres ya basta - Tino Pertierra

Con tres ya basta - Tino Pertierra

Oscar: "Ahora que lo pienso porque tengo mucho tiempo para dedicarme a hacer tonterías (me jubilé hace tres meses), el número tres me ha perseguido desde que nací. Ocurrió un 3 de marzo, a las tres de la tarde, y lo que pudo ser una casualidad del calendario se convirtió en una señal del destino. Tuve tres hermanas, me expulsaron de tres colegios y en la adolescencia me abandonaron tres novias a las que engañé tres veces con tres chicas distintas. Con una de las aventuras me casé, fue la primera de mis tres esposas, y tuve un hijo con cada una de ellas. Hace tiempo que no veo a las madres y los hijos no quieren verme a mí. Los motivos son desagradables, me los callo. Trabajé en tres ciudades distintas en tres profesiones que no tenían nada que ver entre sí y por fin me acabé asentado como fotógrafo de bodas y bautizos. Mi cuerpo tiene las cicatrices de tres accidentes de tráfico y tres infartos me dejaron el corazón en cabestrillo para siempre. He sufrido tres graves decepciones, no me refiero a los matrimonios, sino a desengaños con amigos a los que creía leales y me salieron escorpiones. Podría seguir, pero no quiero aburrir con mi relación especial con el número tres, ni caeré en la vulgaridad de contar aquella experiencia en la que disfruté de un trío durante una noche loca.

Ayer me desperté a las tres de la madrugada porque la mujer con la que vivo desde hace tres semanas tuvo un sueño agitado y me asestó un puntapié en la barriga. No se lo tuve en cuenta, pero al desvelarme tuve mucho tiempo para pensar tonterías y caí en la cuenta de que era mi tercera compañía femenina del año y que echaba de menos estar solo. No sentirme solo, algo que ha sido habitual en mi vida, sino estarlo. Sin nadie que me espere ni me desespere, con la casa hecha un desastre, la cama siempre deshecha y la nevera convertida en un mausoleo de comida rápida y envenenamiento lento. Así que, a la mañana siguiente, cogí mis cosas cuando ella se fue a trabajar y me fui dejando una nota en la mesa de la cocina: me voy, me voy, me voy".

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Jose Luis Herraiz Diaz ha compartido la foto de Mariela De Leon Diaz.

Jose Luis Herraiz Diaz ha compartido la foto de Mariela De Leon Diaz.

Una chica muy arrogante y estirada, estaba esperando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto. 
Como debía esperar un largo rato, decidió comprar un libro y también un paquete con galletas. 
Se sentó, para poder descansar y leer en paz.

en el Asiento de a lado se sentó una señora ya de edad poco avanzada, que abrió una revista y empezó a leer. Entre ellas quedaron las galletas. Cuando la chica cogió la primera galleta,la señora también tomó una.

La chica se sintió indignada, pero no dijo nada. Solo pensó: "¡Qué descarada esta vieja; si yo fuera más valiente, le diría un par de cosas y le hablara pésimo y le insultaría".

Cada vez que ella cogía una galleta, la señora también tomaba una. 
Aquello le indignaba a la chica.
tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar.

Cuando quedaba una sola galleta, pensó: "¿qué hará ahora esta vieja aprovechada?".

Entonces, la señora partió la última galleta y con una media sonrisa en su rostro, sin decirle nada a la chica, dejó media galleta para ella.

¡Ah no!. ¡Aquello le pareció demasiado!. y esa chica se enfureció y mucho se molesto, muy indignada con tal situación.
tomo la media galleta y no aguanto mas y se la tiro a los pies de aquella señora y le dijo: vieja descarada, se ve que tiene hambre , eso es lo que usted es una descarada.
y la señora solo agacho la cabeza y no respondió nada.

Se levantaron las dos y cada quien se dirigió a su propio sector de embarque, ya que tenían distintos vuelos y se dirigían obviamente a diferentes destinos.

La chica mientras caminaba a su sector de embarque, muy indignada resoplaba la enorme rabia que llevaba. Cerró su libro y sus cosas y se dirigió a abordar.

Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso!! y para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletas... intacto y cerrado.

¡Sintió tanta vergüenza!. que se le caia la cara y le dio tanto sentimiento con aquella señora que hasta lloro.
Sólo entonces se dio cuenta de lo equivocada que estaba. 
¡Había olvidado que sus galletas estaban guardadas dentro de su bolso!. 
la señora había compartido todas sus galletitas con ella, y sin sentirse indignada, nerviosa, consternada o alterada.

Y ya no estaba a tiempo ni tenia posibilidades para dar explicar o pedir disculpas.

Pero sí para razonar: ¿cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor? ¿cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?.

Y recordó que existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan: 
Una piedra, después de haber sido lanzada;
Una palabra, después de haberla dicho;
Una oportunidad, después de haberla perdido;
El tiempo, después de haber pasado.

NO ACTUEMOS APRESURADAMENTE. MUCHAS VECES EN ESOS IMPULSOS , HASTA OFENDEMOS Y NO NOS DAMOS CUENTA QUE LAS COSAS NO SON COMO PENSAMOS.

MEDITEMOS ANTES DE ACTUAR Y OFENDER.

ANTES DE FORMARTE UN JUICIO DE AQUELLO, ASEGÚRATE BIEN , NO VAYA HACER QUE DAÑES A ALGUIEN INMERECIDAMENTE Y QUE QUEDES EN RIDÍCULO. Y PRONTO TE ARREPIENTAS Y SEA DEMASIADO TARDE.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Gallegos del revés - Ánxel Vence

Gallegos del revés - Ánxel Vence

El paro acaba de subir en casi toda España a la vez que bajaba en Galicia; pero esto ya ni siquiera constituye una novedad. Los acontecimientos, como los trenes de la antigua Renfe, llegan con retraso a este extremado reino occidental de Europa, de tal modo que siempre vamos a contrapié de las subidas y bajadas en el resto del país. El caso es llevar la contraria.
Lo natural, por ejemplo, es que el empleo caiga en agosto debido al final de los contratos con los que la hostelería cubre sus necesidades para la temporada veraniega. La regla no es de aplicación en Galicia, naturalmente. Ya sea porque el tiempo no acompaña gran cosa, porque el turismo es escaso o porque nos gusta chinchar, sin más, el empleo crece aquí al final del verano.
Otro tanto había ocurrido ya con el estallido de la burbuja inmobiliaria, Cuando el precio de los pisos comenzó a caer, la vivienda siguió subiendo de precio durante algunos meses en Galicia, ajena como de costumbre a las influencias del exterior.
Por no hablar ya del clima, que es lo nuestro. Aquí llueve con perseverancia cada vez que el telediario anuncia soles esplendorosos en toda la Península; aunque eso parecería lógico hasta cierto punto. Menos explicable resulta ya el hecho de que a menudo haga tiempo playero en Galicia allá por septiembre u octubre, cuando el resto del país se agita bajo el pedrisco y las tormentas.
De estas contradicciones tan galaicas tuvo noticia en persona un grupo de científicos de Naciones Unidas reunido en Vigo años atrás con la idea -a todas luces imprudente- de estudiar el calentamiento global de la atmósfera. Vigo pasa por ser la zona tropical de Galicia, pero ni por esas. Los sabios participantes en el encuentro fueron recibidos por una ola de frío polar que a punto estuvo de congelarles sus teorías sobre el cambio climático.
No solo en cuestiones de orden laboral, inmobiliario o climático vamos a contramarcha de los demás.
Para abundar aún más en las paradojas que son nuestro más claro rasgo de identidad, los informes de un instituto de fertilidad de Barcelona suelen atribuir a los gallegos la posesión del semen de mejor capacidad reproductiva de España. El dato, obviamente feliz, se contradice abiertamente con la estadística según la cual Galicia es el lugar de España y casi de Europa con menor tasa de nacimientos por cabeza (o por prepucio, para ser exactos). Será que vamos mayores y ya no estamos para esfuerzos físicos como los que exige la facturación de un crío; pero aun así, el caso tiene difícil explicación.
Por ahí adelante suelen retratar a los gallegos como gente entre indecisa y enigmática -tipo Rajoy- de la que nunca se sabe si sube o baja cuando alguien se la encuentra en el rellano de la escalera. Tonterías. Lo que la experiencia sugiere es que a un galaico de verdad se le identifica más bien por subir cuando los demás bajan y bajar cuando los demás suben.
Esa peculiaridad étnica, por así decirlo, sería la única que aclarase el hecho de que el paro, las casas y el IPC suban aquí cada vez que bajan en las tierras situadas más allá del Padornelo. O que los mejores espermatozoides del país arrojen la más baja tasa de natalidad del continente. Galicia es un enigma húmedo.