martes, 30 de abril de 2013

Suiza, el paraíso perdido - Casimiro García Abadillo



Suiza, el paraíso perdido - Casimiro García Abadillo
Suiza ya no es un lugar seguro para los evasores fiscales. Si Luis Bárcenas tuviera ahora que poner a buen recaudo su enorme fortuna, debería buscar refugio en Gibraltar o en Mónaco, aunque en estas plazas financieras, que pujan por quedarse con una parte del pastel del país helvético, sólo podría practicar el esquí acuático.
De forma sorprendente, los bancos suizos se han convertido en aliados de la Hacienda española en la tarea de levantar las alfombras para localizar las grandes bolsas de dinero negro que engordaron durante los años del boom.
Fuentes solventes apuntan que el dinero español (incluyendo cuentas y todo tipo de activos financieros) depositado en entidades de Suiza alcanzó en 2012 los 100.000 millones de euros (el 10% del PIB español). En su mayor parte, ese dinero no habría sido declarado a Hacienda. Aunque una gran parte se ha regularizado, la mayoría de esa suma sigue depositada en bancos suizos «por motivos de seguridad», acentuados tras la crisis de Chipre, señala una fuente.
La regularización extraordinaria o amnistía fiscal llevada a cabo por el Gobierno afloró 40.000 millones de dinero negro.
Sin embargo, esa cifra se elevará sensiblemente ante la enorme cantidad de personas y empresas que están regularizando en las últimas semanas por la vía ordinaria, según fuentes del Ministerio de Hacienda.
¿Por qué tanta gente está optando ahora por ponerse a bien con el Fisco? En primer lugar, porque las multas (ley de lucha contra el fraude del pasado 31 de octubre) se han endurecido, al igual que las penas que contempla el Código Penal para los delincuentes fiscales (de dos a seis años con plazo de prescripción de 10 años en lugar de cinco).
Pero, al mismo tiempo, porque los clientes opacos han sufrido el acoso de las propias entidades, que han puesto en práctica políticas que priorizan el cumplimiento de las obligaciones fiscales.
En UBS –que junto a Crédit Suisse representa el 50% del sistema financiero suizo– el objetivo es que en enero de 2014 no quede ni una sola cuenta cuyo propietario no haya declarado sus fondos a la hacienda de su país de origen.
Por su parte, Crédit Suisse ha puesto en práctica un código de conducta que prohíbe «desarrollar actividades con clientes cuyo objetivo sea incumplir sus obligaciones fiscales».
Otro importante banco suizo, Julius Baer, no permite abrir cuentas a españoles desde el pasado mes de octubre si el cliente previamente no presenta un documento que acredite que la información ha sido facilitada al Banco de España.
Según afirma un abogado experto en asesoría fiscal, «los propios bancos están remitiendo cartas en castellano a sus clientes para que declaren antes del 30 de abril».
En efecto, el próximo martes vence el plazo para informar a Hacienda sobre las cuentas y bienes en el extranjero de los residentes en España. El modelo 720 de Hacienda (en el que hay que consignar las cuentas por encima de 50.000 euros) está incrementando el número de declaraciones complementarias.
Ese cambio radical en la actitud de la banca suiza tuvo su punto de inflexión el pasado 1 de febrero, cuando el Consejo Federal helvético decidió facilitar datos sobre cuentas bancarias a los países que los soliciten y que hayan firmado el Acuerdo para Evitar la Doble Imposición.
Suiza comenzó a virar sobre todo a partir de un conflicto generado por la petición de información del Gobierno de Estados Unidos precisamente al banco UBS. El Gobierno helvético firmó un acuerdo bilateral con EEUU, pero luego las presiones de Bruselas y de la OCDE llevaron al establecimiento de la nueva legislación, en la que el secreto bancario sólo es sagrado si no se invoca para ocultar delitos.
Una fuente de uno de los mayores bancos suizos apunta: «El mayor riesgo de la banca ahora es el riesgo reputacional. Los bancos suizos no pueden seguir dando la imagen de que sirven de refugio a dictadores, narcotraficantes y políticos corruptos».
Por otra parte, esa actitud de mayor colaboración de las entidades tiene también su vertiente judicial. Hasta hace poco tiempo, las comisiones rogatorias que se remitían desde España a Suiza sufrían todo tipo de trabas, dado que los jueces helvéticos se niegan a dar información si el motivo de la petición es exclusivamente la investigación de delitos fiscales.
Como reconoce el presidente de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes, esa forma de proceder ha cambiado para bien. La actitud del juez, que ha viajado varias veces a Suiza, y el cambio de clima respecto a primar el esclarecimiento de los delitos sobre el secreto bancario, ha propiciado que se haya remitido a España la comisión con los datos de Bárcenas, lo que ha provocado terremoto político en el PP.
De todas formas, aún quedan otras 16 comisiones rogatorias solicitadas a Suiza, la mayoría relacionadas con el sumario de Gürtel.
¿Significa ésto que los delincuentes de cuello blanco tienen cerradas las vías para ocultar sus inconfesables fortunas?
No. Como reconoce el propio presidente de la Audiencia Nacional, además de las comisiones rogatorias remitidas a Suiza, hay otras 18 en marcha reclamando información a paraísos fiscales, como Islas Caimán, Jersey, etcétera. Esos reductos no tienen interés en colaborar con la Justicia. Su reputación consiste en su capacidad para resistirse a las peticiones de los tribunales que investigan delitos de sus clientes.
Según fuentes financieras, tras la regularización extraordinaria, y después de la avalancha de declaraciones complementarias que se está produciendo estos días, aún quedarán unos 30.000 millones de euros por aflorar que han huido en busca de escondites más seguros.
La lucha contra el fraude debe ser una de las prioridades del Gobierno. Cuando el país acumula más de seis millones de parados y la recuperación económica se aleja hasta 2016, no se puede consentir que un puñado de evasores siga burlándose de los que, pese a todo, cumplen con sus obligaciones.
En 2012 había en Suiza 100.000 millones de españoles, la mayoría sin declarar a Hacienda
Gran parte de ese dinero español permanece en Suiza por seguridad, por miedo al «corralito»

Estuario con chiquillos - José Luis Alvite

Estuario con chiquillos - José Luis Alvite

Fue un atardecer, en las postrimerías del verano, regresando a casa en taxi con tía Pepita, después de acompañarla a un parto. Ella ganchillaba ensimismada sus hilos portugueses y yo miraba el paisaje con el aliento estampado en el cristal. A la salida del puente en la desembocadura del Umia, tía Pepita detuvo las manecillas de la suave hilatura: «Arrime el coche a la orilla, Benito, por favor; el niño quiere aplaudirle al paisaje». Y así ocurrió una tarde de verano, en aquel estuario de Mar de Frades al que acudían arremangados los muchachos de los Maristas y se metían enhebrados en la bajamar y enfriaban su piel y sus tentaciones con aquel agua herbácea y anfibia en la que trotaba la espuma como una yeguada de escrotos, robalizas y oblea, muy cerca de la playa O Borrón, adonde acudían mis vecinitas de la calle Infantas para ver pasar a lo lejos, como siglas de luz sobre el agua, la silueta del apuesto Albino deslizándose impulsado por el suave molinillo de las lentas brazadas con las que teñía de rosa el agua y grapaba el mar. Fue un instante breve y sacramental, un párrafo de gaviotas en vilo sobre el agua y un extenuado jadeo de los marineros bogando en gris a contraluz, como pestañas a las que fuese a vencer el sueño abatidas en los bancales de una trainera de rímel. «Siga la marcha, Benito, por favor». El taxi se ceñía a la carretera y en el ganchillo de tía Pepita medraba otra vez la lenta buganvilla de algo fosco que nunca supe muy bien de qué prenda se trataba. Quedaban atrás el estuario del Umia y los muchachos de los Maristas con los pantalones abrazados por el agua a sus piernas, la felicidad difuminada en la marimba de su risa y el sexo lacio como una robaliza empalada en un taco de membrillo. Por alguna razón supuse siempre que Dios era una imitación de todo aquello...

lunes, 29 de abril de 2013

Aquellos días afrutados - José Luis Alvite

Aquellos días afrutados - José Luis Alvite

Al final, la vida de un hombre se reduce a amontonar los recuerdos y tener a mano el teléfono de las ambulancias. El resto son ilusiones pasajeras, planes que no cuajaron y la suerte inmensa de hacer tres comidas al día. Uno se hace mayor y comprende que cada mañana al despertar le espera otro esfuerzo fuera de su alcance, un café que destruye la leche y ese periódico local en el que en cualquier momento será noticia su propio cierre. Hay que rendirse a la evidencia y seguir adelante como se pueda, conscientes de que las posibilidades de que surja una buena noticia no son en absoluto mayores que las de encontrar sangre en las heces. En la vida de un hombre llega un momento en el que se da cuenta de que aquellas cosas que aún le tolera la conciencia ya no se las permite el cuerpo y que hasta podría ocurrir que –por extenuación, por rutina o por desidia– le sobrevenga un bostezo en la mitad de un beso, como recuerdo que le ocurrió a una amiga mía que cumplidos los cincuenta años descubrió que en su declive emocional se daban juntos la resignación y la esperanza, la ganas de leer y la presbicia, y que en el momento de mayor placer sexual se le mezclaban el orgasmo y la llorera. Una madrugada de copas le dije: «No hagas planes y vive cada instante. Los días del ansia de comer dejarán paso a los días en los que habremos de conformarnos con la suerte de no vomitar. No hay otra manera de entender la vida, amiga. Nos quedará el recuerdo de cuando en Navidad nos sentábamos lejos de la cabecera de la mesa, de aquellos días dominicales y afrutados en los que había playas a las que ni siquiera había llegado aún la geografía, aquel tiempo indulgente y bautismal en el que incluso la muerte se perdía camino del cementerio». (Al admirable Andrés Aberasturi)

domingo, 28 de abril de 2013

Golpe de suerte - Ernesto Sáenz de Buruaga


Golpe de suerte - Ernesto Sáenz de Buruaga
No me gustan las estadísticas en las que los hombres se convierten en números para dar cuenta de una desgracia. No me gusta la exactitud de las matemáticas donde no cabe un error para solucionar el problema. Necesito de ese margen que te permite construir la realidad con tu propio esfuerzo para romper la estadística y demostrar que el mundo tiene más corazón que ciencia exacta. Mi amigo José, como cualquiera de los suyos, no puede ser una cifra más de una compleja estadística. Tiene mujer y dos hijos, está en el paro y lleva más de tres años saliendo de casa para acudir a entrevistas de trabajo. Lo más amable que escucha es esta frase: «de momento no tenemos nada pero si hay algo le llamaremos».
Al principio fue un choque tremendo. Tuvo una fase de subidón porque, con su experiencia y su currículo, estaba convencido de que podía encontrar un nuevo empleo pese a que las cosas estaban difíciles. Pero el paso de los meses le iba minando su autoestima. Tiene 56 años y su exceso de cualificación es otro inconveniente absurdo con el que no había contado. Llamó a sus amigos, a sus conocidos, a los compañeros de profesión para pedir con humildad no una subvención a fondo perdido sino un puesto de trabajo. Pero sigue sin ver esa anunciada salida de su propio túnel y con la moral por los suelos. En un momento dado se planteó montar una pequeña empresa. Una quimera para quien no tiene más que su casa y teme perderla si algún día deja de pagar al banco su alquiler.
Espera que le llegue el golpe de suerte que busca desesperadamente mientras maldice a esos políticos que reparten peces en lugar de cañas para pescarlos. A los que reparten comidas para los niños por decreto mientras firman cheques con dinero ajeno para los bolsillos propios de amigos o conocidos. A los que se dedican a política de barricada en lugar de pactar soluciones a los problemas que nos corroen. A los que no saben lo que es ir al supermercado, montar en autobús o subir al metro y hacen demagogia tan barata como insultante. Al gobierno que se resigna a su suerte. Mi amigo es una buena persona. Merece dormir tranquilo sin despertarse angustiado porque no sabe de que vivirá pasado mañana.

La única solución - Salvador Sostres



La única solución - Salvador Sostres
Sobran casi todas las autonomías, el 40% de los funcionarios, y los que continúen tienen que cobrar la mitad. Hay que privatizar escuelas, universidades y hospitales. Y garantizar el servicio público mediante la concertación y sólo a quien realmente lo necesite y haya hecho todo lo posible para no necesitarlo. Quiero ayudar y los impuestos son el precio que pagamos por una sociedad civilizada, pero yo a un tipo que cobra 1.300 euros no tengo que pagarle nada, y al que no trabaja porque no le da la gana, mucho menos que nada.
Sólo Cataluña y el País Vasco han acreditado mediante el voto de sus ciudadanos la voluntad de que su especificidad sea específicamente atendida. Pero antes de exigir nada, tienen que decidir si arriesgan lo que hay que arriesgar para intentar independizarse, con el desafío al Estado que ello inevitablemente conllevaría, o si se quieren quedar y liderar la recuperación económica de España.
Las otras autonomías, con sus otros parlamentos, y sus otros gobiernos, y sus otros cargos duplicados, y sus otras televisiones locales, y sus otros coches oficiales son una burla al contribuyente y un espantajo para cualquier inversor, que no querrá invertir en un país que despilfarra el dinero de un modo tan salvaje.
El Estado no sabe gestionar y todo lo acaba arruinando. La sanidad pública está en quiebra. La enseñanza pública también, y además es nefasta. Escuelas y hospitales tienen que ser privados y competir entre ellos con la lógica de una empresa, para dar el mejor servicio y al precio más competitivo, cada cual dentro de su rango. Las plazas que el Estado tenga que concertar para los realmente necesitados serán de mucha más calidad que en el sistema público y mucho más baratas. Ni médicos ni maestros tienen que ser funcionarios.
La casta política actual carece por completo de la autoridad política y moral que se precisa para impulsar regeneraciones tan drásticas. Les hemos dado toda la confianza y nos han defraudado. Derecha e izquierda por igual, aunque la izquierda con el agravante de la podredumbre de Pérez Rubalcaba.
Lo menos grave es lo que han robado. Lo verdaderamente dramático ha sido su cobardía, el cinismo de su cálculo electoral. Es mucho más grave la pasividad de Rajoy, su dejadez, su falta de valentía a la hora de afrontar los problemas y de buscar soluciones que el total del montante que haya podido desviar o robar Luis Bárcenas.
Los impuestos no son la solución: son el problema. La solución es que el Estado deje de entrometerse y devuelva al ciudadano el protagonismo de su vida. La solución es que el ciudadano pueda vivir con su dinero y de su dinero en lugar de tenérselo que entregar a un Estado que se lo fuma con su gestión delirante y que siempre acaba en bancarrota.
El Estado es el problema, su intervención es el fraude y la libertad es, como siempre, la única solución razonable. Sólo mediocres, gandules e incapaces la temen, porque no son idiotas y saben que vivir de mi dinero y no del suyo es mucho más agradable.
Son socialdemócratas no por ninguna convicción, sino porque les asusta tener que vivir según la medida de sus posibilidades.

sábado, 27 de abril de 2013

¿Algo bueno por ahí? - Isabel Vicente



¿Algo bueno por ahí? - Isabel Vicente
Tal como anda el patio, me he propuesto hoy no hablar de cosas negativas; algo difícil dado que acaba de llegarme el recibo del IBI y aún no me he recuperado del susto. Pero no. Quiero utilizar esta columna para algo positivo que nos levante el ánimo. Por eso, no pienso hablar de los datos del desempleo. ¡Por Dios! ¡Seis millones doscientos mil parados! ¿Esto hay quién lo aguante? Y Rajoy sin asomar la patita para tranquilizar al personal, aunque, claro, no es cuestión de pedirle al hombre imposibles. Tampoco voy a entrar en lo del aumento en la edad de jubilación. ¿Más de 67 años? Si tengo muchos menos y ya no puedo con mi alma. ¿Llegaremos algún día a disfrutar de la jubilación o nos van a liquidar antes? Desde luego, así ahorrarán en pensiones pero, si no dejamos huecos, ¿cuándo van a trabajar nuestros hijos? Pero ya he dicho que hoy no toca tamaño despropósito. Destinar esta columna a lo del aumento de años para cobrar la jubilación íntegra tampoco me apetece, y eso que me ha llegado muy hondo. ¿Pero, cuanta gente va a poder cotizar cuarenta años? ¡Cuarenta! Calculando que uno se jubile a los 67, ha tenido que cotizar de forma ininterrumpida desde los 27, una heroicidad sobre todo si se ha pasado por la universidad. Ahora me alegro, eso sí, de los dos años en que tuve que trabajar cuando estaba estudiando debido a un revés económico de mi familia, lo que me permite tener unos añitos más de cotización, aunque en su momento me provocó un estrés galopante porque no me quedaba tiempo para dormir más de seis horas al día; pero, bueno, ya digo que no quiero hablar de esto. Tampoco se me va a ocurrir, no se preocupen, sacar lo del anuncio del Gobierno de ayer de que van a seguir con los ajustes económicos. Y, desde luego, no pienso hablar de fútbol. Qué lástima, por favor. Primero, berrinche mío el martes por el ridículo del Barça, y luego, berrinche de mi crío el miércoles por el del Real Madrid. El chaval acabó encerrándose en su cuarto indignado y asegurando que, a partir de ahora, solo va a ver los torneos de parchís. Y mira que lo del fútbol ha dado juego esta semana para reírnos en las redes sociales... Mi preferida es una que leí en el facebook: "Con Aznar ganaba el Madrid, con Zapatero ganaba el Barça y con Rajoy gana Alemania". Me encanta. El caso es que no acabo de encontrar nada bueno para tratar hoy en esta columna... Aunque sí hay algo bueno: Tengo que pagar el IBI. ¿Y esto no era malo? Pues va a ser que no. Demuestra que tengo casa, y además, aunque he tenido que pedir un anticipo en la empresa, y aunque llevo los vaqueros a trozos y no puedo comprar unos nuevos hasta el día uno, puedo pagarlo.

viernes, 26 de abril de 2013

Cospedal en China, Mariano en Babia - David Torres



Cospedal en China, Mariano en Babia - David Torres
Como soy algo despistado, me extrañaba mucho haber llegado al jueves sin que Cospedal hubiera soltado su charlotada semanal. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que estaba viajando por China en una gran gira artística donde ha aprovechado para perfeccionar el chino, idioma que suele emplear en público. Fue en chino estreñido en lo que Cospedal explicó el finiquito de Bárcenas y también le dijo en chino genovés a Zapatero, en octubre de 2010, que antepusiera los derechos humanos a los intereses comerciales, cuando le concedieron el premio Nobel a Liu Xiabobo, un disidente chino en prisión. Esta vez, como los negocios sucios le tocaban a ella, cuando ha salido el tema de los derechos humanos, ha respondido en sueco. Otra cosa no, pero María Dolores de lenguas sabe un rato.
A Cospedal el partido comunista chino la incomoda un poco, claro, aunque no tanto como el partido comunista cubano; debe de ser que China cae más lejos. En el PP no andan en buenas relaciones con Cuba desde que se les murió Fraga, otro genio políglota que hablaba un chino muy particular, especialmente en gallego. Ahora, a falta de Fraga, mandan a China a Cospedal y a Cuba a Carromero; de China vuelven con promesas de contratos comerciales y de Cuba con dos líderes opositores muertos. Hay que reconocer que, dentro y fuera de España, ningún partido político está esforzándose tanto por la pervivencia del comunismo como el PP. Lo mismo celebran la próxima Internacional en Génova.
Mariano, de momento, sigue en Babia, aunque tiene programado un próximo viaje a China, donde lo han convencido de que vaya aprovechando que, al menos, es una república popular. No está en su mejor semana Mariano, y no nos referimos a los seis millones de parados, que eso a él le importa un bledo, ni a los impuestos que no va a subir este viernes sino el siguiente. No levanta cabeza desde la estrepitosa derrota del Barcelona en Munich y del Madrid en Dortmund, porque, de seguir el fútbol español su cuesta abajo, el Papa Francisco le va a devolver la camiseta de la selección por correo certificado.
En un foro internacional celebrado en Suzhou, María Dolores, después de elogiar en chino lo laboriosos y emprendedores que son los chinos, se ha preguntado qué más puede aportar España a China y China a España. Traducido del chino genovés, “laboriosos y emprendores” quiere decir “esclavos”, los miles y miles de trabajadores chinos, muchos de ellos niños, que trabajan de sol a sol en comercios y restaurantes sin más legislación ni derechos que los establecidos por las diversas mafias. China puede aportar más chinos y España un montón de locales vacíos por desahucio o suicidio de sus propietarios gracias a los desvelos del PP, que trabaja como un chino en su infatigable labor de ampliar mercados.

Asedio al Congreso - Raúl del Pozo



Asedio al Congreso - Raúl del Pozo
Ha empezado la primavera-verano de las barricadas y los culos frescos. A las cinco de la tarde, tres columnas, una que sale de Puerta de Alcalá, otra de Sol y la tercera de Atocha, confluirán en el Congreso de los leones para sitiarlo. Son los de la plataforma ¡En Pie!, que han dejado el estilo hippie y han adoptado el de pantera. Mientras hierve la manifa, las cucarachas de sotana se hacen el pijo un lío y dudan si en realidad, y en secreto, la desobediencia es o no fuente del derecho. El presidente del Tribunal Supremo ha declarado que el escrache es un ejemplo de libertad, pero los ropones de la Audiencia Nacional deliberan si se maquina o no un delito contra las altas instituciones y dignidades del Estado.
La toga es sagrada, y en lo sagrado está el enemigo; se larga mucho de los políticos, pero qué me dicen ustedes de los jueces, «los fiscales de gallinero y el resto de los abogados del diablo» (Javier Gómez de Liaño). Algunos jueces acabarán junto a sus troncos o sus coimas en el infierno, donde los vio Quevedo: «¿Ves aquel? Pues mal juez fue, y está entre los bufones, pues por dar gusto no hizo justicia».
Los que se van a rodear el Congreso aconsejan a los manifestantes que lleven en lugar visible la dirección de los abogados y una botella de vinagre para empapar los pañuelos que se usarán en caso de que lancen gases lacrimógenos; también llevarán silbatos para espantar a los perros y caballos de la policía si los usaran. Los Black Block con caras tapadas estarán en primera línea. La revuelta emplea desde hoy otra táctica, que tiene su origen en el viejo pensamiento de los amotinados: el Congreso es un teatro burgués. En realidad no es tan divertido.
Para evitar que lo tomen, aparte de los antidisturbios, necesita un domador de leones y de exhibicionistas. Hay un adagio muy madrileño que repite: «¡cómo subo, cómo subo, de pregonero a verdugo!», y se apoya el proverbio en los políticos que gatean por la cucaña para atrapar el sueldo del Estado. La farsa parlamentaria, donde sestean tantos diputados, puede resultar odiosa, pero tampoco es cosa de deshacerla y luego ya veremos.
Fue de traca el strip-tease de Joan Baldoví, un nacionalista que defiende los derechos de los animales y de los valencianos, ex alcalde de Sueca. ¡Arroz y pilota, mare de Déu! Ayer se desabrochó la camisa, se desenganchó la corbata y sólo faltó la música. Puede ser que Marx no acertara cuando dijo que el Estado era una boa constrictor pero el Parlamento es algo más que una farsa, aunque a veces parezca un club donde sus señorías hacen striptease.

jueves, 25 de abril de 2013

Estriptís en camiseta - David Torres


Estriptís en camiseta - David Torres
Es lógico que Jesús Posada, presidente del Congreso, se enfade porque un orador se quite la chaqueta y la corbata y empiece a desabrocharse la camisa. Ya hace calor en Madrid y corremos peligro de que bajo los sobacos parlamentarios broten sendos círculos de sudor, señal del duro trabajo al que se enfrentan día a día nuestros insignes representantes. Una de las principales argucias de la democracia es sugestionar al pueblo llano para que piense que en el Congreso no se da ni palo al agua; de ahí tantas fotografías plagadas de escaños vacíos, de diputados bostezando, enredando con el móvil, leyendo el Hola o jugando a la playstation.
En sus mejores momentos, la democracia parlamentaria es como el circo: el público no debe ser consciente del esfuerzo que supone sacar adelante el espectáculo. Todo tiene que fluir natural, como si no estuviera ensayado, incluso los tropezones en mitad de un discurso, incluso las votaciones múltiples de un diputado que se estira para votar a la vez con los dos pies, los dos brazos, el culo y la nariz, al estilo de un batería de jazz en pleno ataque epiléptico. Nadie debe ver los músculos en tensión del trapecista, el miedo en los ojos del domador, la tristeza íntima de los payasos. De momento, sólo se han encontrado dos maneras de conseguir que todos los parlamentarios, esos infatigables currantes adictos al escaño, se escondan a la vez bajo las mesas: o sacas un guardia civil bigotudo arma en mano gritando “¡Todo el mundo al suelo!”, o sacas una cámara y les obligas a decir: “¡Pa-ta-ta!”.
Jesús Posada es el maestro de ceremonias, un director de escena entregado a la difícil tarea de que no se vislumbre la tramoya. Joan Baldoví, el parlamentario díscolo, actuó igual que uno de esos actores primerizos que pretenden romper la cuarta pared del teatro, un muro ficticio cuidadosamente construido a base de chaquetas y corbatas, de ronquidos y crucigramas. La ilusión viene de antiguo, desde aquellos tiempos remotos en que Cánovas pronunciaba uno de sus discursos magistrales, el hemiciclo entero se ponía en pie, lo aplaudía diez minutos y luego votaba en contra. A Camilo José Cela, en su época de diputado, un imprudente lo interpeló porque, según él, estaba durmiendo en vez de atender a su discurso. “No, señor” dijo Cela, ahogando un bostezo. “No estaba durmiendo, sino dormido”. “Es lo mismo” dijo el otro. “No, señor” replicó Cela siempre puntilloso en cuestiones estilísticas. “No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, por la misma razón que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”.
Afortunadamente, la historia del estriptís acabó en lo de siempre, es decir, en nada. Baldoví mostró brevemente una camiseta roja de “Stop Desahucios” en la que apenas se veía la O y ni siquiera asomó una cacha. Podría haber sido peor, podríamos haberle visto el sobaco a Rubalcaba. Mariano es que ni alzó la cabeza para atisbar el sudor, perfecto en su papel de hombre plasma. Pero si Baldoví hubiera llevado una camiseta de la selección española de fútbol, igual se pone en pie para celebrar los goles.

San José Ortega Cano - José Luis Alvite

San José Ortega Cano - José Luis Alvite

Una vez dictada tan benevolente sentencia en el caso de José Ortega Cano a mí sólo se me ocurre pensar que ha sido una suerte que la señora juez no haya condenado al muerto, ni haya tenido la ocurrencia de encarcelar a los testigos. También me felicito porque la sentencia no incluyese una postdata instando a que los ujieres del juzgado sacasen a hombros al torero y lo llevasen en triunfal paseíllo hasta su domicilio. Naturalmente, la opinión pública es ahora libre de hacer consideraciones de todo tipo sobre los términos de la sentencia, incluida la idea novedosa y pintoresca de exigir que se le haga la prueba de alcoholemia a quien dictó una sentencia que, a falta de que se incluya como relevante novedad en los anales de la Justicia, sin duda nutrirá los del humor. Invalidada la agravante del alcohol porque se vulneró la cadena de custodia de la muestra de sangre, queda pensar que de nada han servido tampoco las declaraciones de los testigos en orden a confirmar que el señor Ortega Cano conducía ebrio. Poco importa que varias personas le hubiesen visto beber alcohol por encima de las dosis razonables para conducir sin riesgo y confirmasen su penoso estado de inconsciencia. El resultado del juicio será un escándalo en la calle durante algunos días y acabará constituyendo una incómoda anécdota en la vida del torero, que sale del envite con una condena suave y con esa nueva imagen de hombre sensato y abatido que aprovecha el dolor del proceso para arrinconar el ominoso tinte del pelo y convertirse en un canoso galán maduro. Le esperan ahora los platós recaudatorios de la televisión y brindar por la suerte procesal que ha tenido. Llevará un cadáver en su conciencia, es cierto, pero, ¡qué demonios!, el tiempo pasa y es bien sabido que al remordimiento no le huele a ginebra el aliento. Además, ¿quién nos asegura que no estaba borracha la muerte?

miércoles, 24 de abril de 2013

Gafas de leer - José Luis Alvite

Gafas de leer - José Luis Alvite

No tengo nada en contra de que en las ferias literarias triunfen esos personajes que le deben su popularidad a la televisión, se sientan en sus casetas y firman centenares de libros. Muchos de sus seguidores son personas que compran libros con el convencimiento de que por suerte no encontrarán ocasión para leerlos, como hacen los coleccionistas de armas, que adquieren pistolas y escopetas que no disparan. Lo que se busca es la firma del autor, sin otra pretensión. En una ocasión firmé ejemplares en unos grandes almacenes de una ciudad con playa. Era verano, hacía calor y se me acercó un tipo calzado con chanclas que me pidió que le echase una firma en su toalla de baño. Agradecí su franqueza y le escribí una dedicatoria. Después recogí los bártulos y me largué con la sensación de que aquel tipo me había pedido una firma porque no encontró a mano al surfista de moda. También pensé que si escribiese una novela basada en un asesinato real, firmaría menos ejemplares que si fuese yo el asesino. Hay gente que adquiere libros de cocina con el dinero que ese día necesitaría para comprar comida. Y tengo un amigo que va en verano a las casetas de los libreros porque son el único sitio de la ciudad en el que regalan los abanicos, de modo que entienden la literatura como un agradable refrigerio. Comprar libros para no leerlos es algo tan legítimo como sin duda lo es escribir cartas y no echarlas al correo. Además de pozos de sabiduría, los libros son también una manera segura de ahorrar la pintura de la pared y tener localizado el polvo. Y puesto que cada ejemplar que se presta raras veces se recupera, un libro puede ser también un recurso para perder amigos. A mí lo que me fascina de la literatura es dar con una de esas mujeres tan cultas que en la cama jamás pierden juntos el control y las gafas de leer.

Privatizar el mar - David Torres



Privatizar el mar - David Torres
Peter Brabeck-Letmathe es un empresario audaz con planta de águila y ojos de acero cuyo perfil debería estamparse en las monedas de euro. Este camafeo viviente ha saltado a las portadas de todo el mundo por unas declaraciones en las que dice que el agua potable debería tener un precio y ser privatizada, que debería supeditarse a los precios de mercado lo mismo que cualquier otro alimento. Hay mucha gente que aplaudiría esta medida siempre y cuando empezarán privatizando el 80% del agua contenida en el interior de Peter Brabeck-Letmathe y rifándola entre cinco afganos sedientos.
La desecación de empresarios sin escrúpulos sería un espectáculo sumamente edificante pero, ya que vivimos en un mundo donde sólo interesan los beneficios a corto plazo, también podría sufragarse vendiendo entradas. Resulta muy curioso que muchos de los partidarios de la privatización salvaje en todas las áreas (de la Thatcher a Aguirre pasando por Cospedal y por quien se les ocurra) lo que plantean realmente es arramblar con los bienes públicos para ponerlos en manos de sus amiguetes. Mientras tanto, ellos siguen viviendo de la caridad ajena porque a ningún empresario con dos dedos de frente se le ocurriría dejarlos al mando de nada más complicado que una fregona. El entierro de Margaret Thatcher, ese pomposo funeral egipcio que ha arruinado las arcas de los contribuyentes británicos, es la metáfora perfecta del despropósito y la desvergüenza de las políticas neoliberales. ¿Por qué sufragar públicamente los gastos de la misma carroña que, para ahorrar gastos públicos, quitó a los niños ingleses un vaso de leche en los colegios? Respuesta: para que Esperanza Aguirre pudiera hacerse una foto de recuerdo vestida de lagarterana.
A Brabeck-Letmathe le mantienes el apellido y le pones un monóculo y ya tienes uno de esos aristócratas secundarios de Billy Wilder que terminaron limpiando lavabos y malvendiendo el título de conde al primer millonario advenedizo con la próstata floja. Pero la justicia poética rara vez funciona en la vida real y Brabeck-Letmathe, en lugar de manejar una fregona, es el presidente del grupo Nestlé, una compañía que ya no podría mejorar su imagen ni fichando de relaciones públicas a Risto Mejide ni estampando chocolatinas suizas marca Paquirrín. Brabeck-Letmathe no es suizo sino austriaco, y ya advirtió Billy Wilder que un austriaco es alguien capaz de convencerte de que Beethoven era austriaco y Hitler alemán.
Lo que Cospedal y compañía están haciendo con el servicio sanitario de este país es tan impúdico y tan insensato como privatizar el mar. Cogen un hospital, pagado a tocajeta por todos los españoles, con sus plantas, sus laboratorios, su personal formado en universidades y escuelas, sus médicos, sus enfermeras, y se lo regalan a precio de amigo a una banda de cuatreros y piratas que pretenden sacar beneficios de una actividad esencialmente ruinosa. La sanidad pública es por definición deficitaria; debe serlo, ya que el éxito médico es, gracias a Esculapio, un fracaso económico. Un hospital bien llevado no dejará de arrojar pérdidas, es decir, de salvar vidas. Pero, como bien señalan el recuerdo londinense de Aguirre y las mortales peinetas de Cospedal y Soraya, el único negocio al que se dedican estas augustas damas es el marketing de cementerios. Están trabajando en ello.

La prima de riesgo no nos saca de pobres a los pobres - Antonio Casado



La prima de riesgo no nos saca de pobres a los pobres - Antonio Casado

Lo comenta en la distancia corta un destacado exponente de los equipos económicos del Gobierno. Si a principios del verano la prima de riesgo no desciende hasta la horquilla de los 250-300 puntos básicos, se romperán los planes políticos de Rajoy, que consisten en convocar las próximas elecciones generales con una economía nacional en crecimiento. No lo formula como un temor, sino como un anuncio voluntarista. A la contra de las previsiones del FMI, que acaba de poner sobre la mesa un panorama desolador para España hasta 2017, mi interlocutor dice que tocaremos fondo en 2013 y estaremos creciendo en 2014.
El argumento toma la prima de riesgo como primer indicador de la salida de la crisis. Habrá señal de remontada cuando quede por debajo de los 200-250 puntos básicos. La jornada de ayer no pudo ser más esperanzadora. Además de colocar con suma facilidad la última emisión de bonos, la prima de riesgo bajó de los 300 puntos. Eso no ocurría desde hace más de un año. Aunque los expertos hablan del nuevo calendario de reducción del déficit y el manguerazo japonés de dinero fresco como causas de la buena noticia, en Moncloa prefieren colocar en el centro del discurso la mejora de nuestra credibilidad. Ante los mercados, dispuestos a bajar el coste de nuestra financiación. Y ante la UE, que retribuye la política de ajustes del Gobierno Rajoy dándonos más tiempo para hacer el mismo camino hacia el sacralizado 3% de déficit en las cuentas del Estado.
Todo eso es verdad. Sin embargo, tanto en la UE como en el FMI va tomando cuerpo la idea de que los recortes nos alejan de la recuperación. “Las políticas de austeridad ya no son la respuesta”, acaba de declarar el presidente de la Comisión, Durao Barroso. En la misma línea está el último informe del FMI. Con una inesperada alusión a las personas de carne y hueso que hemos de saludar. Dice el organismo que preside Christine Lagarde que esas políticas restrictivas, además de generar más recesión, “aumentan la decepción de los ciudadanos”.
Ya supongo que esta alusión a los sacrificios de las personas y de las familias es un decimal en el discurso economicista del FMI y los jerarcas de Bruselas. Pero algo es algo. Al menos como dosis de recuerdo de que la motivación central de la política económica debería ser el bienestar de las personas. Es imposible que la mejora de indicadores tan fríos como la prima de riesgo o el equilibrio presupuestario consigan la adhesión de una ciudadanía agobiada por el paro, la pobreza, la desigualdad o el creciente deterioro de los servicios públicos, que son las duras realidades cercanas a un número cada vez mayor de españoles por una crisis económica incubada en los despachos de los grandes centros del poder financiero y político.
De momento no son más que palabras vagamente alusivas a la necesidad de explorar políticas más orientadas al crecimiento. Los españoles ya saben por boca del ministro Montoro que el Gobierno no piensa renunciar a la política de la austeridad. A ver si nos pasa lo que le sucedió a aquel gitano que, sobre lo que quedaba de su asno, se lamentaba: “Ahora que se estaba acostumbrando a no comer, va y se me muere”.

Peste emocional - Juan José Millás



Peste emocional - Juan José Millás
La gata de mi vecino ha tenido gatitos. Me llama (mi vecino) para ofrecerme uno. Le digo que no, gracias, que he decidido no volver a tener animales, solo plantas.
–¡Qué pena! –dice él–, me quedaba por colocar este, pero no lo quiere nadie. Habrá que sacrificarlo.
No le respondo ni que sí ni que no, no va a lograr, me digo, implicarme en este desorden moral. Si quiere cargarse al bicho, que se lo cargue, por mí como si se lo come con patatas.
–Tú verás –digo al fin por decir algo.
–La decisión –admite él– es mía, pero serás tú el que la lleve sobre la conciencia. Yo no tengo escrúpulos. Nací en una granja donde se sacrificaban animales todo el día.
Este vecino ya me colocó hace años un perro con el que tuve, hasta su muerte, una relación de afecto insoportable. Aquel animal tenía una sensibilidad especial para captar mis estados de ánimo y amoldarse a ellos. Era tan humano que sostengo que fumaba a escondidas. El aliento al menos le olía a Camel. Volví a fumar, después de diez años, por culpa de él. Cuando le ofrecía una calada, fingía que no sabía tragarse el humo. Me prestó muchos servicios de orden sentimental que no le había pedido, de modo que lamenté su pérdida en la misma medida en que alegré por ella. Fue una liberación que se muriera y me dejara a solas con mis sentimientos. Sufro mucho por las personas y aquel perro había evolucionado insensiblemente a hombre. Por si fuera poco, acabó provocándome una tendinitis en el hombro por tirar de la correa cuando me sacaba a pasear. 
–¿Y ese gato? –pregunto– ¿de qué color es?
–Negro –dice mi vecino–, un poco enclenque. ¿Te lo paso para que lo veas?
–Ni se te ocurra.
Por la tarde suena el timbre y es mi vecino, con el gato en la mano. El animal me mira, le devuelvo la mirada y comprendemos que estamos hechos el uno para el otro. Yo estuve a punto de ser sacrificado también al poco de nacer. De momento, le llamo gato, a secas, pero a veces me descubro buscándole nombres. O sea, la peste emocional de la que llevo huyendo toda la vida.

martes, 23 de abril de 2013

Tentación sureña - José Luis Alvite

Tentación sureña - José Luis Alvite


Por muchas razones es admirable Italia, un país unido por las bisagras de la guerra, como ocurre con esos boxeadores que con la extenuación del combate permanecen un rato abrazados y temen que el golpe determinante, el que decida la pelea, sobrevendrá en el primer descuido al ordenar el árbitro que se separen. Como suele ocurrir en España, también los italianos se debaten entre el Norte cartesiano e industrioso y el Sur instintivo, cálido y fisiológico. Los italianos tienen sobre nosotros la ventaja tradicional de que prosperan cada vez que concurre en sus vidas la inmensa suerte de quedarse sin gobierno. Sobreviven al jaleo con dignidad, incluso con un toque de esa distendida elegancia que tienen los pueblos que, como Italia y como España, saben convertir en una ocupación la pereza, en lotería el álgebra y en arte el dolor. A mí me ha costado mucho aceptar el valor emocional del Sur como ese solar a veces árido, a menudo caliente, en el que surgen con frecuencia esos poetas formidables en cuyas manos se convierte en agua dócil el tacto consonante del esparto. Es ahora cuando comprendo que en los momentos difíciles el Norte se derrumba sobre sus contables mientras que el Sur permanece como siempre ha sido, luminoso y esperanzado, lleno de azaleas y chiquillos, lejos de lo racional, de espaldas a lo sensato, como ocurre en Italia, ese país en el que dieron lo mejor de sí mismos los poetas ingleses y alemanes, aquellos tipos que huyeron de la pulcra y fría isobara de la razón y se marcharon al Sur, a esos parajes meridionales en los que los marineros cavan vaginas de agua al hincar en el mar de Positano la turgencia sudada de sus remos. Y yo, que soy del Norte, siento también la tentación de esas tierras de sombras blancas en las que no es impensable que vuelen las palomas por el interior de los gatos dormidos. (A Carlos Herrera, porque sí).

lunes, 22 de abril de 2013

Pan con lápiz - José Luis Alvite

Pan con lápiz - José Luis Alvite

Una madrugada en el Savoy el columnista Chester Newman me contó que la ilusión de su vida habría sido dar con una mujer que se quedase a su lado el tiempo justo para que pudiese escribir una novela corta en el vuelo de su vestido, pero nadie se detuvo tanto a su lado. «Ni quisiera recuerdo que una sola de mis mujeres se haya quedado conmigo tantos días que se nos repitiesen mis frases o su ropa». Al columnista del «Clarion» nunca le gustó mezclar el ritmo demoledor del periodismo con la calma terapéutica de la vida, ni encuentra agradable que alguien pida la factura del restaurante mientras aún tiene la cena en la boca, «como me ocurrió con aquella chica de Kansas, que al cabo de nueve días de compartir mi apartamento en Baltimore me dijo que por mucho que yo tratase de inculcarle mi paciencia, ella se sentía incapaz de dejar el futuro para más tarde». Comprendo a Newman. Ha vivido mucho y sabe por experiencia que la gente que cuenta el tiempo por las flores no encaja bien con aquella otra que lo mide por el reloj. También yo concibo la vida con esa aparente resignación de quien sabe que el lugar en el que se encuentre en cada instante es exactamente el sitio al que tendría que haber ido. Se trata de establecer la meta justo donde te pueda el cansancio, ni un poco antes, ni un metro más allá, como le ocurre al caballo cuando se da cuenta de que insistir en el trote sólo le va a servir para que el viento le devuelva el aliento a la boca. Es algo que, sin saberlo, aprendí de niño, cuando me di cuenta de que la vida era aquello tan breve y tan hermoso que ocurría mientras yo escribía a lápiz el nombre de una niña en el pan de la merienda. (A mi colega Pepa Fernández, con cariño y gratitud).

Justicia a la española - David Torres

Justicia a la española - David Torres

La sentencia contra Isabel Pantoja sienta un grave precedente para la infanta Cristina. Creíamos que el juez le iba a aplicar las eximentes de tonadillera y gloria ibérica, pero finalmente el moño y la peineta no le han servido de nada. Se ha librado de la cárcel por un pelo aunque nadie el ha quitado el bochorno de calentar banquillo. Esta humillación terrible recuerda el abanico de Lola Flores cuando taquigrafiaba maldiciones en morse sobre la pechera al tiempo que le cantaba al funcionario que le solicitaba el carné: “¿Pero no me conoces, chiquillo? Yo soy Lola Flores, yo soy la Lola de España”.
El enfado de Lola Flores era lógico y consecuente. No puede pasarse una la vida ejerciendo de monumento público y embajadora de las artes para que luego venga un funcionario cualquiera a tocar las narices, como si una fuese una española más, un átomo del vulgo. Se empieza con la Pantoja, se sigue con los duques y se acaba con la realeza. Así no puede ser. No debemos olvidar nunca que éste es un país que se libró de la Revolución Francesa porque la guillotina hacía feo, y que no hizo la Revolución Industrial porque nadie sabía qué coño era una guillotina. Aquí siempre se han respetado los valores tradicionales, la aristocracia, la esclavitud, las viejas familias, las peinetas.
Uno de los mejores retratos que se hayan pintado de España, al menos desde Goya, lo plasmó Berlanga en La escopeta nacional y sus dos magníficas secuelas. Cuando el marqués de Leguineche va a pedir un crédito al banco y le exigen un aval, dice que es familia del rey. Entonces el banquero, viejo amigo suyo, le da una palmada en la espalda y le dice que los tiempos han cambiado. “Vámonos, papá”, suelta su hijo, un perfecto botarate, “que éste ni conoce al rey ni nada”. Llega a resucitar Berlanga y ve cómo está el patio (con el esperpento de Urdangarín, Coryna agente secreto, el elefante de Botsuana, y todo un borbón trabajando de recadero para Kissinger) y demanda a la Casa Real por irreal y por plagio.
Algo muy grave está ocurriendo en España si ya no se respetan instituciones como la Pantoja. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Juzgar a Ortega Cano? Aquí es que ya ni hay justicia ni hay toreros ni hay peinetas. Vamos, es que se les ocurre juzgar a Belmonte por conducción imprudente y sale Belmonte con las orejas del juez chorreando sangre, a hombros por la puerta grande de los juzgados. Menos mal que todavía nos queda Bárcenas, que es un señor a la antigua usanza, un imputado pata negra que trata al juez como si fuese el aparcacoches. Y que cuando le piden que explique de dónde sacó treinta y tantos millones de euros va y dice que fue cambiándole unos cromos a un gitano.

domingo, 21 de abril de 2013

Todos desnudos - Pedro G. Cuartango


Todos desnudos - Pedro G. Cuartango
Ni siquiera la nostalgia es lo que era. Por eso, me resulta conmovedor el destape de Olvido Hormigos, ex concejala de Los Yébenes, en la revista Interviú. Sus tetas esbeltas y bien erguidas me han traido a la memoria los tiempos de la Transición cuando los ultras se escandalizaban de las portadas eróticas de los quioscos.
Ahora no faltan fariseos que se lamentan de que esta señora aproveche la fama que le ha reportado un video íntimo para sacar una rentabilidad a su cuerpo. Otros insinúan malevolamente la huella del photoshop en esas imágenes de Hormigos que nos retrotraen a la década prodigiosa de los 70 cuando leíamos a Wilhelm Reich y descubríamos una cosa metafísica que él llamaba orgón, que venía a ser algo tan misterioso como las monadas de Leibniz.
A mí el empeño de esta mujer en mostrar sus encantos a los españoles me parece algo tan noble como el sacrificio de Lady Godiva para defender a sus subditos. Para quienes no conozcan la historia, les contaré que Lady Godiva era una noble sajona de extraordinaria belleza que vivió en el siglo XI. Estaba casada con un bruto llamado Leofric, que era señor de Coventry.
Leofric explotaba a sus vasallos con cargas abusivas y su esposa le pidió que fuera magnánimo. Él respondió que accedería a bajar los impuestos si ella se mostraba desnuda por la ciudad. Dicho y hecho. Lady Godiva paseó a caballo sin ropaje alguno por toda la villa, pero sus subditos cerraron todas las ventanas y nadie la miró excepto Peeping Tom, un sastre que se quedó ciego. Narra la leyenda que Leofric se conmovió y accedió a todas las peticiones de Lady Godiva.
A lo mejor también Olvido Hormigos ha posado desnuda por una buena causa. O simplemente con fines didácticos. He leído por ahí que ahora se dedica a saltar desde un trampolín en un concurso televisivo, algo que la bella Lady Godiva hubiera hecho también si los sajones hubieran disfrutado de las bondades higiénicas del agua. Pero entonces parece que los nobles no se lavaban.
Yo creo que Olvido Hormigos es nuestra Lady Godiva, la heroína nacional que lucha contra la hipocresía y el puritanismo. Una ex concejala que ha descubierto que -como los progres reivindicaban hace 40 años- la liberación sexual es la base de la autorrealización individual.
Esta mujer debería crear un partido y presentarse a las elecciones. No parece que tenga nada que ocultar a diferencia de nuestros líderes políticos. En la era del simulacro y del espectáculo, Hormigos nos pone ante el espejo de nuestra condición: que estamos todos desnudos.

Un gángster con los calzoncillos de un cardenal - José Luis Alvite

Un gángster con los calzoncillos de un cardenal - José Luis Alvite

Todos en el fondo somos sospechosos de un crimen. Unos, porque lo cometieron; el resto, porque estamos a la espera de dar con nuestra víctima. Muchos hombres se libran de ir a la cárcel porque les da pereza pasar por la armería. O porque no concurren en su vida las circunstancias que le cambiarían de camino los pies.
Se dice que la educación y la cultura frenan mucho la violencia.Yo creo que en realidad sólo la refinan y que un tipo culto y educado tiene sobre el asesino soez la ventaja de que no le importaría darle las buenas noches a sus cadáveres.
Pero sometidos a las mismas circunstancias, todos los hombres seríamos igualmente perversos. Se dan en las alturas financieras horrendos crímenes de una delicada bestialidad. Los ricos urden sus asesinatos en la frialdad del despacho, rodeados de una corte de abogados y en contacto telefónico con el matón de la cloaca, un tipo cuya conciencia funciona a discreción, como un servicio público, como un taxi. El asesino a sueldo no le tiene rencor a su víctima. Simplemente hace su trabajo y procura hacerlo bien, sin dejar huellas y ni un cabo suelto que le una a quien alquiló su pistola. Antiguamente la gente se mataba por algo personal, por una deuda largo tiempo aplazada, por el amor de
una mujer sudada o por el desigual reparto de un botín. Mientras los ricos fundaban empresas, los pobres ampliaban los cementerios con los cadáveres de los suyos. A un rico, otro rico no necesitaba asesinarlo. En la alta sociedad bastaba con retirar el saludo o modificar el testamento en el notario. La saña que el marginal ponía en la matanza, el rico la empleaba solo en el papeleo.
Todavía se conservan en las páginas de los periódicos rudimentarios crímenes cometidos por el insostenible peso de la pasión, urdidos en el lodo del vicio, causados por una mala tarde al póker o por el estrés de una retención de tráfico. Pero empiezan a ser una anécdota al lado de los nuevos formatos de una delincuencia perfectamente planificada en cuya estructura la improvisación cede ante la jerarquía. El crimen se ha convertido en algo frío, pulcro y ético como una iglesia o como un dispensario. Y todo empezó hace ochenta años, cuando un tal Capone creó aquella implacable maquinaria en cuyo funcionamiento la crueldad se destilaba con sutiles dosis de cortesía, de modo que el crimen organizado se revistió de la sana apariencia de la familia, como una rama noctámbula de los jesuitas. Capone ordenaba sus crímenes con una mezcla de odio y pudor, cuidándose de no ofender al mismo tiempo al Cielo y al FBI, con esa extraña deontología de alguien que se siente a salvo de la ira de Dios por haber ido de putas con los calzoncillos de un cardenal.

sábado, 20 de abril de 2013

Dando cera - Ángela Vallvey



Dando cera - Ángela Vallvey
Noticia: la figura de Isabel Pantoja ha sido retirada del Museo de Cera de Madrid. La tonadillera tenía su propia efigie, en la sección taurina, al lado de Paquirri y de Elisabeth Taylor, desde el año 85 del siglo pasado. «Ante los hechos acontecidos en la Audiencia Provincial de Málaga con Isabel Pantoja hemos decidido retirar la figura porque nosotros siempre nos hacemos eco de las circunstancias que van pasando», han dicho, textualmente, a Efe fuentes del museo. Cierto, las circunstancias van pasando, y lo peor es que, si no fuese por el Museo de Cera de Madrid, no tomaríamos las medidas adecuadas. Vengo observando desde hace años que, de hecho, el Museo de Cera de Madrid es el único ente, organismo y/o institución que parece enterarse de las circunstancias que van pasando. Para estar en el Museo de Cera de Madrid hay que superar unos exámenes morales que –normalmente, y así nos va– no se requieren para quebrar entidades bancarias, por ejemplo. El Museo de Cera de Madrid es un club harto escrupuloso cuya plaza no se gana para toda la vida. Puede que la cera se derrita al calor, no así los decorosos estándares del museo, que no se ablandan fácilmente. Lo más ético que tenemos ahora mismo en España es la carretilla del Museo de Cera de Madrid, que desaloja a las figuras sospechosas de liviandad sin que le tiemble una rueda. «Pero, ¿para qué las retiran, si los muñecos no se parecen en nada a los originales?», me interrogo a mí misma. Luego pienso que también podrían vestir a todas las esculturas con chándal. «¿Por qué?», se preguntará usted. Pues por lo mismo que los candidatos a la presidencia de Venezuela llevan todos chándal: por si tienen que salir corriendo cuando menos se lo esperan...

Los amores residentes - Manuel Jabois


Los amores residentes - Manuel Jabois
EN UNA frase de profundidad obscena, Alvite dijo que el amor es algo extraordinariamente resistente: se necesitan dos personas para acabar con él. Ayer leí un estudio que decía que cuatro de cada diez divorcios pueden evitarse con medidas preventivas. Hombre, y diez de cada diez también, sobre todo si las medidas no son preventivas. Las crisis tienden a cortarse por lo sano, al contrario que aquellas treguas legendarias de nuestros padres que podían estar un año sin hablarse y reemprender el camino un día cualquiera como si no pasase nada. Fuimos felices e infelices a nuestra manera, pero lo fuimos juntos. A Chillida un día le preguntaron cuál era su mejor momento y él dijo que en profunda soledad, algo que no le pareció bien a su mujer. «Cuando digo solo», contestó el artista, «quiero decir solo contigo». Envejecer no tiene precio, se ponga como se ponga el Gobierno. En un matrimonio de dos ancianos hay un momento invisible en el que, en medio de la pelea y de ese odio inútil que crece entre las parejas por aburrimiento o por pereza, ella le quita a él un pelo de la chaqueta o le aparta una miga de pan al lado de la boca. En ese gesto mecánico, del que ninguno tiene consciencia, la mujer le ha dicho al hombre todo lo que le ha estado diciendo en los últimos 50 años, y ambos han mantenido un diálogo secreto que se ha reproducido a través de los siglos sin que nadie pudiese descifrarlo, como uno de esos códigos usados confidencialmente en las guerras entre un nativo y su traductor. Para que la mujer haga ese movimiento sin saberlo, y el hombre no repare en él, han tenido hijos y los hijos un día salieron por la puerta de casa, han criado nietos que luego se despidieron de ellos al final del verano, han hecho y deshecho maletas, y un día aplacaron la ira, y al otro empezaron a gruñir juntos por la tos, el reuma y el cáncer.

viernes, 19 de abril de 2013

Comiendo curas - Pedro Narváez



Comiendo curas - Pedro Narváez
Ya hay quien se persigna cuando ve a Elena Valenciano aparecer blandiendo los papeles en el atril. No es que tenga halo de santidad, pero miran al cielo para protegerse de su verbo antirromano ahora que Rubalcaba, su jefe provisional, ha pasado de dar pellizcos de monja a dejar cardenales de tantos azotes como da a la Iglesia. Primero el IBI, luego los crucifijos, ahora el aborto, como si tan peliagudo asunto fuera cosa sólo de sotanas y no también de conciencia y hasta de contenedores de basura. La Iglesia no legisla, lo hacen los políticos con un programa ignoto que suele acabar en pólvora mojada, ceniza sobre ceniza, pero resulta rentable como argumento alimentar el hambre de comer curas y eructar alzacuellos. Las pancartas se levantan como catedrales con sus góticos mensajes en el tormento de la consigna y el éxtasis de la protesta. Allá cada cual con sus pecados. Rubalcaba, a quien siempre se ha imaginado vestido de prelado en el centro de una conjura vaticana, prefiere vestirse de penitente de la cofradía de la procesión anticatólica antes que dar argumentos que el común entienda, él que va de pedagogo, al que sólo le faltan esos ridículos power point que tanto abaratan los consejos de ministros. Los curas de Fellini miraban a la cámara retando su impostura, «Giulietta de los espíritus» oía voces del más allá que exprimían su soledad sexual, Buñuel martirizaba a la casta Viridiana: la cultura católica tiene a Miguel Ángel pero también a su cruz. Lo de Rubalcaba sin embargo es artillería simplona que apunta a los conventos como si el mal de España se escondiera en los campanarios y en el cepillo. Terminemos diciendo Amén. Como la propia Valenciano dice en su facebook.

Movilidad exterior - David Torres



Movilidad exterior - David Torres
Creo que fue Yola Berrocal quien hace unos meses se ponía a sí misma como ejemplo de la fuga de cerebros en España. Todos nos reímos mucho, sí, pero ahora empezamos a preguntarnos si no sería mejor haber colocado a Yola al frente de Ministerio de Trabajo en lugar de a Fátima Báñez. Aunque al primer golpe de vista no lo parezca, ambas mujeres son perfectamente intercambiables.
Olvídense del aspecto físico, de las curvas de nivel de Yola y de la sonrisa triste de Fátima: la belleza está en el interior y, en algunas ocasiones, bien adentro. Ser ministro de Trabajo no es un cargo precisamente lucido, no hay más que ver el desfile de anodinos y sosainas que han acumulado polvo bajo el chamizo, pero Fátima se empeña en destacar, una tarea doblemente hercúlea si tenemos en cuenta el ramillete de filósofos que ha plantado el PP en el Congreso. Pensemos que sólo en esta última semana Cospedal ha batido records de subida de pan cada vez que abría la boca, Pujalte ha dado tres vueltas de campana dentro de su propio cráneo y Cañete ha abierto la puerta grande y el grifo del agua fría justo después de terminar el marzo más lluvioso de la historia de España. Cañete merecería un repaso para él solo, empezando desde el apellido, pero su trayectoria es lo bastante conocida como para ahorrarle el monumento. Además, estamos seguros de que en seguida nos dará otra oportunidad, porque Cañete es puntual como el cometa Halley aunque mucho más concurrido.
Llamar “movilidad exterior” al exilio forzoso de jóvenes talentos es un logro lingüístico de tal magnitud que de inmediato nos evoca los grandes éxitos de la anterior legislatura. Correspondió a Zapatero el mérito de descubrir que las mujeres podían igualar a sus homólogos varones en cualquier campo, cerros de Úbeda incluidos. A esto se le llamó “paridad”, que, como todo el mundo sabe, viene de “parida”. Con Zapatero en el papel de Bosley, Carme Chacón, Leire Pajín y Bibiana Aído formaron los ángeles de Charlie, un grupo de élite que traía de cabeza a Mariano después de la fuga de cerebros provocada tras la inesperada deserción de Esperanza Aguirre. No lo tenía nada fácil Mariano para reclutar una selección femenina a la altura de Montoro, Guindos, Cañete y Wert, los hombres de Harrelson del actual gobierno, pero con el liderazgo de Cospedal, las asistencias de Soraya, Ana Mato atenta a los rebotes y Ana Botella en el banquillo, es evidente que no ha escatimado en gastos para formar un dream team imbatible. Fátima sale poco pero en cuanto toma la palabra encesta de ocho puntos.
Con todo, a Mariano no se le acaba de ver contento, como si no le hubieran sintonizado bien el UHF. Debería pensar en el consejo de su ministra, hacer lo posible para que regrese Yola Berrocal y darle la cartera de Movilidad Exterior. Aunque ni siquiera ella podría cubrir el hueco de Esperanza Aguirre. Para eso tendría que fichar a Carmen de Mairena.

La butifarra - Salvador Sostres



La butifarra - Salvador Sostres
COMETÍ el error de salir dos noches seguidas y eso por lo general se acaba pagando caro. Al llegar el lunes de madrugada, ese apetito feroz que te da el haber bebido me condujo directamente al frigorífico. En un táper descubrí una magnífica butifarra hervida y blanca que me zampé fría, tomándola por un extremo con un papel de cocina y mojándola sin observar ninguna conveniencia en el pote de mostaza. Me bebí una Vichy, tapé a mi hija y me metí en la cama mamado, saciado y feliz.
A la noche siguiente llamé a mi mujer cuando salí del Ársenal paseando hacia Via Veneto. Es muy agradable nadar justo antes de cenar. El cuerpo se predispone a la gesta y al ánimo. La conversación fue muy agradable. La niña había cenado bien y ya estaba acostada. Buenas noches, y ese absurdo pero imprescindible «no llegaré tarde».
Todavía el paseo duró un rato y a muy poca distancia del restaurante mi mujer me llamó y cuando contesté el mundo se vino abajo con sus gritos y sus reproches, y algunas de esas palabras que si un hombre las dijera a una mujer dormiría aquella noche en el calabozo. Mi santa esposa, siempre santa, consideró una falta de respeto que me comiera «toda» la butifarra sin pensar en ella y más cuando ya llevaba dos noches cenando fuera.
Entré en Via Veneto compungido, con un gran sentimiento de culpa. Pere Monge, el hijo del propietario, detectó enseguida el disgusto en mi cara. «¿Va todo bien?», me preguntó, y le conté la historia. «Déjelo en mis manos». Y aunque no entendí a qué se refería, no dije nada porque vi que mis invitados ya habían llegado y no quería hacerles esperar.
Pasada media hora mi mujer me volvió a llamar agradeciéndome emocionada el gesto que había tenido de haberle hecho mandar una butifarra perfectamente hervida y de la mejor calidad.
Sólo Via Veneto ha alcanzado la perfección en el arte de servir a sus clientes. Nada comparable existe en ningún rincón del mundo occidental.
Sólo las mujeres pueden llevárselo todo por delante por una ausente butifarra, y en apenas unos minutos regresar dulces y amorosas del temporal cuando la butifarra vuelve a comparecer, jugosa y radiante y coronada por unas crujientes patatas soufflé.

jueves, 18 de abril de 2013

El precio del pudor - José Luis Alvite

El precio del pudor - José Luis Alvite

Se veía venir, incluso cuando parecía derrotada por el pudor, arrinconada por las habladurías, en aquel momento inicial en el que se supo de su vídeo íntimo y la gente hizo piña con ella para arroparla contra el frío inclemente de la maledicencia y ponerla a salvo de cuantos comentarios amenazaban con destruir su recatada vida provinciana en un pueblo en el que incluso podría ser pecado tragar saliva con los ojos abiertos. Olvido Hormigos se mostró afectada y pensó en el amparo de los tribunales, hasta que pasado el tiempo nos hemos dado cuenta de que el techo de su pudor moral consistía en vestirse de traje de año para la televisión y esconderse a la vista de todo el mundo en la portada de una revista que en vez de leerse se trincha, de modo que se ha convertido en una de esas divinidades que se aparecen en las cabinas de los camiones y durante el ritual momento del afeitado en el que los hombres le piden al peluquero una de esas revistas que se miran sin gafas. Yo me alegro de que Olvido Hormigos haya superado el embarazoso trance moral con esa euforia publicitaria con las que tradicionalmente se han resarcido de los sinsabores de la vida las espías, las actrices sin reparto y las coristas. Está en su derecho de convertir el pudor en dinero. El mismo derecho que me asiste a mí para decirle que su reconversión en rutilante estrella de la carnicería se veía venir desde el primer momento, desde el instante en el que frente a las cámaras de televisión no se comportaba como una mujer rota y acosada, sino como alguien que supiese que no hay un solo error moral que no tenga remedio si se sabe convertir a tiempo el dolor en dinero y en publicidad el remordimiento. Felicidades, Olvido Hormigos, aunque camino de la gloria sólo consigas avivar el jadeo los perros y alegrar desde un almanaque el taller laico del chapista.

miércoles, 17 de abril de 2013

Marianus vobiscum - David Torres


Marianus vobiscum - David Torres
La audiencia vaticana de Mariano duró sólo 24 minutos, aproximadamente 23 más de los que esperaba el Papa, que hubiera preferido una pantalla de plasma y una conexión vía satélite. Sin embargo, a Mariano le aconsejaron personarse en carne y hueso porque Francisco acaba de estrenar el cargo y todavía no está muy acostumbrado a las apariciones marianas. Llega a salir Mariano en su formato habitual de 40 pulgadas y el Papa, aparte de llevarse un susto, habría tenido que repasar todo el santoral por ver si localizaba a aquel apóstol barbudo y con gafas.
Ignoramos de qué han hablado Francisco y Mariano en la intimidad pero suponemos que de los pobres, el tema favorito de ambos. Seguramente el presidente le habrá explicado que él está haciendo lo posible y lo imposible para dejar España convertida en un lazareto, un país de nuevos pobres que sea el sueño franciscano hecho basura y la envidia de todas las naciones católicas. Nada más empezar su apostolado, el Papa expresó un deseo ferviente: “¡Cómo me gustaría tener una iglesia pobre y para los pobres!” Y Mariano, que para algunas cosas tiene memoria de monaguillo, le habrá dicho: “Tú déjame a mí, Paco, que te pongo al Montoro y al Guindos al frente de las finanzas de la Santa Sede, y en dos días el Vaticano parece Ruanda”.
Mariano le ha regalado al Papa una camiseta de la selección española, uno de los pocos logros de los puede vanagloriarse, porque tampoco era cosa de presentarse allí con una caja de puros o con seis millones de parados. Lo que desconcertó un poco a nuestro sabio dirigente fue que Francisco lo recibiera en una biblioteca, un lugar que no pisa desde que terminó las oposiciones. Le sorprendió incluso que siguieran existiendo bibliotecas, ya que, como bien señala Luis María Anson, en el tiempo que lleva de presidente no se le ha visto ni en un teatro ni en una exposición ni siquiera en el estreno de una película. Aun así, a un asesor rápido de reflejos se le ocurrió que le llevara de regalo un facsímil de un libro de 1500, De aetitatibus mundi imagines. Mariano se excusó ante el pontífice porque no había podido traerlo firmado por Iniesta y tampoco sabía muy bien por dónde se enchufaba.
Al final de la visita se les unió doña Elvira Fernández, esposa de Mariano, aunque por el atuendo de mantilla y luto riguroso parecía más bien la viuda. En cualquier caso, la audiencia dejó satisfechos a ambos: a Mariano porque ya podía presumir de estampita ante sus amigos y al Papa porque al fin ha conocido al más pobre hombre entre los poderosos de la tierra. Tan pobre que sólo tiene dinero.

lunes, 15 de abril de 2013

Ella - Paloma Pedrero



Ella - Paloma Pedrero
Quizá porque tuve un padre alcohólico, que legó su herencia a alguno de mis hermanos, siempre he sentido una simpatía especial por las personas con este mal. Por mi padre no pude hacer nada, murió pronto y ni siquiera le pude decir que, a pesar de los pesares, me parecía buena persona.
Después de mayor, cuando comprendí que el alcohólico es un enfermo sediento y triste, perdoné y pude querer al hombre que me engendró como merecía su inocencia.
A partir de los noventa comencé a trabajar en el teatro, mi profesión, con adictos y personas sin hogar. Quién sabe si para redimirme. Ayer me encontré con ella en el parque. Ella es una mujer de unos cuarentan años, guapa y estudiada, sensible y alcohólica. Vive en la calle. Es consciente de su problema, lucha por ir limpia, quiere curarse. Pero tiene miedo. Creo que tiene pavor a volver a la realidad, a abandonar la autodestrucción, que tanto apego genera, y comenzar la cura.
Ser consciente es vivir para curarse a uno mismo. Es duro. Ayer me contó que la están amenazando con quitarle esa pensión mínima con la que se paga comida y ducha. Que le han dicho que busque trabajo, que la crisis es para todos y que ella está en condiciones. ¿Cómo? Pero si no tengo un traje digno, me dice sobria.
La chica alcohólica necesita pensar que su problema es el traje. Pero luego hace un gesto de pena y añade, yo he sido muy trabajadora, de verdad, pero con el maldito vino...
Entonces la vuelvo a dar un papelito con un teléfono. Ahí estamos para ti. Sonríe culpable y veo su alma hermosa. No lo perderé, me promete. Y se va.

domingo, 14 de abril de 2013

Dolor con estilo - Jose Luis Alvite




Dolor con estilo - Jose Luis Alvite

En estos últimos años me he preguntado muchas veces si tendría que darme por satisfecho con los resultados obtenidos en el oficio de escribir y la verdad es que a eso sólo puedo contestar que he llegado demasiado lejos teniendo en cuenta lo poco que me he esforzado en conseguirlo y pensando sobre todo en lo bien que se me ha dado siempre la resistencia al éxito. De las muchas cosas que hago mal, la de escribir es sin duda la que mejor me sale y en la que más a gusto me encuentro. No soy hombre de objetivos importantes. Ni de esfuerzos memorables. Tengo días de euforia a los que siguen sin remedio insufribles momentos de angustia, de modo que casi sin solución de continuidad paso del entusiasmo físico a sufrir un cansancio extremo, en el que incluso me pesa horrores el agujero del culo.

Con el paso de los años se me ha acentuado el escepticismo que arrastro casi desde la infancia. He perdido la cuenta de los años que hace que no aplaudo y he ido perdiendo al mismo tiempo la esperanza de que ocurra en mi vida algo que me conmocione el alma tanto como una multa de tráfico en el parabrisas del coche. En eso estoy como cuando hace veinte años me convencí de que la vida consiste en convertir en rutina los remordimientos y en esquivar como se pueda las cagadas de las palomas. No niego que he conocido a unas cuantas personas importantes que me dejaron huella, pero la mayor parte de las veces he dado con hombres y mujeres sin nada que decir, tipos corrientes que en realidad no me sirvieron para otra cosa que para confirmar mi aversión al cemento. Amo la vida y sin embargo me gusta contemplar su destrucción, seguramente porque cuando un incendio arrasa un paisaje desolado sólo vale la pena el esfuerzo de salvar el fuego.

La última vez que me senté en un parque fue hace más de veinte años y recuerdo que le eché grava a los patos para que se les jodiese el pico. A muchas de las personas que me jodieron la vida tendría que haberles hecho lo mismo dándoles de comer migas del nueve largo con una pistola en la boca. Si no lo hice nunca no sería por falta de deseos de hacerlo, sino porque la venganza requiere de un esfuerzo del que nunca me sentí capaz. Gracias a esa falta de fogosidad criminal me he convertido en un tipo en apariencia tranquilo, reservado, incluso mezquino y maquinal, alguien capaz de enfriar las flores para que se mueran luego lentamente. Pero yo no soy así, aunque me haya esforzado poco en desmentirlo y apenas me haya preocupado de disimularlo. Mi sonrisa se parece a menudo el rictus del estreñimiento. Eso no quita que quienes me conocen me consideren un hombre agradable y divertido, aunque he observado que la mayoría de las veces permanecen un poco a la defensiva, como si temiesen que ese instante de distendida felicidad fuese sólo el luminoso y efímero relámpago de un trueno a punto de estallar. Algunos se decepcionan si eso no ocurre porque en el fondo se han creído la idea que circula por ahí de que soy incapaz de vivir en sociedad y de adaptarme sin dificultad a las rutinas de cada día. Nunca entenderé que alguien se decepcione por descubrir que en realidad soy un tipo contenido pero agradable, alguien que si no aprieta mucho al abrazar no es por falta de afecto, sino porque soy uno de esos tipos que tarda en entregarse pero que cuando lo hacen son incapaces de abrazar a alguien sin sentirse en la obligación de pedirle matrimonio. Mis sentimientos los manifiesto mejor cuando escribo. Circulan por ahí centenares de posavasos en los que he ido escribiendo mis pensamientos en los bares. Muchas personas me agradecieron lo que pudo haciéndoles una confesión tal vez sólo fuese un cumplido; algunas mujeres se tragaron su orgullo y guardaron celosamente aquellas notas, no porque pudiesen interpretarlas a su favor, sino porque prefieren creer que lo nuestro no fue exactamente una derrota antes de haber siquiera empezado la lucha, sino una falta de ortografía. Es lo bueno de dedicarse al oficio de escribir: Que en las malas noticias que le envías por el ir y venir del camarero, a ella siempre le quedará la duda de que lo vuestro no fue un fracaso, sino el inevitable resultado de mezclarse entre el humo de los cigarrillos, un exceso de copas y un puñado de mala letra. No digo que los golpes por escrito no hagan daño, que lo hacen, pero si se tratan con cariño, las guateadas bofetadas de la literatura no dejan como secuela el hematoma o la herida, sino el elegante e indoloro recuerdo del guante. Si lo haces con cierto estilo, puede que ella te retire el saludo, pero jamás te devolverá el correo.

Ese delicioso aroma bolivariano - Carlos Herrera



Ese delicioso aroma bolivariano - Carlos Herrera
Se va a dar el caso de una Administración que multe a alguien por no encontrar compradores.
Ese perfume, ese rumor de palmeras que se adivina tras los gestos, los guiños, los mohines de la Junta de Andalucía. Ese aire de justicia social, ese color de tierra comprometida, ese runrún del motor del progreso que cuando suena parece un canto surgido de los bohíos, una destilación perfecta del grito de guerra de los nuevos progresistas del mundo: ¡Exprópiese! Ay mi Junta, ¡cómo podía yo pensar que iba a decepcionarnos a nosotros, sus seguidores!
En una actitud lógica al peso y condición de IU en la formación de un gobierno de perdedores que se han llevado odiando toda la vida -Griñán detesta tanto a los comunistas como Felipe… o como Aznar-, el Ejecutivo andaluz anuncia un plan «lleno de buenas intenciones» mediante el cual retrasar o enfriar el grave problema de los desahucios a gente con riesgo social y lo hace mediante dos medidas distintas en forma y fondo. Si la Junta consigue que los bancos retrasen tres años la resolución de un conflicto por falta de pago en compromisos hipotecarios y que eso no le suponga deterioro a nadie, seré el primero en aplaudir. De hecho, ya lo hago; pero me hago la pregunta más trascendente de los últimos decenios europeos: ¿quién lo paga? No parece claro, pero no hay que maliciarse demasiado para concluir que la respuesta es «entre todos». Esa es una primera parte de laborioso encaje legal, la expropiación del uso de una vivienda, pero no está tan lejana de los fines de alguna de las iniciativas del Gobierno central, que también garantizan que determinadas familias o personas deben estar protegidas al menos mientras diluvia como lo está haciendo. El problema reside en la segunda parte, cuando la facción más comunista del gobierno impone -y la socialista acepta- que se multe y se amenace con expropiación a quienes tengan viviendas, en promociones o en stock, sin vender y sin dedicarlas al alquiler. Por varias razones, a saber: uno vende cuando puede, no cuando quiere, y obligar a alguien a alquilar comporta imponerle también un precio del alquiler. Es decir: intervención, inseguridad, confiscación. Aroma bolivariano.
Se va a dar el asombroso caso de una Administración que multe a alguien por no encontrar compradores. Si un promotor tiene una colonia de adosados a las afueras de cualquier ciudad media y no ha conseguido que los clientes obtengan financiación de los bancos para comprar su vivienda, será multado por la Junta. Y si alguien forzado a alquilar lo hace con un precio inasumible para que nadie ocupe sus viviendas podrá darse el caso de que la misma Administración le reconvenga por ello y le obligue a unos precios «razonables». Es decir, será la consejera de turno la que publicará los precios de los alquileres. Más aroma. Entretanto, ni esa consejera fogosamente partidaria de los acosos, los acorralamientos, las persecuciones y los insultos ni ningún otro responsable de la Junta dicen nada a cuenta de las miles de viviendas públicas desocupadas. Por no dar, no da explicaciones del tiempo en que era consejera de CajaSur, a razón de 300 euros por consejo rápido, y aprobaba uno tras otro todos los expedientes de deshaucio que fueran necesarios. ¡Ay el aroma!
Parece probable que haya sido la parte socialista del gobierno la que ha bloqueado la primera intención de la parte comunista de multar también a particulares con alguna vivienda vacía, más allá de la de la playa. Ambas, en cualquier caso, deberán esforzarse para que lo decidido en ese consejo de gobierno no se quede en el bluff habitual de tantas medidas anunciadas por la Junta, desde el Internet gratis para todos a la cama única en los hospitales, pasando por el anterior plan de la vivienda o las vacaciones pagadas a las amas de casa.
Que también es cosa bolivariana tronar mucho y luego soplar poco.

Cumplir con los jefes - Antonio Lucas



Cumplir con los jefes - Antonio Lucas
OBSERVO la foto de la mujer que el jueves apuntaba con el dedo a los tendidos del Hemiciclo cuando era desalojada. Es una de las miles de víctimas de la estafa de las preferentes. Sabía a quién señalaba: a muchos de los que unas filas más abajo han asumido esas y otras estafas como parte del juego. A tantos incapaces a cargo del erario público (¡nuestros representantes!) que les dejaron tirados. Mientras estos ciudadanos protestaban por su condición de leña para las entidades financieras, el Gobierno ya tenía decidida la aprobación de la reforma bancaria que libera a Alfredo Sáenz de toda carga, pese a su condena por delitos dolosos y al fallo del Supremo. No hay justificación posible. No hay salida (ni de emergencia) para tartamudear una excusa que explique este brindis despreciable. El Gobierno de Rajoy ha cumplido con sus jefes (esto ya es algo más que una hipótesis de trabajo). Igual que Zapatero cumplió vía indulto con los suyos, que son los mismos. Las entidades financieras dejaron a miles de ciudadanos sin un puto duro: también a analfabetos, ancianos despistados, discapacitados, niños... Gentes torrefactadas por el hacer sin ley de la codicia. No es posible pensar en nada favorable con los partidos mayoritarios convertidos en reloj de cuco de los bancos. Estos tipos han olvidado que la democracia no es una cosa hecha y dada para siempre. Que esto hay que currárselo. Y que su servidumbre nos ofende mayormente. Están propiciando una sociedad con el corazón de mecha. Gobernar para mayor gloria de Alfredo Sáenz hace ver que la de aquí es una política de morosos de la realidad y a nosotros nos tienen de decorado, como ilusos. Como pringaos de hucha. Da como asco observar la formidable y espantosa manipulación de la Justicia mientras se acojona y se distrae a la peña. Para su negocio hace falta sacrificar a dos generaciones de españoles. Y aquí estamos, como mayas, haciendo cola en el precipicio. Es lo que tiene la falta de liquidez, que es como llaman los bancos a sus transfusiones con nuestro plasma. España ofrece para casi todos una gran nada como proyecto de vida. Exactamente para esos cuarenta y muchos millones que no nacieron banqueros. Que no están en la pomada. Que creyeron que bastaba con la honestidad. Y que encima se quejan. Usted y yo, por no ir más lejos.