sábado, 31 de octubre de 2015

El sueño de la salud produce cáncer - David Torres

El sueño de la salud produce cáncer - David Torres

El cómico Bill Hicks, que era bestia como él solo, tenía un monólogo en que empezaba preguntando al público si les molestaba que encendiera un cigarrillo. Ya lo llevaba puesto en la boca. Muchos levantaban la mano, él sacaba el mechero, empezaba a fumar y decía: “Sólo era para saberlo”. Eran aquellos tiempos, no hace mucho, en que un actor no tenía que sacar un pitillo de plástico si la obra le obligaba a un acto contra la salud pública. Hicks soportaba los abucheos, insultos y murmullos, y luego advertía que tenía una mala noticia para los no fumadores. “¿Estáis preparados?” preguntaba, sosteniendo el cilindro letal entre sus dedos. Engolaba la voz y se carcajeaba aullando: “¡Vais a morir todos!”
Hicks, que fumaba como un carretero, bebía como dos y esnifaba sin bajarse de la carreta la línea continua, murió demasiado joven, casi a la edad de Cristo, crucificado por un cáncer de páncreas. Probablemente su adicción al tabaco, al alcohol y a las drogas tuvo algo que ver en el asunto aunque conozco gente que ha muerto de ese mismo horror, más o menos con los mismos años, que no bebían, no fumaban y vivían como anacoretas. Supongo que los mató una sobredosis de chorizo. Hicks sabía que su dosis de nicotina sobrepasaba con mucho los límites razonables. Cuando preguntaba a alguien del público cuánto fumaba y le respondían que unos diez al día, se echaba a reír: “Mariquita. Yo dos. Paquetes no. Dos mecheros”. Conjuraba su miedo al enfisema y al cáncer de pulmón con un número más negro que los cimientos de Génova, en donde imaginaba que dentro de unos años tendría que presentarse a actuar con un boquete en la tráquea, aunque seguiría fumando a través de él. De repente la muerte lo atacó por donde menos lo esperaba. No el pulmón ni la garganta ni la boca sino el páncreas.
Es lo que decía John Lennon, que tú haces planes pero la muerte es lo que te pasa. Sí, Lennon dijo otra cosa pero la nota a pie de página la puso un chiflado con una pistola. De hecho puedes hacer los planes que quieras que la muerte los acabará jodiendo, desde dentro o desde fuera, con un accidente de aviación o un infarto, un incendio o un aneurisma, igual que en la variante de aquella fábula medieval del hombre que veía a la muerte en un bocadillo de panceta, se hacía vegetariano y se moría por la noche atragantado con una zanahoria. La OMS está repleta de humoristas que juegan a asustarnos con cosas como la gripe A o la peste porcina, gastamos millones en medicamentos que enferman casi igual que curan, pasa la pandemia, se lleva doce gatos y, mientras tanto, como cada año, viene la malaria y masacra a un millón y pico de personas. Pero como son pobres, y viven y mueren en sitios como Bangladesh, pues no se enteran de nada. Tampoco es que a la OMS la malaria le quite mucho el sueño. Desde luego, ni la mitad que el chorizo.

Esta semana los traficantes de Tamiflú han advertido así, a lo bruto, que la carne procesada provoca cáncer de colon, aunque luego han rectificado y han dicho que depende mucho de la dosis, del componente genético y de otros factores de los que nadie tiene ni puta idea, porque si comer salchichas a dos carrillos tuviera realmente esos efectos devastadores muchas actrices porno, muchos actores gays y casi todos los tertulianos de extrema derecha ya no tendrían culo, y no es el caso. El tipo aquel de Crónicas carnívoras, que se zampaba un trolebús de tocino por programa, debería ser declarado excepción o milagro, igual que Churchill, que fumaba unos ocho habanos al día, bebía incluso agua y al final casi hubo que fusilarlo para que se muriera. En cuanto a la comida, Churchill decía que la única dieta que hacía a veces era comerse sus palabras.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Mirás - Manuel Jabois

Mirás - Manuel Jabois

“No quiero verme en el espejo de esos padres que les dedican a sus despachos más tiempo que a sus hijos y que a sus dormitorios”. escribió hace diez años el periodista recientemente fallecido

El sábado fue despedido entre gaitas el periodista Nacho Mirás. Escribió historias de realismo mágico en La Voz de Galicia, hizo de lo pequeño una virtud y de lo grande algo tan cercano que el lector podía sentirlo propio. Fue reportero de sucesos y hombre de asfalto. Hizo entrevistas en las que exprimía un humor delicado que dejaba titulares primorosos, el mismo humor con el que llenaba lo cotidiano de forma que nadie saliese indemne. Le dijo el alcalde de Lalín: “El cerdo salvó más vidas que la penicilina”. Le dijo Pérez Esquivel: “Cuando Bush reza a Dios, Dios se tapa los oídos”. Le dijo el abad de Oseira: “El gregoriano es como Rocío Jurado, suena todo igual”. Fue generosísimo conmigo sin conocerme de nada y supe después que era así con un ciento de aprendices más. No tenía mérito quererle: la exigencia era estar a su altura, comportarse con los demás como él se comportaba contigo. Distinguió a sus amigos con un amor violento y fue, por encima de todo, hombre de familia: de sus padres, de su chica Ainhoa, de sus niños Ane y Mikel. Hace 10 años escribió: “Me moriré feliz si consigo que el recuerdo de mi nombre no se asocie con el de un tipo que le entregó la vida a una causa ajena. Y que fue dejando por el camino un rastro de enemigos que un día no lo eran. Nunca he entendido a quienes solo son lo que trabajan; eso no es ser. El que quiera, que me recuerde como un tipo al que a veces le hervía la sangre, como uno que hablaba demasiado, como el que saltaba cuando le pisaban el callo, como aquel fulano que eructaba, al llegar las ocho, la rabia de la injusticia. Pero no quiero verme en el espejo de esos padres que les dedican a sus despachos más tiempo que a sus hijos y que a sus dormitorios”. Era 2005, tenía 34 años. A finales de 2013 se le presentó un tumor maligno en la cabeza: le puso un nombre, Casiano, y le dedicó un blog, Los días tristes, que publicó como libro. Se llama El mejor peor momento de mi vida (Paidós) en homenaje a Mafalda: “Me has dado la peor alegría de mi vida”. Lo presentamos hace un año en un acto en el que Santiago, Galicia, le reconoció como narrador de una estirpe sagrada, contador de huella propia. Quizás en aquella sala abarrotada el único que no supiese que se iba a morir era él. Parecía estar naciendo: su humor, su risa, su enorme fuerza, la cabeza grande, rasurada y herida. Eran días tristes y felices. Había vencido al tumor, el tumor volvió. De las hostias de la vida la de Nacho Mirás Fole no me la podré explicar nunca.

Guapos al poder - Raúl del Pozo

Guapos al poder - Raúl del Pozo

La belleza puede ser un despotismo breve, pero por lo menos dura una legislatura. La juventud hechizante, la edad de la poesía, cuando ríe el aire con sus divertidas ocurrencias, aliada a la belleza, ha decidido tomar el poder en España. Hoy más que nunca, el rostro que no irradie luz nunca será gobernante.
El sexo y la atracción ya son la fuerza motriz de la política española, a falta de nuevas ideas. Los que ganen van a hacer lo que les diga la señora Merkel, pero todos hacen el papel de galanes rebeldes. Jóvenes y bellos, macizas y guaperas, lindos 'bodies', 'pivones', se han transformado en la fuerza de choque de los partidos. Mao, que era un pureta chino, movilizó a los hijos de la Revolución diciéndoles: "Vosotros, jóvenes, llenos de vigor y voluntad, estáis en el despertar de la vida, como el sol a las ocho o las nueve de la mañana. China os pertenece". En el mismo tiempo, una generación de 'hippies' con cara de ángeles bebía trementina, buscaba 'jazz' o sexo y, según Ginsberg, "se dejaban follar por el culo por santos motoristas". Pero no tenían intención de tomar el poder, sino de desacreditarlo. Ahora, en España esos jóvenes apolíneos de 'footing' y gimnasio, amados por la cámara, dicen que van a asaltar los cielos; los de los partidos del orden prometen que van a evitar el caos; y todos quieren mandar en la Nochebuena.
El desfile de los nuevos políticos españoles parece el de una selección nacional para el concurso de 'Miss' y Míster Universo o una sesión de 'casting' para modelos publicitarios. Aparecen en la televisión en un nuevo 'star system' del poder; amados por las cámaras, parecen galanes de las series o de las películas españolas. Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Casado, Begoña Villacís, Teresa Rodríguez, Inés Arrimadas, Rita Maestre, Borja Sémper, Andrea Levy...
"El desfile de los nuevos políticos parece una selección nacional para el concurso de 'Miss' y Míster Universo o una sesión de 'casting' para modelos publicitarios"
Podrían brincar -y brincan- en la alcoba al conjuro lascivo del laúd, como se dice en 'Ricardo III'. Esa cara del renco y chepudo, la del feo con ansias de mandar para ser amado, es la verdadera cara del poder. Por eso, los faraones escondían sus rostros; sólo los mostraban en las monedas. Jehová, el poder total y absoluto, no deja que Moisés mire su cara. Cuentan los cronistas de Indias que Atahualpa recibió a los españoles tras una tela sujeta por concubinas para ver sin ser visto. Harold Bloom está convencido de que la de Ricardo III es la verdadera cara del poder, la de la intriga, la venganza, la maldad, la mentira, cuando Inglaterra -como ahora España- enloqueció y se desgarraba en el invierno del descontento.

Los chicos y las chicas que nos quieren gobernar son atractivos, pero no olvidemos el proverbio "Ojo al parche" (a la piel del tambor), ni la sospecha de que alguna vez el poder es un psicópata, una mezcla de Yago y Macbeth, como el renco y jorobado que nació con dientes y pelo largo tras permanecer dos años en el vientre de su madre. "Yo, que estoy mal acuñado, burlado en apostura por falaz naturaleza, deforme, inacabado, los perros me ladran cuando paso renqueando".

miércoles, 14 de octubre de 2015

Fortasec, Willy, Fortasec - Carmelo Jordá

Fortasec, Willy, Fortasec - Carmelo Jordá

Desde que viví una intensa experiencia con la maldición de los faraones en El Cairo, el Fortasec no falta en mi maleta, especialmente si se trata de un viaje a un país con ciertas deficiencias sanitarias, como es, con todos los respetos, el por otra parte maravilloso Egipto.
Por eso no puedo dejar de recomendárselo a aquellos que van a lugares inhóspitos e insalubres, porque no hay nada mejor contra los desarreglos intestinales. Por ejemplo, querido Willy, el Fortasec es la solución a los problemas que te ha causado, seguro, un viaje interior que te ha debido de hacer pasar por un sitio lleno de porquería e inmundicia: tu propia mente.
Imagino que sienten ustedes, queridos lectores, bastante desapego por la persona del más rojeras y reivindicativo de nuestros actores, y lo cierto es que es comprensible. Yo, en cambio, desde que descubrí que en el fondo es un burgués capitalista, le tengo cierto aprecio, como una empatía personal, qué quieren: sentí entonces cierta afinidad de la que ya no me es fácil desprenderme.
Así que, aunque probablemente no debería prestarle tanta atención, me tiene preocupado por esa diarrea mental que el pobrecito arrastra. No puede ser, Willy, ya no tienes edad para según qué cosas y va siendo hora de que tengas en cuenta una verdad que pareces empeñado en demostrar en solitario: la cabeza es como el estómago, y si le metes productos caducados y nauseabundos te vas por la pata abajo, como se dice en Madrid.
Tienes que cuidarte porque en no demasiado tiempo has pasado de ser un actor simpático y gracioso –qué guasa tenías en Siete vidas– a convertirte en una especie de mono de feria ideológica, un hombre-elefante político, una escatológica mujer barbuda y comunista que se exhibe en saraos de medio pelo por plazas de tercera. Ya oigo la presentación: "¡Vean al increíble Willy Toledo, la mujer barbuda, el actor diarreico que todo lo caga!".
Eres, querido Willy, como los cantantes de la época más dura del punk, que escupían –cuando no cosas peores– a su público, aunque ellos sí estaban preparados para la catarata de escupitajos que recibían a cambio de parte de sus enfervorizados fans, y no sé si tú eres consciente de este efecto secundario.
Aquello del punk no duró demasiado y esto tuyo tampoco puede alargarse mucho más. Fortasec, Willy, Fortasec, ya verás qué maravilla: una pastillita y se te cierran los conductos como si te pusieses un tapón de cava –catalán, por supuesto– en salva sea la parte.

Hazlo por nosotros, hazlo por la estética, hazlo por tu estómago y, sobre todo, hazlo por ti, que a este paso la gente no va a ir a verte ni aunque rebajen las entradas de la feria. A este paso, Willy, no vas a tener ni público que te devuelva los escupitajos.

viernes, 9 de octubre de 2015

La parroquia - Juan José Millás

La parroquia - Juan José Millás

El talento de un obispo con las maneras de un párroco. O viceversa. He ahí el secreto de Francisco I. Las prestaciones de un fórmula 1 al precio de un utilitario, el sabor del tabaco sin los riesgos de la nicotina. El mundo de la publicidad ha explorado todas las fórmulas verbales que exaltan el consumo de los refrescos con azúcar sin dejar por ello de condenar la diabetes. Francisco I es la cerveza sin alcohol y la riqueza pobre. Los líderes mundiales lo adoran por lo que tiene de párroco y lo respetan por lo que tiene de obispo. Les encanta que hable sobre los horrores del capitalismo y los beneficios de la paz mientras ellos, desde el móvil, manipulan las Bolsas o bombardean los hospitales.

Siente a un párroco a su mesa. Pero a un párroco con mitra, que todavía hay clases. No nos quejamos de lo que dice el Papa sobre el capitalismo; es tan obvio como lo que dice Antonio Baños, solo que Baños, gozando de la inteligencia de un párroco, carece de las maneras de un obispo. Lo que caracteriza a Baños es que no desea hablar en la ONU ni abandonar su parroquia. La conoce, se encuentra a gusto en ella y, al contrario que Pablo Iglesias, intuye los peligros de crecer. Iglesias, de vuelta a Vallecas, quizá se pregunte qué hizo mal. Pues que no supo estar. Baños, en cambio, no quiere estar. No estar requiere cantidades ingentes de astucia y la aceptación anticipada de que nunca llegarás a nada. Contaba Umbral que Areces, al salir de El Corte Inglés, se compraba unas zapatillas de cuadros en la mercería de enfrente. Significa que alguien debería hacer en la vida civil lo que Francisco I en la religiosa. Todo es muy confuso. Tal vez necesitamos un líder de izquierdas con mentalidad de militante de derechas. O al revés.