sábado, 26 de septiembre de 2020

El rey del ninguneo - Susana Magdaleno

 El rey del ninguneo - Susana Magdaleno


La entrevista a Irene Montero en Vanity Fair es de esas que entran por derecho en la categoría irónica de deliciosas. Es de las de releer pero porque no das crédito. Por ejemplo, cuando cuenta algo tan antiguo como que “mi suegra, que es abogada sindicalista, siempre nos explica que tiene la responsabilidad de ir tan bien vestida o más que los abogados de la patronal” . Lástima que este pensamiento, el de ir bien vestido aún siendo ‘progre’, no calara en Pablo. También es delicioso cuando asegura Irene que “el acceso a la belleza es un derecho” porque de esto a que su Ministerio de Igualdad nos regale un vale para la peluquería hay un paso.

Cuenta que sus hijos, los de Pablo y ella, comen con las manos (se entiende que sin cubiertos) e incluso confiesa, muy ceremoniosa, que delante de ellos no hablan del acoso. A Irene parece olvidársele que tienen solo 1 y 2 años, también cuando asegura que cada mañana los gemelos eligen la camiseta que se pondrán ese día.

Estupideces aparte, en la entrevista hay una respuesta preocupante. Dice Irene: “Yo soy de empollar los temas pero a la hora de ejecutarlos, él (Pablo) mantiene la calma, es más capaz de llevarlo todo hasta el final”.

Pablo Iglesias hace 7 días fijó como objetivo primordial de Podemos acabar con la Monarquía en España y ha encontrado dos aliados perfectos: Bildu y los independentistas catalanes. La formación de Otegui, por ejemplo, se lo pasó a lo grande en julio cuando para recibir al Rey en Bilbao forró la ciudad con imágenes de Franco y Felipe VI. “Nosotros somos republicanos y lo importante es cambiar el régimen”, dijo Otegui. También ERC lleva meses como un martillo pilón pidiendo la abdicación de Felipe VI.

En Podemos, Bildu y ERC se apoya Pedro Sánchez para seguir en el poder. Les necesita, porque prefiere su compañía a la del PP, y se siente cómodo con ellos hablando de la Monarquía porque también el presidente ha reconocido abiertamente ser republicano. “Pero no solo por ser secretario general del partido -dijo ya en Onda Cero en 2017-: vengo de una tradición republicana”.

Irene Montero se refería a Pablo con esa inquietante frase de “(...) mantiene la calma, es más capaz de llevarlo todo hasta el final” se ajusta también a la perfección al presidente del Gobierno.

Eso explica que mientras estamos angustiados por las cifras del covid, Pedro Sánchez siga a lo suyo, que es aprobar los presupuestos a costa de todo con tal de seguir en el poder. Sabíamos que era capaz de pactar con el diablo, pero ahora también que está dispuesto a servirles en bandeja la cabeza del Rey. Nunca la Monarquía había sido tan humillada porque aunque todos los expresidentes pactaron con los catalanes, ninguno cruzó la raya que acaba de traspasar Sánchez confinando al Rey para sus intereses personales, utilizándole como un cromo y tratándonos a los ciudadanos como a tontos, una vez más. Ahora, aludiendo a razones de seguridad para censurar la presencia de Felipe VI en la entrega de despachos a los nuevos jueces.

Iceta lo ha dicho muy claro: la presencia del Rey no agrada a los independentistas. Traducido: Solo volverá a Cataluña cuando no esté en juego el Gobierno de Sánchez. Al Presidente sólo le queda ya contactar con el concejal de Valencia para que le cuente cómo simuló saber inglés mientras le doblaba otra persona, porque solo le falta ponerle la mascarilla al Rey y hablar por él.

Y es lo de la Monarquía, pero también lo de la Fiscalía o el doloroso pésame por el etarra... porque Sánchez antepone su pacto a todo, incluso al covid o a que salgamos del pozo económico. Su prioridad es entregarse a ERC, Bildu y Podemos y encima contarnos que les une el amor a España.

Papá y mamá son Pedro y Pablo y nosotros los niños a los que, como al Rey, nos cuentan que protegen, cuando la realidad es que nos engañan y ningunean. Nos entretienen con El Valle de los Caídos o leyendo a Irene Montero mientras ellos, capaces “de llevarlo todo hasta el final”, trabajan en construirnos una nueva casa sin rey ni la palabra España en la puerta.

sábado, 19 de septiembre de 2020

La jodienda - Carlos Herrera

 La jodienda - Carlos Herrera


Que ante el derrumbe evidente Sánchez haya optado por planes ideológicos, habla de su escasa estatura

 a aquellos que pueden ser víctimas de una epidemia imprevista y sentar las bases de operatividad de todos los resortes del Estado para impulsar crecimiento y prosperidad. Pero la pandemia ha sobrevenido con un gobierno que tenía otros planes, otras preferencias, otros objetivos históricos. Y esa es la jodienda.

Cada gobierno, me decía, tuvo una tarea principal según su momento histórico. Suárez, aquél tótem, hubo de democratizar instituciones, desmontar el andamiaje del tardofranquismo, escribir una Constitución, organizar una suerte de reconciliación y, por demás, asegurarse de que, si abrías los grifos, seguía saliendo agua. Que no era poco. Calvo Sotelo, a ojos del que escribe cada vez más gigante, entendió que España debía de estar en la OTAN y lo promovió mientras debía sacudirse por igual la crisis económica correspondiente y el juicio del 23F. Al poco llegó González, y también a ojos del presente se le puede resumir su quehacer mediante dos acciones imprescindibles para nuestro país: entrar en Europa y modernizar la Administración. Felipe trabajó, con los altibajos inevitables y los peros históricos que consideremos oportunos, cara a un objetivo estratégico para la historia de España: ser parte de un club inevitable pero de acceso difícil y engrasar los resortes del Estado a favor del bienestar elemental de los españoles. Llegó Aznar y a él le correspondió modernizar la economía, hacer que España cumpliera las condiciones de Maastrich -que no las cumplía-, entrar en el euro y cobrar importancia en el reparto de papeles europeos. Su apuesta atlántica no resultó. Inopinadamente tras unas jornadas aciagas llegó Zapatero, que pudo haber continuado con la labor de sus predecesores pero que prefirió apostar por la ideología, despertar fantasmas que deambulaban somnolientos por los armarios de la historia y jugar a las casitas con nacionalistas e independentistas. En materia social creó algunos espacios estimables, aunque sucumbió ante una crisis mundial que, en puridad, no era responsabilidad suya pero que no supo afrontar con decisión. Cuando lo hizo, y lo hizo con valentía, se ganó hasta el desprecio de los suyos. En eso llegó Rajoy, cuya misión histórica claramente era superar la pavorosa crisis económica y financiera heredada, cosa que consiguió, a la par que evitar la intervención de nuestras cuentas públicas por parte de la UE.

Después de la moción de censura propiciada por un juez golfo y la traición del PNV, llegó Sánchez. Su misión histórica se vio truncada por una pandemia ante la que debía dedicar sus energías a salvar vidas y empleos. Solo con ser recordado por eso alcanzaría olimpos incluso superiores a sus antecesores. Pero se ha dedicado, en cambio, a atacar la Constitución, a amamantar tardocomunistas en el gobierno, a rondar a golpistas y filoterroristas y, por fin, a romper la concordia de los españoles con húmedos sueños guerracivilistas que no dan de comer a nadie.

Que ante el derrumbe evidente, Sánchez haya optado por planes ideológicos que dividen estérilmente a la sociedad, habla de la escasa estatura de quien, malhadadamente, ha querido el destino que nos toque a los españoles en tiempos de zozobra. La secuencia es lacerante, pero es la que hay.

lunes, 7 de septiembre de 2020

Si no sobra es que falta - Manuel Muiños

 Si no sobra es que falta - Manuel Muiños


Entre otras muchas cosas y recuerdos de la infancia vienen a la mente esas frases, dichos o refranes que de forma recurrente y en el momento oportuno, de la manera más adecuada, aparecían en escena y te dejaban cuando menos pensativo y reflexivo, algo que parece no tener mucho futuro en nuestro presente. Una de las más escuchadas, en clara referencia a la comida, era: “Si no sobra es que falta”. Una gran verdad que entraba en contradicción con aquello de “no dejar nada en el plato que hay mucha gente muriendo de hambre”. Esa sí es una realidad, la de morir de hambre, que no ha cambiado y si lo ha hecho es para peor.

Al hilo de esa generosidad gastronómica, tan sensata y elocuente, uno piensa que realmente en este momento andamos sobrados de algunas cosas y faltos de otras muchas. Más bien sobra estulticia y falta caletre. Muchos son, y alguna vez todos somos, los que andamos desatinados. Y en este momento concreto no me cabe la menor duda que sobra mucho malo y falta mucho bueno. Cada vez es más verdad aquello de que “el ruido no hace bien; el bien no hace ruido” que diría San Vicente Ferrer. De ruido andamos sobrados y de ruidosos también. Son pocos, pero arman mucho, y cuanto más ruido menos contenido. Algo hemos hecho mal los que vamos por delante en edad, en otras cosas vamos muy por detrás, y no podemos conformarnos con criticar actitudes y comportamientos de jóvenes y adolescentes de hoy cuando nuestras pedagogías de antaño dan estos resultados.

Me temo que al contrario de lo que decía mi abuela y mi madre, hoy si sobra es que falta. Andamos sobrados de conocimientos y nos falta entendimiento. Sobrados de información y faltos de formación, pero aún más de educación. Sobrados de superficialidad y faltos de profundidad. Con la mochila cargada de derechos y los bolsillos vacíos de deberes. Nos sobran exigencias y nos falta exigencia y compromiso personal. Algunos me llamarán pesimista, cada vez menos, pero andamos sobrados de optimismo y escasos de realidad. Sobrados de materialismo y consumismo, pero escasos de austeridad, ... En fin, que vivimos un momento muy complejo, un laberinto de vivencias, sentimientos y emociones encontradas, cuya salida no es fácil de encontrar y en el que muchos tienen pocas ganas de buscar.

Sin duda alguna el caballo está desbocado y es difícil poner puertas al campo y bridas al viento. Vivimos una realidad con tanta prisa que hemos tragado con todo sin tiempo para masticarlo y saborearlo, con lo cual la digestión se nos está haciendo complicada y en muchos casos imposible. En fin, si es posible “que no nos falte de ná”, pero sobre todo gobierno y entendimiento, porque la culpa de todo esto la tiene el gobierno, pero no el de la nación si no el de nuestra propia vida, por momentos ignoto.

viernes, 4 de septiembre de 2020

No estamos en la fase uno Sr Igea

 No estamos en Fase 1, señor Igea - Julián Ballestero


A la vista de la escalada de contagios resulta evidente que algo había que hacer en Salamanca (y en Valladolid) para frenar los rebrotes. Había que tomar decisiones sanitarias porque el número de contagios diarios se estaba disparando (y sigue) en las dos capitales. Lo que ya no está tan claro es que la Junta haya acertado con esa batería de medidas que anunció su vicepresidente este pasado martes.

Para empezar, no estamos hablando de las dos capitales con los datos más alarmantes de España, porque Madrid está mucho peor y allí no se han tomado decisiones tan duras como las de aquí. Y para seguir, no hay ninguna seguridad de que restringir los aforos en velatorios, misas, mesas de bares, espectáculos culturales y deportivos y todo tipo de reuniones familiares o de negocios, vaya a lograr el objetivo de contener la expansión del virus. Lo que sí está meridianamente claro es que estas medidas drásticas van a suponer un golpe quizás definitivo para la hostelería y la industria cultural, que ya salieron muy tocadas de la cuarentena y el estado de alarma.

Tampoco están claros los criterios aplicados en este nuevo decálogo impuesto a Salamanca y Valladolid. En este caso tiene razón el alcalde pucelano, el siempre histriónico Óscar Puente, cuando se queja de que la Junta limite a 25 personas el público para cualquier acto en interior sin tener en cuenta si se trata de la salita de un bar o de un pabellón para cinco mil espectadores, o cuando señala la incongruencia de permitir el mismo número de niños (25) en un aula de treinta metros cuadrados que aficionados en un inmenso polideportivo. No tiene lógica. El aforo debería estar relacionado con la capacidad (es de cajón) y ligado a la exigencia de mantener las distancias. Lo demás es jarabe de palo indiscriminado y por tanto injusto.

Da la impresión de que la Consejería de Sanidad ha decidido cortar por lo sano porque se ve incapaz de taponar la gran vía de agua en el muro de contención del virus, que no es otra que la indisciplina de quienes se están saltando a la torera las normas de distancia social, mascarillas y confinamiento. Son determinados colectivos en determinados barrios los que, con una actitud absolutamente irresponsable, están haciendo caso omiso de los médicos, los rastreadores y la Policía Local, y están engrosando la lista de contagiados y expandiendo la epidemia por la capital.

Desde luego, las limitaciones de grupos y aforos aprobadas el martes por la Junta por sí mismas no van a persuadir a los infractores habituales. Los que ya respetábamos las anteriores normas nos atendremos a las nuevas, mientras los rebeldes continuarán a lo suyo.

Solo una vigilancia reforzada por los cuerpos de seguridad del Estado y un régimen sancionador inflexible, apoyado por una normativa judicialmente consistente, podrían darle un vuelco a la situación. Por cierto, que ayer mismo, ante la inacción del Gobierno de Sánchez, las Cortes de Castilla y León aprobaron un régimen sancionador contra quienes se salten la normativa, que al menos viene a paliar el ‘limbo legal’ en el que se encuentran las multas a los infractores, aunque ya veremos qué recorrido y qué eficacia tiene.

Ha habido algo de improvisación y una pizquita de desesperación en el anuncio del martes. A mayores, y como cabía prever tratándose del ‘vice’ Igea, hubo errores de comunicación de bulto. El más grave: hablar de la vuelta de Salamanca y Valladolid a la Fase 1 de infausto recuerdo. Hay una diferencia muy notoria entre lanzar el mensaje de que se endurecen las restricciones de aforo y hablar de Fase 1, que ha sido por cierto el titular de la mayoría de los grandes medios de comunicación nacionales. De nuevo, y ya van demasiadas veces, la rama sanitaria del Gobierno regional (Igea y la consejera de Sanidad) causan un daño innecesario a la reputación de Salamanca. Ya va siendo hora de que al ‘vice para todo’ alguien (el presidente Fernández Mañueco, si se atreve) le dé una colleja y le exija contención.

Una vez que el Gobierno sanchista-comunista, cansado de equivocarse a cada paso hasta convertirnos en el peor país del mundo en la gestión de la pandemia, se ha lavado las manos, los castellanos y leoneses estamos precisamente en manos de un Gobierno regional al que le encanta prohibir, mandar y aconsejar, pero que por su lado aporta muy poco. Aquí no ha habido test masivos ni cribados, ni siquiera en las zonas donde se ha producido contagio comunitario; no se han reforzado las plantillas de los hospitales, no se ha buscado una alternativa rápida y barata a las pruebas PCR como ha hecho Galicia... La Junta nos pide que denunciemos a nuestros vecinos si se saltan las normas, pero la contratación de más personal sanitario, la formación de nuevos rastreadores, la rapidez a la hora de realizar los test o la inversión en acondicionar los centros escolares, por poner unos ejemplos, brillan por su ausencia. Mucho pedir y poco dar.