lunes, 29 de julio de 2013

Trenes rigurosamente abandonados - David Torres



Trenes rigurosamente abandonados - David Torres
En España la culpa siempre es del chófer. España es un país donde no hay causas, sino culpas. No hay responsables, sino culpables. No hay investigaciones, sino linchamientos públicos. A las pocas horas de la mayor tragedia ferroviaria del último medio siglo ya circulaba una broma que el maquinista había colgado en facebook, como si una foto de unos años atrás valiese lo mismo que unos antecedentes penales. Como si el hombre fuese un conductor suicida que sólo esperaba el momento idóneo para echarle una carrera a la muerte. Renfe, Adif, el ministerio de Fomento y demás siglas rimbombantes le han cargado todos los muertos de un plumazo a Francisco José Garzón, como si él también hubiera diseñado el trazado de la vía, decidido suprimir las balizas de seguridad en una curva terrorífica y ahorrar así unos cuantos millones siempre necesarios para los buenos asuntos de gobierno. Si la responsabilidad por los casi ochenta muertos, y los que puedan venir en los próximos días, es exclusivamente del maquinista, me imagino entonces que su sueldo debe calcularse acorde con su responsabilidad. En ese caso, sería estratosférico y más aun, astronómico. Ni el propio Dios podría cargar con tanta culpa.
Pero en España, perdonen que me repita, la culpa siempre es del chófer. En la catástrofe aérea de Spanair en Barajas los culpables fueron exclusivamente los pilotos, no la compañía, por ahorrar tiempo y dinero en una revisión más, ni del aeropuerto, por obligar a otro chequeo de seguridad. En el accidente de metro de Valencia, la culpa también fue del maquinista, no tuvo nada que ver la planificación previa ni la falta de una señalización adecuada. En ambos casos, los culpables obtuvieron su merecido y resultaron muertos. Garzón ha tenido la mala suerte de sobrevivir al accidente. La mala suerte de no haberse desmayado un par de kilómetros antes de la curva, de no haber perdido el conocimiento ni de haber sufrido un infarto. Porque yo, la verdad, no tengo ni puta idea de seguridad ferroviaria pero me imagino que los muy altos responsables de Fomento, de Adif, de Renfe y de las demás siglas rimbombantes habrían previsto esas circunstancias con su sabiduría y su presciencia incomparables. No me puedo creer que todo, absolutamente todo, dependa de la salud y la atención de un solo hombre. ¿No había dinero para otra baliza de seguridad? ¿No había dinero para pagar a un copiloto a setenta euros el billete?
Al final, lo más terrible de la tragedia de Santiago es que acabará convirtiéndose en una metáfora de este triste país donde los aeropuertos se construyen al tuntún, para que caguen las palomas y se paseen los nietecitos de los caciques locales, mientras que las líneas ferroviarias se confían a las manos de un pobre hombre falible que lleva un tren como si llevara a sus espaldas el mundo. Al final, mira tú qué pena, Renfe se va a quedar sin vender otro tren de alta velocidad a los brasileños. Una vez más, señores, hemos viajado por encima de nuestras posibilidades.

Mi esposa - Salvador Sostres



Mi esposa - Salvador Sostres
HACÍA DÍAS que no éramos capaces de mantener una conversación sin enredarnos en una u otra discusión, siempre leve pero muy molesta, y la situación estaba empezando a ser desmoralizante para los dos. Sin embargo, y a pesar de que luego no era capaz de contenerme para tratar de evitar el siguiente mal humor, me emocionó profundamente de ella, durante todo este tiempo, el cuidado con que intentaba que las discusiones no fueran nunca a más, la paciencia con que reanudaba el diálogo con la mejor voluntad posible por ver si éramos capaces de avanzar a pesar de su torpeza y de la mía. Algunas veces quise enfadarme con ella pero nunca pude. Llegó un momento en que de un lado casi todo lo que hacía o decía me irritaba y del otro sentía que la quería con todo mi amor y toda mi razón, como jamás había amado a nadie, ni a ella misma. No sabía cómo hacer promedio entre los dos sentimientos, tan encontrados, hasta que la mañana de un miércoles cualquiera, todavía en la cama, acabados de despertar, le dije que la quería y que estaba intensamente enamorado de ella; que la necesitaba, que con ella todo lo tenía y sin ella todo me faltaba. Algunos matrimonios, le dije, admiten que el amor que antes se tenían se vehicula luego a través de los hijos. «Tú sabes lo que quiero a nuestra hija y hasta qué punto es el centro de nuestras vidas. Pero tú eres mi mujer, libremente te elegí, y saber que estás es mi forma de ser libre, y feliz. Dios nos ha agraciado con una niña fantástica y todo vamos a dárselo, incluso la vida si es el caso. Pero no espero nada de ella, porque así es la vida, y cuando sea la hora emprenderá su camino, como así tiene que ser y será».
Ella me miraba con su cara hinchada de las mañanas, la que más me agrada, y me dijo que nunca le había hablado tan serio ni diciéndole cosas tan bonitas.
Refundemos todos los matrimonios volviéndole a decir a nuestras esposas lo que San José le dijo a la suya: «Tú eres mi mujer, tu eres mi esposa, tú eres María». Los niños son el fruto pero el amor con que amamos a nuestras esposas y maridos es el amor fundamental y creativo en el que se basa la Historia de la Humanidad. El amor que protege y da sentido y camino a los hijos, y les prepara para amar y dar vida, muchos años más tarde, como si fueran los primeros padres del mundo.

domingo, 28 de julio de 2013

Probando Windows 8.1 - Julio Miravalls


Probando Windows 8.1 - Julio Miravalls
Estamos como el año pasado por estas fechas: en crisis, esperando un nuevo Windows. ¿Será el 8.1 la salvación? Microsoft lo lanzará tras el verano (con actualización gratuita para el 8). Los expertos lo ven como reparación de errores y desde hace un mes hay versión preview, para probarlo. Que es lo que hemos hecho, usando un tablet que viene al pelo: el Acer Aspire P3 (el fabricante lo llama ultrabook), con procesador i-5 y pantalla táctil de 11,6 pulgadas, que se integra en una funda con teclado, pero, ojo al dato, sin ratón.
La novedad clave es de lógica aplastante: Windows restablece el añorado «botón Start», con parte de sus funciones (pulsando el botón derecho del ratón). Es fácil configurar el arranque para que se inicie directamente en el escritorio clásico de siempre.
El salto al vacío de Windows 8 como sistema operativo táctil supuso relegar a segundo plano la informática «de trabajo» con máquinas sobre una mesa, teclado, ratón y pantalla normal. Ahora se podrá ignorar por completo que existe ese interface con enormes botones para dedos gordos al que llaman Modern UI.
El resto de la prueba indica que el nuevo software es un «punto algo», una mejora de versión. El 8.1 se deja configurar más al gusto del usuario, integra el almacenamiento en nube SkyDrive como si fuera un disco del equipo, redecora la tienda y parchea detalles. No remedia la esquizofrenia de un SO para usar con los dedos, mientras las aplicaciones serias siguen pidiendo ratón y escritorio. Intenten manejar Photoshop con los dedos.
El problema con Windows 8 es de hardware: la precisión de las pantallas táctiles capacitativas hace muy difícil acertar para minimizar, maximizar o cerrar una ventana clásica, o atinar con los menús. No digamos seleccionar un texto, copiar, pegar, arrastrar... todas esas cosas. Y encima se pierden las funciones de «mouse over», esas cosas que ocurren al pasar el ratón por encima de algo.
No se entiende que Microsoft lanzase Windows 8 sin haber «traducido» a la vez su software estrella Office (la nueva versión táctil, dicen, está en el horno), ni el magnífico e ignorado programa de reconocimiento de texto a mano Journal, que está ahí desde la edición tablet de XP. Windows 8.1 seguirá en la línea de fuego.

sábado, 27 de julio de 2013

Los perros de Angoras - José Luis Alvite

Los perros de Angoras - José Luis Alvite

Antes de ocurrir la desgracia del tren, la de Angrois era una de tantas aldeas de Galicia, lugares entrañables y apacibles en los que la vida transcurre tan tranquila, tan silenciosa, que hay perros que mueren de viejos sin haber aprendido a ladrar. Es en sus aldeas donde radica la esencia de esa galleguidad recelosa y a la vez hospitalaria, el lugar emocional del que surge ese tipo humano que te recrimina que robes un puñado de uvas de su parra y después del reproche colma tus brazos con dos docenas de racimos y te da conversación hasta que se echa encima la hora de cenar y se ofenderá mucho si no te sientas a su mesa. Dentro de la terrible desgracia que supuso, el Alvia ha ido a descarrilar en un buen sitio, en Angrois, la aldeíta próxima a Compostela a la que tantas veces fui caminado cuando era niño porque me suponía cruzar el río Sar con los pantalones arremangados y adentrarme en aquel orbe silvestre en el que, como en tantos lugares de Galicia, había unos señores calmosos que jugaban a las cartas con los naipes repetidos y unas mujeres muy trabajadoras y entusiastas que a mí me parecía que tenían la santa paciencia de hervir la leche con el fuego apagado. Fueron los hijos y los nietos de aquella gente quienes bajaron a las vías a socorrer con mantas a las víctimas del Alvia, consolaron a los heridos y dudaron si ofrecerles a los muertos un poco de conversación y un sitio en su mesa para compartir con los ancianos la cena invertebrada de los niños. Ni siquiera con el estruendo del tren ladraron los perros de la aldea. Fue hasta en eso un pasmoso ejemplo de silencioso civismo, de sobrecogedora y callada solidaridad. Y ahora Angrois saldrá de los telediarios y recobrará la calma antigua de esos sitios de Galicia en los que incluso la muerte es donante de sangre.

Héroes y villanos - J. A. Gundín



Héroes y villanos - J. A. Gundín

Entre las vías de Santiago yacen para siempre retazos de heroísmo y la memoria de un peregrinaje cercenado a 190 kilómetros por hora cuando tocaba con sus dedos las puertas de la Gloria. No hay consuelo posible en la tragedia, ni dolor más hondo que el del peregrino al que la adversidad le niega el abrazo del Apóstol. A veces, la curva final de la vida sale al encuentro, insidiosa y cruel, antes de tiempo, en la estación que no era y en el día equivocado. Es el absurdo de ir tan deprisa para no llegar nunca. Pero es entonces cuando aflora lo mejor de quienes nos rodean, la determinación de los vecinos en plantarle cara a la catástrofe, la carrera contra reloj de los primeros auxiliadores para disputarle a la muerte aunque sea unas migajas de vida, el desvelo de cientos de personas para reconfortar a los deudos, las colas insomnes de donantes de sangre, la compasión unánime de un país golpeado, otra vez, por trenes desventrados que nunca llegan a su destino.
En medio del llanto y de la tristeza sin final, aún queda espacio para sentir el orgullo de pertenecer a un país de gentes ejemplares. España lo es. Aunque siempre haya excepciones. En accidentes como este, como en otros de los últimos años que se han cobrado decenas de vidas o graves daños medioambientales, nunca faltan los zopilotes que planean sobre la tragedia para arrancar algún trozo de carne política, para rasgar la piel del adversario y arrojar sobre él la desolación de las víctimas como condenas infamantes. La utilización partidista del dolor colectivo ha sido demasiado frecuente y demasiado vil, quién no lo recuerda con cierto asco en el estómago, y no hay que descartarla tampoco ahora. Como es natural, la Justicia debe investigar a fondo y con celeridad las causas de la catástrofe de Santiago, dirimir responsabilidades y reparar daños. Pero por respeto a las víctimas y a sus familiares, sería deseable, al menos por una vez, que mientras tanto nadie utilice el llanto de todos como arma de combate político. La demagogia partidista no entiende de piedad ni conoce la decencia, magnifica las dudas razonables y eleva a condena la más débil sospecha. Aplaudamos a los héroes de Santiago, pero reservemos nuestro más profundo desprecio a los carroñeros y politicastros. Entre los rieles compostelanos se quebró la vida de muchas familias y de entrañables amigos, como el querido Enrique Beotas, con quien tanto demorábamos las tardes de verano mientras las espumas fatigaban las arenas del sur. No será mucho pedirle a los vivos dignidad y respeto a su recuerdo y a la memoria de todos.

A mayor velocidad, más muertos - Matías Vallés



A mayor velocidad, más muertos - Matías Vallés
El consenso humano se establece alrededor del materialismo, administrado por los sumos sacerdotes científicos. La única religión verdadera se decora a menudo de adherencias espirituales o espiritistas. La materia posee un inconveniente capital, no sabe estar quieta. Su agitación incesante arranca de las partículas subatómicas y se transmite a sus manifestaciones más evolucionadas. En una de sus variantes más cómicas, este movimiento se llama sexo.
No llevamos la velocidad en nuestros genes, sino en nuestros electrones. En cuanto ejecutamos la movilidad, competimos con otras porciones de materia. Y sobrevienen las inevitables colisiones, por la impenetrabilidad que prohíbe a dos masas la ocupación del mismo espacio. Resulta curioso que los choques de objetos, sobre todo si uno de ellos transporta seres humanos, se llamen accidentes pese a que operan en obediencia rigurosa de las leyes físicas.
La teoría de las colisiones ha sido desarrollada por el sanedrín científico en todos los estados físicos de la materia. Al margen de la intensidad de las ecuaciones, los choques se multiplican conforme aumenta el número de partículas y su velocidad. En la tragedia ferroviaria de Santiago se ha manifestado dolorosamente que el responsable último de la cifra de muertos reposa en el velocímetro, como desencadenante y como agravante de las consecuencias.
A mayor velocidad, más muertos. Cuando Airbus y Boeing empezaron a promocionar sus titanes aéreos, un filósofo sentenció que los nuevos ingenios "sólo garantizan que el próximo accidente de aviación curse con 800 fallecidos". Levantó una notable polvareda, pero se limitaba a extrapolar la teoría de colisiones que gobierna la velocidad. Paul Virilio ha poetizado las repercusiones subjetivas de la rapidez creciente del transporte, que también disloca las mentes en una confirmación de su entidad material.
La sociedad se estremece ejemplarmente ante la tragedia de Santiago, pero acepta sin derramar ni una lágrima colectiva los dos mil muertos anuales -un santiago semanal- en las colisiones de carretera. El PP identifica incluso velocidad con virilidad, y propone un levantamiento de las cifras límite que conllevará obligatoriamente un aumento del recuento de víctimas, no todas votantes populares.
La materia es insensible. El error, flagrante en las bravatas lanzadas en facebook por el maquinista del tren estrellado, consiste en pensar que el ser domina a la materia, invencible porque obedece a leyes ciegas. A toda velocidad.

viernes, 26 de julio de 2013

Morir en un tren - Pedro G. Cuartango



Morir en un tren - Pedro G. Cuartango
Cuando era niño me gustaba sentarme en un andén de la estación de Miranda de Ebro y adivinar por qué vía iban a entrar los trenes y de dónde venían. Tenía un pequeño martillo y golpeaba las ruedas de los vagones como solían hacer los ferroviarios. Hoy la estación de Miranda está vacía, pero hace medio siglo estaba llena de vida. Familias que esperaban con sus maletas para coger los expresos, vendedores ambulantes, parejas que se besaban furtivamente y siempre esa mezcla de olor a vapor y carbonilla que nunca podré olvidar.
Las estaciones son un escenario para el encuentro y las despedidas, para el amor y el desamor, para el comienzo y el final de una historia. A mí me han pasado muchas cosas en los trenes y en las estaciones, pero una de las que se me ha quedado grabada para siempre es la muerte del hermano de mi abuela, atrapado en una máquina que descarriló cerca de Miranda.
Recuerdo como si fuera hoy a mi abuelo en la estación, dando órdenes frenéticas por teléfono para movilizar a sus compañeros y lograr que sacaran a su cuñado del amasijo de hierros al que había quedado reducida la locomotora que se había salido de una vía en mal estado.
Un primo de mi madre y otro hermano de mi abuelo fallecieron también en accidentes ferroviarios por descarrilamiento, la causa que provocó ayer la muerte de decenas de personas en Santiago.
Se puede morir en la carretera o en un accidente de avión, pero perder la vida en un tren es algo absurdo y sin sentido, no ya porque desafía todas las leyes de posibilidades sino porque cuando uno se sube al vagón siente instintivamente una sensación de seguridad y protección que invita al abandono o la ensoñación.
Pero el ferrocarril tiene también esa dimensión dramática que nos golpea y nos hace tomar conciencia de la fragilidad humana. Hace unos años, el despiste de un guardagujas en Albacete provocó una masacre. Y hace unos días una pieza defectuosa en la vía fue la causa de otro descarrilamiento en París en el que murieron siete personas.
Desde que tengo uso de razón, guardo el recuerdo de muchos accidentes con decenas de víctimas y ello siempre me hace pensar que los trenes funcionan como un mecanismo de relojería en el que el fallo de una pequeña pieza o un despiste humano pueden provocar una catástrofe. Los ferroviarios siempre han sido conscientes de ello.
Pero estas reflexiones no dejan de ser absurdas frente al hecho de una muerte inesperada y el drama concreto de cada familia que ha perdido a alguien en el accidente de Santiago. Hoy los medios intentarán desentrañar las causas de lo sucedido y tal vez exigirán responsabilidades si es que hay algún culpable. Pero al final, viajar en tren es también como una tirada de dados en la que el destino juega con nosotros.
Las estaciones, los trenes y las vías son la metáfora de ese viaje de nuestra vida que nunca sabemos cómo va a acabar.

Descarrilamiento en Santiago de Compostela - Libertad Digital



Descarrilamiento en Santiago de Compostela - Libertad Digital

El conductor del tren Alvia siniestrado anoche cerca de Santiago reconoció que iba a una velocidad de unos 190 kilómetros por hora en una zona limitada a 80 kilómetros por hora, han informado a Efe fuentes de la investigación. Según las fuentes, la curva en la que ha tenido lugar el siniestro está limitada a 80 Kilómetros por hora y el convoy entró en la misma a una velocidad que podría oscilar entre los 180 y los 220 kilómetros por hora. Claro que, según expertos consultados por Libertad Digital, la velocidad a la que se entró en dicha curva no tuvo por qué ser estrictamente responsabilidad del maquinista, ya que la velocidad de estos trenes se regula automáticamente desde la propia vía.

Tras el siniestro mortal, el conductor mantuvo comunicaciones por radio en las que aseguraba que iba a mucha mayor velocidad de la que indicaba la curva en la que se produjo el accidente.

Los equipos de investigación tratan de esclarecer, a estas horas, las causas de la tragedia que ha sucedido a pocos kilómetros de Santiago de Compostela, al descarrilar el tren Alvia que cubría la ruta Madrid-Ferrol.

Expertos consultados por Libertad Digital, estiman que –como se ha apuntado ya– el exceso de velocidad puede ser una de las principales causas del descarrilamiento, pero matizan mucho esta información y buscan explicaciones de acuerdo al funcionamiento de los trenes Alvia, la vía en la que ha sucedido y los sistemas de seguridad que emplean estos ferrocarriles.

La vía y la velocidad

En primer lugar, "el maquinista no tiene la libertad para manejar la velocidad a la que viaja" y en segundo lugar, "el punto crítico de este accidente es la localización del mismo" ya que ha ocurrido "en la salida de una línea de alta velocidad" y no en una vía de alta velocidad propiamente dicha. La ruta Madrid-Ferrol no es una infraestructura de alta velocidad completa de principio a fin como sucede, por ejemplo, en el tramo de AVE Madrid-Sevilla, sino que se compone de tramos de alta velocidad y otros de línea convencional. En este caso, tras la salida del túnel previo a la curva del siniestro, la vía deja de ser una línea de alta velocidad para convertirse en una línea convencional y está debidamente señalizado.

Tal y como explica a Libertad Digital el experto en ferrocarriles Francisco Díaz Pardo, de Geotren, justo antes de la transición, se señaliza la vía por la que circula el convoy y el propio sistema de seguridad regula la velocidad a la que debe ir el tren, es decir que antes de la curva está señalizado que "va a cambiar de sistema, de la alta velocidad a una red de velocidad convencional española".

Según Díaz Pardo, "el hecho objetivo es que el maquinista, al salir de ese túnel vio que iba a 190 km/h", según ha declarado el propio maquinista, lo que indica que algo no funcionó bien. "Antes de llegar a esa curva, hay un túnel y hay unas balizas del sistema ERTMS y otras del sistema ASFA. Ambas tienen que indicar que el tren ha de bajar a 80 km/h y de forma automática tenía que bajar a 80. La Alta Velocidad es automática, el conductor únicamente está de apoyo".

Otros expertos consultados corroboran que el sistema ERTMS -propio de la alta velocidad- aparece en todo el tramo previo a la curva, pero no está en el "entronque con la línea convencional". En cambio, en ese momento, sí que debería haber actuado el sistema ASFA, que en caso de exceso de velocidad actuaría sobre los frenos del convoy para parar el tren. Esta fuente, bien conocedora de la red ferroviaria española, destaca que el sistema ASFA no automatiza el funcionamiento completo del tren, pero sí actúa automáticamente sobre los frenos en caso de exceso de velocidad. "Ahí ha tenido que haber un error, el ASFA hace actuar el freno de los trenes. Parece que ha debido fallar o la baliza ASFA o ha fallado el receptor de radio de la cabeza tractora".

Fallo en el sistema de balizas

Con todas las cautelas, y dejando claro que aún falta por conocer la información oficial que ofrezcan los técnicos que están investigando el siniestro, el experto Díaz Pardo conjetura a modo de hipótesis que, conociendo de cerca el funcionamiento de los trenes, cabe pensar que, o bien fallaron las balizas de señalización de los sistemas ERTMS y ASFA, o bien falló el sistema de detección mediante el que el propio tren recibe la señal de radio que emiten las balizas a través de la vía. De haber funcionado correctamente, el tren debía haber disminuido la velocidad de forma automática, o bien -en caso de que en el entronque no exista ERTMS- tendría que haber actuado el frenado automático que dispara el sistema ASFA.

Más expertos consultados por Libertad Digital insisten en que los trenes funcionan mediante un sistema de información continua entre la cabina y la vía. Otras fuentes, maquinistas experimentados, reafirman que "como maquinista no puedes sobrepasar esa velocidad máxima que te marca el display del tren". Un indicador que informa de la velocidad que debe llevar el convoy en cada tramo del recorrido. Para este experto maquinista, la hipótesis pasa también por un fallo en la señalización, bien en la cabina, bien en la vía.

Una vez pasado el punto crítico, tras el túnel, el tiempo de reacción del maquinista para frenar el tren es muy corto, considera el experto en ferrocarriles Díaz Pardo, ya que la distancia de frenado de un tren a esa velocidad puede ser más de 3 kilómetros. Así pues, "parece que lo que habría fallado es la indicación de limitación de velocidad de que había que pasar de 250 a 80 antes de la curva a izquierdas que es cuando se sale de la línea de alta velocidad", dice el experto.

Sistema ERTMS y sistema ASFA

Los sistemas de señalización que emplea la vía del tren siniestrado son el ASFA (Anuncio de Señales y Frenado Automático) que monta la mayor parte de la red ferroviaria española y el ERTMS (European Traffic Management System, o Sistema Europeo de Gestión del Tráfico) que es el sistema de señalización empleado, además, para los tramos de alta velocidad y homologado con la normativa europea.



(Foto: Baliza ASFA De Santiago Martínez Aznar publicado en Ferropedia bajo los términos de la licencia Creative commons)

Es un sistema que funciona con balizas periódicas instaladas en el centro de la vía y que da información a los trenes de los tramos desde ese punto hasta la siguiente baliza. Una de las informaciones principales que ofrecen estos sistemas es la velocidad que ha de llevar el convoy. En los casos de trenes de Alta Velocidad, funciona de modo automático, es decir, que la velocidad es marcada por la baliza y ejecutada automáticamente por el tren.



(Balizas ERTMS, recogidas por la web de ADIF)

En la línea de Santiago hay instalado un sistema ASFA y un sistema ERTMS de nivel 1, muy similar al ASFA, lo que cambia es que tecnológicamente es compatible con la UE. Funciona más rápido y mejor, aunque la filosofía es la misma. El ERTMS de nivel 2 (como el que hay instalado en la ruta Madrid-Sevilla) permite una información constante e instantánea entre la vía y la cabina. También con la central de Adif.

En este caso, los expertos consultados sugieren que las balizas ASFA del tramo convencional del trayecto (zona en la que se ha producido el siniestro) deberían haber actuado -en buena lógica- activando automáticamente los frenos del convoy.

El sindicato de maquinistas pide prudencia

Por su parte, el secretario general del Sindicato de Maquinistas (SEMAF), Jesús García Fraile, ha querido mostrar su "solidaridad con las víctimas y los familiares" del accidente de tren ocurrido en Santiago de Compostela.

Entrevistado en Es la mañana de Federico de esRadio, García Fraile ha afirmado que "mientras no tengamos datos claros" no harán ninguna valoración de lo ocurrido. "No podemos decir nada. Habrá que ver la caja, todos los registros. Sabemos que antes de la curva hay una velocidad de hasta 200 y, después de un tramo, hay que bajarla a 80 kilómetros. No sabemos la velocidad a la que iba el tren ni qué ha ocurrido", ha dicho.

El secretario general del SEMAF ha señalado que no saben si saltó la alarma del tren o no. Tampoco ha querido referirse a ninguna circunstancia, porque "la seguridad es una garantía, el mayor pilar que tenemos" y la formación de los conductores "es maravillosa". "No sabemos qué ha podido pasar", ha repetido.

Vecinos del lugar en el que ocurrió el terrible suceso habían criticado la curva en la que el tren descarriló. García Fraile ha dicho al respecto: "Entras en un túnel en una línea recta y, al final, te encuentras una curva. Adelantar elementos de juicio... no podemos hacerlo".

miércoles, 24 de julio de 2013

Yo, Leonor - María José Navarro



Yo, Leonor - María José Navarro

Se lo solté a mi madre el otro día cuando vi las fotos nuevas que se han hecho estos dos: sois el vivo reflejo de la monarquía, puro cartón piedra. Y estoy castigada, me ha dicho, hasta los 15 años. No es ninguna novedad porque yo me paso la vida penando. Tengo la lengua muy larga y, con los años, también la mano, y así me luce el pelo. Hace poco le di un collejón a mi prima Irene porque desde que está viviendo fuera me habla en inglés y bastante tengo yo con entender al abuelo para que encima me venga ésta con tontunas, y mi madre diagnosticó que tengo problemas de comportamiento. Yo. Problemas de comportamiento yo, que voy a misa en Mallorca y ni grito ni nada. Yo, que beso al obispo y ni me limpio. Yo, que no he tenido ni pizca de pelusa de esa croqueta andante, de ese sollo humano que es mi hermana. Pues nada, soy problemática, que lo sepan Vds. El caso es que vinieron mis primos los cosmopolitas porque estaban de vacaciones escolares (que a saber a qué antro de colegio van para estar a estas alturas de parranda) y propuse ir al Museo de Cera y a mi padre, que se le cae la baba conmigo, le pareció una idea estupenda, pero apareció mi madre y dijo que ni hablar. No, que nos conocemos, dijo, y me han dejado con las ganas de saber qué han puesto en el sitio que ocupaba el tito Jaime y si el tito Iñaki sigue allí, que dice Peñafiel que está la cosita muy mala. Con lo bien casadas que estaban las titas y ahora resulta que nos vamos a quedar los últimos de Filipinas, qué cosas pasan. Total, que como me enclaustraron, pillé un ordenador abierto y he visto las fotos de mis padres y he flipao en colores. Se aficionaron al Photoshop cuando me cortaron una pierna y hala, dale que te pego Perico al torno. Que yo soy partidaria del retoque, ojo, hasta donde sea necesario, empezando por mi hermana, que no cabe en el plano, pero vamos, lo de mi padre con los trajes de Mariquita Pérez es un pasote. Parece que está asomado, como cuando en las ferias metes el cabezón por un agujero y debajo hay un vestido de gitana. Aun así, lo que me ha provocado una risotada chabacana han sido las críticas de los editorialistas republicanos y modernos que temen que se pueda dar sensación de monarquía virtual. Ea, pues voy a ver si la lío parda, súbditos. Ciaooooo Me trajeron mis padres una vuvuzela de Suráfrica del primer partido de España y estoy pegando una turra importante por la Casa del Príncipe. En realidad, me la compró mi padre, que me da todos los caprichos y le saco hasta los ijares, porque si llega a ser por mi madre, lo que me trae es un diccionario zulú y voy que chuto. Está empeñada en que sea una heredera culta, ya ves tú, si yo lo que quiero es vivir del cuento y no pegar un palo al agua, o sea, lo lógico y habitual en un caso como el mío. La trajo mi padre escondida en la maleta y me ha pedido de rodillas que no la toque, que a mi madre se le puede poner un carácter como el de un schnauzer enano y para qué queremos más, pero yo veo esa trompeta y luego la oreja de mi hermana, y falto a todas mis promesas. La tengo medio sorda a la pobre. Como yo le digo: no llores, bolo humano, que el abuelo también está teniente y lo lleva de maravilla. Ahora que acaba el colegio se van a enterar, hombre, voy a estar todo el santo día pegando pitíos por los pasillos y ni castigos ni porras. Además, los labios se hinchan como dos bratwurst y me ahorro el bótox. Todo sea por gastar menos, que noto a Anasagasti preocupadísimo por los dineros que ha costado llevar a los titos, a la abuela y a estos dos a la boda en Suecia. Yo es que sigo mucho a Anasagasti porque me hace muchísima gracia. Se pone así como faltoncete con la familia y me parto la caja con toda esa atención que nos presta, que es que no tenemos otro seguidor más fiel. Deberíamos subvencionarle. O eso, o animarle a que se presente al concurso «¿Qué es un rey para ti?». El caso es que aquí ha ido todo quisqui al bodorrio menos yo, con las ganas que tengo de echarle el guante al hermano de la novia, que es guapísimo. Quería además ver de cerca a la tal Magdalena, que se la trataron de endilgar a mi padre antes de conocer a la famosa periodista que es ahora mi madre, porque dicen que es muy mona, aunque yo la veo parecida a Peggy en «Cerdada espacial» de los Teleñecos. Se lo dije al abuelo, que se quedó en tierra: que me lleven ahora que igual se acaba el chollo y nos extinguimos. Y me dio un pellizco doble. Imagino que ustedes ya se habrán dado cuenta de que en esta familia soy una mujer objeto. Se lo he dicho a mi madre, elevando un poquito la voz y levantando el dedo índice: Luego diréis que si la privacidad y que si tal y que si cual, pero llega el verano y soy un mono de feria. A mí, en realidad, no me importa salir en las portadas porque yo soy muy estrellona y además estoy pacomerme, pero lo que no soporto es que se me dosifiquen los saraos. Porque a mí no me molesta aparecer en el barco y lucir melena al viento y fondo de armario marinero, pero no hay derecho a que me chupe todas las regatas sin llorar ni nada y sin marearme, y vaya a misa sin gritar ni correr entre los bancos y luego vengan las Obama y yo me tenga que enterar por la prensa. Bien es verdad que esto pasa porque a mi padre le pilló la visita en Colombia y no pudo interceder por mi presencia en la comida que le dió el abuelo a esta gente, porque si llega a estar mi padre, me lío a berrear y vaya que si me llevan, já. Pero mi madre no tiene corazón. Le da igual ocho que ochenta y ocho y aunque me provoque hipo del llanto no cede, la muy estricta. El caso es que vino la mujer de Obama a vernos y por lo visto mide lo mismo que un pivot de la Cibona. Bendito sea Dios, qué hechuras, le he oído decir al abuelo. He estado leyendo que esta buena señora y su hija se han pegado cinco días de vacaciones a todo tren, incluido el avión presidencial, pero no seré yo la que ponga el grito en el cielo por la cuenta que nos trae a nosotros, que no estamos tampoco para dar ejemplo por esos detallitos. Pero en fin, me dejaron aparte y llevo unos días con un morro que se me puede atar con una manta, porque encima no me faltaba nada más que el regalito que nos dejaron. Unos peluches. Un peluche a mí. A mí. Eso a mi hermana, hombre, que es pequeña y oronda, pero yo ya estoy más para un brillo de labios o unas Ray-Ban Wayfarer. Pues no: un peluche. Claro, como ven en las revistas a mis padres besuqueándose románticamente, se deben pensar que todos en casa somos así de pastelosos. Y encima ahora se van de vacaciones. De vacaciones de qué, le he dicho yo a mí madre. De qué tenéis que descansar, criaturas, vamos a ver. Y me ha quitao la hucha y no me puedo comprar el Cuore. Se lo he soltado a mi padre (que con estas pataletas de su ojito derecho se viene abajo y sufre) y luego he pegado un portazo muy digna. «A mí me estáis quitando la vida. Ahora un libro sobre mi republicana madre. Qué será lo próximo que vea, eh. Que mi hermana se lía con Fran Rivera, el duro de pelar, que es ya lo que me faltaba. Pues nada, ahora voy y no duermo. O mejor, duermo y sueño y mañana estoy mala y va al colegio Rita». Pun. Portazo. Yo soy muy de portazo, ojo. Y me gustaría mucho colgar de malas maneras sin despedirme, pero a los teléfonos fijos no alcanzo sin silla y aún no me dejan tener móvil. Por qué. Pues no lo sé. Porque yo me podría retrasar perfectamente un par de horas al día con mis cosas y mis quedadas con el Ríchar, llamar a los escoltas para que estén tranquilos y aquí paz y después gloria bendita y yo a lo mío. Pues no. No puedo tener móvil aún, señores. Eso sí, me han metido ya en el colegio al sollo de mi hermana y bien que tengo que vigilarla en el recreo para que no coma bollería industrial. Que es lo que yo digo: siempre será mejor que se coma un cuerno o un canuto de chocolate a que muerda a un ser humano. Pues tampoco. Que cuide de ella que es pequeña, me dice mi padre. Ya ves tú, si es como una tuneladora, si podría descargarse el muelle del puerto de Alicante en dos viajes, la muy animal. Pues aquí me tienen. Todo con tal de no contarme lo del libro sobre mi madre, caracoles, que son capaces de mandarme interna como a Froilán, oigan. Pobre primico. Con los buenos ratos que hemos echado pegándonos patadas en las iglesias y con la de páginas que hemos dado juntos a las revistas de evasión, que dirían los finos. Pero vamos, que a mí el libro me parece una chorrada. Si hasta Peñafiel la ha defendido, que ya es para pensarse si denunciar a la editorial y al autor, por el amor de Dios. A mi madre le pasan estas cosas por tener personalidad y ser mona y por haber tenido una vida de las que se tienen normalmente antes de saber que vas a conocer a un principito, pero que no cunda el pánico, porque cuando yo llegue a su edad igual he pegado siete petardos de los mundiales aposta y me quedo más ancha que larga. Y lo mío sí sería gordo porque yo por lo visto voy para reina. Que es lo que le he dicho a mi padre. Para qué voy a ir al colegio si yo no lo necesito, que voy a ser soberana. Qué rollaco, macho. No me dejaron ver el episodio de «CSI Miami» donde salía Pau Gasol y pedí explicaciones a los sirvientes. Yo llamo así al servicio para estar insoportable y por encima, como corresponde al título, pero en cuanto se me encabritan, me pongo a llorar muchísimo, me acunan y se acaba mi reinado enano. Por qué, dije, no puedo ver a ese peazo español, prieto de carnes, saliendo en una serie extranjera y con un acento pasable, eh, vamos a ver, que me den una razón, que voy a ser la reina, concho. Pues lo que me dieron fue un azote y a la cama. Apareció mi hermana comiéndose unos torreznos con cuchara y en patatas revolconas y comprendí que lo que querían era dormirnos a ambas. A ella le dan comida para que llene ese espacio vacío, ese agujero negro, ese pozo sin fondo, y a mí, me acojonan. Ayer volví al colegio y estaba la clase que se partía la caja y yo le dije a la señorita que, o se proyectaba en filminas lo de Telecinco, o hacía unas declaraciones explosivas sobre la merienda de plátano podrido y, ojo, claudicaron, los muy mierdas, que diría Arturo, el Pérez Reverte. Me llevaron a un pupitre con un escudo, me sentaron con la espalda recta y me dijeron que Juanjo Puigcorbé se había enfadado porque no se reconocía haciendo del abuelo. Si Azcona se levantara de la tumba le daba un capón a este tío por vinagre y por mierda, también. Y por idiota, porque en sus películas estaba prohibido justificar la seriedad. Y me la pusieron la cosa, o sea, la serie. Nenita, dijo una voz, allá vamos, como el que te da la vez en el Dragon Khan. Así que acosté a mi hermana en agua salada como a un atún, me coloqué la almohada mariposa detrás del morrillo y me dispuse a seguir la historia de mis padres jamás aún nunca contada pero perpetrada. Ala mañana siguiente del desenlace, le fui a dar un beso al abuelo mientras trataba de contener la risa. A todo esto mi hermana, que come como un boxer, le pegaba un palo a la caja de Chiquilín. Noté que estaba la cosilla tirante porque nadie abría el pico y todos pasaban las hojas de los periódicos a tirones, así que, para romper el hielo, tomé la iniciativa. «Cuando yo sea mayor supongo que también podré decir “acojona”, ¿no?». De pronto oí que se corría una silla e intuí a mi madre abalanzarse sobre mí cual bala humana y me refugié en las piernas de mi padre, que, cuando me nota asustada, se viene abajo. Yo creo que me voy a divertir un montón con esto de la serie de la tele, porque de vez en cuando voy a soltar una puya, a ver cómo respira esta gente. Por ejemplo. Mucha verdura y poco toro, pero la abuela fuma como un notario. Je. Lo vamos a pasar guay. Le pediría refuerzos a mi hermana, pero no sabe hablar. Se pasa el día haciendo digestiones. Que no es manca la cuestión, porque cuando rueden mi historia tendrán que buscar a una niña esbelta y con pelazo para que me represente y a otra al contrario para ella. Hombre, también pueden contratar al mero Pancho, le ponemos unos leotardos y clavaíta. Teniendo en cuenta lo de mis tíos los perfectos, esos que viven en el extranjero, me espero cualquier cosa. Porque, vamos a ver, es que no hay actores rubios en España, por lo visto, por lo visto no quedan, no, tampoco debe de ser fácil localizar a unos niños rubios por ahí que hayan podido hacer de mis primos, no, todos color Farruquito. Pero en fin, tampoco me esperaba yo ver al presidente de la comunidad de «Aquí no hay quien viva» y ahí estaba, el buen señor, de mano derecha de la abuela. Lo mejor de todo ha sido saber y comprobar que mis padres le tiran a los aviones que da gusto, a pesar del disimulo del zumo de tomate. Que se lo he dicho a mi madre: tú mucha flexión matutina y mucho tipín y no soltabas la copa de vinazo, guapa. Resumiendo: que estoy castigada, aunque sea mi cumple. Cinco añazos. Y sin dar un espectáculo aún ni nada. Sin dar que hablar, no como otros. Ay, señor, sólo espero que esté ya muy mayor para hacer de niña Melody, la de los gorilas. Me largo, que me han dejao la versión del director.
Me ha dicho mi madre que a los Reyes hay que pedirles pocas cosas y por eso precisamente estoy escribiendo una carta larguísima y me estoy pasando quince pueblos. Para empezar y abriendo la lista, «Felipe y Letizia, la serie», pero en versión Tim Burton. Jejeje. Ains. Seguidamente, el armario entero de la Nancy Carbonero y de todas las presentadoras de deportes con novio famoso, que por lo visto se ponen las botas y empiezan a ser legión. Luego, un carro de supermercado que le sirva a mi hermana de camarera para el desayuno. Para el «sollo» de hermana que tengo he pedido un montón de cosas, ojo, que yo soy muy desprendida. El carro, un plato de torreznos, tres hogazas, panceta a cascoporro y un bono en Pronokal, porque se está poniendo que el Milán la va a cambiar por Cassano. Muy mona y todo lo que Vds quieran, pero tendrían que ver lo que me costó hacerme sitio para salir en la felicitación de Navidad, que es que ocupa la tía que ni un descargador de muelles. Yo, sin embargo, que soy una sílfide, salgo espectacular.
Empieza a preocuparme el mechón Grecian 2000, que yo creo que me lo tinta mi madre por las noches cuando estoy sopa, pero vamos, por lo demás, es que no puedo estar más tremenda. Con un poco de suerte llega pronto Pérez, se me caen los piños y dejo de tener esos colmillos crepusculeros tan alfileres, pero no me quiero obsesionar porque estoy «pa comerme».
He pedido también para el abuelo un contorno de ojos de los caros, que la otra noche le noté un poco neumático. No estuvo mal el abuelo, la verdad, aunque cada vez habla menos. Que es lo que yo le dije: a ver si para cuando me toque a mí voy a tener que mandar un telegrama, leñe. Y me ha «dao» mi madre un pellizco, porque aquí es que no se puede ser espontánea, la verdad. Que es lo que yo le digo a mi hermana. O sea, que tú puedes ser un tocino con patas y yo no puedo ser desenvuelta. Pero ella no entiende nada, la pobre, porque, de momento, sólo sabemos que traga. En fin, que han venido mis primos, esos que son todos iguales, y luego esos dos que son altos y tristes, y aquí estamos, pasando las fiestas tan ricamente. «¿Vamos a esquiar, pelotita?», me preguntó mi padre con cara de «enamorao». Odio que me lo llame, pero es Príncipe. Qué quieren. Pues un cursi, hijos míos.
Adivinen. Efectivamente: estoy castigada. Es la historia de mi vida, hijos, no hay día en el que esta gente no me monte un problema y me haga una montaña de un grano de maíz Bonduelle, que es el que devora mi hermana, la reina del carbohidrato, cada vez que el pediatra la pone a dieta. Y todo porque me pilló mi madre hablando por teléfono. «Hola, buenas. ¿Está la nadadora o ha huido despavorida dejando plantado al tito Alberto? Ah, que se lo ha pensado mejor, la pobre. Bueno, mire, que soy la rubia que sale siempre monísima al lado de los Reyes de España, la del mechón, y que sí que puedo ir a la boda, que esta gente mía es que es de un estirado y de un tiquismiquis que no hay quien la soporte. ¿Puedo llevar a mi hermana? Hombre, la ponemos boca abajo, le abrimos el sobre y sin enchufe, es un aspirador. Come bien y traga como un coche escoba. Incluso comida francesa, con lo mala que está. No. No devuelve, jamás. Otra cosa es que se ponga hasta las patas y un muslo invada otro país, avisen a la guardia fronteriza, oigan. Otro tema, mire. ¿Puedo llevar vestido sin calcetines? Es que mi madre no me deja aún, pero como ella no va, pues igual hago de mi capa un sayo. Ya. No, no, que lazo llevo, que no voy a ir como una mamarracha. Muy bien, pues entonces nada. Que le digan al tito Alberto que yo no soy rencorosa y que me da lo mismo aquella pregunta tan impertinente que hizo cuando nos iban a dar los Juegos Olímpicos porque yo, la verdad, suspendo la gimnasia. Hala, pues nada, hasta mañana si Dios quiere».
Total, que cuelgo y que noto dos ojos clavados en la nuca y era mi madre. Ya se pueden Vds. imaginar la que montó: que si un reformatorio, que si un campamento militar, que si ya no me va a pintar las uñas nunca, que se acabaron los pintalabios y que ya veremos si no me mandan interna a un colegio donde cortan el pelo nada más entrar. En fin, un dramón que no era para tanto porque me había acercado en un momento a Mónaco y habríamos quedado como unos señores. Pero nada, yo castigada y esta gente tratando de castigar al tito Alberto, con lo hermoso que está el tito Alberto y con la cantidad de ex novias que van a ir a la boda. Tú fíjate, cuando pensábamos que el tito no sólo no se iba a casar, sino que apuntaba a bata de cola. Ha venido mi padre luego a consolarme los lagrimones. Chiquitita, es que la agenda nos lo impide. Padre, más que los Grimaldi ya curráis, pero tampoco es de hernia de disco. Resumiendo: que, al final, me he «llevao» un azote.
Holaaaaaaa. Ea, pues ya estoy aquí. Después de un montón de meses castigada, amordazada, sin proporcionarme un instante de paz para contarles chismes, después de un verano infernal y de un inicio de curso que intuyo me va a condenar a un internado inglés con una estricta gobernanta en la puerta, comparezco a desahogarme, que ya no puedo más. Porque puede que Pocoyó lo flipe viendo diariamente bailar a una elefanta con mochila, pero es que lo mío no tiene nombre, españoles.
Lo mío es una ristra de sobresaltos con esta familia que Dios me ha dao, que esto es un sinvivir continuo. Porque Vds. no hacen más que quejarse y ponernos a caldo pero, ¿no les damos pena? ¿No les doy pena yo, que cargo con esta gente que no hace más que meterse en charcos y cometer penalti? ¿Les parece normal que personas que podrían vivir divinamente me tengan a salto de mata, sin poder disfrutar de mi reinito del futuro, sin permitirme soñar con mi armarito de Felipe Varela, sin tener un día en el que no se le salte a una un diente de leche? Que es lo que le he dicho yo en una carta al ratón Pérez: yo no quiero dinero, nene, lo que quiero es que me dejen tranquila, que, porque soy de metabolismo agradecido y estoy como una sílfide y la ansiedad ni me roza, pero mi hermana, con los nervios, va a ensanchar que aquello no lo remedia ni el photoshop de Terelu.
No hay derecho, oigan. Yo, este verano, ni se dónde he ido, ni si hemos estado todos juntos, si el abuelo aún nos aguanta, si la abuela ha pedido ya asilo en Harrods definitivamente o qué. Desde que el abuelo tiene chunga la pata, aquí es que no hay forma. Que si le duele sólo si está en España, que si por ahí danzando está como una rosa, que si prefiere andar sobre ascuas ardiendo antes que aguantarnos. Yo entiendo al abuelo, la verdad. Esta es la casa de tócame Roque y se van turnando para pegar petardos. Esta pareja mía de padres tiene también lo suyo, no se vayan a pensar. Se me ocurrió preguntar si era verdad lo que decía una revista sobre su crisis y para qué queremos más drama. Tres semanas sin dirigirme la palabra. Vino mi padre a advertirme que como siguiera largando por los pasillos de Palacio/Casa del Rey/ Casa Real/Casita del Príncipe/Zarzuela/ Palacio de Oriente y aledaños, mi madre, seguramente, entraría en parada cardiorespiratoria y me pilló subrayando con un rotu fosforito unos papeles de un bisnes que le quité al tito Iñaki. «Vaya tela lo de los Duques de Palma Arena», se me escapó en voz alta. Antes del infarto, a mi madre le ha dado tiempo a llamar al 11811 preguntando si quedan reformatorios abiertos.
A mí no me miren, que yo también lo he flipao. Es más, tengo seis años y creo que no hay día que no me levante sobrecogida. Y tampoco hay día que no me acueste castigada. Habrán comprobado que llevo meses callada como una muerta. En silencio. No lo hago queriendo. Voy por la vida prácticamente amordazada. A mI madre le falta nada más que llevarme interna al colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. O eso o te mando de refugiada con tus primos en Washington, dice. El caso es que esta familia, queridos, es un no parar de emociones, es una fuente inagotable para los humoristas, una inspiración para el chiste fácil, un oasis contra el aburrimiento del republicano medio. ¿Cómo es posible que haya un escalón en un safari? Se lo he dicho a mi padre esta mañana: no hacía falta tampoco que el abuelo se rompiera la cadera para evitarse la pitada de la final de la Copa del Rey, que es que se os va la mano enseguida. La verdad es que se ha montado una muy gorda porque estaba el hombre cazando en Bostwana, pero yo no lo veo tan grave. Se ponen Vds. como lobos por unos elefantes de nada, cuando el que debería estar como una hidra es Juanjo Puigcorbé. Ya me contarán con qué cara llega ese hombre a la segunda temporada de la serie. O Marisa Paredes, con un personaje al que todo le pilla fuera. Hemos tenido, no obstante, mucha suerte. Nos coge lo del abuelo y el primo con el copago sanitario y se nos va el presupuesto a hacer puñetas. A los monárquicos no se lo ponemos fácil. Mecachis, con lo campechanos que somos.
Anda que se quejarán Vds. Anda que no se están pasando unos meses de risas a nuestra costa. Anda que no les damos argumentos para pasarlo pipa, so mezquinos. Eso sí, a mí me tienen más muda que a Belinda y llevo todo el verano callada como una muerta pero, ojo, posando divinamente. Se lo he dicho a mi padre. «Heredero: yo creo que me usáis, que utilizáis mi belleza para despistar. Voy a empezar a cobrar por portada y a lo mejor me abro una cuenta en Suiza». A mi madre le han salido de pronto sapos y culebras de la boca e inmediatamente me ha puesto de ejemplo a mi hermana-sollo que es muy buenina y que ya han visto Vds que está muy alta. Otra cosa diferente es que haya estilizado la pobre. La verdad es que llevamos unos meses muy entretenidos, para qué negarlo. No llegamos a lo del primo Harry en Las Vegas pero porque no nos hemos puesto a ello. Nosotros somos más de Botswana, Andorra, cosas así. Somos más de puertas para adentro, de montarla sin que nos hagan fotos ni nada. Y cuando nos las hacen, pues cogemos el coche del Vaquilla para salir de casa como el tito, o de pronto, vamos vestidos de punta a cabo de Amancio Ortega como la tita y santas pascuas, pobre gente. Ahora han montado Vds, pueblo llano, otra muy gorda con el episodio del abuelo y el chófer. Que es lo que yo le he dicho a mi padre. «Mira bien, no vaya a ser que la nueva reforma laboral admita el manotazo al empleado». Me ha dicho mi madre que estoy de reformatorio. Hartita me tienen.
Sosa. Sosa, yo. Esto ya es lo más grande. Ahora resulta que soy una sosa, según mi señora madre. Y va y lo suelta con aquello lleno de gente. Sosa. Yo, sosa. Como si ella fuera chispeante, no te fastidia. Eso por no hablar de mi padre, que tiene la gracia por castigo. He visto funerales de Estado mucho más alegres que estos dos, pero ahora resulta que soy yo la sosa. La próxima vez que me vayan a dejar suelta por el colegio, eh, lo prometo, me voy a meter el dedo en la nariz hasta que se me deje de ver el índice, hala. O mejor, voy a decirle a mi padre que me deje hablar. O me lío a decir tacos y me quedo sola. De esto a mi hermana no le puedo decir nada porque si yo soy sosa ella es directamente una esponja de baño andante, pero vamos, que la venganza va a ser de traca. Pues seré muy sosa, pero mira cómo me usan para la portada de la web, que luego no se podrá enseñar a los niños pero a mí ni me han puesto dos tomates en los ojos ni nada. Eso sí, estoy divina. Le doy un barniz a la página esa impresionante. Lo demás es un truño, desde aquí lo aviso. Y aviso también de que se van a hartar los súbditos de mi madre, los vestidos de mi madre y los recogidos de mi madre. Cumplen años y se ponen como bobas, oyes. Sosa. Sosa yo. Así como si a ellos no les viniera bien que hubiera alguien en esta familia que pecara de prudente. Estos campechanos es que son superingratos. Puag.
Acabo de llamar a La India. «Que se ponga Arístegui, oiga», he dicho muy seria al propio que ha cogido el teléfono. «Que se ponga el embajador, que soy reinita». Yo tengo mucha confianza con Gustavo y me gusta mucho la boquita que pone para hablar francés y su pelo de color jabonero. Como siempre, me ha tocado solucionar el asunto de la estampida de elefantes que se produjo nada más aterrizar el abuelo. Dicen que los vieron salir pitando sobrecogidos a esconderse en la selva y que no han pegao ojo esas criaturas en los días que ha durado la visita. La verdad es que el abuelo es muy entretenido y cada vez que sale o entra monta un pollo que tiembla la sota de oros. Ains, qué hombre este. Ahora ha soltado que como fuera de casa en ningún sitio, porque dentro está el pueblo de un triste que dan ganas de hartarse de llorar. Se lo he dicho a mi madre: eso no es así del todo, que el tito Iñaki ya se encarga de que nos riamos un montón. Me ha puesto seguidamente un rato de cara a la pared y me ha amenazado con cortarme el pelo, que sabe que es por donde me puede chinchar y hacerme rabiar un montón. De pronto, se me ha venido a la mente Magdalena la sueca, esa que decían que gustaba al personal para casarse con mi padre, y he pensado que no me puedo quejar. Ha resultado morena, frescales, y con algunos rasgos parecidos a Peggy, la cerdita teleñeca, con lo que mi hermana pesaría ahora el doble. Te digo yo que aún me tengo que dar con un canto en los dientes de leche.
Cuando tengan Vds. un ratillo libre, pueblo ingrato, háganme el favor de pasarse por una comisaría y denuncien mi desaparición. Se lo pide su futura reinita, bellezón de melena rubia a la que su familia mantiene oculta y con bozal y que se pasa las horas muertas asistiendo al crecimiento desmesurado de su hermana, esa persona que se ha empeñado en sacarme dos cabezas en cuanto me descuide gracias a un apetito que no lo iguala ni El Tenazas. Luego me pedirán que sonría en las fotos de las vacaciones hasta que se me oxiden los pendientes, pero cualquier día de estos me rebelo y saco malas notas aposta. Que me tienen muy harta. Estoy loca por que me castiguen como al primo Froilán y me manden de monitora a un campamento, con lo monísima que estaría yo de monitoría con las rodillas llenas de costras y los brazos de picaduras de mosquito. Que yo pido poco, que yo lo que pido es que acabe este secuestro y me dejen salir aunque sea con la abuela a que me piten los mineros. O que el abuelo me hubiera llevado a Marruecos, que fueron ciento y la madre y resulta que no puede ir servidora, qué casualidad. Lo que hubiera yo disfrutado con Mohamed y sus gafas de sol, que más que un rey parece La Niña de la Puebla. Pues nada, encerrada como una pantera. He leído, por cierto, que mi abuelo ha dicho que ahora va a pensar sólo en él y en lo que sea bueno para él y le he preguntado a mi madre si es que en algún momento ha dejado de hacerlo. Huelo a internado inglés que tiro para atrás.
Bueno, pues nada. Ya estamos en Mallorca. Habrán visto por las fotos que tengo las piernas tipo top model brasileña. Lo que hay al lado es mi hermana So y debajo de un sombrero está la tía Elenita. Mi look marinero es envidiable, lo sé, pero de poco me va a servir tener el tipín que luzco porque me acaba de castigar mi madre. Esta familia, de verdad, es que tiene muy poquito sentido del humor. Se me ocurrió decir que ya estaba tardando la tía Cris en llamar a Bárcenas a preguntarle qué tal se come en Suiza y a que le recomendara la caja de ahorros que regalara una vajilla con la nómina y el plazo fijo y noté los ojos de mi madre clavados como una daga en mi nuca. Aquí no se puede abrir la boca, ya ven Vds. Aquí no se puede más que poner sonrisa hasta que se le oxiden a una los pendientes y posar como si estuviera disecada. No se crean, que ya venía amenazada con no pisar la calle desde Madrid. Se me escapó una carcajada a destiempo. «Iñaki prefiere quedarse en Barcelona» decía por teléfono la abuela. Comprendo que mi risotada quizá fue un poco ordinaria y poco apropiada para mi condición, pero vamos, es que estoy esclavizada en esta casa. Cualquier día se me va la cabeza y acabo como Marta Luisa, la de Noruega, casada con un chiquilicuatre y que ahora resulta que ve ángeles y que es clarividente. A mí me pasa también. La clarividencia me está fastidiando la «juventú». A ver si se me nubla la mente y me dedico a la pamplina infantil. Hala, que me toca un rato de cara a la pared, majos.
Se quejará Vd. luego, pero he tenido menos vacaciones que un pobre de los de pedir. Estamos en un plan que cualquier día de éstos me ponen en agosto a coser balones o a vendimiar. Qué barbaridad, qué escueto todo. Se lo dije el otro día a mi padre: el abuelo se podía haber esperado veinticinco años o treinta para renunciar al barco, que es que no pensáis nada más que en vosotros, oyes. Porque este verano, en vez de estar luciendo tipo por esas aguas, con mi pelazo al viento, ya han visto que me han sacado para ir a una granja. Yo, en una granja, já. Pues eso es lo que he pisado la calle. Que encima volví de la visita llena de pellizcos de mi madre, que se empeñó en que había que enseñar dientes para las fotos. Eso sí, con esto de que me han devuelto a Los Madriles me he quitado de encima a los primos estos rubios jartibles que tengo, que estoy loca porque se larguen a Suiza y nos dejen ya tranquilos. Por cierto, en lo del pincho moruno voy con Pipe, más conocido como Froilán El Enterrador en el Pressing Catch. Poco le dio para mi gusto al otro. Además, que ni hubo sangre ni nada, o sea, que no fue para tanto. Mi hermana, por ejemplo, que se estaba poniendo como El Tenazas a palitos de merluza, ni se coscó del tema. Ahora le han mandado al pobre a Sotogrande con los pijos y con el tito Mari, pero yo creo que lo que quieren es que esté cerca de Gibraltar, por si hay que ponerse a repartir collejas. Me voy, que tengo el Tuenti ardiendo.
Ains, qué bien se está sola, así, de reinita total por los pasillos. Sin nadie que te pegue pellizcos cada vez que dices algo chisposo, sin tener unos ojos clavados siempre en la nuca. Se lo dije a mi madre el otro día: a ver si viajas más con mi padre, que estáis dando otra vez un canteo gordo con tanta libertá y tanto espacio, coño. Me cayeron tres semanas sin pisar la calle, sin el «Cuore» y sin Tuenti, pero como se han ido, estoy saltándome todo a la torera y chinchando a mi hermana todo el rato. El caso es que los tengo en Argentina desde hace unos días, con mi padre paseando ese porte que Dios le ha dado por aquellos mundos y con mi madre luciendo dientes y melenón y ausencia de lorza y mejillas pronunciadas. Porque mi madre tiene unas mejillas que cualquier día la contrata un ballenero para ir haciendo huecos entre el hielo. Antes de ponerla en el avión, le encargué que le dijera a Ana Botella que hay planchas para el pelo muy fáciles de usar, y mascarillas para las puntas abiertas, y horquillas y gominas y un sinfín de complementos capilares que ayudan a disimular los efectos del Río de la Plata en los cabellos foscos. Yo hubiera querido ir, pero he preferido empezar el colegio en condiciones. Es que el mandarín lo llevo regular. Y luego está lo de los titos. Alguien tiene que ocuparse de coger el teléfono cuando llame gente preguntando por el pisito de Pedralbes. Sí, tiene terraza-lavadero y la cocina es a butano. Puerta blindada, primeras calidades. Precio a convenir. Les dejo, que tengo taekwondo extremo.
Que risa el viernes, eh? Les voy a decir una cosa: luego se quejaránn Vds. y tal, pero no puede tener más arte esta familia. Si no fuera por nosotros, vivirían mucho más aburridos y mustios, así que ya está bien de tonterías, que somos súper entretenidos. Lo dicho, lo que me pude reir. Y eso que por la mañana no tenÌa yo la cabeza centrada. Me dijo mi padre: hoy viene Koke el del Atleti a verme pero te tienes que ir al colegio. Total, que no di pie con bola. Porque esta es otra. Mucha reinita y mucha cosa pero una no se puede quedar en su casa a ver a Koke, no. Menos mal que luego el dÌa se arregló. Menos mal que se enderezó la cosa con lo del abuelo y se me pudo cambiar el carácter. Madre mía, qué risa. Esos confidenciales diciendo que se habían activado los protocolos de seguridad, esos periodistas hablando de Houston, esa gente loca por la abdicación, esas fuentes bien informadas, esa emoción general. Oh, qué maravilla. Que día dimos, y que gracia tenemos, por favor. Se lo dije a mi padre: yo hubiera cerrado el espacio aéreo de broma, a ver qué pasaba. No gustó la idea, no entiendo por qué sobre todo a mi madre, que me tiene censurada. La otra tarde también tuvimos pollo. Vino la tita Máxima y el tito Guille y se me escapó un hay que ver que lustre, espero que aprendáis y para qué queremos más. Las primas no vinieron, una pena. Guapas no son, pero es que llegar a mi nivelazo no es fácil. Me voy, que tengo que seguir leyendo especulaciones.
Perdonen que insista: se puede estar más mona, más elegantona, más impresionante que servidora? Vds. me han visto con mi melenón y mi camisetilla marinera, visitando al abuelo? Se lo dije a mi padre: Menos mal, hijo mÌo, que me tenéis a mí, que adorno por donde paso. La otra es mi hermana, efectivamente. No está mal tampoco, pero yo soy más alta. Ella tiraba un poco al principio a caballo de picar pero se ha ido estilizando y
ahora me trata de imitar. Ya han visto que le ha salido el mechón ese tan estiloso que tengo yo en el pelazo, pero vamos, que aún le queda para igualarme. De momento va por la vida como Belinda. Muda, la pobre. Yo tengo ya, sin embargo, un discurso muy elaborado. El viernes ya pude decir unas palabras a los súbditos periodistas. Está muy bien el abuelito, solté. Y el personal babeó. Estuve a punto de añadir mirando a mi padre ‘dejame hablar’, pero mejor no removamos episodios pasados. El caso es que fuimos a ver al abuelo, que está muy gracioso con el andador. Mejor carácter no ha ‘echao’ estos días, no vayan a pensarse que el médico gallego ese que vino de América hace milagros. Le llevamos unos dibujos que nos obligó a pintar mi madre a base de pellizcos y que tuvimos que cambiar a última hora porque yo puse demasiados elefantes y parece que eso no cae bien en esta familia. Total, que todo bien. Ahora le estoy enseñando a mi hermana a decir ‘abdicar’, para que lo suelte así como de indirecta la próxima vez
que veamos al abuelo, a ver qué pasa. Jo, es que me aburro.

He llamado a los primos de Suiza. No me pregunten Vds cómo se llama cada uno de ellos porque no los distingo entre sí. Yo sé que son cuatro y uno es una nena, pero no me pidan más detalles porque yo no puedo estar a todo y menos con esa gente que son fotocopias. Bueno, el caso es que he llamado. «¿Está el primo, con perdón?». Y se ha puesto uno. No sabría decirles cuál, pero se me ha puesto al teléfono uno de los primos rubios esos. «Oyes, una cosa te voy a decir: no estéis preocupados. Aún hay esperanza. Mira Julián Muñoz, que va a estar un ratillo en la cárcel». Me ha pillado mi madre. No ha caído bien mi conversación con Ginebra, para qué nos vamos a engañar. Menudo drama. Que si me van a llevar a un internado, que si sigo así voy a acabar como Carlota de Mónaco, que si no ganan para disgustos, que si tal y Pascual. En resumen y para no aburrirles: que me he quedado sin Reyes. Me han entrado unas ganas locas de hacer un chiste con la frase pero no está el horno para bollos; así que, nada, me he peinado con el cepillo de los zapatos y me he ido a ver al abuelo, que está correteando por los pasillos a ver si vuelve pronto a los escenarios. Comer come fenomenal, así que esa preocupación parece que no hay que tenerla. Total, que lo del desfile le toca a mi padre, que en uniforme está muy agradable de ver. Le he pedido que me ponga en Neptuno, donde las autoridades, pero por si pasa Koke. Ains, qué nervios.

martes, 23 de julio de 2013

Corina, arte de amar - Raúl del Pozo



Corina, arte de amar - Raúl del Pozo
En Vera (Almería) se ha batido el récord de baño nudista con 729 personas sin ropa en El Playazo. Era el día del despelote. Algunos de los que iban en porreta llevaban de hoja de parra libros de auto-ayuda: Naked o El arte de amar de Ovidio. Esto indica que no todos participaban en el torneo en plan acratones, invocando el amor al aire, al mar y a la tierra; algunos querían ligar porque el poema latino no está dictado por el amor verdadero sino por el impuro, hijo de la golfa y vagabunda Venus.
Ovidio conecta con una sensibilidad posmoderna que ya se despelota contra los sermones de logia de los calvinistas del norte y los puritanos del sur, los de la necedad del relativismo moral. Este año se hallaron las 17 estatuas que inspiraron su Metaformosis en la villa de su mecenas, Valerio Mesala, se han hecho con sus obras ballets, montajes teatrales en Itálica y en otros lugares del Imperio Romano.
La gente huye al mar por miedo a que Madrid sea Detroit, a buscar chupetín y mandanga. Dicen los moralistas neoliberales: «No hay una comida gratis». Tienen razón, pero sí son casi gratis los dísticos elegiacos de Ovidio, ese gran tratado de seducción para hombres, mujeres, mariposas y perros en la hora de la siesta del adúltero.
La estrella que inspiró al divino Ovidio fue Corina (diminutivo de virgen en latín), el icono imperial, amante con papagayo que al morir dijo: «Adiós, Corina». La cortesana enseñó que el enamorado es siempre un general que ha de hacer de soldado en el relente hasta que cante la alondra. Le demostró que el amor es más babilónico cuando hay engaño y traición. El papagayo murió asesinado por el servicio secreto, con una nuez envenenada, una tarde de estío. Corina, con la túnica suelta, su cuerpo y el cabello en los hombros esparcidos, hizo hablar al acompañante: «Tiré de su camisa, aunque no era menester por ser delgada» .
El gran poeta de los Abruzzos era volatinero, echaba cada día los dados de Eros, colmó el siglo con sus tretas amorosas. Enseñó a las mujeres romanas a burlar a sus maridos escribiendo billetes de amor en el baño con signos de leche recién ordeñada que se podían leer después echando un polvillo de carbón. Octavio Augusto lo desterró probablemente porque el poeta sorprendió al emperador practicando incesto con su hija. Y él, encima, lo alabó.
Puede perdonarse el elogio a un príncipe que nos mima –escribe Voltaire–, pero no merece perdón el que trata como a un dios al príncipe que te persigue y te destierra para toda la vida. A pesar de eso, llévense El arte de amar junto a la crema solar.

A-‘luci’-nante - Fernando Sánchez Dragó



A-‘luci’-nante - Fernando Sánchez Dragó
EL PROBLEMA de España no es la crisis, sino lo que la origina. Si nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros jóvenes y nuestros adultos –yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos– siguen sumergidos en vomitonas carroñeras como las que a diario vierten sobre su piel porosa los telemonstruos, nunca levantaremos cabeza.
De nada van a servirnos las reformas sin sanear los cimientos del edificio. La crisis lo es, fundamentalmente, de valores éticos y estéticos, de cultura, de educación... Unámonos todos –los de la ceja y los de la caverna, los del centro y los de los extremos, los indignados y los resignados, los republicanos y los monárquicos, los ateos y los creyentes– contra la tele tóxica, que es hidra de muchas cabezas (¿cabezas? Es un decir) y látigo de muchas colas. Ninguneemos sus programas. Cerremos sus espitas. Manejemos el mando a distancia como si fuese una tizona. Está en nuestras manos conseguir que la audiencia de tales bazofias sea de encefalograma plano, por más que lo de encéfalo, aplicado a ellas, sea sólo una metáfora piadosa. Exijamos un ejemplo moral a las empresas que financian la conjura de los necios. Muerta la publicidad, se acabó la rabia.
Viene este arrebato a cuento de lo que el jueves por la noche, mientras zapeaba distraídamente antes de conciliar el sueño, se materializó ante mí. Bien me está, porque era Telecirco (con erre de erre que erre, pues siempre está a la altura de sí misma). Y me disponía ya a apagarla como si hubiese visto a Pateta cuando apareció, saliendo de una carpa con una esterilla al hombro, una escritora que había llegado hasta allí huyendo de los inspectores de Hacienda. Ya saben, supongo, de lo que hablo. Me quedé por curiosidad de gremio y caí absorto, abducido, hipnotizado, horrorizado... La atracción del abismo. Fue a-luci-nante. Se hablaba de supuesta masturbación –chicoleaba también por allí la inevitable y olvidable Hormigos– practicada en un saco de dormir por un chaval gallego con otitis, apnea, obesidad y una arroba de cerumen (ya extraída) en cada oreja. Las tenía como coliflores. Jamás he visto nada más abyecto, más encanallado, más vulgar, más cruel, más vil, más indigno... Ignoro cómo se llama ese espacio, pero sé cómo debería llamarse: La isla del Doctor Moreau. ¿Y por qué no Auschwitz?
Lucía, coge otra vez la esterilla y sal corriendo. Te lo digo por tu bien. Y si notas olor a gas, no te inquietes... Será el de los cuescos.

El aliento y la conciencia - José Luis Alvite

El aliento y la conciencia - José Luis Alvite

No entiendo la razón por la que está mal visto hablar de sexo sin convertirlo en una asignatura o en una patología. Hay sexo detrás del éxito de muchas personas y lo hay también en la explicación de sus fracasos. El del sexo es tal vez el único placer que no mejora al contarlo. Hay un sexo familiar y medicinal que explica muy bien Bernabé Tierno, y un sexo tórrido y pecuario para el que casi nadie tiene el vocabulario necesario para contarlo. Mi amiga D. me reconoció una noche haber hecho con la boca cosas que ni sabría pronunciar y dijo también que jamás iba al dentista al día siguiente de una aventura por miedo a eructar. Le resultaba incómodo que su dentista averiguase su sexualidad por el aliento. Con razón decía mi amiga que su ruptura con C. le había dejado hermosos recuerdos y un mal sabor de boca. El pudor que a ella le producía el dentista, se lo causa a los creyentes el confesor. Tradicionalmente, la religión ha presentado el sexo como una flaqueza, incluso como una bajeza moral. Yo jamás lo he considerado de ese modo y el sexo no figura entre los motivos de mis numerosos remordimientos. Lo que de verdad me preocupaba era que las manchas que no salpicaban mi alma fuesen a parar a la tapicería del coche. Los poetas siempre han visto el sexo de otro modo, con profilaxis y mucho jabón, con flores, madreselvas y alegorías, sin fluidos, y, claro, al final se les parte el corazón porque su chica se va con el tipo que no puede garantizarle un lugar en el Olimpo, pero tiene para ella un catre con culera en la cabina del camión. Yo he evitado siempre la tentación lírica del poeta en su relación con el sexo. Como le dijo a un amigo mío una fulana, «cuando te hayas largado, de tus mejores frases sólo recordaré con nostalgia el chupón del cuello».

lunes, 22 de julio de 2013

Pupilas de cuarzo - José Luis Alvite

Pupilas de cuarzo - José Luis Alvite

Lo hacía cuando era niño y aun lo hago con frecuencia. Me sentaba frente a un paisaje irreprochable, y cerraba los ojos para que el panorama se volviese aún más deslumbrante al tratar de recordarlo. Reconstruido en mi memoria, el paisaje resultaba entonces un mar fosco y amarillo lamiendo la comisura de una campiña azul, uno de esos paisajes que me confirman que el privilegio de la realidad mejora si en su contemplación irrumpe esa ceguera transparente que nos permite el capricho de redondear el catastro de la realidad con la dimensión inefable del Arte, como cuando en los días cambadeses de la siembra cerraba los ojos para recordar aquel arado romano tirado frente a mi mirada por un par de toscos bueyes azuzados por el látigo rojo de un obispo sarraceno y calzados con sedales patas de caballo. Si el paisaje era la gramática de la realidad, aquella deliberada ceguera momentánea resultaba ser su literatura, la maleza incandescente que brotaba en la oscuridad hipermétrope de mis ojos, como una buganvilla que medrase encamarada en las llamas que cada verano calcinaban una parte del bosque. Después medraba como lana la penumbra, se cerraba a mi alrededor la noche y volvía a casa pisando por la retina de los ojos sobre la viñeta arrugada de aquel paisaje fértil y literario en el que a mí me parecía que las mujeres recién paridas amamantaban a los bebés y a los perros mientras las cuadras se iluminaban con aquellos cerdos biselados e incandescentes por cuyo interior volaba en llamas un aforismo de mariposas ciegas. No he cambiado mucho desde entonces. Todavía cierro los párpados para mejorar lo que veo. Y si no acierto, no será porque no lo intente, sino porque se me abren los ojos cada vez que ladran esos perros neófitos e invertebrados que buscan amamantarse arrimados como reptiles al cadáver de una mujer con las pupilas de cuarzo y la leche de leña.

sábado, 20 de julio de 2013

«Ironman» - Ángela Vallvey


«Ironman» - Ángela Vallvey
«Ironman» es la prueba más exigente del «triatlón», hay que ser triatleta para intentarla siquiera. Iron Man es, por su parte, un súper-héroe de la Marvel que ha sido interpretado en el cine por Robert Downey Jr, un actor que ha tenido problemas con las drogas desde que era un niño, cuando fumaba marihuana junto a su padre. A otro chaval, el hecho de que su padre le ofreciese narcóticos seguramente lo habría alejado para siempre de las drogas, pero Downey, según él mismo confiesa, las ha visto como un vínculo emocional con su progenitor y ha mantenido tempestuosas relaciones con ellas a lo largo de su existencia. Ha fumado crack, esnifado cocaína, consumido heroína, alcohol, metanfetaminas... Le ha faltado poco para hacerse cubatas con el lavavajillas. Después de tener problemas con la Ley a causa de sus adicciones y de convertirse en un actor «de riesgo» que estaba a punto de dar al traste con su carrera y, lo que es peor, con su vida, un día ingresó en un centro de rehabilitación y se mantiene limpio desde entonces. Incluso ha llegado a convertirse en el actor mejor pagado del mundo. Su especialidad interpretativa son los súper-héroes. Él mismo tiene algo de súper-héroe: escalar desde el fondo del pozo del alma hasta llegar a la cima es propio de un triatleta del espíritu.
Marco Aurelio decía que para la piedra lanzada al aire no es ningún mal caer al suelo, pero que tampoco le resultó ningún bien subir tan alto. Lo peor es cuando la piedra se hunde en el fango. A veces somos como esa piedra: o nos lanzan demasiado alto y luego resulta duro volver al suelo, o nos sumimos en el lodo de la vida. Downey es la demostración de que podemos volver a nuestro sitio.

Tendal con blusas - José Luis Alvite

Tendal con blusas - José Luis Alvite

Aquel amigo de mi infancia se quedaba mirando al cielo porque a veces pasaba rasante un piloto del Aero Club y creía que podría verle las bragas a la avioneta. Luego se decepcionaba porque decía que el maldito aeroplano llevaba pantalones. Yo me conformaba con sentarme en un prado a las afueras y mirar cómo clareaba al sol la colada de las mujeres, que era un ajuar lúbrico, una yeguada de lactosas hembras de lino que me ayudaban a imaginar cosas que pudiesen costarme la suerte de ir al infierno por culpa de aquel prematuro placer. Me gustaba la ropa modesta y encinta de la mujer madura, aquellas blusas cacheadas a granel por un viento lascivo que arrastraba hasta los tendales el aliento de los cerdos, el oleoso membrillo de las ingles de las beatas y el calostro sobado de las vacas. A veces corría detrás del viento que acababa de pasar por los tendales, le daba alcance, cerraba los ojos y aspiraba de nuevo el aroma jabonoso y genital de la bendita pañolada de blusas mientras en alguna cocina escapaba desde la radio por la ventana la voz venérea y hormonal de Gloria Laso cantando «Luna de miel». En verano a tía Pepita no le gustaba que yo me aficionase a los tendales y me buscaba ocupaciones para que no saliese a los prados. Entonces me quedaba en casa y miraba sujetas con pinzas en el tendedero del patio aquellas otras blusas asexuadas y penitenciales, insípido ajuar de holgadas prendas abaciales que a mí me parecían la ropa interior de Churchill mezclada con los bombachos de campaña del general Bernard Montgomery, aquel tipo flaco y relamido que se perfumaba en la sala de banderas hasta dejar el rostro guisado, inflamable y ofidio. Y por la noche me dormía preocupado por el riesgo de que Dios notase en mi aliento aquel turrón de lujuria con olor a vientre, a mercería y a pecado. (A Ramón Arangüena)

viernes, 19 de julio de 2013

Tontos de verano - Antonio Burgos


Tontos de verano - Antonio Burgos
He aquí una primera aproximación al Catálogo de Tontos de Verano, que prometo ampliar.
Como los tintos de verano, bebida espumosita y valdepeñística con nombre de chirigota gaditana, los tontos de verano. Son legión. Como las citadísimas bicicletas, los tontos son para el verano. Un tonto, en verano, se ve venir desde más larga distancia que en invierno. El tonto de verano salta más a la vista que el tonto de entretiempo. Si para el invierno consagré la clasificación entomológica de Tonto con Balcones a la Calle, el de verano es un tonto con los balcones abiertos, para que le entre el fresquito. Sin agotar la nómina, he aquí una primera aproximación al Catálogo de Tontos de Verano, que prometo ampliar en próximas entregas con la colaboración siempre impagable de mis lectores:
El tonto de la botella.- Suele ir en pantalones cortos y chancletas, pero se le reconoce por la botella de agua mineral que siempre lleva en la mano. El tonto de la botella ha oído en los consejos médicos para el verano que hay que hidratarse y lo sigue al pie de la letra. Porque el tonto de la botella no bebe: se hidrata. Existe una versión femenina del tonto de la botella, resultado de la obligatoria paridad: la tonta del botellín. En vez de la botella en la mano lleva el botellín de agua mineral dentro del bolso.
El tonto del bronceador.- Este se ha aprendido perfectamente lo del melanoma y menudo coñazo te pega con el peligro del melanoma cuando te ve extenderte el bronceador normal y corriente que te has comprado. Para el tonto del bronceador, el bronceador de toda la vida no es bronceador: es el protector solar, ¡toma ya! Y la bronca te la pega como uses un protector normalito, de factor 5 o así. Como no sea de factor 30 o factor 50, prepárate para la monserga del melanoma que te va a colocar el tonto del bronceador. Y por el contrario, haz la prueba: dile que usas un Protector Pantalla Total, que seguro que te da un homenaje y hasta te canta «El Veranito», la canción en plan León y Quiroga con música de Georgie Dann y letra del Cortinglés.
El tonto de la hoja de reclamaciones.- El tonto de la hoja de reclamaciones se lo pasa mucho mejor en verano que en invierno. En invierno protesta menos. Pero en el verano está en todo lo suyo. Te lo encuentras en el chiringuito, en la agencia de viajes, en la recepción del hotel, en la oficina de alquiler de coches, siempre dando por saco, formando cola de los otros clientes que esperan, hasta que el tío sale con cara de satisfacción tras exigir sus derechos en la hoja de reclamaciones que ha presentado, y que suele ser de un papel con el mismo uso que el Renova o el Scott.
El tonto del refrescante.- Es un tonto exclusivo que tienen para el verano las agencias de publicidad. Derrochan tanta imaginación (¡por aquí, mira cómo se me ha quedado el dedo!) que todo te lo venden como refrescante: la película más refrescante, el programa de televisión más refrescante, la bebida más refrescante, el viaje más refrescante... La que tenéis que refrescar es vuestra imaginación, so tontos.
El tonto con niños en Inglaterra.- He comprobado para qué mandan los niños a Inglaterra estos tontos. No para que estudien inglés, sino para que el tonto con niños en Inglaterra pueda presumir diciéndote que los ha mandado. La antitítesis del tonto con niños en Inglaterra era mi recordado amigo Eduardo Osborne, que decía: «No, yo no mando a los niños a Inglaterra para que aprendan inglés; los mando para que por lo menos aprendan a hablar bajito como los ingleses...»
Tontos de verano, tontos con suplemento de vista al mar. Y eso que no he hablado del que ayer tuvo su día de gloria: el tonto forofo de José Tomás, al que los toros le suelen importar un ca...tálogo de tontos de verano.
El tonto del crucero te lo explica, escala a escala, puerto a puerto. Y te quiere convertir a su fe naval. Como la cocina de mercado, son tontos de estación. Tan diversos y abundantes, que el otro día se me quedaron tontos en el tintero, más otros que me catalogan los lectores:
El tonto de las sardinas.- Presume de que sólo él conoce dónde ponen las mejores sardinas asadas. Se les ve venir, porque nada más que te ven, te espetan (y nunca mejor dicho lo de espetar, por los espetos): «¿A ti te gustan las sardinas?» Y te otorgan el inmenso favor de sus conocimientos: «Pues yo te voy a llevar ahora mismo a un sitio que es donde ponen las mejores sardinas del mundo.»
El tonto que no pisa la playa.-Los tontos que en pleno litoral tienen a gala no pisar la playa son como Carlos Herrera con la Feria de Sevilla, pero de verdad: «Mira, es que como tenemos un apartamento de primera línea tan bueno, me pongo en la terraza con mi butaquita y con mi cervecita y mis tapitas, y como corre esa brisita marinera tan buena, es mucho mejor que bajar a la playa, sin tanta gente, estás allí en la gloria...»
El tonto del crucero.- Lo malo del tonto del crucero es que te lo explica, escala a escala, puerto a puerto. Y lo peor, que te quiere convertir a su fe naval: «Todavía estás a tiempo de hacer un crucero, los están dado baratísimos; a ti te encantaría, y a Carmen tu mujer, ni te cuento, con lo que le gusta a ella un bufé libre...» No te explica en cambio el horror de las manadas de horteras en camiseta sudada que van en esa especie de Benidorm flotante que son los masificados cruceros. (Hay subespecies del tonto del crucero: el tonto del Caribe, el tonto de los fiordos, el tonto de las islas griegas, etc.)
El tonto jacobeo.- Acaba de hacer el Camino de Santiago y, como el del crucero, va y te lo cuenta. Enterito. Día por día. ¡Las ganas que tienes de que el tío llegue a Santiago y le dé por fin el abrazo al Apóstol, con tanta parada y fonda y tanta confraternización con aquellas chicas de Murcia con las que coincidieron y cuya foto te enseña en el móvil, qué tías más feas! Y por supuesto, el proselitismo: «Tenías que hacer el Camino de Santiago, verías cómo venías nuevo...»
El tonto progre del flamenco.- Desde que a Bibiana Aído la enchufaron en la Agencia del Flamenco, el cante ya no es algo reaccionario de los señoritos, sino lo más progre. El tonto progre del flamenco no se pierde un festival, como el otro con Ava Gardner, para contártelo. Con muy mala cara y grandes ojeras, te dice, como perdonándote la vida: «Te perdiste anoche La Cervezá Flamenca de Villavieja. ¡Hasta las 4 de la mañana estuvimos allí escuchando flamenco puro! Mira, hay un chaval nuevo de Jerez que canta por Camarón y que no veas cómo metió el “Gaudeamus Igitur” por fiesta. Y no veas el final, José Mercé cantando con la Banda La Pamplonica el “Riau, riau” por bulerías. Como que donde esté el flamenco de fusión que se quite el flamenco con sifón...»
El tonto del güinsurf.- No sé si son tontos del güinsurf o locos del Levante. En Tarifa son fauna local, están más protegidos que los linces en Doñana y dejan un dinero en el pueblo. El peligro es el tonto del güinsurf en una playa normal, donde no hace viento ni nada, montando en la orilla su tabla como si fuera un sofá de Ikea y dando por saco luego con sus costalazos con la vela, o tratando de salir jalando de la cuerda y molestando a los bañistas. Y cuando salen, como no hay viento, van a la velocidad más ridícula del mundo, vaya mierda de güinsurf. Más que tabla de güinsurf parece que están haciendo tabla de la plancha.
El tonto de la mochila piensa que vacaciones sin mochila son vacaciones perdidas. Va a todas partes con el mochilón.
El tonto de Sotogrande.— Cualquier español normal veranea en una playa. Y si quieres concertar con él una cita, te dice: «No, que la semana que viene no puedo, estoy en la playa». Bueno, pues el tonto de Sotogrande te suelta: «No, la semana que viene no puedo, estoy en Sotogrande». Los tontos de la Pijolandia de Sotogrande dicen que van a Sotogrande y que están en Sotogrande para que todos sepamos eso, que son tontos de Sotogrande. El tonto del diminutivo.— Descubierto por mi leído y admirado Fernando Santiago no en Sotogrande, sino en Cádiz-Cádiz, tras «El Veranito» con música de Georgie Dann y letra de Isidoro Alvarez el del Cortinglés. El tonto del diminutivo no dice playa, cerveza o baño, sino playita, cervecita bañito, tintito, terracita tapita, calamarcitos, siestecita... y veranito. Pero no es tontito de veranito: en sencillamente tonto. Sin diminutivo. El tonto de la mountanbáik— La que monta el tonto de la bicicleta de montaña no es bicicleta de montaña, no: es mountanbáik, que mola más. Bicicleta de montaña con la que se dedica a recorrer los tramos de paseo marítimo más planos del muuuuuuuundo. Eso sí, llevando siempre en el cuadro de la máquina un frasco de bebida isotónica porque no vea usted lo que cansa ir tirando de una absurday ridicula bicicleta de montaña por el planísimo paseo marítimo. El tonto de la manguera— Echa el verano en bañador y chanclas, manguera en mano, regando la mierda de jardín que tiene en torno al chalé. Es tan tonto (de la manguera) que no piensa en el facturen de agua que le llegará en septiembre. El tonto del cortacésped.— Como el de la manguera, pero dale que te pego a la hierba en la birria de parcela que tiene. Nada, una tontería de césped, que el tonto del cortacésped cree que es la hierba del Bernabeu. El tonto de la mochila.— Piensa que vacaciones sin mochila son vacaciones perdidas. Va a todas partes con el mochilón a la espalda, como niño de Primaria en primer día de clase. ¿Qué tonterías llevará en la mochila el tonto de la mochila? Que no suele acabar el verano sin comprobar que llevar los objetos de valor a la espalda, en la mochila, es la forma más efectiva para que te los acabe quitando un carterista. El tonto catalán.— Es emigrante o descendiente de emigrantes y suele aparecer por su pueblo en agosto, por la feria, no antes, pues en Cataluña son serios, no como aquí. Suele venir con un coche que pasea por todo el pueblo para que veamos lo bien que le va y se sorprenden que tengamos carreteras asfaltadas, además del agravio que supone que las de allí sean de peaje. Al tonto catalán le toca las narices que los parientes que quedaron aquí vivan mejor que él, cuando donde de verdad se trabaja es en Cataluña y no aquí, que no damos ni golpe. Entra en éxtasis cuando nos explica cómo sus hijos hablan catalán perfectamente y van a conseguir puestazos de trabajo en la Yeneralitat gracias a que los catalanes «pata negra» les perdonarán así la vida aunque sean charnegos. Cuando el tonto catalán te entrega su tarjeta de visita ves que el muy mamón ha puesto: «Josep Antoni Pérez i García». Ah, y a su coche ya le ha colocado el CAT de la matrícula El CAT de CAT... eto, claro. Y les dejo, que me voy... Iba a decir de veraneo, pero no: en realidad me voy a seguir catalogando tontos de verano. ¿No se van otros de safari a África? Pues yo me voy a los baños, de cacería de tontos de verano. Hasta septiembre, pues, un tonto menos: el tonto del Recuadro.