jueves, 28 de febrero de 2013

Abdicación - José Luis Alvite

Abdicación - José Luis Alvite

Ahora se habla mucho de la abdicación del Rey y se hace en un tono como de conveniencia, pensando tal vez en que su renuncia al trono serviría para reponer el prestigio supuestamente perdido por La Corona, una institución que parece haber entrado en sus horas más bajas. A mí las abdicaciones me gustaron siempre como gestos polvorientos e históricos que solían ocurrir en el lecho en el que agonizaba el monarca rodeado de una corte de conspiradores y de adeptos, con la cámara en rigurosa y premonitoria penumbra funeral y un pintor trazando al fondo de la estancia el boceto de una escena lúgubre en la que, si hubiese sonido, escucharíamos con arqueológica demora el rezo de los frailes, el hervor de las lavativas, y a lo lejos, en los campos mustios y trillados, el ladrido colegiado y necrológico de los mastines. No es el caso de Don Juan Carlos, que renquea a pie y por lo visto sólo necesita unos cuantos retoques que con un poco de asepsia y buena voluntad podrían hacérsele casi con las herramientas del garaje. No nos engañemos. La Corona ha perdido prestigio, pero muchos de quienes sugieren la abdicación de Su Majestad no lo hacen pensando en que le suceda el Príncipe de Asturias, sino contando con la posibilidad de que cualquier carambola circunstancial permita que a Don Juan Carlos le continúe en el trono el presidente de la III República. Personalmente me gustaría ver como rey a Don Felipe, sobre todo pensando en que por su edad no conviene esperar demasiado, por si ocurriese que se le echasen los años encima y por culpa de su avanzada edad fuese coronado el mismo día de su abdicación. A mí es que Don Felipe y Doña Letizia me caen bien. Y me gustaría verlos en La Zarzuela antes de que a alguien se le pase por la cabeza que Don Juan Carlos abdique en Jaime Peñafiel.

Modelo siciliano - Raúl del Pozo


Modelo siciliano - Raúl del Pozo
«La situación es dramática», dijo ayer Alfredo Pérez Rubalcaba en la sesión de control. Tiene razón: España es un género dramático con ocho suicidios al día, dos reinas y dos partidos socialistas. Una multitud de parados engaña al hambre con los chismes de la tele. La nación está muy entretenida con la carreta y la carpa; el pueblo se ha transformado en audiencia esperando que se le hable a los ojos. Los mendigos rumanos, como antes hicieron los hispanos, importan ciegos para que lleven a cuestas a los tullidos que piden de rodillas. A los viejos autos sacramentales ha sucedido la farsa y, como en Los intereses creados, el tinglado vuelve a subir a los palacios de los príncipes.
Las vidas ejemplares no son las de los santos o los sabios sino las de los pinchadiscos, las arrabaleras, los frikis, las concejalas pajilleras y las putiplistas de fortuna. Sólo el que roba, recalifica, evade y unta, mama, triunfa y manda; igual que entonces, a casi nadie se le castiga si trinca a lo grande. (Como les conté, el tesorero de Génova seguía recibiendo cada mes la paga por transferencia bancaria y se reía: «Si me han despedido, por qué no me enseñan el finiquito»).
La desafección ante la política corrupta y los parlamentos transformados en carpas llegó, como suele ocurrir con todo, antes a Italia que a España. Allí comenzó la política como reality, el pizzo como financiación de los partidos, la Tangentópolis como modo de sentar en el banquillo a 4.000 políticos y empresarios. La maqueta es idéntica y el empresario de la fantasmagoría, también. El mismo plató, el mismo guionista. En Roma nació el circo, y las legiones lo trajeron a decenas de ciudades españolas. Fue en el coliseo de la Ciudad Eterna donde los cristianos se comían a los leones, al contrario que en los 90 cuando la mafia y la corrupción se tragaron a la Democracia Cristiana.
En el circo ha crecido el payaso, Beppe Grillo, cabellera de león. Vocifera contra Europa y contra el euro, es un político de blog, antidemócrata. Dice que los partidos están fuera de la Historia, propone a Dario Fo como presidente de la República, plantea una revolución sin sangre. No es el augusto de manto de llamas sino un buffone magro que a los demócratas les hace reír. Degenerando, Italia ha pasado del PCI, el partido príncipe, donde militaban espiritualmente muchos intelectuales europeos y casi todos los italianos (Pasolini, Visconti, Pontecorvo, Pavese), a un nuevo compromiso histórico entre un arrepentido y un payaso, la seudoizquierda de Bersani y Cinco Estrellas.
Lo que llaman el modelo siciliano. Ya funciona en la isla de Don Corleone, así que la película va a ser de tiros. Grillo ya dice que Bersani es un muerto que habla.

A las ocho de la tarde - Salvador Sostres


A las ocho de la tarde - Salvador Sostres
HOY se hará efectiva la dimisión del Santo Padre, una renuncia que ha gustado a toda clase de ateos, incluidos aquellos que se creen católicos pero que viven desprovistos de la arquitectura espiritual que se precisa para acoger el Misterio y entender el último significado de la gran lección de Cristo. Hay muchas formas de negar a Dios, algunas de ellas trágicamente involuntarias.
El Papa intelectual abandona. La razón nunca es suficiente y siempre es sobre el abismo el gran salto de la fe. El mito es una superación del logos y no al revés. Benedicto XVI se marchará a las ocho, como las secretarias. Un mundo devastado por la socialdemocracia y la corrección política le aplaude porque en el retroceso de lo maravilloso halla consuelo para su mediocridad. El abandono del Papa es la excusa que la legión de mequetrefes estaba esperando. Millones de justificaciones se están poniendo en marcha. El retrete de la Humanidad está a punto de rebosar.
Jesucristo nos enseñó justo lo contrario. La fe nos implica más allá de lo que el raciocinio puede comprender y la Cruz es el símbolo de nuestra era. Todos los sentimientos están resumidos en el Calvario. Para llegar al Cielo no hay atajos.
El Papa se retira a descansar, Jesucristo siempre estuvo con los fatigados. El Papa dice que ya no tiene fuerzas y los hombres hemos aprendido a ser fuertes, y dignos, y libres, y valientes, en la fortaleza y el amor que Jesús nos mostró en su agonía y en su muerte.
Un mundo en bancarrota espiritual elogia una rendición que araña a la Iglesia. Que los católicos sólo sean dignos de elogio cuando se rinden y los judíos cuando estuvieron en Auschwitz nos tendría que hacer reflexionar.
Ratzinger se va y nos deja la Semana Santa por delante. Aunque caigamos nos volveremos a levantar. Una y otra vez hasta que los corderos se vuelvan leones. No podemos pagar nuestra fortuna con descortesía: invita a lo funesto. Yo soy padre y me quedo.
Los católicos invertebrados que aplauden al desertor demuestran hasta qué punto la Iglesia está enferma. Dios sólo habló de eternidad pero la fe se vive sin abismo ni esperanza y un ejército de secretarias quiere marcharse puntual. El Papa fichará con ellas cuando esta tarde deje San Pedro y abandone a la Humanidad.

miércoles, 27 de febrero de 2013

El coño de la Bernarda - David Torres


El coño de la Bernarda - David Torres
Está feo reírse de las desgracias ajenas pero es que el PP de ajeno tiene bien poco, por desgracia. Si desde fuera Génova parece un circo de tres pistas, por dentro debe de ser el coño de la Bernarda, con perdón de la Bernarda. Un día llega Floriano, cuyo apellido no acaba de ayudarle cada vez que se arrima a un micro, y dice una cosa; y unos días después, sale Cospedal y le da una colleja y dice otra; y luego sale otra vez Cospedal y dice ni una cosa ni la otra ni la contraria y se pega a sí misma una colleja.
Oír a la Cospedal hablando de conceptos como finiquito, indemnización y vida laboral es un espectáculo delirante, algo así como contemplar a Belén Esteban discutiendo de física cuántica, ¿me entiendes? Yo de los gobiernos zapateros echaba de menos a esas ministras florero, las Pajines, las Aído, aunque fuera sólo porque abrían la boca y te daban el artículo hecho. Pocas estampas más penosas para una feminista que ver un siglo de lucha por la igualdad desembocando en Bibiana y pocas más agradecidas para el columnista omnívoro que no tiene nada mejor que echarse a la boca. Pensaba que con las chicas marianas todo iba a quedarse en la mantilla y la peineta, en esa España decimonónica a la que ellas gustosamente prestan el toque de viuda negra. Hasta que apareció Cospedal y demostró que se puede ser rubia a derechas.
Y mira que era complicado destacar por el lado chusco con la competencia que tiene dentro y fuera. Está Montoro, con sus cantinflismos; está Wert, con su tupperwert; está Ana Mato, consigo misma; pero sobre todo está Mariano, que le pidió prestado el puro a Groucho y se ha pasado de la raya. La penúltima de Mariano es para enmarcar: “En la medida en que las circunstancias nos lo vayan permitiendo, iremos haciendo honor a nuestra palabra”. Una frase que demuestra que nuestro presidente está todo él hecho de gerundios.
Sin embargo, todo este despliegue de dislates sería inútil sin la figura de Bárcenas. Antes de Bárcenas el PP era como un spin-off de Enredo, aquella serie gilipollesca donde una familia de botarates se iba desintegrando y recomponiendo a fuerza de malentendidos. Muchas carcajadas, mucha palabrería y mucha vergüenza ajena, pero chicha poca. Bárcenas ha elevado él solo la política nacional de la astracanada al esperpento, de la zarzuela a la ópera, hasta el punto de que sólo le falta ponerse a cantar en los juzgados, como los grandes barítonos de Verdi y de Puccini. A la Cospedal la ha espachurrado viva con el vozarrón del barón Scarpia en el aria de Tosca: “Va, Tosca, nel tuo cuore s’anidda Scarpia”. Lo han comparado con el gánsgter chungo de los Simpson, pero la verdad es que no veíamos un malvado así desde los tiempos gloriosos de Falconetti y Jota Erre. Yo ya espero a Bárcenas comiendo palomitas.

La rebelión del sur - J. A. Gundín


La rebelión del sur - J. A. Gundín
El resultado de las elecciones italianas es una rebelión en toda regla contra el liderazgo de Angela Merkel y su «panzer divisionen», esa unidad de demolición que forman el Banco Central Europeo, Austria, Holanda y Finlandia. En las urnas de Italia ha cristalizado el deseo de venganza del sur europeo que se siente sojuzgado por la severidad protestante. La humillación infligida a Mario Monti, el fiel emisario de la canciller impasible, ha sido tan despiadada como la ejecución de un traidor, mientras que a Berlusconi le han restituido entre pínfanos y fanfarrias los galones que con deshonor le arrancó Bruselas no hace ni año y medio. En cuanto a la irrupción circense de Beppe Grillo, es la demostración científica de que cuando los políticos hacen el payaso, lo natural es que los payasos hagan política. Sólo Italia tiene ese talento dramático para catalizar un malestar torrencial que va más allá de los Alpes, esa revuelta cocinada a fuego lento en la caldera mediterránea, en las calles ardientes de Atenas, en las rúas tristes de Portugal y en las plazas indignadas de España. Desde ahora, la Francia de Hollande ya no estará tan sola frente el «diktat» de la hirsuta Germania y no tardará en abanderar el descontento del sur en beneficio propio, como siempre. Para España, el «catenaccio» italiano puede colocarnos en fuera de juego, pero a medio plazo tal vez sirva para suavizar los ajustes. Lo cierto es que, más por indignación que por dignidad, los pobres del euro se han alzado en Italia contra los ricos del norte y su moral calvinista. No hay combustible más explosivo que la pobreza mezclada con el sentimiento de culpa. Bastante tienen los millones de parados con sortear las humillaciones de una vida en precario para que, además, sean condenados como culpables de su probreza, como si fuera un castigo merecido.

Carne de caballo - José Luis Alvite

Carne de caballo - José Luis Alvite

A la maestra de aquella escuelita en Compostela y a mis profesores del instituto les debo el recuerdo de muchas de las cosas buenas que aprendí; a las mujeres descarriadas con las que malogré el sueño y a los tipos rudos con los que desperdicié la vida, les debo la suerte de haber olvidado el resto. Del mismo modo reconozco que le debo a mi vida desordenada la firme convicción de que lo que hace verdaderamente satisfactorio el pasado de un hombre es su capacidad para recordar con meridiana claridad aquellas cosas tan hermosas que jamás le sucedieron. Ya sé que se trata de una manera poco útil de existir, nada que signifique algo para ser un tipo de provecho. El hombre que cuenta historias al amor de la lumbre suele tener menos consideración social que aquel otro que parte la leña para avivar el fuego, del mismo modo que en este país quienes quemaban los libros gozaron siempre de más reconocimiento que aquellos otros que simplemente los escribieron. La verdad es que no es fácil elegir qué clase de hombre ser uno mismo, si el tipo metódico y estudioso que disfruta con la ilustración y el conocimiento, o aquel otro, instintivo y escéptico, que cree que como se han puesto las cosas en la cadena alimentaria, será en las carreras del hipódromo donde nadie encuentre un solo gramo de carne de caballo. Italia es estos días un buen ejemplo de cómo un país da lo mejor de sí mismo a partir del instante en el que peor lo hagan sus políticos, es decir, justo lo que me dijo aquella madrugada en su burdel una fulana a la que recuerdo sólo por aquello: «Cada uno somos de una manera y tenemos nuestra propia conciencia. Tú escribes casi sin haber leído y yo he vomitado mucho para darle importancia al sabor del pan. En realidad, tú y yo somos sólo maneras distintas de deshacer la cama».

Manual de corrección política: todos contra Toni Cantó - Federico Quevedo


Manual de corrección política: todos contra Toni Cantó - Federico Quevedo

Ya sé que escribir este artículo me va a conllevar la crítica exacerbada y apasionada de los militantes del pensamiento único, pero si algo tengo claro en esta vida es que estoy radicalmente en contra de las cacerías organizadas en aras de la uniformidad ideológica progresista. Eso es exactamente lo que le está pasando al diputado por UPyD Toni Cantó: está siendo víctima de la violencia de género, de otro tipo de violencia de género, la que se ejerce contra aquellos que ponen en duda los dogmas de la iglesia progresista, entre ellos el de que todas las mujeres, sin excepción, son víctimas del maltrato ejercido por sus parejas masculinas.
Yo no conozco personalmente a Toni Cantó, y saben además lo que pienso en términos generales de su partido y de su líder, Rosa Díez, pero no creo que su desafortunado análisis sobre la cuestión deba ser objeto de un escarnio público como el del que ha sido objeto, sino que, más bien al contrario, debería haber servido para abrir una reflexión sobre una realidad que está ahí. Yo tengo un amigo que se está separando de su mujer. Las razones dan igual, son de índole personal, pero, con el fin de arrebatarle la custodia de sus hijos y aconsejada por sus abogados, su expareja le puso una demanda por malos tratos que, por supuesto, nunca han existido. Ni siquiera psíquicos. Si acaso, el que ha sufrido en alguna ocasión esa presión ha sido él, pero como el hombre se supone que es más fuerte, eso no se considera un delito.
La existencia del maltrato y el compromiso irrenunciable de su extinción no debe nublarnos la vista sobre un hecho evidente: la sola existencia de la desigualdad de trato en la ley hace que el Estado de derecho cojee de una de sus patas.
Y tampoco está mal que sea así. El deber de un Estado de derecho es proteger al más débil, y es evidente que desde un punto de vista físico, en la relación de pareja la más débil casi siempre es la mujer. Y, además, hay un hecho evidente: ellas mueren por centenares a manos de sus parejas, cuando no sufren situaciones absolutamente humillantes de maltrato. Atendiendo a esa realidad se hizo una ley que, sin embargo, en lugar de buscar la equidad propia de la justicia y la extensión de la seguridad jurídica a todas las partes implicadas, basándose en un equivocado criterio de exclusión fundamentado en la ideología de género desampara al hombre como sujeto de derecho en igualdad de condiciones ante la ley. Una mujer puede ir a un juzgado y denunciar a su pareja por malos tratos y, sin necesidad de que aporte ninguna prueba que lo demuestre, el hombre será inmediatamente detenido y puesto a disposición judicial durante al menos 72 horas.
En su respuesta a las afirmaciones de Toni Cantó, obviamente equivocadas y desafortunadas en el modo en que se hicieron, el CGPJ señalaba que tan solo el 0,01 de las denuncias interpuestas por malos tratos son falsas en origen. Es verdad, pero lo es porque la mayor parte de las denuncias falsas se resuelven en la vista, y el dato que debería dar el CGPJ es cuántas denuncias por malos tratos acaban siendo archivadas, o resueltas, como falsas una vez celebrada la vista de las mismas. La realidad es que el ‘castigo’ por una denuncia falsa es mínimo: ni siquiera se tiene en cuenta el daño moral y casi irreparable que inflige una denuncia falsa de malos tratos a un hombre, que prácticamente queda marcado de por vida aun habiendo demostrado que no era cierto.
La lucha contra la violencia de género nos debe involucrar a todos, y a los hombres los primeros. A mí, sin conocerle, no me cabe duda del compromiso de Toni Cantó en esa batalla diaria que debemos dar contra el maltrato, pero la existencia de ese drama y el compromiso irrenunciable de su extinción no ha de nublarnos la vista sobre un hecho evidente: la sola existencia de la desigualdad de trato en la ley hace que el Estado de derecho cojee de una de sus patas.
Corregirlo es fácil: habría que llevar a cabo una reforma de la actual ley que incluyera penas más duras por las denuncias falsas y, ya de paso, introdujera como víctimas de los malos tratos a los hijos de la pareja porque, en la mayoría de los casos, son los que más sufren esa violencia, cuando no se convierten en una forma de chantaje. Es necesario que la corrección política se vea superada por la igualdad ante la ley para que el Estado de derecho funcione en toda su plenitud.

Por el empleo, Bilma - Mónica Müller


Por el empleo, Bilma - Mónica Müller
Casi seis millones de personas sin trabajo es una cifra sin precedentes en nuestra historia. Este desastre tiene multitud de causas, entre las que cabe destacar la comprobada ineficiencia del servicio público de empleo (SPE): ¡las empresas de trabajo temporal (ETT) colocan 4,8 veces más gente que el SPE, con sus 22.000 funcionarios y un presupuesto de 37.941 millones de euros (2012)!
Mi experiencia en el mundo nórdico del empleo, y lo que conozco que ocurre en otros lugares, me permite creer que la ampliación de la oferta a través de la colaboración público-privada, junto con una libertad de elección real, podría dar paso a un sistema de apoyo al desempleado más dinámico y eficaz.
Con las reformas introducidas por la Ley 35/2010, de 17 de septiembre 2010, hoy sería posible, sin alterar el marco legal, llevar a la práctica una propuesta que elaboré en 2010 pensando en una comunidad tan dinámica como la de Madrid. Estaba centrada en el Bilma (Bono de Inserción Laboral Madrileño), financiado con fondos públicos, que otorgaría a los desempleados la libertad de elegir, dentro del ámbito de colaboración público-privado, al proveedor de su preferencia.
Los objetivos del Bilma serían los siguientes:
  • Crear un sistema más dinámico y eficaz a través de la competencia y la libre elección de los usuarios. Las empresas privadas de colocación (acreditadas ante el Servicio Regional de Empleo Estatal) se sumarían a la elaboración y gestión de los programas de orientación, formación e intermediación laboral de responsabilidad pública.
     
  • Ampliar la oferta para apostar, especialmente en tiempos de crisis, por la formación ocupacional, con el fin de incentivar la pronta vuelta al mercado laboral y no las subvenciones por desempleo.
     
  • Conferir al usuario libertad en la elección de un plan de reinserción laboral basado en sus necesidades específicas y asistido por las agencias profesionales, que competirían entre sí y por ello se verían obligadas a poner al usuario en el centro.
Una fórmula para incentivar la obtención de logros reales en términos de acceso al empleo podría ser que el cobro del bono fuera del 50% por cada usuario que haya establecido un plan de reinserción laboral y participado en alguno de los momentos de formación ocupacional contemplados en el mismo. El cobro del 50% restante se haría efectivo una vez lograda la inserción laboral y probado el seguimiento del cliente, a fin de que mantenga el empleo.
Lo importante no es quién tiene la gestión, sino que los programas de formación e inserción laboral de responsabilidad pública sean de calidad y eficaces, y que los usuarios estén satisfechos y también, por supuesto, que las leyes y las reglas se cumplan.
La experiencia de otros países es un excelente referente a la hora de pensar en reformas, con la certidumbre de que al final todas las sociedades se han visto enfrentadas a problemas similares.

martes, 26 de febrero de 2013

Las fauces del tiburón - María Vicente Cuesta (Gijón)


Las fauces del tiburón - María Vicente Cuesta (Gijón)

26 de Febrero del 2013
Cuenta Bertolt Brecht cómo el señor K le explica a la niña de su casera de qué modo actuarían los hombres con los pececitos, si aquéllos fuesen tiburones. Y viene a decirle que los hombres crearían escuelas para enseñar a los pececitos a nadar dentro de las fauces del tiburón.
Sirva este recordatorio de Brecht para tratar de poner en imagen la realidad que vivimos a nivel social y político. Nos han cerrado las puertas de salida, a base de intoxicaciones con un veneno cuyo efecto hipnótico ha sido bien acogido por nosotros mismos. No nos hicimos preguntas, solo aceptamos las respuestas que venían en el pack del bienestar. Y hemos perdido en este proceso la capacidad para encontrar nuestros propios interrogantes. También nos olvidamos de las lecciones que nos enseñaban los cuentos (demasiado profundos para la superficial e insulsa vida que nos han ofrecido los voceros de la socialdemocracia), por eso no escuchamos ya el diálogo de Alicia en el país de las maravillas, cuando Humpty Dumpty le dice:
-La pregunta es saber quién es el que manda eso es todo.
El poder es tan antiguo como la manipulación, y los instrumentos con los que se genera el miedo y la violencia son idénticos en todas las épocas. Uno de esos instrumentos es el lenguaje en todas sus formas, puesto que el pronunciamiento de los nombres de las cosas es la primera toma de conciencia de la realidad, tanto para el niño como para el hombre. Y el poder lo ha usado siempre para presentarnos un mundo al revés.
¿Qué nombre poner a ese nudo gordiano, atado y bien atado por las fuerzas del régimen? ¿Sabremos encontrar la solución de Alejandro Magno cuando cogió la espada y cortó el nudo de los bueyes de Gordias, siendo consciente de que tanto monta cortar como desatar? ¿Podremos conquistar nuestro propio mundo y nuestra palabra, lejos de las fauces del tiburón?
Podríamos empezar haciéndonos las preguntas, y saber quién es el que manda o los que mandan; que no son solo esos gestores, ladrones de guante blanco, cuyas fechorías nos ofrece diariamente el lenguaje de los medios. Quizás deberíamos de dar unos pasos y mirar también otra cara del poliedro, en la que están representados los grandes tiburones, los que se apoderan de la mayoría de la riqueza que hay en el planeta, jefes indiscutibles de los mequetrefes políticos.
Asumir que somos los auténticos dueños de esa riqueza, nos conduciría al conocimiento de que solo otra forma de hacer política y otra forma de organización social, pueden ayudarnos a salir de las fauces del tiburón.

Olor de mercería - José Luis Alvite

Olor de mercería - José Luis Alvite

Resulta fascinante el desfile de bellezas femeninas pisando con sus pies al tacto la alfombra de Hollywood camino de la ceremonia de los Oscar, encaramadas en la brocheta de su cosmética perfección liofilizada, elegantes y esbeltas, también selectas y carísimas, desprendiendo a su paso el cautivador heliotropo de su toilette, la mirra que medra como un aliento en el rebufo con el que drapean a su paso esa mezcla de aire, televisión y vanidad. A mí me resultan fascinantes, sí, y sin embargo, irreales y lejanas, con ese erotismo exquisito y restringido al que tienen acceso unos pocos. Yo las miro y permanezco en cierto modo sereno e impasible, algo ajeno a su hechizo, como cuando en los primeros domingos de mi adolescencia contemplaba a destiempo el escaparate de la pastelería recién cerrada. Recuerdo entonces mi relación con las mujeres fértiles y asimétricas, mi afición a la belleza a granel de esa otra feminidad plural y cotidiana que despierta mi apetito y mis instintos con su carnalidad sin ungüentos, sin propaganda y sin fotos. Ya no me admira la belleza impecable y concluyente de esas mujeres perfectas caminando en vilo sobre la felina estenotipa de sus esfumadas pisadas sin suela. No son lo mío. Las veo desfilar y pienso que ese porte magro y delicado representa una niquelada belleza sin tentación y sin lascivia, puro e inútil glamour, nada que pueda compararse a la contemplación de esa otra mujer de aspecto inacabado –ni tan hermosa, ni tan cosmética– que se parece más a aquellas muchachas rústicas y alimenticias de mi adolescencia en cuyas exultantes canales de hembra con el calor del verano brotaban mezclados en promiscua berrea el vapor de la lujuria, el sabor del almuerzo y el aliento de la vendimia. El sublime ozono del cine crea mitos y diosas, pero a mí lo que me atrae de las mujeres es que a su paso incluso distinga Dios el provinciano y eterno olor de la mercería.

Mujer rubia - Raúl del Pozo


Mujer rubia - Raúl del Pozo
Ser mujer y encima rubia, dice Corinna a Ana Romero. La que creíamos mujer araña resulta que lleva su albor como cruz. Pensé que se había extinguido ese parecer popular de la rubia como mujer tonta, frívola y fácil, tópico al que contribuyó el renco y misógino Caballero de las Espuelas de Oro: «Dios te guarde de mal libro, de aguaciles y de mujer rubia pedigüeña y carirredonda». A pesar de los avances, sigue la mala fama de las rubias. Corinna se siente discriminada por ser blonda, cuando ya no se identifica en España a la rubia como mujer fatal; todo lo contrario: las rubias triunfan, incluso las bipolares, según las define Alberto Fernández, patrón de Asturianos, la taberna de Madrid que elogia The New York Times.
Estamos en el santuario de la fabada, además de Alberto, Lorenzo Díaz, el profesor de la Universidad de Dresde Serafín Quero y el que escribe. Alberto el asturiano llama bipolares a las mujeres de cabello con extensiones rubias y sexo negro. «Las rubias de bote o de agua oxigenada ganan elecciones».
En Asturianos, los comensales llegan a la conclusión de que Corinna se ha currado su currículo. Empezó en una agencia de viajes; acabó buscando trabajo para el príncipe de la vida buscona. Trabajó sin cobrar para el Gobierno de España, la definen como la favorita, la reina en la cama. Yo les digo que todos los reyes cazaron elefantes u osos y todos practicaron con las amantes el pecado carnal.
La reina Isabel II consideró a Elena Sanz, amante de Alfonso XII, como su nuera ante Dios y Alfonso XIII ha dejado bastardos hasta para salir en la tele. Serafín Quero nos cuenta que Victoria Eugenia, la mujer de Alfonso XIII, inglesa, «tenía rizos de luz, seda dorada» (Cernuda), preguntaba a su marido cómo lo tenían las españolas y el rey contestaba: «Azabache puro».
Las rubias tuvieron una gran popularidad en la historia y en la poesía. Más blanca que los cisnes, cantan los poetas latinos. Dice Lorenzo Díaz: «Sólo los de la Biblia suelen presentar a las mujeres malvadas como rubias». Los héroes y las diosas griegas suelen ser rubios: Atenea la de los ojos glaucos, Afrodita de dorados cabellos. «Los que eran morenos y cejijuntos eran los íberos. Los griegos eran rubios», me explica el pintor de la luz y los mitos del Mediterráneo, José Lucas.
Susanna Griso tuitea: «Somos mujeres y rubias, vamos a hacer una ONG para apoyar a Corinna». Quizá tiene razón. La rubia es una especie que se extingue; antes de 100 años las razas estarán tan mezcladas que será difícil encontrar una Corinna. Los reyes y los presidentes serán latinos, negros o mulatos. Aunque sus amantes sean rubias.

Contra el chantaje de los sindicatos - Luis María Ansón


Contra el chantaje de los sindicatos - Luis María Ansón
TRAS los últimos escándalos que han zarandeado al PSOE con los eres andaluces; a CiU, con las suculentas mordidas del 4% y el espionaje; al PP, con los manejos de Bárcenas, se vislumbran ya nuevas revelaciones que colocarán a CCOO y UGT en la picota.
Tal vez no haya en España un político capaz de poner el cascabel al gato sindical. Pero que yo sepa, están ya en marcha tres equipos de investigación periodística. Y tal vez sea, una vez más, un profesional de la información quien denuncie los abusos sindicales. España tuvo la suerte de contar durante la Transición con dos líderes de excepción: el inolvidado Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, que construyeron unos sindicatos ejemplares, al servicio de los trabajadores. Ahora las dos grandes centrales sindicales se han convertido en un negocio. Están antes que nada al servicio de los intereses de los propios sindicatos y no de los trabajadores. De ahí la hemorragia de afiliados que padecen, de ahí el descrédito creciente que les sacude ante la opinión pública.
El 90% de los gastos sindicales, del despilfarro de UGT y CCOO, se paga con dinero público, es decir con los impuestos que satisfacen los ciudadanos. El Tribunal de Cuentas ha exigido inútilmente conocer hasta el último céntimo las cifras reales de los sindicatos. El españolito que paga el 90% de lo que gastan quiere conocer el número de empleados, asesores y colaboradores fijos, los parientes, amiguetes y paniaguados de los líderes sindicales, enchufados en las centrales o en las empresas que han puesto en marcha; quiere saber también el contribuyente, de cuántos edificios y oficinas disponen los sindicatos en España y qué cuesta su mantenimiento, su seguridad, su limpieza, su amortización, su electricidad, su agua, su calefacción, su aire acondicionado y sus teléfonos, así como la parafernalia de los viajes, los actos de propaganda, las incesantes manifestaciones; quiere saber también el ciudadano que paga los derroches sindicales, el número real de las subvenciones directas o indirectas que reciben de las cuatro Administraciones, la central, la autonómica, la provincial y la municipal; quiere saber, en fin, en qué y cómo se gastan esos 130.000 millones de euros que en los años zapatéticos recibían para los cursos de formación, gran parte de ellos por cierto una camelancia más, que afecta también, y hay que denunciarlo así y con máxima energía, a las patronales.
Las cuentas claras. Las subvenciones transparentes. Las trapisonderías al descubierto. Y cuanto antes una ley que obligue a la regeneración democrática de los sindicatos: «Ninguna central sindical podrá gastar un euro más de lo que ingrese por las cuotas de sus afiliados».
El trabajador medio ha reaccionado ya contra la matonería sindical. Se ha dado cuenta de que en demasiadas ocasiones los sindicatos prefieren que la empresa cierre si no se pliega a sus exigencias, lo que deja a los empleados en la puta calle. José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos, ha demostrado que tal vez el 50% del paro deriva de esas exigencias desmesuradas de los sindicatos. Y como en la empresa privada el control sindical pierde fuerza, Méndez y Toxo se refugian en la empresa pública, poniendo en marcha la interminable caravana de huelgas y manifestaciones que desangran la economía española.
Los sindicatos son imprescindibles en la democracia pluralista plena. No se trata de suprimirlos sino de embridar sus abusos. Es necesario desembarazar a España de las cadenas sindicales que nos asfixian. No sé si Mariano Rajoy será el hombre capaz de poner en su sitio a los sindicatos. Debería el presidente del Gobierno leer las Memorias de Margaret Thatcher. Aprendería muchas cosas y tal vez se decidiera a enfrentarse con el chantaje al que le someten los sindicatos. Aquella dama, por cierto, tenía los cojones muy bien puestos; unos cojones, que no eran de hierro, sino de acero inoxidable.

lunes, 25 de febrero de 2013

Relojes atrasados - José Luis Alvite

Relojes atrasados - José Luis Alvite

Cada vez que pienso en la irremediable caída del régimen castrista, supongo que supondrá también el desmoronamiento de esa vida provinciana y sencilla de los cubanos, el desperdicio de una manera lenta y placentera de existir en un mundo sin objetivos y sin prisas en el que importa poco lo que pueda tardar el progreso o los veinte minutos que cada cuarto de hora atrasen los relojes. No hay en el progreso material una sola conquista que no comporte el sacrificio de algo hermoso, como ocurrirá en Cuba cuando desaparezcan de sus calles esos viejos coches americanos reparados durante décadas gracias a la simple ferretería o con las herramientas del zapatero. Se malogrará también el regusto de hacer las cosas por el puro placer de hacerlas, sin que interfiera en ello el deber de conseguir que, además de hermosas, sean rentables. ¿Será tal vez que la libertad es tentadora hasta que deja de ser una esperanza para convertirse sin remedio en una horrible decepción? ¿Y si resulta que la libertad es como el matrimonio, una institución que con frecuencia sólo sirve para destruir la fe que tenían en él los contrayentes? Será que no padezco sus restricciones, pero a mí me gusta esa Cuba humilde y superviviente, ese orbe calmoso e instintivo poblado por hombres que de vez en cuando se esfuerzan para cambiar de postura y descansar de su pereza, y mujeres vestidas con el fresco descuido de esa ropa escasa y barata que deja traslucir una excitante y roma geometría de honradez, fertilidad y desidia. El de Cuba es un pueblo aplastado por una odiosa dictadura y resulta al mismo tiempo un punto sociológico de reencuentro emocional con un tiempo pasado en el que la pobreza era un ingrediente de la honestidad, un mundo que parece irrecuperable tan pronto nos damos cuenta de que la libertad sirve para que se nos multe por pretender imitar las cosas que hacen libremente nuestros perros.

Crisis y suicidio - Paloma Pedrero


Crisis y suicidio - Paloma Pedrero
No hay nada más horrible en la vida que sufrir una depresión. Yo que las he tenido, y gordas, puedo asegurar que es la peor de las enfermedades, porque es un sinvivir viviendo, un estar muerto mientras el corazón late mecánicamente solo. No es tristeza ni melancolía, estados que se lloran y pasan, la depresión es como si un mal bicho se te metiera en el cerebro y se fuera zampando tu voluntad, tus deseos, tus sentidos, tu ser. Por eso es una gran pena que los especialistas en salud mental nos alerten de que el número de depresiones y suicidios, resultado lo segundo de lo primero, esté creciendo desmesuradamente con esta larga y mal tratada crisis española. Del suicidio apenas se habla en los medios, sigue siendo un tema tabú. Pero sabemos que mueren más personas por este acto que por los accidentes de tráfico. Y sabemos también que muchos de los que se quitan la vida no fueron tratados debidamente de su mal. Lástima grande. Todavía hoy en España la salud mental, en concreto las terapias preventivas, no son costeadas por la seguridad social. El espectro de tratamientos en este tipo de enfermedades es muy precario y, sin embargo, sabemos que los costes humanos y económicos son enormes. Estas sociedades nuestras del gran consumo y la poca conciencia, son un pasto ideal para esos bichos que entran en el cerebro y nos destrozan las ganas de vivir. Si a eso le sumas la situación por la que están pasando tantos, la de no tener trabajo y, peor aún, la de ser desahuciados de su hogar, está llevando a un aumento de suicidios más que alarmante. Y no es de extrañar. Hay que tomar medidas urgentes mientras salimos de este calvario. Se necesitan más psicólogos, más terapias. Pero, sobre todo, se necesitan gentes, leyes y gobernantes con más grandeza. Con más corazón.

La carne - Ángela Vallvey


La carne - Ángela Vallvey
Nos están dando caballo por ternera. ¡El timo de la carne de la UE! Durante la guerra de los Cien Años, los franceses hambrientos empezaron a comerse los caballos muertos en las batallas. Las guerras napoleónicas los obligaron a profundizar en lo que algunos llaman «delicatessen». Que digan lo que quieran sobre las propiedades nutritivas de la carne de caballo: conmigo que no cuenten para comerla. Para mí, comer equinos es una suerte de canibalismo. No me pone el cocido hípico, ni la lasaña ecuestre ni el estofado caballar. Prefiero morir de hambre antes que comerme a Platero, a Furia, a Rocinante... Comer caballos me parece una indignidad. Y más si los pobres bichos han muerto vilmente, inflados a inyecciones de porquerías químicas medicamentosas. En España, cuando teníamos agricultura y ganadería, nos sobraban las buenas reses para comer, de esas que se llevan guisando en Celtiberia desde los tiempos de la Dama de Elche. A los caballos se les ponía nombre y se les arreglaba la crin con la ternura con que se peina a una chiquilla, no se los despiezaba para hacer purés. Pero luego llegó la Unión Europea y nos dijo que era mejor alimentar a nuestros niños con carne de burro rumano artrítico, que es más barato, y condenar al ganadero español al cierre o a la ruina, por no ser competitivo.
Que la carne viaje miles de kilómetros, se mezcle y pierda su identidad, que la carne muerta tenga más facilidades para moverse por el espacio Schengen que un joven español en busca de empleo..., eso dice mucho de la clase de vida infame que llevamos.
Yo me niego a comer carne de caballo. Y estoy de acuerdo en que –como decía el viejo «blues»– no es la carne lo que importa, sino cómo la mueves.

domingo, 24 de febrero de 2013

Serafín Gallego - Alberto Estella Goytre


Serafín Gallego - Alberto Estella Goytre

A uno le gusta compartir los buenos ratos, transmitir los lances festivos, porque pesadumbres las menos, que bastantes cabronadas hace la vida. En el caso de Serafín Gallego no resulta fácil, porque es la persona con más fuerza cómica natural que he conocido. Sólo quien está al borde de la muerte varias veces y la sortea con donaire puede decir que tiene sentido del humor. Y él hizo numerosos regates a la que los clásicos llamaron "la gélida" y Rubén "la celosa". Serafín había estado en el límite en algunas ocasiones y por eso decía que San Pedro, aburrido de salir a abrirle las puertas del cielo, le había advertido: "Mira, Serafín, te dejo la llave aquí, debajo del felpudo para cuando llegues". En una de sus muertes, mientras el sacerdote le iba aplicando los óleos por el cuerpo, para purificar las partes con las que pudo pecar, se sentía morir y apremió al cura para que no anduviera con rodeos : "¡Directamente a la pitilina, padre, a la pitilina!". El oficiante, a pesar de lo solemne del momento, esbozaría una sonrisa indulgente. Me constan las carcajadas del urólogo salmantino que le hizo el primer tacto rectal. Serafín había rechazado siempre los supositorios, alegando que "por detrás ni el murmullo del viento". Pero estando a cuatro patas y a culo pajarero, mientras el médico se calzaba el guante para penetrar con su dedo índice hasta la próstata, tuvo la humorada de decirle "Hágame suyo, doctor".
Siendo universitario imitaba a los primeros jugadores de fútbol argentinos que acá llegaron, es decir, gambeteaba —de ahí el apodo de "El Gamba"—, regateaba, y acreditó su ingenio en numerosos lances que desgraciadamente se perderán. Trajo de cabeza al buenazo de don Esteban Madruga, su catedrático de Derecho Civil. Jugando en el atrio de la Catedral a la pelota, ésta se alojó detrás de la estatua de Santa Lucía y cuando la rescataba se vino abajo abrazado a la imagen y a la pelota. La hornacina sigue vacía y los pedazos de la estatua en el Museo de la ciudad. La colecta para restaurarla que hicieron Serafín y su cuadrilla en el curso, fue insuficiente. Su importe sucumbió aquella noche, primero en la casa de lenocinio de doña Manuela de la Rosa y Ponce de León —mundialmente conocida como "la Margot"—, y luego en la de doña Petra Fernández Bravo —es decir, "la Petra"—. Como delegado de curso, se atrevió a reprochar a don Esteban que no estuviera al día en la doctrina italiana sobre la posesión, resultando ser los más modernos autores Coppi y Bartali (ciclistas de cuya existencia el Rector no tenía la menor idea).
Serafín sabía de caballos y de galgos más que nadie. Sostenía con su habitual gracejo: "No se puede uno ir de este mundo sin montar una buena mujer, un buen caballo y un buen negocio, sobrino, porque te vas como San Amaro, que no se le conoce ningún milagro". Era asesor de un Foro de Estudios Ecuestres y fue presidente de la Federación Española de Galgos. En el último campeonato, que se celebró precisamente en Cantalapiedra, me dijo: "vente a tomar un litro de vino y a comer, cuando llegues le preguntas a cualquier caballo o lebrel y te dirá dónde estoy"
Mi seráfico amigo, mi "tío" Serafín, que deja muchos recuerdos en Salamanca, en el Mesón y entre los galgueros, recogió ayer la llave de San Pedro bajo el felpudo. No sé si repitió a Mercedes la despedida de hace muchos años, en Holanda, cuando le iban a colocar "el electrodoméstico", que es como llamaba al marcapasos : "Hasta el valle de Josafat, y si no me encuentras en el valle búscame en las tierras, que andaré detrás de una liebre".

Juristas y rábulas - Alberto Estella Goytre


Juristas y rábulas - Alberto Estella Goytre

N O sé si usted sabe que está sitiado por licenciados en Derecho. El primer ciudadano de Salamanca, el presidente de la Comunidad, y el presidente del Gobierno. Con mandar mucho Lanzarote, Herrera y Zapatero, no llegan a Obama, que acaba de asumir un liderazgo mundial, y fue abogado en ejercicio, doctorado en la primera Universidad del mundo (Harvard). Son hombres que el Derecho ha prestado provisional o definitivamente a la política, entre otras cosas porque en su contextura mental y en su médula deberían llevar grabados los tres viejos principios romanos : vivir honestamente, no dañar a nadie y dar a cada uno lo suyo.
El cerco se estrecha porque usted tiene un pariente próximo que estudió Derecho, en su portal está atornillada la placa de un abogado, y pertenece usted a un grupo de unos trescientos vecinos que tocan a un letrado. Otros son magistrados, jueces, secretarios, notarios, registradores, procuradores, funcionarios, o sencillamente se dedican a los negocios, la industria o el comercio, la política, la gestoría, la literatura —incluso el columnismo—, los seguros, el arte, el campo, o ejercen, ay, de cuajaenredos, truchimanes y egipcios. Aquí me refiero solamente a los abogados ejercientes, porque deben ser colaboradores en la Administración de Justicia, esa cieguecita, deseada, acosada, manumitida y algunas veces ajusticiada por la propia ley. Tal colaboración se hace mas necesaria en estos momentos de hartazgo judicial, explicable por su histórica penuria. Tan elegante dama —la Justicia—, que debía estar mimada por el poder, siendo uno de los pilares de cualquier Estado que se precie, ha sido indigente —como el personaje de "La Colmena" de Cela—, durante las dos Repúblicas, la Monarquía, la dictadura, la dictablanda, el franquismo, pero también lo es con la democracia.
La Justicia precisa hoy de abogados que le sean leales, que transijan, que eviten los litigios y no alarguen innecesariamente los inevitables. Es decir, de verdaderos juristas. Sobran los Rodríguez Menéndez, sus imitadores, franquicias y sucursales. Hay que mandar al paro a los rábulas, esos que en cuanto se matriculan se creen Papiniano, los que presumen de orinar derecho, los indoctos, charlatanes y vocingleros. Como el Oscar de 1966 Walter Mathaus, que cuajó una fabulosa interpretación de un picapleitos ("En bandeja de plata") intentando sacarle al seguro —torticeramente—, unos daños imaginarios del cuñado, Jack Lemon. Aunque advierto, como si fuera su director Billy Wilder, que si conociera usted en Salamanca algún individuo semejante "cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia". Aquí no hay rábulas, aunque tampoco todos sean jurisconcultos, ni jurisprudentes.
La imagen del abogado mejora, mas pesa aún la opinión del salmantino Rector Maldonado en sus"Querellas del ciego de Robliza": Güena abogacía es esa / al probe charro estrujar / y alargar mucho los pleitos / hasta llegarle a arruinar. / Mal haya pal que vus crea / y se meta a pleitear: / Pleitos tengas y los ganes / dijo el gitano cabal". Su amigo Unamuno (por cierto, desahuciado de una casa del Paseo Carmelitas por falta de pago) fue mas directo e injusto: "La abogacía es uno de los peores azotes de nuestra España". La salmantina, con una tradición prestigiosa, tiene una excelente oportunidad de colaborar con una Judicatura en aprietos por cuestiones de planta y demarcación, oficina judicial, número de litigios, medios materiales y retribución. A pesar de todo ello, con inevitables excepciones, cumple con enorme dignidad su importante tarea. Bastaría invocar uno de los más cabales preceptos del Código Civil, según Antonio Estella, aquel grandísimo abogado en cuya emocionada memoria escribo: "La transacción es un contrato por el cual las partes, dando, prometiendo o reteniendo cada una alguna cosa, evitan la provocación de un pleito o ponen término al que había comenzado". Halacompañeros, duro con él.

Querulantes - Alberto Estella Goytre


Querulantes - Alberto Estella Goytre

LE voy a meter un pleito que se va a enterar". El que dice eso, y hay muchos, suele ser un querulante, es decir, una personalidad paranoide, un indeseable que se permite conductas que no tolera en los demás, que denuncia, pleitea, es incapaz de perdonar agravios, ve conspiraciones por doquier, y tiene un sentido combativo de sus propios derechos desmesurado. Si la Medicina soporta a los hipocondríacos, el Derecho tiene que lidiar con los querulantes, sus denuncias falsas o tergiversando los hechos, la demanda por un quítame allá esas pajas, la querella por ¡ay lo que me ha dicho!, el esto no puede quedar así, o la pendencia por escurrir la ropa o un surco de la linde. En Salamanca brotan como las setas. Y así como para un médico el cliente melancólico que frecuenta obsesivamente la consulta, es una fuente de ingresos, para un bufete el picapleitos es un chollo. Se les distingue porque no suelen pagar, esperando que tenga que cotizar la parte contraria; dicen "mis abogados", en plural, que suena muy bizarro, como la copla de la ganadera salmantina, "mis mayorales"; quieren llegar hasta el final, al Tribunal Supremo y si es posible Estrasburgo; y, además, escribir al Rey. Hubo un salmantino que logró mantener pleitos con la Administración durante medio siglo. Su familia halló un arca repleta de contenciosos. Cuando no le quedaron contrarios ni vías legales, ya octogenario, pleiteó su separación conyugal. Conocí un mister que era un momio para los despachos de la comarca. Acudía al Juzgado al menor pretexto y obligaba a los demandados —que acababan ganando—, a defenderse asistidos de letrado.
Traigo esto a comento porque andan las togas revueltas con los graves problemas de la Justicia (opino que uno de ellos es un ministro que abermeja). Mi dilecto Santiago Juanes relataba ayer un encuentro con el estupendo presidente de la Audiencia. Concluyeron, y estoy de acuerdo, que la primera cuestión es la ingente masa de litigios en trámite, por la judicialización de la convivencia y por no cultivar el arbitraje, la conciliación, la transacción extrajudicial entre abogados. ¿Me lo dicen o me lo cuentan? Cuarenta años intentándolo y confieso centenares de fracasos. Cuando aparece un paranoico de esta especie en un bufete o le mandan a hacer puñetas —nada más apropiado en el mundo judicial—, o bajan la bandera, que corra el taxímetro y que apoquine.
Sin llegar a lo patológico, los charros somos pendencieros. A Calderón de la Barca le desahuciamos por falta de pago, a Fray Luis lo enchiqueramos por traducir una hermosura y al futuro San Ignacio a poco lo trincamos. Un solo ejemplo: si hay un pleito odioso es una testamentaría. Bueno, pues yo he visto empezarlas pero no acabar, se suele extinguir antes el caudal hereditario. ¿Pretextos?: no es por mí, es por mis hijos, quiero la cómoda o la nogala de la abuela, prefiero que se lo lleven los abogados, procuradores y peritos, cualquiera menos el cuñado.
Sólo así se explica la plétora de abogados de España, el mayor porcentaje ¡del mundo! de profesionales por habitante, y la inagotable lista de los matriculados en Salamanca, que a su vez ostenta el récord nacional de letrados por vecino. El penúltimo decano llegó a declarar que sobraban la mitad, y yo sostengo que lo que sobran es la mitad de las causas. Mi Nieto, quiero decir mi nuevo decano Luis Nieto, pastorea a más de setecientos letrados, donde hay de casi todo. Pero eso lo contaré en la próxima entrega de la serie, una sabatina que se titulará "Rábulas", que tiene que ver con ciertos abogados. La siguiente será "Los vuelillos de la toga" —o si ustedes prefieren "Puñetas"—, y tratará de la Judicatura. (Continuará).

Lisístrata y las corderas - Alberto Estella Goytre



Lisístrata y las corderas - Alberto Estella Goytre
MAÑANA es el día de la mujer y todavía hay en Salamanca 251 necesitadas de protección, vaya por Dios. Hace más de un siglo aquellas 146 trabajadoras de New York murieron abrasadas en defensa de sus derechos. Pero quien empezó la lucha de las féminas fue Lisístrata, harta de las inacabables guerras entre Atenas y Esparta. Logró reunir a todas las esposas y convencerlas de que cerraran a cal y canto la entrepierna, hasta que sus maridos hicieran la paz. Los machos desistieron del "amor propio", o de sodomizarse, claudicaron y firmaron la paz. O sea, que lo de "haz el amor, no la guerra" no se inventó en Mayo del 68.
A mí me gustaría decir mujer trabajatriz, porque el sufijo triz, para la formación del femenino de los adjetivos o sustantivos acabados en dor o tor, es eufónico, distinguido. Me lo han recordado en las últimas horas dos paisanos. El miércoles el farinato Fernando Arrabal en el programa televisivo de Buenafuente, donde estuvo genial, divertido, hasta que contó un sueño, una grosería que acaso le cueste una querella. Ha compuesto un poema titulado "Mi idolatrada felatriz", que no es precisamente Cleopatra, ni aquella becaria de Clinton. Está en la red y si lo buscan pónganse en lo peor. El otro recordatorio fue ayer de Santiago Juanes en su bestiario, que nos dio noticia de "La pensatriz salmantina", un periódico ¡de 1777!, que dirigió la charra Escolástica Hurtado. Me abalancé sobre esa reliquia de nuestra Biblioteca universitaria y resulta que dedicó aquel número, en que daba "la idea primera, razón de su persona", a la Condesa de Francos, es decir, la esposa del Conde y concejal que se ocupó de construir nuestra Plaza Mayor, efigiado por Mayoral frente al antiguo Gran Hotel. Y la llama, "Protectriz de la Cultura de Cuerpo y Alma". Supongo que ya habrá tomado nota de las dos notables mi querida María Dolores Pérez Lucas, para la próxima edición de su excelente libro "Mujeres singulares salmantinas".
Y como me gusta ese sufijo y las mujeres, ahí van algunas: Emperatriz, Sissi; actriz, Charo López; diseñatriz, Fely Campo; meretriz, Celestina; felatriz, la Petra, q.e.p.d. (en su mancebía, no obstante, había un letrero que rezaba: "En esta casa no se hace el francés"). No hay ninguna controlatriz de la ORA.
¿Y que coño tiene que ver Lisístrata con las corderas? Pues que al final las dos se ayuntan. No hay hembra más trabajadora ni productiva que la oveja: da lana, leche, heces que son el mejor abono del campo, y encima corderos. Resulta que la primavera está cercana, y las cancinas, o sea, las corderas en edad de merecer — entavia vírgenes, que dicen en mi pueblo—, van a entrar en celo y hay que facilitar la tarea del carnero quitándole a éste el mandilón y a ellas, ay, el rabo, para que entrambos fabriquen chuletillas de cordero. En la Guareña, y por La Veguillas, Vecinos, San Pedro de Rozados, y el Ovejeril, a la cópula lanar le decimos amorecerse. Suele ser por San José, y mientras aquí la pastora, para guisarlos, antes cuece y pela los rabos, en la parte de Extremadura chamuscan el pelo. Por Badajoz ya han visto los primeros gazapos y algunas liebres peleando en los baldíos, de modo que me bajo a degustar los rabos de las cancinas de los parientes lisardos, bocado exquisito que no tiene precio.
Hora en serio, vean lo que escribió la pensatriz : "hay muger en Salamanca que piensa con reflexión, corrige con prudencia, amonesta con madurez y critica con chiste". De acuerdo, doña Escolástica.
Vivan la mujer trabajadora y los rabos de cordera.

sábado, 23 de febrero de 2013

El náufrago Mas - Pedro Narváez


El náufrago Mas - Pedro Narváez
El presidente de la Generalitat se parece a aquel payaso de Micolor que desteñía por los lavados. En cada nueva aparición, Mas se muestra desdibujado, como si durmiera con una goma de borrar que por la mañana le distorsiona el rostro. Lo que era un cuadro es ya un boceto. Quiere ser protagonista pero sólo alcanza al rencoroso papel del actor secundario que sabe que por mucho que se atuse el pelo no puede disimular los que ha perdido melancólicos en la almohada. En la inauguración del AVE, Mas confesó su afición por la natación ocasional, un par de largos a la semana y unos minutos en los que el cuerpo no siente el peso de la derrota. Este Michael Phelps de la plaza de Sant Jaume se acerca en realidad a la isla del tesoro como lo haría un perrito, moviendo las patas delanteras y con la lengua fuera. Para cuando alcance la orilla, los piratas con los que intenta el abordaje de Cataluña lo terminarán de confundir en la niebla hasta que su nombre se disipe en el Mediterráneo, de Algeciras a Estambul, adonde no puede llegar el AVE por más millones que desembolse Fomento. Ahora prepara apariciones estelares en Zarzuela y en Moncloa, y quiere aprovechar el cameo para publicitar su mercancía podrida, como una Esther Williams con un Vincent Price dentro, al estilo de Anna Tarrés. Pero en el rompeolas de Madrid las piscinas están vacías y la niebla es en estos días tan espesa que será fácil confundirlo con un fantasma en traje de baño. Cuando puso el telón negro delante del retrato del Rey ya intuía su mortaja y ahora intenta resucitar llamando a Cataluña «sujeto político y jurídico soberano», estructura de Estado, verborrea que se ahoga en su propia sintaxis y que, más allá del burdel de La Junquera, no significa nada porque no entienden el lenguaje de la autodeterminación de los pueblos ni de las prostitutas. Ya dice por favor sálvame, pero ni el salvavidas de Junqueras le ahorrará el naufragio.

La portera - Ernesto Sáenz de Buruaga


La portera - Ernesto Sáenz de Buruaga
Cristina, la portera de la casa, se vino hacia mi según me vio que entraba en el portal. Tras el buenos días de rigor, y con la franqueza que la caracteriza, me preguntó sin irse por las ramas: ¿Cuando se van a arreglar las cosas? Me puse estupendo y con cara de saber la respondí que ya estábamos en el buen camino y que las cosas iban a ir a mejor, que lo peor ya había pasado. Sin dejarme seguir, frente a mis teorías y previsiones recogidas de las palabras del Presidente Rajoy en el Congreso, me estampó la realidad de su vida. En la empresa de mi marido, me dijo, la próxima semana van a echar a 300 y todavía no sabe si le toca. No hay un estado de la Nación. Hay millones de estados de la Nación que solo se corresponden con las circunstancias de cada uno. La vida de Cristina esta semana gira en torno al futuro de su marido y a las horas extra que tendrá que hacer limpiando si entrara un sueldo menos en casa.
Hoy otra Cristina, Infanta de España, también estará pendiente de su marido. Y pensará que todo lo que esta viviendo es una pesadilla, que no es real, que es un mal sueño que nunca ha sucedido. Las imágenes en la TV, los insultos, la vergüenza del juicio publico, sus hijos. Salir a la calle y de ser admirados a ser vituperados. Su diadema de diamantes en los dias de grandeza tiene hoy menos brillo que las horquillas de la portera.
Y que decirles de esos padres cuya historia conocíamos en este periódico. Están en el paro y tienen un hijo al que los médicos solo le dan cinco años de vida si pueden mantener su tratamiento. No hay para ellos más estado de la Nación que mirar la cara de su pequeño. Sonreírle, acariciarle una y otra vez, abrazarle conteniendo el llanto, hacerle sentirse el niño más querido del mundo y no pensar en ellos que no tienen donde caerse muertos. Las ayudas de los demás determinaran cuanto vive su hijo y como pasara sus últimos días que están trágicamente marcados a muerte en el calendario.
Son tres historias. Añadan la suya y disfruten de las cosas buenas que tiene la vida. Merece la pena. Ese es el estado de la Nación.

La noche más indigna - Salvador Sostres


La noche más indigna - Salvador Sostres
La noche que acaba de pasar España es una de las más siniestras de su Historia reciente. No se sabe qué sucederá hoy, si la declaración de Urdangarin confirmará o desmentirá la autenticidad de los correos electrónicos que presentó al juez su ex socio Diego Torres; o si habrá alguna novedad sobre los papeles que Bárcenas entregó al notario con la supuesta contabilidad oculta del PP.
Sí sabemos que durante la noche de ayer las dos primeras instituciones y personalidades del Estado estuvieron amenazadas pública y notoriamente y que, por lo tanto, la consistencia de España estuvo en jaque. Sí sabemos que durante como mínimo la noche de ayer el jefe del Estado y el jefe del Gobierno fueron personas frágiles y amedrentadas, y protegieron otros intereses distintos de los nuestros porque estuvieron asomados a otros abismos que a los de sus respectivas funciones.
Como mínimo durante la noche de ayer un Estado de la importancia de España estuvo chantajeado por dos personajes -Torres y Bárcenas- que, más allá de si mienten o dicen la verdad, están deteriorando nuestra libertad convirtiéndonos a todos en ciudadanos más inseguros, con menos garantías y más miedo. Bien es cierto que si pueden hacerlo es porque la falta de virtud de quienes tendrían que ser ejemplares se lo permite.
El gran drama de la corrupción es que conduce a noches infames como la de ayer. El gran drama de la corrupción es que la libertad desaparece y se impone el imperio de la incertidumbre y el chantaje. El gran drama de la corrupción es que llega un momento en que todas las opciones son malas y cualquier decisión es injusta y podría conllevar catástrofes peores de las que trata de resolver.
Sin virtud es imposible la democracia y es imposible la política. Sin virtud es imposible la libertad. Sin virtud el mundo es de Bárcenas y de Torres y del ritmo al que decidan filtrar su documentación. Más allá del dinero que finalmente se haya desviado, defraudado o robado, si es que finalmente llega a demostrarse algo, la Casa Real y el Partido Popular son culpables del ridículo que España hizo ayer por la noche, de la situación impresentable e insostenible en que estuvimos y que puede que dure varios días e incluso meses.
Lo estrepitoso no es que Bárcenas y Torres sean dos chantajistas, sino que puedan serlo. Lo que nos desahucia y nos rompe no es lo que estos dos tipos puedan hablar, sino que Rajoy y el Rey tengan que callar. Lo que nos desacredita como país serio y fiable es que ante el mayor chantaje público a que un presidente del Gobierno ha sido sometido desde la recuperación de la democracia, todo lo que Rajoy puede hacer es no hacer enfadar a Bárcenas para evitar que cante.
Somos súbditos de un Rey que en lugar de ayudarnos a superar la crisis con su ejemplo de rigor y rectitud, la agrava increíblemente con su torpeza y sus turbios asuntos y los de su familia. Somos ciudadanos de un Gobierno cautivo. La noche de ayer fue la más indigna de nuestra Historia reciente.
Contra el golpe de Tejero nos pudimos proteger con la estructura del Estado, pero ahora es la estructura la que está podrida y los que tendrían que estar protegiéndonos y defendiéndonos podría ser que al final fueran los que acabaran cargándoselo todo.

jueves, 21 de febrero de 2013

Las tetas de Aznar - David Torres


Las tetas de Aznar - David Torres
Mariano enseña su declaración de la renta, Rubalcaba la calva y Jose Mari las tetas. Bueno, las de su sobrina. A esto hemos llegado. En la barra americana de la política nacional los líderes se hostian para demostrar quien gana menos, al estilo de aquel pobre hombre que aseguraba que era el más modesto del mundo, coño, si lo sabría él. Algunos incluso han empezado a pedir en el metro. Aznar, definitivo como siempre, ha subido las apuestas a tope: pues mi sobrina se despelota en Interviú, mire usté. A ver quién tiene cojones de ver esa mano, porque lo siguiente es rifar a la señora o a la hija.
En un principio, lo que pretendían los de Interviú era sacar los abdominales de Jose Mari, que son como una tabla de lavar, un Cristo del Gran Poder ante el que las beatas se santiguan. Pero Jose Mari ha decidido que con quitarse el bigote ya hay desnudo de sobra, aunque yo nunca he tenido muy claro si el bigote está o no está, me pasa lo mismo que con Bárcenas. En cualquier caso, cómo andará el país para que la sobrina de un ex presidente tenga que enseñar las domingas en portada. Los recortes han llegado hasta Interviú, que antes exhibía mozas despampanantes y ahora se conforma con señoras que dan lástima. Antes enseñaban culos y ahora apellidos.
Nunca se elogiará bastante el esfuerzo que ha hecho esta vez la revista por fomentar la lectura en las barberías. Los varones que pasábamos despreocupadamente los ojos sobre esa elegante sección de chacinas, obviando el currículum y los gustos de una modelo brasileña, ahora nos detenemos en la letra pequeña para enterarnos de las intimidades de Aznar. Así hemos corroborado que el tío Jose Mari es un cachondo mental también en el hogar. Ya sabíamos que lo era en la Moncloa, en las Azores y en la Universidad de Columbia, cuando se pone a contar chistes sobre armas de destrucción masiva o chapurrea inglés con el acento del oso Yogui. Ante ese tópico de que una imagen vale más que mil palabras, se puede responder al estilo de Cela: depende cuál.
Quienes nos temíamos que más tarde o más temprano Jose Mari iba a volver a los ruedos de la política, ya estamos advertidos. Para el aperitivo del regreso ha escogido no un periódico serio, ni un boletín parroquial, ni siquiera el Marca, lectura de cabecera de Mariano y donde el propio Aznar podría protagonizar un reportaje como campeón de pádel, sino un desplegable a todo color con una sobrina descarriada. La pobre mujer habrá tenido que enseñar hasta el libro de familia, no fuese a estar operada de apellidos. Queríamos transparencia pero no tanta, mire usté.

Europa - José Luis Alvite

Europa - José Luis Alvite

Arrasa Europa una tenaz oleada de burocracia y de pereza, un denso plasma de entumecida indiferencia que lo cubre todo con una oleosa capa de resignada apatía, como una epidemia de mórbida vejez reglamentaria que se extiende por el continente con la lenta obstinación de una fiebre administrativa y financiera que se lleva por delante el recuerdo de la Europa exultante de antes, de cuando sobrevino la II Guerra Mundial y, desquiciado e insomne por el estruendo de la artillería, Dios corrió a refugiarse entre los soldados y las campesinas en aquellos pajares de Francia en los que sollozaban los soldados, jadeaban las viudas y relinchaban sin saliva las bocas vaginales y gomosas de las yeguas. Fue aquella una Europa insegura y asustada, también una encrucijada de sargentos y de dioses, de muchachos con la cabeza aturdida por el III Reich, aquella mezcla enfermiza de cerveza e ideología; un solar en el que los bombardeos borraban las pocas fronteras que no hubiese disipado la lluvia; una Europa histórica y sagrada, entusiasta y furiosa, en la que el miedo invidente les cambió su letra primeriza a los niños y en cuyo recogimiento no había una sola oración que no se pareciese a una blasfemia; un sitio sin paradero fijo en el que con algo de harina, sudor y una pizca de lodo, la gente era capaz de recordar una canción, borrar un remordimiento y amasar una hez talabarteada y marrón con la que hacer de madrugada el pan. Y ahora, ¡Dios Santo!, ahora arrasa Europa una casta de políticos pusilánimes, antibióticos y algo eunucos que hacen cuentas en Bruselas con sus profilácticas gafas de urólogo, vuelven luego a sus casitas con jardín en Baviera, en Ostende, en Turín, y prenden en la chimenea con leña baja en calorías una hoguera con las llamas de lana, mientras husmea sus pubis de jabón un perro con el instinto de hule, el aliento de penicilina y la lengua de cera.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Por ver mi estrella María - Salvador Sostres


Por ver mi estrella María - Salvador Sostres
El problema es que una princesa no puede casarse con un jugador de balonmano. Los príncipes se tienen que casar con princesas y las princesas se tienen que casar con príncipes. Y si por lo que sea se enamoran de plebeyos, y quieren mezclarse con gente con oficios, que abdiquen y renuncien a sus privilegios y entonces podrán comportarse como cualquiera de nosotros porque realmente serán cualquiera de nosotros.
Lo de ayer en el Sant Jordi fue tan brillante desde el punto de vista deportivo como grotesco desde el punto de vista institucional. Estaba el Príncipe Felipe, pero sin Letizia, acompañado de la princesa María de Dinamarca, que dio una lección de elegancia y de clase con su sonrisa perfecta y sus tejanos ligeramente gastados por detrás. Lo más lejos posible del Príncipe, a pie de pista, estaba Iñaki Urdangarin, uno de los jugadores más significativos del balonmano español y cuyo matrimonio con la Infanta Cristina contribuyó decididamente a la popularidad de este deporte. Su presencia en el palco, junto a su esposa, no sólo habría sido normal, sino que su ausencia fue extrañísima.
Esto es lo que pasa cuando eres el Rey y quieres hacerte el moderno permitiéndole a tu hija que se case con un jugador de balonmano: que un día tienes que ir a un partido de balonmano y haces el ridículo. Si un día tenemos un susto con Letizia, a ver a qué parte del polideportivo la mandamos a ver el partido.
No pude evitar, viendo con qué estilo y simpatía la princesa María besó a Felipe y con qué naturalidad departían ya sentados en el palco, durante el transcurso del encuentro, que el Príncipe se casó con poco gusto y con todavía menos profesionalidad.
El Sant Jordi estuvo con España, tal como sucede siempre con cualquier selección española de cualquier disciplina deportiva. Los jugadores estuvieron arropados en todo momento por un público muy cariñoso con ellos y que, en cambio, pitó al cantante Pep Sala cuando éste interpretó en catalán su famosa canción Boig per tu, así como también al Príncipe cuando entregó las medallas a los vencedores, de modo que la Casa Real no se ahorró el reproche del pueblo pese a sus hipócritas y ridículos intentos de disimular que Iñaki Urdangarin forma parte de su familia y que es un héroe del balonmano español.
Perfecto como siempre, en el fondo y en la forma, en lo deportivo y en lo personal, Valero Rivera se acercó a Iñaki, su discípulo, para abrazarle, y lo mismo hicieron muchos de los jugadores españoles.
Una cosa es que Urdangarin haya intentado la cuadratura del círculo en algunos de sus negocios, y que como el pobre no es demasiado inteligente le hayan pillado y ahora tenga que afrontar las consecuencias legales y penales de sus actos.
Otra muy distinta es que se pretenda hacer ver que no forma parte de una familia de la que forma parte y que jueguen con él al escondite en los pabellones deportivos. Toda una Casa Real no puede caer en el absurdo trilerismo de borrar al esposo de una Infanta de las fotografías y de su página web, como si creyera que los españoles son tan estúpidos que, si ya no ven al duque de Palma en los retratos, acabarán olvidándose de que existe o de lo que haya hecho.
María de Dinamarca brilló, sexy y letal, por encima del lío real español y de su lamentable puesta en escena. Hay que estar muy segura de una misma para acudir con unos blue jeans levemente gastados por detrás a un acto institucional, hay que haber sido educada para esto desde niña. Letizia, en cambio, está siempre tan encorsetada y tan tensa porque la encontramos en la calle, o peor, en un telediario.
Barcelona no tiene ningún problema con las selecciones españolas, al contrario; y la Monarquía española sí tiene un problema con el público en general -no sólo con el catalán- y no lo va a solucionar jugando al photoshop o escondiendo de un modo vergonzoso a los miembros de su familia.
Yo no entiendo de balonmano pero fue brutal la paliza. Me aburrí como un idiota pero valió la pena la agonía aunque sólo fuera por ver mi estrella María.

Chicle en la boca - José Luis Alvite

Chicle en la boca - José Luis Alvite

Cada día encuentro más difícil relacionarme con la gente, incluso si se trata de personas a las que de verdad aprecio. Las conversaciones triviales me resultan insoportables y los asuntos profundos sólo sirven para que discuta y arriesgue la amistad de quien habla conmigo. Hasta tal punto encuentro insufrible discutir obstinadamente sin la menor flexibilidad, que entiendo que en caso de discusión sin posible avenencia lo mejor que pueden hacer dos personas para zanjar la polémica es arrearse unos buenos puñetazos y que para mayor escarmiento pague las copas quien haya perdido la pelea. Me aterra el devoto del cine iraní tanto como me repele el tipo que disfruta con esas películas norteamericanas en las que la frase más inteligente es el relincho de los neumáticos al derrapar un coche. Tampoco me gusta coincidir con vecinos en el ascensor porque no necesito que la señora del segundo me diga lo mucho que llueve en invierno, ni que me recomiende visitar al neumólogo para curarme la jodida tos del tabaco o que me pregunte si estoy seguro de que no es cáncer de colon ese granito casi invisible en la nariz. Durante algún tiempo soñé que coincidía con la dichosa señora en un ascensor del Empire State y subía con ella hasta la azotea. La conversación, quince tópicos del clima y dos docenas de refranes. Para colmo, al llegar a la azotea se ponía de espaldas a la fantástica vista de Manhattan y me decía que su ilusión desde niña había sido sentir vértigo en una casa de planta baja. Me liberé de ella al lanzarla al vacío desde la azotea del Empire en el último sueño. Pero al llegar a la calle me detuvo un guardia y, mientras me esposaba, me soltó el dichoso refrán: «Lo que mal empieza mal acaba, amigo». No le guardo rencor porque fue breve y me leyó mis derechos con el chicle en la boca.

martes, 19 de febrero de 2013

Fuego transeúnte - Jose Luis Alvite


Fuego transeúnte - Jose Luis Alvite

Todo este tiempo de ausencia lo he dedicado a pensar sobre mi vida y he llegado a la conclusión de que mi existencia solo ha sido hasta ahora una sucesión de odiosas facturas, documentos que caducan y desesperantes rutinas en las que incluso estaban siempre en su sitio el viento, el desorden y el olvido. Descartado que cambie de sexo, mi alternativa pasa por echarme a la carretera, cambiar de isobara en el mapa y abrir la ventana donde aun tenga alguna esperanza de que al menos sea distinto el aburrimiento. Tenía que haber tomado esa determinación hace años, cuando aun mis pies tenían hambre de camino, pero entonces se me metió en la cabeza que de aquel andén en Compostela solo salían trenes cuyo destino era aburrirse en el paisaje antes de perder fuelle y retroceder. El octogenario León Tolstoi se largó de casa en medio del crudo invierno porque estaba aburrido de que por culpa de la rutina no hubiese un solo abedul que tuviese de vez en cuando la sombra de un roble. Como por el almanaque era más viejo que por sus sueños, el pobre Tolstoi no fue muy lejos. Se sintió indispuesto en la estación de Astapovo y murió al poco tiempo. Por desgracia para el formidable escritor ruso, el tren fue más lejos que él. La libertad le costó la vida, como a un pájaro al que el peso de sus alas sin garra lo arrastrasen sin remedio a estrellarse contra el suelo. Ochenta años son muchos años para que un hombre se permita a deshora la rebeldía a la que por idiota renunció de joven. Hay cosas que conviene hacerlas antes, a tiempo de que tu proeza existencial no acabe en la página de las esquelas por culpa de que te haya parado los pies el frío. Yo aun estoy a tiempo de procurarme una vida distinta en un lugar diferente, en cualquier arruga del mapa en el que me esperen otras razas, banderas distintas y enfermedades nuevas. Además de a compaginar en el retrete el pensamiento y la orina, aprendí muchas cosas en el periodismo. Una de ellas, que todo va tan deprisa, maldita sea, que llega un momento de la vida de un hombre en el que todo lo que cree que sucede hoy en realidad ya fue noticia en el periódico de ayer, como un pescador que atrapase un poco más abajo en la corriente el cadáver de la trucha que había evitado su sedal doscientos pasos río arriba. ¡Que envidia he tenido siempre de los viejos aventureros! Eran gente templada y temeraria a la vez y vivieron en un mundo casi a estrenar en el que había demasiada tierra para tan pocos muertos y todo resultaba tan novedoso que casi era la primera vez que a la hoguera le ocurría el humo y acaso nunca había llegado el polvo al suelo. Estuvieron en sitios frondosos y sin nombre en los que antes solo había estado de paso el fuego invidente y transeúnte, en desiertos que ellos atravesaron llevando en la mano el temblor novicio de la incertidumbre, y en bandolera, una cantimplora cargada con sudor. ¿Y qué he hecho yo? Apenas nada. Muchos sueños, una muda cada día y pocas cosas que me duela olvidar. He tenido un par de graves depresiones que casi me convencieron de que al portal de casa es mejor llegar saliendo por la fachada y varios miles de madrugadas en las que llegué a la conclusión de que por muchas vueltas que le demos, la vida vale la pena sobre todo si caes en la cuenta de que las cosas materiales tienen un valor relativo y admites, amigo mío, que para descansar tranquilo lo que cuenta no es la cama en la que duermes, sino la conciencia con la que te acuestas. 

Zapatero: irse sin pagar - Antonio García Barbeito


Zapatero: irse sin pagar - Antonio García Barbeito

Dice se va y encima se ríe, como si hiciera gracia, como si estuviésemos en una romería y acabara de invitarnos a todos a pasar el día en su carreta, por su cuenta, y de pronto dijera que se vuelve. Dice que se va y pone cara de haber contado un buen chiste y no le hemos reído la gracia. Dice que se va y lo dice como el entrenador que decide no seguir porque está cansado de ganar campeonatos con el mismo equipo. Dice que se va y lo dice con cara de jugador que ha vaciado la banca del Casino. Así también convido yo a las rondas que hagan falta a todo el que esté en el mostrador. Así, gratis, sin que tenga que presentar cuentas de nada, también digo yo que me voy; yo y cualquiera. Pero ese decir «me voy» supone que la cuenta es nuestra, que sus errores tenemos que pagarlos nosotros, que su cabezonería —suponiendo que no fuera ceguera o intención de ocultar la verdad— la estamos pagando a un altísimo precio. Dice que se va y lo dice con muchos meses de antelación, vamos, como si el presidente quisiera darnos tiempo para organizarle un homenaje de despedida.

Dice que se va, que no vuelve a presentarse, y lo dice cuando ha dejado a España en puestos de descenso, que nos deja lo que nos deja: un país con cerca de cinco millones de parados y sin una mala receta para empezar a soñar con una mejoría. Es como si se nos averiara el Rolex, pusiéramos cara de preocupación y un voluntario nos dijera que se lo dejemos, que él lo arregla, y cuando ha abierto el reloj, tiene las piezas repartidas sin saber cómo encajarlas y se da cuenta de la barbaridad que ha cometido —tanta como el que le fió el reloj—, mete todas las piezas en una bolsita, nos mira sonriente y nos dice: «Toma, que estoy cansado y no tengo ganas de seguir». Dice que se va. Ya era hora. Pero merecemos al menos que lo dijera con seriedad, y pidiendo disculpas, y reconociendo que no ha podido ni puede; que la situación no está para bromear con estas cosas ni usar de una postiza alegría. Pero no, ni hablar, de eso ni mijita. El presidente anda tan sobrado de autoestima, que lo dice como si se hubiese cansado de ponernos ricos, como si se aburriera de hacerlo bien. Este hombre es de los que llevan a un enfermo en una ambulancia, le quitan el suero y lo cambian a un coche fúnebre y le dicen que se eche en el ataúd, que va a ir más cómodo, y quieren que el enfermo les dé las gracias. Vamos, de esos que se encierran con las tres chicas más caras de un puticlub y, muy sonriente, cuando acaba, les dice: «Chicas, hoy no os voy a cobrar».

Melifluos eufemismos - Amando de Miguel


Melifluos eufemismos - Amando de Miguel
El eufemismo, en principio, es una buena cosa. Muchas palabras se alojan a lo largo de un continuo que va desde lo ponderativo o agradable a lo antipático o insultante. Bien está evitar caer en ese polo de lo que pueda molestar al interlocutor. Pero también se puede caer en el escrúpulo, en la hipocresía. De ahí los falsos eufemismos, los que no se emiten por cortesía sino por un estúpido temor a los tabúes. Es algo muy común en la jerga de los hombres públicos, pero contagia a toda la población. Ahora ya no se debe decir "sexo" como principio clasificatorio para las personas, sino "género". Vaya por Dios. Por cierto, Dios es masculino.
Ángel Javier se queja de que a los ciegos se les llame "invidentes". Tiene razón. La palabra ciego (= no ve con los ojos) es la correcta. Los ciegos pueden percibir muy bien la realidad a través de los otros sentidos. Estamos ante el insoluble problema de cómo llamar a los que son diferentes del común por razones físicas. A muchos de ellos antes los llamaban genéricamente "inválidos" o, peor, "subnormales". Todos los meses me reúno con un simpático grupo de personas afectadas en la médula ósea, de tal modo que tienen que trasladarse en silla de ruedas. Oficialmente son discapacitados, pero la verdad es que su diferencia hace que sean especialmente capaces. Después de todo, a mi edad uno se ve incapacitado para muchas tareas. Uno de los indicadores más precisos para detectar el grado de civilización de una persona o de un conjunto de ellas es su capacidad para admitirdiferencias en otras personas. La falta de esa sensibilidad es lo que llamamos prejuicio. Todos los tenemos, pero hay que ir eliminándolos.
José María Navia-Osorio me escribe una jugosa misiva sobre loseufemismos administrativos, los de la Administración Pública de su región. Pero antes me reprocha que yo no estuviera en la mani de Colón con los de Denaes. Bien que lo sentí, pero acordé con Santi Abascal que era mejor participar en la tertulia Dando caña de Intereconomía. Tenía lugar a la misma hora, transmitía el acto y lo comentaba. Creo que no lo hizo ninguna otra televisión. Todavía no he adquirido el don de la bilocalidad, y bien que lo siento. Respecto a la tonta expresión de "asumir responsabilidades", don José María propone que digamos "asumir irresponsabilidades", que es lo que quiere decir. A lo que iba. Enuncio simplemente algunos títulos de los cursos para funcionarios que dan en Asturias. Los llaman genéricamente "itinerarios formativos". Hay un "Curso básico de género" y otro, de especialización, sobre la "Construcción histórica del feminismo". Uno más técnico se llama "Dominio de ofimática", con una especialidad en "Alfabetización digital". Me interesa mucho el "Manual de estilo sobre lenguaje no sexista", que desemboca en el curso de "Ortotipografía en la elaboración de escritos" y en el "Itinerario de comunicación en otras lenguas". Siempre es interesante que un funcionario en el exterior pueda decir en inglés que su sastre es rico. Por último, el doctorado se alcanza con el curso sobre "Dominio sobre la Unión Europea". Me gustaría saber quién paga todo eso y qué piensan los alumnos de ese adoctrinamiento y del consiguiente baile de eufemismos. ¿Se repite la fórmula en todas las regiones? ¿Seré yo muy sexista? ¿Por qué mi sastre no es rico? Demasiadas preguntas.