miércoles, 27 de abril de 2016

Salamanca sí lo presta - David Torres

Salamanca sí lo presta - David Torres

Lo he contado alguna vez: años antes de que la Complutense nombrara doctor honoris causa a Mario Conde, la Universidad Autónoma de Madrid, siempre más modesta, concedía el mismo título a Krysztof Penderecki. Era a mediados de los ochenta, yo estudiaba en la Autónoma y tendría unos veinte años cuando asistí a la ceremonia en honor del gran compositor polaco; unos días más tarde, en el Teatro Real, él mismo dirigía una de sus obras maestras, la Pasión según San Lucas. Me encaramé a lo más alto del teatro, la entrada más barata, pero gracias a unos prismáticos pude vislumbrar las ondas sísmicas de la partitura justo antes de que Penderecki desencadenara el fin del mundo de un zapatazo en el suelo. Desde el impresionante aullido inicial del coro (O crux) y la conmovedora plegaria del barítono (meus Deus) hasta la escalofriante secuencia del Stabat Mater, las razones del nombramiento de Penderecki fueron dibujándose en la bóveda del Teatro Real una tras otra.
Poco después, en 1993, la Universidad Complutense concedía el doctorado honoris causa a Mario Conde, aunque nadie podría explicar muy bien por qué motivos. ¿Por la invención del pelotazo? ¿Por lo bien que le sentaba la gomina? ¿Por el modo tan elegante en que iba a desvalijar Banesto? En la ceremonia en honor de Penderecki estuvieron presentes el rector y algunas otras autoridades de la Autónoma, varios profesores y unos cuantos músicos y alumnos. Calculo que no habría más de medio centenar de personas en la sala. En la que encumbró a Conde estaba toda la pomada del momento, de Cela a Fernández Tapias y de Polanco a Anson, pasando por el embajador de Israel, Shlomo Ben Ami, y por quien se les ocurra. En lo más alto de la pirámide estaba el rey Juan Carlos I, gran amigo suyo, de quien Conde contaba anécdotas tan íntimas como que había días que le llamaba seis veces, la última a la una de la mañana, y Conde respondía al rey que estaba echando un polvo.
-¡Cómo que estás echando un polvo! ¡Jajajajaja, qué cabrón!
-Pero, señor, ¿qué se puede hacer si estás despierto y a la una de la mañana? Pues echar un polvo.
No, la lectura no era el fuerte de Mario Conde, por eso se entiende menos aun la histórica felación que una de las mayores instituciones académicas españolas le proporcionó a aquel banquero chulesco y prepotente. Ayer el Consejo de Gobierno de la Universidad Complutense decidió, con un voto en contra, la retirada de su título de doctor honoris causa. La noticia es que todavía lo tuviera. Los consejeros de la Complutense han esperado a que Mario Conde se reformara entre rejas, aprovechando su estancia para apuntalar una provechosa carrera de escritor, moralista y filósofo a ratos, y luego han elegido el mejor momento para revocar la distinción, justo cuando acaba de ingresar otra vez en prisión a ver si se saca un módulo de FP.

Si le ocurre una segunda vez lo de salir y entrar al trullo, a Mario Conde podrían retirarle también el graduado escolar. Como en el caso de Díaz Ferrán o de Rodrigo Rato -que ganaron también sus correspondientes bonetes en diversas tómbolas culturales del país- la trayectoria de Conde muestra una vez más el peculiar sistema de intereses del mundillo universitario español, el mismo por el que nuestros mejores cerebros tienen que marcharse al extranjero después de hacer un máster en poner copas. Eran doctorados honoris causa de alquiler. La historia de estos banqueros y empresarios fuera de la ley agraciados con la lotería académica demuestra que aquí, lo que natura no da, Salamanca sí lo presta.

miércoles, 13 de abril de 2016

Modelo de yupis, espejo de podemitas - Pablo Molina

Modelo de yupis, espejo de podemitas - Pablo Molina

De los cientos de fotografías de Mario Conde en la época en la que tenía a todo el país (también en mayúscula) rendido a sus pies, la que mejor define al personaje es su pose cuidadosamente estudiada en el acto de entrega del doctorado honoris causa por la Complutense. En el Aula Magna de la universidad, y en presencia de los más principales de España, del rey abajo, Mario Conde escuchaba los ditirambos dirigidos a su persona con las manos juntas, apoyadas en el mentón, y la mirada baja. Era una mezcla atorrante de fingida sencillez y capacidad reflexiva, en plan "soy el tío más jodidamente humilde del mundo y al que insinúe lo contrario le compro la empresa y se la regalo a su principal competidor". Solo él sabe las horas ante el espejo que le llevó interpretar a la perfección ese gesto tan singular.
Hubo una época en España en que todo el mundo quería ser como Mario Conde. Fue justo después de que Carlos Solchaga, ministro de Economía y Hacienda del PSOE, dijera aquello de que nuestro país era el sitio donde más rápido podías hacerte rico. No hizo más que constatar una realidad. Conde era la prueba.
Gracias a Mario, decenas de miles de jóvenes intentaron también convertirse en tiburones de los negocios, y como tales comenzaron a actuar. Había quien se dedicaba a dar a probar a los clientes del Carrefour un nuevo queso o trocitos de fruta, y si les preguntabas por su ocupación te respondían que estaban en el sector de la promoción de ventas. "Pero es algo puntual", añadían, sólo para coger carrerilla y dar el pelotazo como aconsejaban los socialistas.
Yo he visto a un yupi con traje de tres piezas en una calle de Murcia, en pleno verano, gritando a un colega "¡Acho, este viernes nos reunimos!", y la escena resultaba de lo más natural. ¿De qué iba a tratar en su encuentro semejante par de gañanes? Eso era lo de menos. Lo importante era llevar gomina, el maletín de reglamento y reunirse mucho durante la semana. Los millones acabarían llegando. Era solo cuestión de tiempo.

Pero no, el dinero no llegó, sino una crisis, anticipo de la actual, que dejó a los yupis sin gomina y les cambió el maletín por una bayeta de camarero. Su icono del momento, el gran Mario Conde, acabaría poco después en la cárcel, llevándose con él los sueños de todos. Ahora siguen en el sector de la promoción de ventas, pero a domicilio. Por supuesto, votan a Podemos. Viniendo de donde vienen, era su destino natural.

viernes, 8 de abril de 2016

1.744 - Juan José Millás

1.744 - Juan José Millás

Ya confesé hace tiempo que soy amigo de un columnista de la competencia que a veces me escribe estos artículos porque yo, en ocasiones, escribo los suyos. Es muy socorrido si caes en una depresión o tienes un par de semanas ajetreadas. ¿Que por qué lo confieso públicamente? Pues porque nadie en su sano juicio se lo creería. A mi amigo, sin embargo, le asustan estas manifestaciones. Teme que en su empresa descubran el pastel y lo despidan. Tiene una idea monstruosa de lo verosímil. Esta columna me la está escribiendo él en uno de esos ataques de pánico que nos empujan hacia aquello que tratamos de evitar. Se abraza a lo que teme. Significa que este texto no es de Millás, sino mío (el amigo del otro periódico). Pero lo escribo a la manera del famoso autor valenciano porque, como expliqué en otra ocasión, cada uno ha estudiado a fondo los rasgos de estilo del otro.

Si vuelven a leerlo desde el principio, verán que no hay una sola línea que no sea identificable con el registro del que lo firma. Debo decir que también él clava los míos, aunque los contamina de su simpleza. Millás me perdona que diga estas cosas porque fortalecen la idea de que quizá dos locos que trabajan en periódicos distintos hayan llegado a un acuerdo tan inusual. Él está ahora promocionando una novela y tiene una agenda diabólica. No llega a todo el pobre. Ya me devolverá el favor (le gusta más escribir en mi estilo que en el suyo). El problema es que a uno de los dos le han rebajado un 10% el sueldo y el afectado pretende que repartamos esa pérdida. El otro cree que no es justo. Lo cierto es que las uniones más sólidas se pierden a veces por cuestiones de dinero. ¿Qué digo a veces? Siempre, siempre. Y con esto acabo: 1.744 caracteres clavados.

miércoles, 6 de abril de 2016

Ell sexo en trío - David Torres

El sexo en trío - David Torres

Salvo en el cine porno, las posibilidades de consumar un trío son muy, muy remotas. El tres es un número incómodo porque, hagas lo que hagas, siempre da dos y uno, es decir, dos que se arriman y el tercero que se queda mirando. Lo demás, ya se sabe, es contorsionismo. Sin embargo, Pdr Snchz sigue empeñado en intentar juntar agua y aceite, igual que esos maridos que intentan contentar la misma noche a la esposa y a la amante, y sin tener ni pajolera idea de a cuál de las dos está engañando. El problema aquí es que el hombre no está seguro de nada, no sabe si quiere matrimonio, noviazgo, un rollo de primavera o una noche loca.
Para un trío se necesita, más que nada, flexibilidad, pero ninguno de los tres quiere ponerse abajo. Ya advertía Sartre que el infierno son los demás. Merced a unos acuerdos que él mismo ya ha incumplido varias veces, Albert se ha arrogado el papel de señora y de tú no vas a ningún sitio, Pedrito, y menos con esa pelandusca. Snchz podría replicar que él no está obligado a nada puesto que aún no lleva un anillo en el dedo, pero actúa como si realmente estuviera casado, como si ya hubiera firmado acuerdos con la banca, con la patronal y con los señores del Ibex. Quién sabe. A los líderes psocialistas siempre les tienta el espejismo de echarse una novia zurda, dejarse la melena, besar a morro y salir por ahí de marcha, pero al final les puede más la rancia cama matrimonial, la boda por la iglesia y el sillón de asesor en un consejo de empresas. Empiezan con la ilusión de querer cambiar el mundo y luego se conforman con cambiarse de chaqueta.
Por eso el pacto tripartito entre PSOE, Ciudadanos y Podemos se postula como la premonición de un gatillazo. No es mala cosa para empezar una relación siempre que sepas dónde terminarla. Una noche que andaba yo muy borracho le propuse a una mujer: “Podría prometerte un gatillazo, nena, pero no sé si me va a salir bien”. No salió bien, claro, por andar fanfarroneando, y entonces ella se mosqueó mucho y dijo que quería volverme a ver. Tuve que desengañarla y recurrir directamente al divorcio antes de que la cosa pasara a mayores. Pdr Snchz está a una bajada de pantalones de un gobierno de extremo centro por la sencilla razón de que no hay nadie en el PSOE con la sangre lo bastante roja y lo bastante caliente como para arriesgarse a montar una orgía de izquierdas.
De momento, con los pantalones bajados, la reunión del jueves entre los tres grandes líderes anda más cerca de los Hermanos Marx que de un terceto en pelotas. Pdr Snchz sería Chico calculando a dedo los escaños, Pablo Iglesias Groucho haciendo castillos en el aire y Albert Rivera Harpo rompiendo el encanto a bocinazos. Si no anda listo Pdr Snchz, su versión del tripartito se puede quedar en la tristeza de aquella anécdota que me contó Abraham García, cuando vio a un pobre hombre cenando solo el Día de los Enamorados en Viridiana y se acercó a animarle:
-Pero hombre, si no tiene plan, una noche así lo que tiene que hacer es buscar la agenda y montárselo con la mujer de otro.

-Ya -dijo el hombre, bajando los ojos-, pero resulta que yo soy el otro.