domingo, 17 de mayo de 2020

Malentendido - Juan José Millás

Malentendido - Juan José Millás

A un individuo que se presentó en las urgencias de un hospital de Madrid, donde dio positivo en la prueba de la Covid-19, le preguntaron dónde y con quién había estado durante los días anteriores. El hombre hizo memoria y detalló todos sus movimientos, ocultando un encuentro que había tenido con su amante en un apartamento prestado. Ahí se produjo un agujero en el tapiz de la seguridad sanitaria. En cuanto a la amante, que tardó una semana en dar síntomas, le contó al epidemiólogo en qué había ocupado cada una de sus horas, a excepción de las de aquella tarde de un miércoles dedicadas a la pasión amorosa extramatrimonial. El agujero se agrandó.
Entre tanto, el microorganismo infeccioso había alcanzado también los pulmones de la esposa del adúltero y la garganta del marido de la adúltera, quienes tenían a su vez amantes cuya existencia negaron ante las autoridades sanitarias. El amor, en fin, comenzó a sembrar la enfermedad y la muerte ajeno a su capacidad multiplicadora. Como una fotocopiadora a la que solicitas dos copias y saca por error dos mil, aquel conjunto de genes envueltos en una proteína iba reproduciéndose a mil por hora en las habitaciones de los hoteles, en los bares de la medianoche, en los apartamentos clandestinos.
En una de esas, los dos amantes primigenios, Eva y Adán, podríamos decir, coincidieron, gravemente enfermos, en la misma habitación del hospital, la cama de él junto a la de ella. Con los ojos opacados por la fiebre y los tubos atravesándoles los labios, se miraron y esbozaron una sonrisa de complicidad.
-Tu amor me mató -logró susurrar ella.
-Fue el tuyo el que acabó conmigo -se defendió él.
Luego permanecieron mirándose sin apenas verse hasta que la debilidad obligó a ambos a cerrar los ojos. Murieron con dos horas de diferencia y sus cadáveres, por error, fueron cambiados de féretro, de modo que la familia de él despidió el cuerpo de ella y la de ella el de él. De haberse podido encontrar en el infierno, en el cielo o donde quiera que fueran sus almas, si las almas de los adúlteros van a alguna parte, habrían echado unas risas al enterarse del malentendido final.

jueves, 14 de mayo de 2020

Casado en plan científico - David Torres

Casado en plan científico - David Torres

Casi me atraganto de la risa al leer que Pablo Casado ha propuesto un pacto de estado por la sanidad para fortalecer el sistema nacional de salud y la investigación científica. Es un chiste de tres toneladas, de los de mear y no echar gota, no sólo por el desmantelamiento de la sanidad pública que ha realizado el PP a lo largo de las últimas décadas en diversas comunidades autónomas, sino también por los cuantiosos destrozos en el terreno educativo y por su sempiterno desprecio hacia las artes y las ciencias. Algo que les viene ya de antiguo.
Anda que no tiene chufla que Casado denomine Plan Cajal a su proyecto de unidad cuando lo primero que hizo Franco tras el triunfo del golpe de estado fue exiliar, represaliar e inhabilitar a la mayoría de científicos y médicos al frente del Instituto Ramón y Cajal y de la Junta de Ampliación de Estudios. De los casi 600 catedráticos que había en la universidad española, unos 200 huyeron por patas al extranjero, 150 fueron desposeídos de su cátedra y 20 pasados por las armas. Y no fusilaron al propio Cajal porque se había muerto en 1934. Forges resumió en una viñeta magistral lo que era la cultura en tiempos del franquismo: se veía al dictador manejando unos títeres en un guiñol y cuando un edecán venía a informarle que le habían dado el premio Nobel de Literatura a Juan Ramón Jiménez se oía su vocecita de eunuco: "Los trinquen".
Lo más cerca que Casado habrá estado nunca de un proyecto científico fue cuando le regalaron un Quimicefa por la primera comunión, hasta que la semana pasada visitó un laboratorio para hacerse varias fotos disfrazado con una mascarilla y una bata blanca. Está muy preocupado porque el plan de desescalada del gobierno le parece caótico y partidista, y ha pedido conocer los nombres de los supuestos expertos que asesoran a Sánchez. Necesita saberlo, ante todo, para iniciar una campaña de desprestigio contra ellos más o menos similar a la que han lanzado contra el epidemiólogo Fernando Simón, al que sus seguidores acusan de no tener ni puta idea de nada y mucho menos de luchar contra una pandemia. Para ello, Casado cuenta con un comité alternativo de expertos formado por Quique San Francisco, Pablo Motos, Ana Rosa Quintana, Javier Negre y muy en especial, Fran Rivera, que dice que hay que aislar al bichito, sacarlo a los medios, pegarle unas chicuelinas y matarlo de una estocada en toda la proteína. Eso si Teodoro García Egea no lo desgracia antes con un certero huesazo de aceituna.
Cuando casi tengo que llamar a urgencias es en el momento en que Casado ha puesto a Ayuso como ejemplo de gestión eficaz que debería seguirse en toda España: pensé que, viendo lo que ha hecho en Madrid con las residencias de ancianos, lo siguiente sería declarar una ley de eutanasia obligatoria en todo el territorio. Al menos Casado ha preferido desligarse de la iniciativa de manifestación automovilística propuesta por Vox para el próximo 23 de mayo, donde pretenden ahuyentar al bichito conforme a la estrategia típica de esta gente: gritos, banderas y bocinazos. Ya sabemos que la propuesta de Abascal consiste en una España avanzada científicamente con la ayuda de Dios, es decir, más o menos el mismo concepto que Franco, quien habría ordenado primero una misa y luego una batida contra la pandemia judeomasónica para cazarla a perdigonadas, como si los virus fuesen codornices.

jueves, 7 de mayo de 2020

Después de dos cañas - Juan Carlos García-Regalad

Después de dos cañas - Juan Carlos García-Regalad

Me llama mi amigo Daniel para comentar la nueva prórroga del estado de alarma arañada ayer in extremis por Sánchez. Los dos estamos en contra de seguir con esta medida de “venezuelización” de España, pues los dos sabemos que gran parte del país está, estamos, en la antesala del desolladero social y económico, no tanto por culpa de la crisis sanitaria causada por el virus chino, como por culpa de la mala y, sobre todo pérfida, gestión del Gobierno socialista-comunista que tenemos la desgracia -y la vergüenza- de sufrir.
Daniel habla de la necesidad de sacar este (des)Gobierno del poder más pronto que tarde, estando como estamos ya en el umbral de la ruina y el desvarío absolutos, aunque le preocupa que la gente (la masa adocenada, los “couch potatoes” españoles), se olvide de lo que está ocurriendo cuando llegue la hora de botar, perdón, votar. Y ante mi tesis de ¡Cómo es posible que haya quienes aún no se bajen del burro!, remata su teoría, reconozco que la mejor definición de la inconsciencia del español medio: la gente se toma dos cañas y ya no se acuerda de lo que ocurrió. La semana pasada, otra amiga defendía por mensaje lo mismo: “La gente no aprende, querido. Nada. Ni aprende ni cambia”. Uuuffff... Y aunque no me queda otra (la realidad, la cruda realidad) que darles a ambos la razón, no puedo aceptar que El Mal se haga con el control de nuestras vidas, de nuestras obras, de nuestros destinos, que es lo único que pretende el tándem Sánchez-Iglesias y la caterva de indocumentados y analfabetos que les sostienen, incluida la única persona que, de ese “grupo salvaje” (gracias Sam Peckinpah), es “normal”; aunque su normalidad no supere lo indigno de sentarse a una mesa con esos señores y señoras. Sincerely yours, no te entiendo Margarita.
Por lo tanto, desde los pocos, poquísimos medios que mantenemos la independencia y la libertad (bien hoy escaso), tenemos la obligación -escribir no es jugar- de hacer que dos cañas no nos hagan olvidar ni a los muertos ni a las víctimas, que somos todos.