domingo, 28 de agosto de 2016

El candidato tardoetarra - Ignacio Camacho

El candidato tardoetarra - Ignacio Camacho

Tiempos de incuria son aquellos en que hay que discutir lo evidente. Desde que abandonó los comandos armados, Arnaldo Otegui no ha sido otra cosa que un etarra en comisión de servicios políticos. Aunque esos servicios incluyesen en cierto momento la participación más o menos intermitente en el mal llamado «proceso de paz», el intento de reconstrucción de Batasuna le costó una condena de cárcel y de inhabilitación cuya parte penitenciaria ya ha cumplido. Le queda la accesoria de privación del sufragio pasivo, y por tanto no se puede presentar a los comicios autonómicos porque hasta 2021 es inelegible. No hay más que hablar.
La única posibilidad que le queda de ser candidato tardoetarra consiste en un resquicio leguleyo de la sentencia -sus abogados arguyen que el texto no hace mención expresa de los puestos que le están vedados- sobre el que deberá resolver el Tribunal Constitucional. A veces el sentido común riñe con la literalidad jurídica, porque se supone que una inhabilitación genérica para cargo público incluye todos los cargos públicos, pero el Estado de Derecho al que tanto combatió le permite recurrir a través de ese portillo técnico. Lo que no cabe es discutir el sentido político de su apartamiento porque eso supondría subordinar la justicia a la (presunta) conveniencia y olvidar que ETA fue derrotada mediante la supremacía de las leyes. Además, en el plano de los principios, la candidatura de Otegi representa una afrenta a las víctimas y un desafío chulesco a la memoria de la resistencia contra el terrorismo. De su boca aún no ha salido una condena de los crímenes que apoyó ni un arrepentimiento sin casuismos. Está moralmente inhabilitado y su pretensión de ser lendakari es un escarnio. Si la autoriza el TC no será más que un escarnio autorizado por el TC.
La victoria contra el terrorismo permanecerá incompleta si no prevalece como relato moral. La permisividad equidistante del nacionalismo y de cierta izquierda -de forma incomprensible también de un PSOE que puso muchos muertos en la larga travesía del sufrimiento- pone en peligro esa narrativa al tratar de favorecer una reinserción exculpatoria. Según la errónea teoría de la normalización vasca, es menester reintegrar a la democracia al electorado del antiguo brazo civil de ETA; la tesis de los huerfanitos de representación que ya fue esgrimida, con augurios catastróficos, ante la ilegalización de Batasuna. Entonces no pasó nada. Mejor dicho, sí pasó. Pasó que el Estado aceleró la asfixia de ETA cerrándole el respiradero político.

Tampoco sucederá nada si los huerfanitos no pueden votar a su etarra predilecto. Que fabriquen otro Mandela de pacotilla con un pasado más limpio y más digno. O que voten a Podemos, que aunque es comprensivo con su causa no ha matado a nadie. Los verdaderos huérfanos de esta historia son los que van a llevar flores a los cementerios.

Hacia unas terceras elecciones? Todo hace creer que sí - Federico Quevedo

¿Hacia unas terceras elecciones? Todo hace creer que sí - Federico Quevedo

Estamos instalados en los proyectos personales, y mientras esto sea así seguiremos ofreciendo al mundo un espectáculo bochornoso
Les seré sincero… Hasta hace unos días creía que después de una sesión de investidura fallida esta próxima semana, habría una segunda sesión parlamentaria, tras las elecciones vascas y gallegas, en la que Mariano Rajoy conseguiría sacar adelante la investidura gracias a la abstención del PSOE. Es verdad que ese es el escenario con el que trabaja el PP, y así me lo contaba hace unos días un destacado ministro del Gobierno de Rajoy que incluso iba más allá y se mostraba confiado en que un golpe de mano dentro del Partido Socialista apartaría a Pedro Sánchez para poder facilitar esa abstención y que la situación se normalice, aunque sea por un par de años.
Sin embargo, el viernes por la mañana me encontré con un destacado exdirigente socialista, alguien que había tenido mucho poder dentro del partido, y que echó un jarro de agua muy fría sobre mis expectativas. Nos quedamos charlando un rato, y él se mostró extraordinariamente preocupado por el momento político y, sobre todo, por el hecho de que el país esté a las puertas de una situación especialmente grave por culpa de los proyectos personales de dos dirigentes políticos: Sánchez y Rajoy.
Lo que vino a decirme es que el PSOE no se va a mover de donde está ni en la primera ni en la segunda –si es que llega a celebrarse– sesión de investidura. “Eso significa que iremos a terceras elecciones”, le dije. “No te quepa duda”, contestó. Ingenuo de mí, añadí: “Bueno, al menos a esas terceras elecciones ya no se presentarán ni Sánchez ni Rajoy…”. Pero su respuesta fue contundente: “Se presentarán los dos, y seguiremos en el mismo sitio en el que estamos, por eso estoy tan preocupado”.
El PSOE no se va a mover de donde está ni en la primera ni en la segunda sesión de investidura. “Eso significa que iremos a terceras elecciones”, le dije
Es verdad que existe una alternativa con la que también sueñan algunos dirigentes del PP: la de que los nacionalistas se abstengan en la segunda vuelta de la investidura, tras las elecciones vascas, intercambiando apoyos en Vitoria y en Madrid. Pero lo cierto es que ese es un escenario muy débil y que, hoy por hoy, nadie contempla. La única opción real de que haya gobierno es que el PSOE cambie de opinión y acceda a dejar gobernar al PP en una situación de debilidad de la que podría obtener bastante provecho.
“Yo les he preguntado a mis compañeros de partido –me decía mi interlocutor–, qué es mejor: ¿que gobierne el PP con 137 escaños, que gobierne con 170 o terceras elecciones? Pues, obviamente, lo mejor para nosotros era que el PP gobernara con 137 escaños…”. Pero Sánchez está en su proyecto personal de supervivencia política, al igual que lo está Rajoy, aunque bien es verdad que tampoco un gesto del político gallego haciéndose a un lado garantizaría ahora la abstención del PSOE, porque eso supondría el final del mandato de Sánchez como secretario general de su partido.
¿Puede haber alguna clase de rebelión interna? En el PSOE, por lo dicho por mi interlocutor, no. La actual dirección tiene totalmente controlado el partido e, incluso, ha amenazado con expedientes disciplinarios a los barones críticos. Y en el PP hay un cierre de filas absoluto entorno a Rajoy. Bien es verdad que en el camino de unas terceras elecciones y si el resultado de las elecciones gallegas es de continuidad, alguna voz podría levantarse para forzar un cambio, aunque esto lo dejo para otro capítulo de esta interminable historia de bloqueo político.
Aunque pueda parecer lo contrario, el país necesita leyes y normas. Tiene que haber una dirección política y la ausencia de esto empezará a notarse en otoño
Lo cierto es que estamos en una situación inexplicable, de una absoluta irresponsabilidad. Hay quienes creen que no pasa nada, que incluso es bueno que el país siga así porque no parece tener consecuencias… Pero las tiene. De entrada, nos enfrentaremos de nuevo al riesgo de sanción por parte de la UE. Los proyectos de inversión se han paralizado y empieza a haber empresas multinacionales que se están replanteando sus proyectos de futuro en España.

Aunque pueda parecer lo contrario, el país necesita leyes y normas. Tiene que haber una dirección política y la ausencia de todo esto empezará a notarse seriamente a partir del otoño. Es más, hay quienes aventuran que de no resolverse esta situación, España afronta el riesgo serio de una nueva recesión económica. Pero estamos instalados en los proyectos personales, y mientras esto sea así seguiremos ofreciendo al mundo un espectáculo bochornoso.

lunes, 22 de agosto de 2016

La tragedia del león descalzo - David Torres

La tragedia del león descalzo - David Torres

Un texto que escribí hace ya años sobre uno de...

En Marathon man escribió William Goldman que más importante aún que ganar una maratón es el estilo con que se corren los últimos metros. Desenfadado, relajado, fácil, un gran maratoniano entra en el estadio olímpico como si acabara de empezar la prueba y fulmina el último kilómetro como si fuese el primero y no llevara más de dos horas empapado en sudor. El protagonista de la novela adora a Nurmi, el gran corredor finlandés que dominó como nadie las pruebas de fondo y medio fondo durantes los años 20. Pero cuando el pobre hombre echa a correr para salvar su vida, después de una infame sesión de tortura, cae en la cuenta de que no lleva zapatillas, que no puede correr descalzo. De repente un nombre ilumina su memoria como un fogonazo: Bikila, el magnífico corredor etíope que ganó descalzo la maratón en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960. La persecución se alarga a través de calles y de coches, pero al hombre acosado ya le escoltan dos fantasmas, dos dioses tutelares que trotan a su lado para ayudarlo, surgiendo entre el encantamiento animal del dolor y el esfuerzo: Paavo Nurmi y Abebe Bikila.
Al final fue a Bikila a quien escogieron para abrir los títulos de crédito de la película, esa secuencia inolvidable en que sus brazos en alto al cruzar la meta se funden con el asfalto neoyorquino y la atlética zancada de Dustin Hoffman. Marathon man se estrenó en 1976 y la escena tiene el rango de un homenaje fúnebre porque Bikila había muerto tres años atrás, muy joven aún, perseguido por el halo de la mala suerte.
Nacido en el seno de una familia campesina del sur de Etiopía –un país asaltado por el hambre, la miseria y la pobreza endémicas– Bikila aprendió a correr muy pronto. Desde niño, compaginó sus estudios con sus labores de pastor y a los 17 años se enroló en el ejército, donde llegaría a ser miembro de la Guardia Imperial de Haile Selassie, el Negus, el León de Judá, el Rey de Reyes. Descendiente directo de Salomón, aquel payaso esperpéntico fue el último ocupante del trono etíope y a punto estuvo de truncar para siempre su estela de gloria. Durante la niñez de Bikila, su país sufrió la invasión del ejército italiano y fueron los ingleses, que habían concedido asilo político al Rey de Reyes, quienes devolvieron el trono a Selassie en plena campaña africana.
Bikila participó por primera vez en una carrera oficial en 1953, con apenas 21 años, un cross militar que ganó sin excesivo esfuerzo. En 1956 asistió a la parada militar en honor de los atletas que regresaban de los Juegos Olímpicos de Melbourne. “¿Quiénes son?” preguntaba fascinado, admirando el porte de Wami Bitaru, plusmarquista nacional de los 5.000 y los 10.000 metros lisos. Ese mismo año compitió en el campeonato de las Fuerzas Armadas y derrotó a Bitaru, convirtiéndose en la nueva esperanza del atletismo etíope. Pero fue el gran entrenador sueco Onni Niskanen quien talló el diamante en bruto que era Bikila a base de largas carreras sobre asfalto, ejercicios de baloncesto y baños de sauna. También fue Niskanen quien comprobó que su pupilo conseguía mejores tiempos sin calzado alguno y nunca se opuso a que corriera descalzo.
En 1960 África se vistió por primera vez de oro en unos Juegos Olímpicos bajo la grácil estampa de Bikila, quien rompió la cinta del estadio de Roma con una amplia ventaja de doscientos metros. El público rompió a aplaudir enfervorizado la hazaña de aquel corredor negro que había batido el record mundial con un tiempo de 2 horas, 15 minutos y 16 segundos, casi 8 minutos por debajo de la anterior marca. Cuando los asombrados periodistas le preguntaron por qué corría descalzo, respondió: “Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con determinación y heroísmo”. En su extraordinaria hazaña nocturna a través de la Vía Apia, Bikila pasó frente al obelisco de Axum, que fue robado a su país por el ejército de Mussolini durante la invasión italiana, y esa imagen se convirtió en un símbolo perenne del renacimiento africano cuando gran parte del continente negro luchaba aún por desembarazarse del dominio colonial.
A su regreso a Etiopía fue recibido con todos los honores por el Rey de Reyes, recibió un anillo de diamantes y fue ascendido a sargento. Sin embargo, pronto cambiaron las tornas y cuando se entrenaba para la Olimpíada de Tokio fue acusado injustamente de haber tomado parte en un complot contra el Emperador y pasó varios meses en prisión. Para colmo, a su salida de la cárcel, sufrió un inoportuno ataque de apendicitis que hizo peligrar su participación en los Juegos. No obstante, Bikila se recuperó milagrosamente y repitió la proeza, aunque esta vez calzado con unas zapatillas de tenis. En Tokio consiguió el oro y una nueva marca mundial: 2 horas, 12 minutos, 11 segundos. Luego aseguró, como el que no quiere la cosa, que al acabar la prueba no estaba muy cansado y que bien podía haber corrido otros diez kilómetros.
Sin embargo, la suerte estaba a punto de abandonarlo. A sus 32 años, salió como favorito en la maratón olímpica de México, pero tuvo que abandonar a los 17 kilómetros, afectado por problemas de altitud más una lesión mal curada en su pierna derecha. No obstante, sus enemigos no lo abandonaron ni un segundo y así, en su sacrificio, colaboró en la victoria de su compatriota, Demisse “Mamo” Wolde.
Un año después, en Addis Adeba, la mala suerte tomó la forma de un accidente de automóvil del que Bikila no salió indemne. Estuvo ocho meses en un hospital de Londres pero los médicos que salvaron su vida no pudieron hacer nada para rescatarlo de la parálisis. El León Descalzo, el hombre que había asombrado al mundo con la elegancia de su zancada, pasó los últimos años de su vida confinado en una silla de ruedas. Bikila nunca se recobró de la tristeza ni de las secuelas del accidente: una hemorragia cerebral acabó con su vida en 1973. Enterrado con honores de héroe nacional, más de 65.000 personas y el propio Emperador acudieron a su sepelio.
Abebe Bikila fue el atleta que abrió para África las puertas del deporte. Muchos de los corredores etíopes, keniatas y marroquíes que dominaron las pruebas de fondo y medio fondo durante las siguientes décadas, encontraron inspiración en su figura humilde, su elegancia innata, su paso despreocupado y admirable, su resistencia inmensa. En la tragedia de este hombre que quedó encerrado para siempre en la cárcel de la parálisis estaba escrita también esa leyenda árabe que asegura que nadie puede escapar de su destino, ni siquiera un héroe que corría descalzo desde niño huyendo de la mala suerte.

domingo, 21 de agosto de 2016

El pastor de ovejas

El pastor de ovejas

El pastor de ovejas, pero no tenía un macho para
‘cubrirlas’. Le comenta su problema a un colega y éste le dice:
– No pasa nada. Llévatelas al monte y las cubres tú mismo.
Si al día siguiente se ponen al sol es que están preñadas y si se ponen a la
sombra vuelves a intentarlo.
El pastor sube a las ovejas a la furgonetilla, se las lleva al monte y… ¡¡¡ale!!!
A la mañana siguiente se despierta y pregunta a su mujer:
– Maríaaa, ¿las ovejas están al sol o a la sombra?
– Están a la sombra – contesta la mujer.
El pastor vuelve a subir a las ovejas a la furgoneta y repite la operación.
A la mañana siguiente:
– Maríaaa, ¿las ovejas están al sol o a la sombra?
– Están a la sombra – contesta la mujer.
El pastor vuelve a cargar sus ovejas en la furgoneta, y así sucesivamente durante varios días, hasta que una mañana:
– Maríaaa, ¿las ovejas están al sol o a la sombra?
– Ni al sol ni a la sombra, desde las 6 de la mañana están todas subidas en la furgoneta tocando el claxon…

viernes, 19 de agosto de 2016

La tercera muerte de Lorca - David Torres

La tercera muerte de Lorca - David Torres

Ochenta años después de su asesinato, el fantasma de García Lorca aún fatiga la sierra de Granada con su jaca y con su alforja. Más allá del común tránsito de un difunto, lo que define a un fantasma es una deuda, un desasosiego, un dolor sin reposo, la ausencia de una lápida. En España hay miles de esqueletos huérfanos, docenas de miles de osamentas abandonadas en las cunetas que reclaman no ya justicia sino un lugar y un nombre, un recuerdo, una cruz, una equis en el mapa. Lorca los resume a todos.
Cuando H. G. Wells preguntó por el paradero del poeta, el gobierno civil respondió con un escueto telegrama que podía servir para cualquiera de entre la multitud de muertos del franquismo: “Ignoro lugar hállase Federico García Lorca”. Al poco, Miguel Hernández, Neruda, Prados, Alberti, Cernuda, entre otros muchos poetas, pusieron en verso el homicidio. Machado le dedicó una elegía conmovedora imitando la música del Romancero gitano en la que pedía que levantaran un túmulo al poeta en Granada
sobre una fuente donde llore el agua
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
El túmulo y la fuente todavía están esperando. Pedro Salinas escribió: “Mataron a un ruiseñor / sólo porque cantaba”. Pero no era verdad. A los asesinos, a esa piara de bestias con fusiles, tricornios y sotanas que arrasó España durante tres años y la encadenó luego al terror y la obediencia ciega, no sólo les molestaba el canto. Les molestaba la poesía, la belleza, la cultura, la inteligencia, como resumió con descarada contundencia el legionario Millán Astray: “Abajo la inteligencia, viva la muerte”. En unas declaraciones a un periódico mexicano que reprodujo el ABC de Sevilla en enero de 1938, el general Franco sentenció con su pachorra criminal: “Ese escritor murió mezclado con los revoltosos. Son los accidentes naturales de la guerra”.
Diversos estudiosos, casi todos extranjeros, han intentado resolver el misterio con mayor o menor éxito. Ian Gibson le ha consagrado más de media vida. Entre las miles y miles de páginas que le dedicaron, entre los cientos de testimonios recogidos, sobresale el exabrupto de uno de sus verdugos, Juan Luis Trescastro: “Le metí dos tiros en el culo por maricón”. El franquismo quintaesenciado en nueve palabras.
Lorca sufrió un amago de resurrección en plena Transición, cuando su poesía fue enarbolada como bandera para diversas causas mientras sus huesos seguían clamando bajo tierra. Recuerdo el día en que Marita, mi profesora de literatura en el Instituto, llegó emocionada porque habían salido a la luz en la prensa los Sonetos del amor oscuro, un breve y emotivo sonetario que permaneció oculto durante la dictadura por su marcada condición homosexual. Bastaba leerlos para comprender el giro copernicano que estaba dando la lírica de Lorca y que ya se anunciaba en sus obras maestras, Poeta en Nueva York y La casa de Bernarda Alba: el bardo inmenso, el dramaturgo magistral que habíamos perdido en una encrucijada de la guerra civil. Lo habían matado por segunda vez al negarse a desenterrar su cadáver, al limitarlo al ámbito del folklore andaluz y a las letras de flamenco.

Hace cuatro años, cuando llegué al barranco donde una piedra recuerda su asesinato, pregunté a los lugareños si sabían con certeza si aquel era el lugar donde mataron a Lorca. Me respondieron con indiferencia y silencio, un rebrote de aquel miedo ciego y sordomudo que dominó España durante décadas. Ahí, en los rumores malhumorados, en las miradas huidizas y en el eso dicen, late la inequívoca señal de la tercera muerte de Lorca.

lunes, 15 de agosto de 2016

Otegi, ¿quién te crees que eres? - Teresa Jiménez Becerril

Otegi, ¿quién te crees que eres? - Teresa Jiménez Becerril

Pero vamos a ver. Si Otegi está inhabilitado para cargo público, por sentencia firme, hasta el 2021, ¿cómo puede ser candidato a las próximas elecciones en el País Vasco? ¿Qué broma es ésta? Esto es una afrenta no sólo a las víctimas de ETA, sino a todos los españoles que creemos en la justicia. Esa justicia que definía Aristóteles como 'dar a cada uno lo que le corresponde'. Y, evidentemente, a un terrorista como Otegi, en un país con memoria, sólo le correspondería ser candidato a la vergüenza y al olvido; pero en una parte de esta tierra nuestra, que no anda sobrada de dignidad, secuestrar, torturar, participar en atentados y reconstruir una organización terrorista es un buen currículum para poder ser elegido lehendakari.
Pero quienes no hemos perdido la memoria ni la dignidad no podemos permanecer indiferentes ante la ofensa de ver el nombre de un terrorista en las papeletas electorales, ya sea del País Vasco o de cualquier otra región de España, no sólo porque es indigno e inmoral, sino porque en el caso de Otegi es ilegal, ya que existe una sentencia que lo inhabilita especialmente para el derecho de sufragio pasivo, por lo que debe ser excluido de cualquier candidatura.
Quizá en estos cinco años de inhabilitación para empleo y cargo público tenga tiempo para reflexionar sobre el dolor causado durante esos muchos años en los que su trabajo consistía en dar apoyo a una organización terrorista que se entretenía en matar a inocentes, niños incluidos, con ese macabro plan, llamado, 'socialización del sufrimiento'. En vez de envalentonarse ahora diciendo que no va a haber 'ni Estado, ni tribunal, ni Guardia Civil , ni Ejército' que vaya a impedir que él se presente, sería mejor que acepte que en España nadie esta por encima de la ley, y menos un terrorista cobarde que sólo se crece entre los que son de su calaña y que no aguantaría mas de dos segundos la mirada limpia de una víctima de ETA. En vez de tanto lloriquear pidiendo un amparo que no merece, váyase al rincón de pensar, unos cuantos añitos; quizá logre hasta arrepentirse, cosa de la que aún no ha sido capaz de hacer y seguramente nunca lo sea, ya que tanto él como la mayoría sus compañeros saben que son esas hazañas terroristas las que le han aupado en su eterna campaña política, donde Otegi ha jugado con las dos barajas, dentro y fuera del terrorismo, según le convenía. Y le ha ido relativamente bien.
¡Fíjense, hasta se pasea por el Parlamento Europeo dando lecciones de paz! ! El mundo al revés. O mejor dicho, la corrección política llevada al más humillante de sus extremos. Y ahora, después de blanquearse por moquetas internacionales, le toca hacerlo en suelo patrio con la bendición de ese engendro etarra, llamado Bildu, que lógicamente le idolatra, por ser eso, uno de los suyos, y saltándose la legalidad le presenta como candidato a las elecciones vascas del 25 de septiembre.
No tenemos mucho tiempo de reacción. Por fortuna, y respondiendo a la petición de las víctimas, el PP, Ciudadanos y UPyD van a impugnar la candidatura de Otegi, por ser una vejación a las víctimas y a todos los españoles que han sufrido con ellas. Y, además, por ser la suya una candidatura ilegal. Inexplicablemente, no se han sumado todos los partidos a esa impugnación que cuantos más apoyos tenga mas fuerte será. Era de esperar que algunos como Podemos no lo hicieran, porque en algunos casos son el mismo perro con distinto collar que quienes llevan a Otegi en su lista. Pero que el PSOE no se haya unido a ese clamor popular que se rebela ante la injusticia de que un terrorista se chulee de nuestros tribunales y diga que el va a ser candidato por voluntad popular, es algo inexplicable. No sé qué les pasa a los socialistas que van siempre un pasito atrás, cuando deberían ser los primeros, junto al PP y demás partidos constitucionalistas, a la hora de poner en su sitio a tipos como este Otegi. Y ahora, a escuchar las excusas de siempre; que el País Vasco es diferente, que hay que evitar el victimismo de la izquierda abertzale, que si son los jueces y no los políticos los que tienen que hablar... ¡Venga ya! Aquí estamos hablando de dignidad, de justicia, de moral, de valores... Aquí estamos hablando de España y de un pasado que no se puede olvidar, y del que Otegi forma parte junto a los que sembraron el terror. Y, por ello, no puede ser hoy por hoy, la solución.
Este héroe de pacotilla necesita bajarse de esa gloria que no merece. Debe pedir perdón por sus crímenes, cumplir su pena de inhabilitación, colaborar con la Justicia de verdad y parar de venderse como aquel que nos traerá la paz. Primero, porque en España no ha habido guerra; y, segundo, porque él no era ningún soldado, sino un terrorista que nunca se enfrentó a ejército alguno ni a nadie que pudiera defenderse. Así que véndale a los mediadores internacionales que andan cortos de legitimidad y a sus aliados políticos que siguen defendiendo a Maduro, mientras Venezuela se desintegra por los cuatro costados, sus dotes de pacificador, pero no menosprecie la inteligencia de los españoles que aún sabemos distinguir que alguien capaz de privar de libertad a un ser humano y de apoyar a asesinos no puede ser jamás un hombre de paz.
No sé si reír o llorar cuando leo lo que ha escrito Otegi para responder a quienes le recuerdan que no puede ser elegido parafraseando a Neruda -'cortarán todas las flores pero no detendrán la primavera'-. De momento, no creo que el poeta chileno escribiera sus versos pensando en un tipo con tan bajos ideales como éste, porque si alguien segaba no flores sino vidas eran los terroristas de la organización a la que él pertenecía. Así que, de aquí a las elecciones vascas, veremos un escenario de confusión, donde las víctimas serán los de Sortu, Bildu y todo el universo que empatiza con ETA, mientras que quienes nos oponemos a la candidatura de Otegi seremos los que ponemos palos a los nuevos tiempos de paz y libertad (léase paz y libertad para ellos, es decir, para los que quieren reescribir la historia de ETA con un reparto de culpas).
Vamos a ver, lo voy a decir alto y claro. La candidatura de Otegi no es sólo cosa del País Vasco, es algo de toda España porque la banda terrorista de la que él fue miembro asesinó, secuestró e hirió a muchísimos españoles de todos los rincones del país, de todos los colores políticos y de todas las clases sociales. Por ello somos muchísimos los que tenemos la obligación de apoyar a nuestros máximos tribunales y a nuestros representantes políticos cuando exigen que se cumpla la ley y que Otegi no aparezca en ninguna lista, ni en el País Vasco ni en ningún lugar de España. Y pido a quienes tienen la facultad de hacerlo que no den alas a quienes quieren saltarse la ley diciendo que 'en Derecho nada es blanco, ni negro'. Yo espero que esa ambigüedad a la que se refiere el fiscal Calparsoro no beneficie a Otegi, porque ello sería una nueva humillación a las víctimas de ETA, que son quienes realmente merecen el apoyo y la defensa del Estado, ya que ellas siempre confiaron en él, dando un ejemplo de coraje cívico.
No necesitamos en estos momentos dar argumentos a Otegi y a su gente, ni a los partidos políticos que se ponen de perfil en el País Vasco, pero ello no significa que la opinión pública española tenga que callar ante quienes vociferan en la calle que será candidato, se pongan como se pongan. Ni ante un terrorista que, en vez de agachar la cabeza y asumir su inhabilitación mil veces merecida, dice que ni la Guardia Civil, ni el Ejército, ni el Gobierno le van a parar. Ya sé que ellos lo que quieren es provocarnos, pero yo al menos no les voy a regalar mi silencio. Porque la voz de sus víctimas es la mejor arma contra el terrorismo. Y agradezco y agradeceré a todos los españoles, vengan de donde vengan, que sumen sus voces a la mía para impedir que él, un terrorista condenado e inhabilitado, pueda burlarse de la mayoría de los españoles presentándose como candidato de un partido que tiene poco de lo que enorgullecerse. Triste día el que fue legalizado, como triste sería que pudiera presentar a Otegi de candidato. Son siempre victorias de ETA y derrotas de sus víctimas.

Teresa Jiménez-Becerriles eurodiputada por el PP y presidenta de la Fundación Jiménez-Becerril