lunes, 2 de diciembre de 2013

El terremoto de Agadir - José Luis Alvite

El terremoto de Agadir - José Luis Alvite

No podría negar que me gustan las mujeres. Mis dos primeras esposas fueron mujeres y mi tercer matrimonio no pienso consumarlo con un rebeco. Hubo un momento en mi vida en el que alterné con cuatro mujeres sin regatearle intimidad a ninguna de ellas. ¡Joder!, creo que sólo me levantaba de la cama para cambiar de cama. No recuerdo haberme duchado tanto en toda mi vida. Juraría que había abadejos más secos que yo. Físicamente me sentía conforme conmigo mismo, pero moralmente no dudo de que estuve mucho más cerca del delfín Willy que de San Juan de la Cruz. Llevar una vida tan ajetreada resulta agradable, pero tiene sus inconvenientes.Por lo pronto, se te deforma el andar y acabas acercándote a la barra del bar con el estilo del meláncólico y solitarario Lucky Luck. Pero hay más problemas. Y más graves. Por ejemplo, te confundes de mujer y llamas a una por el nombre de la otra. Hombre, puedes ponerle un remedio bien sencillo, pero ella nunca comprenderá por qué duermes amordazado.Hay placeres reconstituyentes, como tomar el sol, leer debajo de una higuera o practicar halterofilia con globos. Pero el placer del sexo es agotador. Puedes acabar reventado y sonámbulo. Una amiga mía me retiró el saludo porque me dormí fumando boca abajo en la cama. A ninguna mujer le gusta que la encuentren los bomberos con un búfalo en la alcoba. Lo cierto es que me sobresalté mucho y pedí disculpas. Podía haberme asfixiado. O morir quemado. ¡Caray!, a nadie le gusta despertar y darse cuenta de que está muerto. Mi amiga tenía razón. Y aplomo. Mis amigas siempre tienen aplomo. Y aquella tenía el aplomo de una mujer de cuarenta y tantos años, o sea, un incontestable aplomo como el de la Dama de Elche. Aquella fue hace algunos años. Ella estaba soltera. Ahora está solterísima.Excitar a una mujer es el sueño favorito de muchos hombres. Dice mi barman que eso de encender mujeres es una bobada. "Muchacho, a una mujer sólo podrías excitarla metiéndote en cama con una bomba de mano". Yo creo que mi barman exagera. Es un descreído. También dice que las mujeres suelen mentir porque el rictus de la mentira embellece sus ojos. La belleza del embuste es un tópico machista, como eso de que las mujeres mienten incluso cuando dicen la verdad. Seguramente hay que dar con el punto adecuado en el momento raro e irrepetible en el que en el cuerpo de una mujer confluyan Marte, la luna llena, un reintegro en los ciegos y a mayores, pase por debajo de cama el terremoto de Agadir.Nunca me preocupó la profilaxis, o sea, el condón. Ya sé que se corren riesgos, pero el preservativo es como tomar el sol en una estación del metro o como quemar las fallas de Valencia en un sótano. Un amigo periodista con el que compartí aventuras y desenfreno, pilló cosas tremendas y variadas, algunas de ellas con un aspecto que recordaba mucho la carta de una marisquería de lujo. Yo siempre fui un tipo con suerte en eso de la promiscuidad. Parece increible. Mi vida sexual fue como correr los sanfermines en un taxi.