viernes, 7 de octubre de 2016

Rosalía, en el banquillo - Raúl del Pozo

Rosalía, en el banquillo - Raúl del Pozo

"Soy la mujer de Bárcenas, aquí estoy en el banquillo y lo que haga falta", me dice esta mañana Garganta de Seda. Yo sé que cuando llega a casa tiene que tomar antiinflamatorios, porque sufre dolor en las lumbares, pero me ha dicho que no lo ponga. Aguanta la brava Rosalía la doble tortura de un linchamiento a base de titulares y un banco con hierros y tablas donde no puede apoyar las manos.
Parece que Luis Bárcenas no activará el saco de dormir donde guarda el piolet, los vídeos de los ministros, las grabaciones a compañeros, los correos, los recibís, los cheques. En Génova se sabe que nunca recibía una "donación" sin que hubiera testigos presentes, pero ahora sólo aguarda la decisión de la Justicia y la pericia de sus abogados.
"Son unos mierdas", me dice otro de los procesados refiriéndose a los empresarios, jefes de la banda, concejales, que quieren arrepentirse. Los 37 procesados llegan en bugui a San Fernando de Henares, donde se está celebrando el juicio de Núremberg de la corrupción y muchos de ellos parecen maduros para soltar la cuerda. Algunos abogados piden la nulidad de todo el caso Gürtel. Mi amigo Javier Gómez de Liaño, que defiende a Ricardo Galeote, me informa: "El proceso empezó en una cacería, siguió en una cacharrería procesal y puede acabar en una leprosería. Se han vulnerado todos los derechos fundamentales y de defensa".
Siento que sufra Rosalía, pero los inculpados están sentados como caballeros y no ensartados como los galeotes. Algunos son más bien cortitos de sifón porque escrituraban los sobornos y anotaban las mordidas en pendrives y discos duros. Y ahora en el banquillo quieren ser canarios. El propio Correa parece dispuesto a cantar si le reducen la condena.
Decía lo de las galeras recordando a Don Quijote cuando alzó los ojos y vio "hasta 12 hombres a pie, ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas en las manos". Era gente forzada por el rey. Don Quijote se interesó por ellos y preguntó a uno que por qué iba preso. No contestó y otro de los galeotes aclaró: "Va por canario, digo por músico y cantor". Y añadió: "No hay peor cosa que cantar en el ansia. Quien canta una vez llora toda la vida. Porque tantas letras tiene un no como un sí".
El lenguaje germanesco perfila un mundo dominado por la ambición y el riesgo, donde ser balador es una vergüenza. Dice María Inés Chamorro en su Tesoro de villanos: "En Sevilla se reunían rufianes, esclavos, galeotes, convictos, penados, pero también prostitutas, dueñas, murcios, birlos, galloferos, jaques, mandiles, coimas, zurrapas, carcaveras, putarazas, trotonas... todos los cuales constituían una sociedad marginal llena de vida". En la jerga de las germanías, también llamada jeringonza, había un código cifrado para que no se quedaran con la copla los de las mangas verdes. En el lunfardo, el caló, el cheli están mal vistos los chivatos.

Sin embargo, los procesados tienen todo el derecho a colaborar con la Justicia para aligerar sus condenas.

Sin piedad, sin perdón - Raúl del Pozo

Sin piedad, sin perdón - Raúl del Pozo

A pesar de que escribieron que sólo Castilla sabe mandar, pasamos del acento gallego al andaluz, del andaluz al gallego, de la charca a la marisma. Ahora el deje del socialismo será el de Triana con el ritmo de ángeles con cascabeles y pájaros colgados en el aire. Dice la soleá: "Qué bonita está Triana cuando le ponen al puente banderas republicanas". Le han puesto al puente la bandera del PSOE con el puño y la rosa. Mario Jiménez, el fontanero de Susana Mano de Hierro, con estilo seco de De Niro sureño, vuelve a la versión guerrista del centralismo democrático: "El que se mueve no sale en la foto". Con esa consigna y otras habilidades e ingenios, el PSOE lleva 38 años en el poder en el sur de Alemania. Mario, el portavoz de la Gestora, ha declarado que si el Comité Federal del PSOE decidiera la abstención en la investidura de Mariano Rajoy todos los diputados del Congreso, incluido Pedro Sánchez, acatarán la medida. Anda jaleo, ya se acabó el alboroto, ahora empieza el tiroteo y no habrá piedad para los disidentes.
El partido sevillano no se plantea la libertad de voto y Margarita Robles tendrá que decidir entre el gallinero del hemiciclo o el areópago donde se jiñó el gitano. Pero no todo son gestos de ordeno y mando o disciplina bélica de partido. El prudente Javier Fernández, presidente de la Gestora, encargado de entregar el Palacio de San Jerónimo al Palacio de La Moncloa, intentó elaborar un relato, como ahora se dice, para justificar la necesidad de la abstención. El horizonte puede exigirles tomar decisiones dramáticas, ha comentado. ¿Acaso interrumpir la despótica decisión de obstruir un Gobierno democrático es una acción dramática?
Todos los sucesos de estos días prueban la baja calidad de la democracia y la pobreza de su discurso. Hablan de relato o de escenario; es decir, de narración, cuento o fábula, obra de ficción. Hace mucho tiempo que no se escucha algo elevado, extraordinario, digno de ser contado. Sólo los de Podemos hacen una invocación lírica y fervorosa con el "Sí se puede", pero la han copiado de Barack Obama. El presidente de Estados Unidos se va para arriba cuando habla para la Historia: "Éste es el verdadero genio de América, una fe en sueños sencillos".
En la política española no hay sueños, sino números. El debate es gris, repleto de cifras -casi siempre falsas- del paro o del gasto, como si la vida fuera un orden estadístico. No infunden sueños, ni nuevas fronteras, ni largas marchas. Carecen de aquello que aconsejaban los griegos a los políticos: tener la sutileza de los dialécticos, la ciencia de los filósofos, la dicción de los poetas, la voz y los gestos de los actores. El discurso político se ha envilecido con la tecnocracia, la rastrera lucha por los sillones.

No se preocupen, ni la bajeza de los sueños ni los escándalos de mangancia en el juicio de la Gürtel ni las reyertas del fin de semana en Ferraz evitarán que los políticos encuentren gente que se deja trajinar.