viernes, 31 de julio de 2015

Metamorfosis - Juan Josè Millás

Metamorfosis - Juan Josè Millás

Dice el FMI por la radio que los euros que llevo en el bolsillo son vulnerables. He salido a comprar el periódico, un poco de fruta, pan, leche y unas pastillas para la tensión, además del Orfidal, del que ahorro una pastilla diaria por si decido suicidarme. La cosa es que, cuando reúno la cantidad precisa, o bien no me apetece o bien han caducado las primeras pastillas. Dada la dificultad para conseguir las recetas, el acopio es lento, como ahorrar céntimo a céntimo para un televisor de plasma. Me pregunto si quienes se suicidan con ansiolíticos caducados se mueren con efectos retroactivos. La expresión “efectos retroactivos” viene de mis tiempos de oficinista. Se decía cuando, tras la negociación de un convenio colectivo, se aplicaba la subida desde una época anterior a la firma, lo que implicaba recibir de golpe una cantidad inesperada con la que tapabas agujeros. En fin.

El caso es que voy pagándolo todo moneda a moneda sin que nadie advierta que mi dinero, según el jodido FMI, no vale un duro, el pobre, expuesto como está, por su debilidad, a coger cualquier enfermedad oportunista. En los establecimientos donde pago con billetes, recibo la vuelta con aprensión, como si la calderilla pudiera producirme un eccema. De hecho, me ha empezado a picar la palma de la mano y la yema de los dedos índice y pulgar. De vuelta a casa, me pregunto si lo que el FMI dice del euro se refiere al euro de la clase media, o sirve también para el de las clases altas. Si le hicieran un chequeo, pongamos por caso, a los euros de Lagarde, ¿arrojaría unos resultados clínicos tan preocupantes? Tiene uno la impresión de que los euros de los ricos, cuando están al borde de la asfixia, se metamorfosean en dólares o en lingotes de oro.

miércoles, 29 de julio de 2015

Rodrigo y Mariano, natación sincronizada - David Torres

Rodrigo y Mariano, natación sincronizada - David Torres

Quienes pensaban que iba a hundirse como un chinarro después del batacazo electoral, se sorprendieron al descubrir que el presidente, contra todo pronóstico, flota. Mariano siempre ha puesto en aprietos las leyes de la física, la química, la psicología y la metereología. Parecía que no podría sostenerse solo sin que lo aguantara Angela Merkel desde abajo, igual que lo ha llevado a caballito durante toda la legislatura. Aun así, había varios escoltas en remojo por si le daba por sumergirse y buscar cenotes. No sería la primera vez que un mandamás gallego se pone a bucear en el Umia y emerge luego en Palomares, cuando no en la cubierta del yate de un narco con la espalda untada de crema.
Galicia es tierra mágica, propensa a las meigas, las apariciones y la Santa Compaña. Allí lo mismo te nace una poetisa excelsa que un caudillo genocida, un novelista genial que un lobisome. Es gente acostumbrada al más allá, a las visitas de los muertos a los vivos y viceversa. Muchos gallegos ven The Walking Dead y otras películas de zombis con la misma naturalidad que Los Serrano, Cuéntame o Arriba y abajo, de manera que nadie va a asustarse por tropezar con Mariano retozando en el Umia. Una vez vi un reportaje sobre un chaval -creo que era de un pueblo de Lugo-aficionado a disfrazarse de vampiro y a salir únicamente de noche. Cuando la cosa fue a más, se compró una capa, se limó los colmillos, se peinó estilo Drácula y todas las tardes iba a beber sangre al matadero municipal. Entre sus familiares, amigos y compañeros de colegio, abundaban los encogimientos de hombros, pero su rareza apenas provocaba más que alguna risita o algún murmullo de lástima. Le preguntaron a un encargado del cementerio si le molestaba que aquel chico alto y pálido, vestido de negro de la cabeza a los pies, se pasease entre las tumbas a medianoche. “Pobriño, ¿y por qué me iba a molestar?” replicó el hombre. “Yo soy enterrador, usted periodista, él vampiro. Cada uno es cada uno”.

Y cada dos una piragua. Porque más extraño aun que el presidente flote en un río gallego es que Rodrigo Rato haga equilibrismo naútico en aguas de Mallorca. En la foto que ha dado la vuelta a twitter, se lo ve levitando sobre el mar al estilo de Cristo en el lago Tiberíades. Sólo que Cristo, a pesar de su entrenamiento en teñir vinos, multiplicar peces y reanimar cadáveres, difícilmente hubiera resucitado con tan sólo medio currículum de Rato atado a un tobillo. Se hubiera hundido a plomo entre acciones de Bankia, cuentas falseadas, tarjetas black y demás acusaciones de fraude y alzamiento de bienes. Sin embargo, Rato se limita a patinar sobre las dificultades, como ha hecho siempre. Para colmo, llevaba de remate un bañador amarillo prácticamente translúcido que no sólo le dejaba la popa al descubierto sino que era un guiño al blanqueo de capitales. Cualquier dirigente popular sumergido en un fluido experimenta un empuje electoral hacia arriba directamente proporcional al peso de los sobres desalojados.

jueves, 23 de julio de 2015

Ventajas de la Ley Mordaza - David Torres

Ventajas de la Ley Mordaza - David Torres

Después del sado con pelotas de goma y el fist-fucking con porras de policía, tenía que llegar el bondage de la llamada Ley Mordaza, la escena culmen de ese atropello a la libertad de expresión con el que el PP lleva soñando desde que la gaviota era huevo (el huevo derecho del Caudillo, para ser exactos). Al fin Mariano ha encerrado a la libertad de expresión en una habitación para bailar con ella el último tango en Madrid sin mantequilla. Sin embargo, igual que a Marlon Brando al final le salía el tiro por la culata, la Ley Mordaza podría acabar siendo la mayor contribución del PP a la cultura en cuatro años, si exceptuamos la boda entre Ignacio Wert y su brazo derecho, Montserrat Gomendio, que los apartó a los dos del ministerio.

Las amenazas nunca arruinaron una voz auténtica, si acaso la hicieron entonar mejor y afinar el diccionario. Porque un escritor sabe que el poder, por benévolo que sea, siempre intentará acallarlo, domesticarlo, silenciarlo; por eso, cuanto más pronto se saque la careta, antes empezará la partida. Es mucho mejor la orden directa que la insinuación, el tijeretazo que la colleja. Desde su destierro en la Torre de Juan Abad, Quevedo escribió en su famosa Epístola al Conde Duque de Olivares: “No he de callar por más que con el dedo,/ ya tocando la boca, ya la frente,/ silencio avises o amenaces miedo”. Igual que esos canarios que rompen a cantar cuando el criador les pincha los ojos y los deja ciegos.

En el prólogo a su gran poemario Requiem, Ana Ajmátova cuenta cómo un día de 1935, en la cola de espera frente a la cárcel de Leningrado, se encontró a una mujer que, como tantas otras, llevaba horas soportando el frío para entregar un paquete a los prisioneros. El momento en que llegaban hasta la mesa de los carceleros era terrible: si el paquete no era aceptado, significaba que el destinatario del paquete ya había dejado de existir. La mujer la reconoció y le preguntó en un susurro: “¿Y usted puede escribir sobre esto?” “Sí, puedo” dijo Ajmátova. “Y entonces una sonrisa se deslizó por lo que alguna vez había sido su rostro”.

Milan Kundera escribió que la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido. Es una guerra antigua, que empezó con dibujos en las paredes de las cuevas, siguió con manuscritos y papiros, y continúa ahora por internet en las ramificaciones e hidras de la sátira. Platón ya advirtió sobre los peligros de la poesía y siglos después Fulvia exhibió la cabeza cortada de Cicerón antes de atravesar con sus horquillas de oro aquella lengua sagrada. La mezquina venganza de la aristócrata romana no consiguió otra cosa más que la Historia la recordase como la zorra megalómana que fue. Hoy Fulvia no existe más que en unas líneas despectivas de Plutarco, en un epigrama de Octavio citado por Marcial y en unas cuantas invectivas de las Filípicas ciceronianas. Demasiado tal vez. Unos cuantos chistes, anónimos o no, son probablemente la única inmortalidad que va a conseguir Mariano.