domingo, 29 de noviembre de 2020

Eloy Sampedro

 Una juez de Salamanca valida que un jubilado cobre el plus de maternidad


C.A.S.

Hace un año el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, a raíz de una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, declaró que el complemento de maternidad de las pensiones en España (que incrementa entre un 5% y un 15% la prestación de aquellas mujeres que hubiesen tenido al menos dos hijos) era discriminatorio con los hombres que también tuvieron descendencia y que éstos debían ser recompensados en la misma medida que sus parejas por su contribución demográfica al sistema.

Cuando Julián Ingelmo, un jubilado salmantino de 67 años, casado y padre de familia numerosa, escuchó aquella noticia por casualidad en la radio, decidió consultar a su abogado si podía exigir a la Seguridad Social ese complemento de maternidad para elevar su pensión de poco más de mil euros. El letrado, tras estudiar la jurisprudencia europea y el precedente en Canarias, decidió animarle a reclamar ese plus, que en su caso supondría el incremento máximo del 15% por haber criado a cuatro hijos. Cabe recordar que el complemento es del 5% de la pensión por dos hijos, del 10% por tres hijos y del 15% por cuatro o más hijos.

En un primer momento Julián Ingelmo envió una solicitud al Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), que rápidamente fue denegada por el organismo estatal. El Real Decreto Legislativo General de la Seguridad Social reconoce el complemento de pensión sólo a las mujeres trabajadoras “por su aportación demográfica a la Seguridad Social”. Tienen derecho a este complemento aquellas pensiones de jubilación, viudedad o incapacidad permanente a partir del 1 de enero de 2016.

El pensionista salmantino no desistió y formuló una reclamación previa contra esa denegación que también fue rechazada. Algo desanimado, fue su abogado Eloy Sampedro el que le empujó a pelear por este plus, que discrimina a los hombres, en los juzgados. El pasado mes de marzo, en pleno inicio de la pandemia el letrado presentó la demanda contra el INSS y Tesorería de la Seguridad Social.

La Justicia reconoce también la “aportación demográfica” de los hombres a la Seguridad Social

Tras meses de espera, la insistencia ha surtido efecto. La magistrada del Juzgado de los Social número 2 de Salamanca falló esta semana a favor del jubilado salmantino. Es la primera sentencia de este tipo en Castilla y León.

La juez reconoce el derecho de Julián Ingelmo “a percibir el complemento de maternidad de su pensión de jubilación en un porcentaje del 15% de la base reguladora”. De esta forma, este salmantino pasará a cobrar en torno a 150 euros más al mes en su pensión de por vida y además, con efectos retroactivos al 6 de diciembre de 2019. Aunque el INSS aún puede recurrir la sentencia, la magistrada señala que deberá iniciar igualmente el abono de la prestación.

Julián Ingelmo expresaba su satisfacción a este periódico por la sentencia a su favor. “La constancia ha merecido la pena”, admitía, mientras confiaba en que una vez pase la pandemia pueda celebrar como se merece el aumento de pensión con su mujer y sus cuatro hijos.

Las sentencias en Canarias y después también en Galicia y Murcia a favor de padres pensionistas han provocado un aluvión de demandas similares de jubilados por toda España aprovechando la interpretación del tribunal europeo que considera discriminatoria la normativa española. Habrá que ver si ante este resquicio legal de la llamada “aportación demográfica”, el Instituto de la Seguridad Social decide modificar y matizar el Real Decreto. Mientras tanto, cada vez son más los pensionistas jubilados que se plantean reclamar en los juzgados este plus para elevar su pensión.

sábado, 28 de noviembre de 2020

El estrés en Bachillerato - Andrea Iglesias Mato

 El estrés en Bachillerato - Andrea Iglesias Mato

Soy una chica de dieciséis años y estoy cursando primero de bachillerato en Santiago. En menos de una semana me enfrento a la semana de exámenes globales de la primera evaluación. Es una etapa totalmente nueva y diferente, añadiendo a mayores la atípica situación de pandemia que estamos viviendo. Probablemente durante la siguiente semana me pasaré los días estudiando y sometida a un estrés fuera de lo común. Y es que no solo es por estos exámenes, es por todo. Nada más entrar en esta etapa te dicen que todas tus notas cuentan, que tienes que conseguir una buena media si quieres estudiar una buena carrera. Por no hablar de la palabra más nombrada, la temida ABAU. Una serie de exámenes de diferentes materias que realizarás nada más terminar bachillerato y que cuenta un cuarenta por ciento de tu nota.

Lo que quiero decir con todo esto es que sí, ya sé que me juego la media en cada examen, no hace falta que me lo repitan. Además, hay que destacar que el nivel de ansiedad es altísimo, todos conocemos a alguien que haya sufrido este trastorno o alguno similar durante esa época. También tiene importancia la fuerte presión a la que estamos sometidos, no necesariamente del ámbito familiar, sino que también puede ser autoimpuesta. A mayores, se añade también la incógnita de qué carrera estudiar, una de las mayores decisiones de tu vida, que la mayoría de alumnos que cursan bachillerato no tienen clara.

Todos estos factores generan cierto nivel de estrés en algunos más que en otros, que puede derivar en dolencias o enfermedades a medio y largo plazo. Algunos de estos trastornos pueden ser diabetes, obesidad o depresión.

Después nos preguntan qué por qué no obtenemos buenas notas si hemos estado estudiando mucho. La respuesta es simple, vivimos tan presionados que no rendimos al cien por cien. Lo único que pido es visibilización a un problema que cada vez está más normalizado.

jueves, 26 de noviembre de 2020

No es lo mismo echar un polvo que echar cinco - Olga Seco

 No es lo mismo echar un polvo que echar cinco - Olga Seco

Qué aspecto más reconocible y conmovedor tienen los calendarios. Aunque, pensándolo bien, todos son la interferencia que esporádicamente se entrecuza a diario. La mayoría de las fechas son la orden que esclaviza a la mente y la pone a disposición de la disciplina de los recuerdos. Dicho de otra manera, en determinados círculos cerrados, la razón se desentiende.

Todos somos el inmenso repertorio que satisface a los números. De cada combinación (sonrío) nace una emoción; ellos (los números) representan nuestra vida. Ya lo creo, ya, no es lo mismo decir “he echado un polvo”, que decir “he echado cinco polvos”. Junto a los números (muchas veces) tropieza la autoestima que nos aleja de lo “normal” y nos conduce a la neurosis. Los números dominan nuestra vida: nos asombran, nos conmueven, nos disgustan, nos turban, nos seducen; y así, un largo etcétera. En todos siempre aparece el motivo que simplifica el plano y le da forma de espacio. Todo es herencia de Pitágoras...

Los números también tienen un lenguaje imaginario. Los que están diciendo que 2021 será distinto, por lo visto, no han entendido la síntesis de una pandemia. Evidentemente, cada persona, hace uso de su razón y la integra en el lugar que considera oportuno. Aunque, pensándolo bien, lo hermético es el espacio cerrado que conserva lo destinado a descomponerse. Muchos días veo el aspecto más convincente del ser humano... Otros veo el tumulto que se aleja de todo compromiso social y entra en trance al ver las piruetas que pueden dar las fechas.

Con tanta necesidad de información una tiene que buscar bien los títulos de las columnas. Considerando que el conocimiento, a día de hoy, es la soledad insaciable del curioso, no puedo apasionarme y titular la columna de hoy: “La herencia de Pitágoras”. Comprenderán que para muchos sería un elemento constitutivo de aburrimiento. Se me antoja inventar un horno y poner a cocer un título caliente, sí, un título que en apariencia apasione a todos los lectores y vengan animados a leerme. El morbo (ya saben) es la vocación de las personas que no piensan. Dicho lo dicho, si han llegado hasta aquí leyéndome, entenderán el título tan “grosero” ( sonrío) de mi columna de hoy. El oficio de escribir es hermoso, con los años, una aprende a transgredir todas las técnicas y comprende que lo único importante es crear. Y creer... Claro, en uno mismo.

martes, 24 de noviembre de 2020

España made in Berlanga - David Torres

 España made in Berlanga - David Torres

Berlanga es uno de los pocos cineastas que se han ganado el derecho a un adjetivo propio, un término que se refiere a algo chusco y excesivo, delirante y ridículo, a medias entre el surrealismo y el costumbrismo, una estética que conecta con el Buscón y el Lazarillo, con algunos grabados de Goya, con el esperpento de Valle-Inclán, con ciertas páginas de Cela y ciertos lienzos del Bosco. Luis José, el incalificable heredero de los Leguineche, intentando patentar una bandeja para el Mundial de Fútbol con una ración de paella, un vaso de gazpacho y una naranja. El cadáver de la madre arrojado al mar, para que no estropee la boda del hijo, que termina arponeado por un submarinista. La subasta de pobres en Nochebuena para decorar la cena de las familias pudientes. El Marqués de Leguineche, que colecciona pelos de coño y que alquila el palacio a los turistas para pagar sus deudas con Hacienda.

Hace sólo unos días se cumplían diez años de la muerte de Luis García Berlanga, en junio del año próximo se celebra el primer centenario de su nacimiento, y Alianza Editorial ha reeditado una versión ampliada del libro El último austrohúngaro, una extraordinaria serie de conversaciones mano a mano entre el genial cineasta, Manuel Hidalgo y Juan Hernández Les, donde se destripan filias y fobias, tropiezos con la censura, proyectos fallidos y anécdotas impagables de sus rodajes. Este año el homenaje empieza muy bien, con todo el mundo con la cara tapada con mascarillas, la peña montando fiestas clandestinas en casa y un rey emérito huido del país por líos con la justicia, imitando a los Leguineche subiendo a un tren de peregrinos a Lourdes con la fortuna escondida en una escayola.

A veces el cine de Berlanga parece rodado en futuro perfecto, con esos planos-secuencia abigarrados, multitudinarios, enloquecidos, llenos de calles en ebullición, ventanas abriéndose y cerrándose, habitaciones en hilera, diálogos entrecruzados, gente y más gente entre la que, en cualquier momento, allá al fondo, va a aparecer tu cara. Tenía fama de vago y de descuidado, quizá por eso pudo rodar algunos de los planos-secuencia más largos, complejos y elaborados del séptimo arte como si los estuviera improvisando en el momento, acompañado por un elenco y un equipo técnico en estado de gracia. También por eso le pasaban cosas que parecían salidas de uno de sus guiones, cosas inverosímiles como que el estreno de ¡Bienvenido, Mr. Marshall! coincidiera con la llegada del nuevo embajador estadounidense a Madrid. Al pasar por la Gran Vía, el hombre vio un cartel enorme con el nombre de la película y se creyó que era una burla y hubo que retirar el cartel antes de provocar un incidente diplomático.

Sí, con sus películas da la impresión de que podría haberse rodado otra película aun más disparatada tan sólo utilizando los chascarrillos del rodaje. En Los jueves, milagro, tuvo que pelear con un sacerdote, el padre Garau, al que colocaron de asesor religioso y que le replicaba con frases que parecían escritas por Azcona: "Usted creerá que soy un hombre anticuado, ¿verdad? Aquí donde me ve, señor Berlanga, ¡yo he sido el primer cura español que se puso un reloj de pulsera!" O durante la filmación de Tamaño natural, película en la que la muñeca fue violada delante y detrás de las cámaras y en la que aparece Michel Piccoli con lencería femenina, escondiéndose el sexo entre las piernas, en una escena que prefigura el estriptís salvaje de Ted Levine en El silencio de los corderos.

Supersticioso hasta la médula, tenía que incluir en cada película la palabra "austrohúngaro" a modo de fetiche, jamás se ponía un sombrero negro y las pocas veces que viajaba en avión lo hacía con un trozo de madera en la mano. Era también un hipocondríaco de tomo y lomo que no quería morirse ni aceptaba la idea de la muerte, quizá por eso, para conjurarla, siempre metía una toma de un funeral, un entierro o un coche fúnebre, "el motivo más cinematográfico que existe" confiesa Berlanga, "junto con el primer plano del rostro de una mujer, sus piernas y sus senos". Pensaba que, con un poco de suerte, la muerte iba a pasar de largo, como la comitiva de los americanos en ¡Bienvenido, Mr. Marshall! y al final se encontró con el garrote y el verdugo. Al menos, cuando era joven pudo salvarle la vida a su padre, a quien iban a fusilar por republicano: lo intentó apuntándose a la División Azul, pero no sirvió de nada, y al final hubo que vender una fábrica y una finca de la familia para pagar el rescate. Después de los peligros y las penurias en Rusia, Berlanga se comió de postre otra mili en Cartagena. ¿A que parece otra película suya?

lunes, 23 de noviembre de 2020

Alimentos congelados - Carmen Pérez Novo

 Alimentos congelados - Carmen Pérez Novo

Algunas personas creen que los productos alimenticios de primera calidad son los que se adquieren frescos. Y nada más lejos de la realidad. En los últimos años, la industria alimentaria ha desarrollado tecnologías gracias a las cuales tenemos a nuestro alcance la posibilidad de consumir alimentos congelados tan nutritivos como los frescos. Los alimentos congelados son una solución siempre a mano ante un imprevisto. Los que se suelen encontrar en los comercios son verduras, pescado, marisco, carne y precocinados.

Entre sus ventajas conviene saber que la congelación retiene las propiedades nutritivas del alimento. Es un sistema práctico y limpio. Permite organizar las comidas con mucha antelación y su precio es muy razonable. Además, podemos consumir algunos alimentos, sobre todo verduras y hortalizas, que no se pueden encontrar frescas, y, según en qué épocas del año. Lo único a tener en cuenta es que, al comprarlos, hay que seguir las normas básicas que dicta el sentido común. La más importante es rechazar los envases que no estén en perfectas condiciones, o que tengan escarcha o hielo adheridos a la caja, lo que indica que se ha roto la cadena del frío, es decir, que la temperatura bajo cero no se ha mantenido. También tenemos que tener en cuenta que, a la hora de descongelarlo, para que el producto mantenga su olor, sabor y aspecto debe hacerse lentamente. Lo mejor es retirarlo del congelador la noche antes y dejar que se descongele en el frigorífico, pero también puede realizarse a temperatura ambiente, tapado con un plato, o en microondas.

Por otra parte, si lo que se prefiere es comprar alimentos frescos y congelarlos, es importante que tengamos en cuenta la necesidad de comprobar la frescura del producto. Las verduras no tienen que tener marcas, ni hojas lacias y el pescado debe tener la carne dura y los ojos brillantes. Con la carne hay menos problemas. Las hortalizas se tienen que escaldar unos minutos. Se limpian y sumergen en agua hirviendo. Cuando el agua recupere el hervor, se cuecen durante unos minutos. A continuación, se enfrían rápidamente para parar la cocción. Acto seguido, congelar el producto fresco cuanto antes y utilizar bolsas de congelación o recipientes adecuados, porque, en caso contrario, su calidad se resentirá. Tiene que estar bien envuelto, procurando que no quede aire en su interior y, por supuesto, anotar debidamente en el paquete la fecha del envasado.


  

viernes, 20 de noviembre de 2020

Rectificar es de sabios - Fernando Población

 Rectificar es de sabios - Fernando Población


No voy a negar, sería absurdo hacerlo, el cariño y admiración que tengo por Julio López Revuelta, y sigo pensando que cuando ostentaba el cargo de concejal de Turismo, era uno de los activos más importante que tenía Salamanca, al tiempo que gran mérito de la buena marcha de esa actividad en nuestra ciudad era suyo, aunque él siempre dirá que es una labor de equipo.

Tampoco voy a negar que cuando, tras los resultados de las últimas elecciones, el PP tuvo que pactar con Ciudadanos para mantener la alcaldía y Julio dejó Turismo para pasar a manos de Fernando Castaño me pareció una pésima idea y una mala noticia.

Castaño es un tipo peculiar, hay que reconocer que no deja indiferente a nadie, con sus declaraciones, con sus fábulas, con su modo de hacer política. La concejalía de Turismo que, sin duda, era un caramelito dentro del Ayuntamiento de Salamanca, se ha convertido en una manzana envenenada por culpa del bicho malo que nos ha atropellado a todos. Es difícil (o imposible) generar turismo cuando tenemos confinamiento perimetral y la hostelería funcionando a base de mandar comida a nuestras casas (y no es lo mismo).

La duda de si Castaño hubiera igualado la gestión de Julio (mejorarla es muy complicado) quedará ahí, puesto que las circunstancias de uno y otro son radicalmente diferentes.

Ahora sí, me he llevado una muy grata sorpresa al comprobar la defensa de Fernando Castaño del sector de la hostelería, de los suyos. Él mismo comentó que si era el concejal de Turismo, también era el de los hosteleros y ha dado un paso adelante. No es nada habitual que en una manifestación convocada para protestar por el cierre del sector, se puedan ver pancartas agradeciendo a Fernando Castaño su labor. No olvidemos que su “jefe” Igea es uno de los culpables de las medidas tan restrictivas que sufrimos en Salamanca (y en Castilla y León, claro) y no creo que en su partido se sientan muy cómodos con las declaraciones de Castaño. Pero las sigue haciendo.

Por eso no tengo ningún problema en disculparme con mi tocayo por la poca fe que le tenía, y manifestarle mi respeto y apoyo en un momento tan complicado como el que estamos viviendo. Fernando, te ha tocado bailar con la más fea.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Salvemos al soldado bar - David Torres

 Salvemos al soldado bar - David Torres


Es un hec sabido que en el tiempo de los romanos una ardilla podría cruzar la Península Ibérica saltando de árbol a árbol, pero hoy en día tendría que hacerlo yendo de bar en bar. Con tantos bares y tantos restaurantes, el problema no iba a ser llegar hasta los Pirineos: el problema iba a ser salir de Cádiz, de Madrid y de Bilbao. La hostelería es la marca diferencial del país desde mucho antes de que Fraga promocionara el chiringuito de playa como la respuesta española a los búnkers y casamatas del Muro de Atlántico. Si en el desembarco de Normandía los aliados se hubiesen encontrado con unos cuantos chambaos bien pertrechados de cerveza, manzanilla, jerez, migas, gambas y espetones de sardinas, la Segunda Guerra Mundial habría sido otra historia. "Que inventen ellos" decía Unamuno, y nos lo imaginamos diciéndolo apalancado en una barra, mientras se toma un chato de vino y unas anchoas.

En un pasaje célebre del Quijote, tantas veces citado fuera de contexto, don Quijote y Sancho se topan con la iglesia del pueblo y acaban discutiendo, como casi siempre, ya que ellos eran más de tropezar con fondas y posadas, alancear cueros de vino y dirigir ínsulas baratarias. De cualquier modo, la iglesia y la hostelería forman dos de los pilares básicos de la economía hispánica, sin olvidar el negocio de la construcción, que es la tercera pata del banco desde Atapuerca y desde antes de que los bancos fuesen bancos. De ahí las ayudas institucionales a los patriarcas del ladrillo y de ahí el régimen fiscal de manga ancha del que disfrutan las posesiones eclesiásticas en suelo patrio. Lo difícil era que don Quijote y Sancho tropezaran con otra cosa, por ejemplo, con una universidad o una biblioteca.

De inmediato el gobierno ha decidido movilizarse para sostener el sector hostelero, fuertemente golpeado por la crisis del coronavirus y por las restricciones provocadas por las condiciones sanitarias. La hostelería reclama 8.500 millones de euros para garantizar su supervivencia, una cifra que contrasta con los 4 millones destinados a paliar la angustiosa situación del sector del libro. Mientras en otros países las administraciones se desviven para salvar la cultura, aquí la diferencia es de 8.496 millones a favor de la barra libre, el botellón y los calamares. A menos que uno no sea español de pura cepa, no se entiende muy bien que el grueso del rescate se dedique a apuntalar bares, tabernas, tascas, cantinas, discotecas y demás templos del alcohol, mientras se abandonan a su suerte no sólo librerías, cines y teatros, sino también ferreterías, droguerías, talleres, peluquerías, panaderías, estancos, carnicerías y demás negocios abstemios. Parafraseando al clásico, podemos decir que en España vivir no es necesario: beber sí.

Eso de tener los bares cerrados durante el toque de queda es un verdadero problema, porque a veces me da por levantarme muy temprano y tengo que cruzar tres o cuatro calles para llegar hasta mi despacho, donde tengo el ordenador, la biblioteca, el tabaco y otros utensilios de mi oficio. A veces temo que la policía me pare, me pregunte a dónde voy a esas horas y no me libre de la multa, porque resulta inverosímil que alguien se gane la vida con la escritura, no digamos a las cinco de la mañana. Me acuerdo entonces de aquel reality de la aduana de Canadá, donde la policía no investiga tanto si el viajero incauto lleva encima drogas, armas o licor de contrabando, sino que están especializados en detectar si tiene permiso de trabajo. "Usted viene aquí a trabajar, no lo niegue" dice el aduanero, implacable, mandándolo de vuelta a casa como si el pobre hombre aspirase a un puesto en la directiva de Vox. Si los bares estuvieran abiertos, al menos siempre me quedaría el recurso de echar un trago.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Carne de ternura fresca - Tino Pertierra

 Carne de ternura fresca - Tino Pertierra


Marisol: “Siento ternura por cosas insólitas. Como esto no lo va a leer nadie (en cuanto lo escriba daré a la tecla de eliminar) puedo contarlo sin pudor. Por ejemplo, me enternecen las personas que cuando te están mintiendo se ponen coloradas y desvían la vista. Y no se dan cuenta de que llevan un semáforo en rojo en la cara. No deja de ser una forma de sinceridad. Involuntaria, pero sinceridad al fin y al cabo, y puedes tomar precauciones a tiempo.

También me enternecen esos coches a los que el dueño les arregla una parte de la chapa magullada pero no tiene presupuesto (o ganas) para pintarla y el vehículo (gris, por ejemplo) pasa a ser un simulacro de arlequín con un pedazo de color rojo. O verde. Una vez vi un escarabajo amarillo con una aleta azul. Era muy bonito. Debería extenderse la costumbre, o la moda, de pintar los coches a cuadros, o con lunares. Me enternecen las personas que entran en las redes sociales y opinan de todo pensando que le interesa / importa a alguien. Esa ingenuidad (siempre que lo expongan sin exhibir radicalismos pueriles) tiene un encanto que pocos saben verle. Me enternece ver a alguien que intenta llamar la atención de un camarero durante media hora y, lejos de enfadarse, insiste con cierta resignación humillada.

¿Cómo no enternecerse ante los buenos peatones que esperan a que el semáforo se ponga en verde para ellos aunque no vengan coches mientras el resto de viandantes se lo salta sin contemplaciones? Me enternece la gente que mastica muy despacio las palomitas en el cine para intentar que suenen lo menos posible, cuando a su alrededor muchos engullen con la boca abierta. Ternura por los buenos ciudadanos que recogen los excrementos de sus perros y por las personas que no tienen miedo a leer un libro en el bus cuando el resto del pasaje tiene la vista hundida en la pantalla del móvil. Me parece tierno que dos ancianos caminen cogidos de la mano aunque ya no tengan nada que decirse, quizá porque se leen el pensamiento. Aunque mi ternura favorita llega cuando veo a alguien sin paraguas que sonríe bajo la lluvia”.