miércoles, 18 de diciembre de 2013

Dalai Bayer - José Luis Alvite

Dalai Bayer - José Luis Alvite

Por más vueltas que le doy al asunto, siempre caigo en el convencimiento de que la felicidad se puede conseguir con la supresión de dos sensaciones: la conciencia y el dolor. De lo primero se encargan el mercado y los políticos, que basan el bienestar moral en el confort fisiológico, con lo que te convences de que hay algo de suma felicidad en sustituir la ambición del libro por la ambición del coche. Y en cuanto al dolor, hay ofertas de todas clases. Hay una alternativa farmacéutica, tan occidental, tan de siempre; una opción cristiana, con oraciones y resignación; y por último, y muy en boga, la opción de apuntarse a las pasantías del Dalai Lama. Personalmente no lo tengo decidido. Suprimiría la conciencia si pudiese pero estoy muy ocupado en suprimir los gases de la digestión. ¿Y el dolor? Es cierto que un hombre puede ser feliz si suprime el dolor, pero cuesta creer que eso le satisfaga por mucho tiempo. Volverá a sentirse angustiado cuando venza la letra del piso, que es algo que no te acarrea dolor físico pero te puede acarrear la cárcel. Leo en un dominical que puedes eliminar el dolor si sigues lealmente el pensamiento y la gimnasia del Dalai Lama. Pero yo en eso nunca tuve mucha fe. Lo he intentado durante alguna cefalea. Pongo mi mente en el Tíbet, me siento en cuclillas con un albornoz a los hombros y no consigo absolutamente nada. Ni siquiera me concentro. No puedo concentrarme con el maldito dolor de cabeza. Por eso creo que para seguir al Dalai Lama en esas circunstancias, lo primero que necesitas es una aspirina del Dalai Bayer. Hay quien dice que la conciencia es una cosa que se pierde haciendo televisión. Y que el dolor se suprime con analgésicos. Y yo opino lo mismo. De joven me dejé melena para ser budista y un año más tarde tenía caspa en las uñas. Tal vez por eso llegué a la conclusión de que el Budismo sólo es una manera de sentarse.