jueves, 16 de marzo de 2017

Bragueta de Rey - Raúl del Pozo

Bragueta de Rey - Raúl del Pozo

En fútbol y en corrupción, los españoles estamos en los primeros puestos de la Champions League, cuando la mentira sigue siendo un arma obligatoria y no dimite nadie. Antiguamente, los ciudadanos escribían el nombre de los políticos indeseables en una concha de terracota y se les condenaba al destierro. Aquí haría falta una ley del ostracismo para evitar que sigan mandando los que estén pringados. La Justicia es la que ha hundido a los soberbios y ha castigado a los corruptos. Siguen funcionando los tribunales, con las martingalas de los leguleyos y la tardanza de los juicios; los corruptos tardan mucho en desaparecer. Los casos de Mas y de Pedro Antonio Sánchez son la prueba de que a los presuntos implicados no los podemos echar ni con los bomberos.
Los políticos están sometidos a un riguroso control por parte de los tribunales y de la prensa. En algunos casos se les aplican los castigos del Santo Oficio, que ahora llaman "pena de telediario". Sin embargo, frente a la vigilancia de la corrupción hay un respeto a la vida privada de los gobernantes, al contrario de otros países como Francia, donde se describen todas las amantes del presidente Hollande. En España, a los políticos se les miran las carteras, no las braguetas. Sólo conocemos, como si fueran las cuentas del rosario, las amantes del Rey Juan Carlos I, rubias y morenas, princesas o cupletistas, extranjeras o murcianas; sin contar los polvos de asiento de coche o de ascensor.
Los ídolos del mundo siguen siendo, según el Papa, el dinero, el placer y el poder. De eso saben mucho la Iglesia y la monarquía. Curiosamente, han abdicado en nuestro tiempo un Papa y un Rey: Juan Carlos I y el Papa Benedicto XVI. Juan Carlos se fue a la Historia después de ir a ver a Corinna a un pueblo cercano a Londres; luego se trastabilló delante de los militares en el discurso de la Pascua y se cortó la corona de un reinado que fue una referencia de la democracia global. Abdicó en el año 2014 por matar elefantes y tener una novia rubia.
Ok Diario ha publicado las grabaciones del Cesid en las que el Monarca confesaba su amor por Marta Gayá. Felicito a Inda por la exclusiva, aunque pienso que va siendo hora de que dejemos a ese gran Rey en paz. La Constitución defiende el derecho a la intimidad de todos los ciudadanos y los políticos nos acusan de machistas o amarillos cada vez que contamos sus rollos, líos y sabaneos. Así que también Juan Carlos tiene derecho a que no le recuerden cada día los momentos gloriosos de su reinado.

Además de tirarse a todo lo que se movía, hizo algo que no se había hecho desde Carlos V, en Yuste. Se fue como Diocleciano, el que hizo las termas de Roma para 3.000 personas con gimnasios, jardines y bibliotecas. Aquel emperador enfermó y pidió su abdicación. Luego recobró la salud, le invitaron a volver al poder y respondió: "El trono no vale tanto como la tranquilidad y el placer de cultivar mi jardín".

jueves, 9 de marzo de 2017

Sexo, tráfico y parejas en la autovía - Ánxel Vence

Sexo, tráfico y parejas en la autovía - Ánxel Vence

Una pareja de la Guardia Civil sorprendió a otra pareja (ésta última menos formal) que practicaba los dulces trances del amor en los márgenes de una autovía de Galicia. Los beneméritos no dudaron en provocarles un coitus interruptus para averiguar si el varón había ingerido alcohol antes de meterse en tratos carnales con su amada. Dio positivo y, como consecuencia, el asunto acabó en los tribunales. 

No se trata, naturalmente, de que esté penada la ejecución de la cópula bajo la influencia del gin tonic o cualquier otra clase de bebida. Hasta ahí podíamos llegar. Lo que pretendían los agentes encargados de velar por el buen orden de la circulación era averiguar si el presunto conductor -y efectivo amante- había conducido hasta allí con alguna copa de más. 

La historia, tan abruptamente interrumpida por las fuerzas del orden, tuvo por fortuna un final de lo más feliz. Los jueces consideraron indemostrable que el detenido fuese el conductor del vehículo y lo absolvieron con todas las bendiciones. 

Aun así, nadie le va a quitar a la pareja no uniformada el apuro en el que la pusieron los dos miembros de la otra pareja al terminar por la vía del susto con sus efusiones amorosas. Admirable parece incluso que el hombre conservase la suficiente presencia de ánimo para soplar en el alcoholímetro después de tan desconsiderada interrupción. En circunstancias delicadas como esas, lo normal es que cualquiera dé gatillazo incluso a la hora de soplar. 

Quizá se tratase de un exceso de celo -que no de celos- de los guardias que se ocupan de regular el tráfico en las carreteras. Después de todo, el coche estaba aparcado y los amantes eligieron para su esparcimiento una discreta zona situada más allá de las alambradas que cercan la autovía. 

Igual la cruzada antialcohólica se nos está yendo de las manos. Bien está que se controle y reprima el uso del alcohol al volante, dados los graves riesgos que ello implica para la integridad de las personas, por supuesto. Otra cosa es que se persiga a los automovilistas literalmente hasta el catre -o los bordes de una autovía- para hacerles una prueba de alcoholemia. Aunque para ello sea preciso interrumpir una actividad amatoria que exige un mínimo de intimidad. 

Visto el lance desde un punto de vista positivo, no queda sino concluir que vamos avanzando. En otras épocas más duras, los amantes que con tanta urgencia se entregaron a los placeres horizontales hubieran sufrido muy probablemente algún reproche penal. Ahora corren tiempos más liberales, afortunadamente. Lo único punible es el uso de alcohol en combinación con el coche, aunque tal vez hubiera sido deseable una mayor comprensión de los guardias frente a las expansiones propias del amor. 

Faltó romanticismo en este caso. Lejos de estar perseguida, la práctica del amor al aire libre debiera ser objeto de protección por las autoridades. El Bosco, un suponer, no hubiera podido pintar su extraordinario Jardín de las Delicias si los guardias de su tiempo irrumpiesen en el cuadro para pedirles el DNI a quienes allí practican todas las variantes de la lujuria. 


Felizmente, la juez del caso de la autovía ha tomado en cuenta las circunstancias a la hora de evaluar si había o no delito. Y el amor triunfó sobre el Código de la Circulación. Aún quedan románticos.