lunes, 25 de marzo de 2019

Doblar cucharas, parar el brexit - David Torres

Doblar cucharas, parar el brexit - David Torres

En El himno nacional, el primer episodio y quizá el mejor de la teleserie Black Mirror, un terrorista secuestra a una princesa de la familia real inglesa y amenaza con matarla a menos que el primer ministro se folle a un cerdo en vivo y en directo, ante las cámaras de televisión y en horario de máxima audiencia. Al final, como suele suceder, nada es lo que parece: el terrorista se destapa como un artista conceptual y el acto zoofílico no resulta tan divertido como los espectadores se creían. Muchos apartan la mirada, avergonzados o asqueados, de las pantallas donde el cerdo y el líder británico mantienen relaciones íntimas.
Toby Haynes, uno de los directores de Black Mirror, ha sido el encargado de llevar a la pantalla Brexit: The Uncivil War, un telefilm de hora y media que indaga en las vísceras del referéndum donde el Reino Unido votó por separarse de la Unión Europea. La cinta ha recibido críticas entusiastas y varapalos tremendos, pero de entrada puede decirse que quizá el realismo no sea la mejor perspectiva para enfrentarse a un proceso tan complejo y estrafalario como el brexit. Charlie Brooker, guionista de Black Mirror, ya había vaticinado algunos de sus aspectos esenciales, aunque ni siquiera alguien tan imaginativo como él pudo imaginar que era el cerdo el que se iba a follar al primer ministro.
En efecto, el brexit viene a demostrar una vez más, como si hiciera falta, que la realidad siempre es más extraña que la ficción y además va mucho más lejos. Más de dos años y medio después de la votación, la política inglesa sigue paralizada por esa especie de harakiri democrático en que ni las tripas acaban de salir ni la sangre llega aún al Támesis. Desde aquel aciago 23 de junio de 2016 da la impresión de que buena parte del electorado británico votó a ciegas o borracho perdido o en plan de coña, a ver qué pasaba, igual que esos hooligans de vacaciones en Ibiza que se arrojan de un balcón a una piscina a ver si aciertan. Un dato revelador es que, horas después de la victoria del brexit, las dos frases más buscadas en Google en el Reino Unido eran “¿Qué significa salir de la UE?” y “¿Qué es la UE?”
Muy probablemente la solución, si es que hay alguna, pase por hacer otro referéndum, como reclamaban ayer cientos de miles de manifestantes en Londres. Lo cual vendría a corroborar no sólo que el primero fue de fogueo sino que la democracia tendría que ejercerse con preservativo antes de mirar si en las urnas ha salido niño o niña. Llegados a este punto, no es extraño que Uri Geller haya hecho su aparición para pedir a los británicos que lo ayuden a parar el brexit mediante telepatía, igual que en aquel espectáculo televisivo en que invitaba a la audiencia a reparar relojes o doblar cucharas usando sólo el poder de la mente.

Geller dice que fue él quien profetizó la victoria de May tres años antes de que sucediera, al pedirle que tocara una cuchara que había pertenecido a Winston Churchill. Cuando salió en el programa de José María Iñigo, allá por 1975, muchos españoles juraron que habían conseguido doblar la cuchara en casa, aunque no fueron tantos los que dijeron que habían logrado que un reloj parado echase a andar otra vez. De momento, deshacer el brexit no está resultando tan sencillo como doblar una cuchara, probablemente por la misma razón que romper un reloj siempre es más fácil que arreglarlo. Especialmente cuando lo has roto a martillazos.

sábado, 23 de marzo de 2019

No me digas que no - Juan José Millás

No me digas que no - Juan José Millás

Los productos congelados también tienen fecha de caducidad, sobre todo si llevan bechamel. En la pechuga de pollo villaroy, por ejemplo, se pudre antes el envoltorio que la carne. La homeostasis, según la Wikipedia, es el "conjunto de fenómenos de autorregulación conducentes al mantenimiento de una constancia en la composición y las propiedades del medio interno de un organismo". Pero la homeostasis no es eterna. De ahí la muerte. Morir es perder la homeostasis, que queda mejor que perder las llaves de casa.
-He perdido la homeostasis.
-Intenta recordar cuándo es la última vez que la has usado. Y dónde.
Todo esto era para decir que unos científicos de la universidad de Sídney han inseminado a 34 ovejas con un semen congelado de 1968 y han salido corderos jóvenes. Deben de usar congeladores extraordinarios porque el semen, como la bechamel es muy inestable. Si esos espermatozoides se hubieran utilizado en su día, los corderos resultantes tendrían ahora 51 años. Un poco añejos para la cazuela. Llevarían varios años muertos, pobres. Significa que han nacido con efectos retroactivos.
Supongamos que usted va a un restaurante y le ponen un lechazo que acaba de nacer, pero cuyo semen llevaba almacenado medio siglo. Si no le dicen nada, igual se lo come sin rechistar, aunque le note un no sé qué. Pero si está al tanto de la situación, si conoce el origen de esa pierna de cordero al horno con patatas, ¿cómo evitar la sensación de estar tragándose una especie de brazo incorrupto, una reliquia? Por mucho que los congeladores australianos sean capaces de mantener la homeostasis indefinidamente, un semen de medio siglo es un semen de cinco décadas, no me digas que no.
Se pregunta uno si la revuelta de los "chalecos amarillos" en Francia no tendrá que ver con la congelación de Mayo del 68. Las cosas que cuajan se descuajan. Aquí, cuando murió Franco, congelamos la Ruptura en favor de la Reforma, y la semilla de Franco se acaba de manifestar en VOX.
¿Una homeostasis invers?

martes, 19 de marzo de 2019

El negro que blanquea (a Vox) - David Torres

El negro que blanquea (a Vox) - David Torres

Al nutrido ecosistema de la fauna hispánica (donde abundan los obreros de derechas, las mujeres machistas, los socialistas monárquicos y los neoliberales en paro) se ha sumado ahora un nuevo ejemplar, el negro de Vox, una rareza política que cuenta al menos con dos individuos, ya que hay uno, Ignacio Garriga, de origen guineano, candidato por Barcelona, y otro, Bertrand Ndongo, un inmigrante camerunés que de momento va por libre. Ambos han venido para intentar distraer con su presencia esos incómodos principios del programa de Vox que abogan por la anulación de la sanidad gratuita para inmigrantes ilegales, el copago para residentes legales que no cuenten con al menos diez años de residencia y la deportación inmediata de los díscolos, vagos y maleantes. Eso por no hablar de “los españoles primero”, de la fobia a los extranjeros y de toda la carga de odio xenófobo que supura cualquier partidario de Vox apenas abre la boca.
El propio Abascal dijo hace más o menos un año: “No es lo mismo un inmigrante procedente de un país hermano hispanoamericano, con una misma cultura, una misma lengua, una misma cosmovisión del mundo, que la inmigración procedente de los países islámicos”. Quién iba a decir que Abascal habla desde la perspectiva de un camerunés. Sin embargo, después de Auschwitz y de la metamorfosis del estado de Israel en una nueva versión del apartheid, a la ultraderecha española no le quedó más remedio que renunciar hace tiempo a la gilipollez franquista de la “conspiración judeomasónica internacional”, reemplazando a los judíos por musulmanes y a los masones por comunistas. En esto, como en tantas otras cosas, la saga de Torrente, el brazo tonto de la ley, ha sido la inspiración ideológica de Abascal, especialmente esa escena de no sé cuál de ellas en la que Torrente ve cómo un terrorista islámico intenta secuestrar el avión donde viaja y se levanta a buscar la pistola mientras murmura entre dientes: “Moros, moros”.
Por supuesto, Abascal, igual que Torrente, puede hacerse amigo de un musulmán siempre que traiga dinero negro en las alforjas, aunque sean billetes iraníes de un grupo de resistencia marxista-islámico, lo cual es algo así como un ateo recalcitrante rezándole a la Santísima Trinidad esculpida en lingotes de oro. A esta misma especie de pilates mental donde las mujeres aceptan servilmente su inferioridad secular y los pobres la bota del señorito pertenece también la proclama ultraderechista de Bertrand Ndongo, un filósofo de Camerún que advierte del peligro del efecto llamada y que durante todos estos años en España dice haber sufrido racismo únicamente por parte de una latinoamericana.
No es nada raro encontrar a un Tío Tom integrado perfectamente en la maquinaria propagandística diseñada por Steve Bannon, arquitecto de la campaña electoral de Donald Trump, más aun cuando el voto latino fue una de las grandes sorpresas de su victoria. El razonamiento de Ndongo, como el de los mexicanos que votaron por Trump, es el mismo de los capataces judíos que ayudaban a los nazis en los campos de concentración: una vez me haya colocado yo en la pole position, se cierra el chiringuito y el que venga detrás que arree.

Un discurso bastante distinto al de Serigne Mamamdou, un inmigrante africano afincado en Sevilla que le explica a Abascal que mucho hablar de españoles primero, pero que es él quien se levanta a las seis de la mañana para ir a trabajar. A trabajar en el campo, con un frío que pela, no a limpiarle el culo a Franco en el programa de Susana Griso. Ndongo lo ha blanqueado tanto y tan bien que hasta se ha mimetizado con el paisaje: asegura que aquí lo defienden los españoles y lo atacan los negros, igual que en aquel chiste en que un negro se sometía a un experimento para volverse blanco, le daba una pastilla a su mujer, se volvía blanca también, pero el hijo de ambos se negaba en redondo y el padre al final saltaba: “Mira, llevo media hora de blanco y ya tengo problemas con el negro de mierda este”.

sábado, 16 de marzo de 2019

La obra cumbre de Sánchez – Fernando Ónega

La obra cumbre de Sánchez – Fernando Ónega

No fue un viernes de decreto-ley, pero el Consejo de Ministros tenía preparado algo muchísimo mejor y con parecidos efectos electorales: hurgar en el calendario, encontrar una fecha aceptable y marcarla con un rotulador, naturalmente rojo. La fecha elegida fue el 10 de junio, lunes, y sobre ese día se escribió: salida de Franco del Valle de los Caídos. Lugar de destino, Mingorrubio, que es una colonia situada detrás del palacio de El Pardo, y donde Patrimonio Nacional tiene un pequeño mausoleo donde ya descansa la viuda del general, doña Carmen Polo. Franco volverá a su barrio. Los demás tardaremos mucho tiempo en olvidar el nombre de Mingorrubio. Frente al cementerio hay un restaurante al que probablemente le ha tocado la lotería de tantos fieles que acudirán al nuevo sancta sanctorum del franquismo.
Veremos si se puede cumplir el anuncio, porque habrá recursos de la familia, que no quieren al abuelo en tanto descampado, sino en un lugar de honor como la cripta de La Almudena. Veremos también si los jueces dan alguna sorpresa, cosa que no sería extraña después de todos los retrasos producidos. Pero el gabinete de diseños estratégicos y propagandísticos de la Moncloa lo hizo razonablemente bien. Es decir, de forma aceptablemente cínica: la ministra para Asuntos del Dictador, doña Carmen Calvo, justificó la fecha del 10 de junio en su buenísima intención de «no interferir en las elecciones», pero ella sabe mejor que nadie que su anuncio es una grandiosa oportunidad de interferir en las elecciones: lo importante es la decisión de echar a Franco del Valle; eso es lo que valoran los votantes de la izquierda, que son los que hay que movilizar si se quiere ganar el 28 de abril. Y Sánchez trata de acumular méritos aceleradamente ante ese electorado para que no le pase lo de Andalucía.
Estamos, pues, ante la obra cumbre de los nueve meses de gestión del Gabinete socialista de los 84 diputados. Lo anunciado ayer es como el testamento político del presidente: «Ahí os lo dejo; lo que depende de mí, lo cumplo; lo que nadie consiguió hacer durante 40 años, yo lo hago con arrojo y como lección para las nuevas generaciones y toda la Humanidad; en la España de Pedro Sánchez no cabe la honra a un dictador». ¿Y si la estrategia no funciona, si después de abril hay un cambio de gobierno y el nuevo equipo quiere a Franco donde estuvo estas cuatro décadas? ¡Oh, no hagáis esa pregunta! Cuando se plantean esas dudas, la respuesta oficial está escrita en los libros de estilo de los políticos: «Eso no se contempla». Carmen Calvo repetirá: «Estamos en un Estado de Derecho». Y de lo que se trata es de otra cosa: de sacarle a Franco el último tributo en forma de victoria electoral.

viernes, 15 de marzo de 2019

Que conste - Juan José Millás

Que conste - Juan José Millás

La mujer no era consciente de mi escucha porque en un vagón de metro cada uno va a lo suyo, a su móvil, a sus apuntes, a su conversación, a sus preocupaciones
La mujer telefoneó al instituto de su hijo y pidió hablar con su tutor. Todos, en el vagón de metro, iban a lo suyo, menos yo, que iba a lo de la mujer. “Soy la madre de Samuel”, dijo, “necesito saber cómo va porque según él saca de notables para arriba, pero no me lo creo”. La mujer calló y escuchó, y mientras callaba y escuchaba lanzaba suspiros de desesperación que rompían el alma. Miré en derredor y todo el mundo seguía en lo suyo. Solo yo continuaba en lo de la mujer, pobre, que se tapaba la cara con la mano izquierda mientras sostenía el móvil con la derecha. Gemía de impotencia al escuchar lo que el tutor de Samuel le decía y que yo podía imaginar perfectamente: que el chico faltaba a clase, que cuando iba no prestaba atención, que lo había suspendido todo…

Tras colgar se encogió en el asiento a punto de romper a llorar, de romper a llorar tan cerca de un desconocido como yo. No era consciente de mi escucha porque en un vagón de metro cada uno va a lo suyo, a su móvil, a sus apuntes, a su conversación, a sus preocupaciones. Pasado lo peor de la crisis, telefoneó a Samuel. Le dijo en voz baja, aunque en un tono de enorme violencia, que se cagaba en la madre que lo había parido y que lo sabía todo porque acababa de hablar con su tutor del instituto. Y que cuando ella llegara a casa ajustarían cuentas. “No digas nada”, cortó tajantemente las excusas, supuse, de Samuel, “no digas nada que estoy que me subo por las paredes, embustero, me vas a matar si no te mato yo antes”. La mujer colgó y ocultó con desaliento el rostro entre las manos. Este triste suceso ocurrió entre las estaciones de Ciudad Lineal y Alonso Martínez de la línea 5 del metro de Madrid un jueves de febrero del año en curso. Para que conste.

viernes, 8 de marzo de 2019

Agresivo - Juan José Millás

Agresivo - Juan José Millás

No resulta fácil reconocerse en la imagen de “país más saludable”, a menos que el diagnóstico se refiera solo a las cuestiones de orden físico
Siendo como somos los españoles los primeros de Europa y los segundos del mundo en el consumo de ansiolíticos, deberíamos estar más sedados. Claro, que vaya usted a saber cómo están los griegos, por poner un ejemplo. Me pregunto si los astronautas, al contemplar la Tierra a vista de pájaro, perciben una suerte de lentitud zen en nuestros movimientos. Tal vez no corremos con desesperación detrás del autobús que acaba de arrancar, como los italianos, ni bajamos las escaleras del metro a velocidad suicida para colarnos en el vagón antes de que cierren las puertas, como los franceses. Sería interesante averiguar si las ratas de alcantarilla españolas, al alimentarse de nuestras heces, son más tranquilas que las de los alemanes, no sé, o que las de los suecos. Y si las plantas que crecen gracias a la humedad de las aguas fecales patrias se estiran al sol para desperezarse más que para crecer unos centímetros

Nos acabamos de enterar de que somos el país más saludable del mundo gracias a la dieta y al sistema sanitario. Al sistema sanitario, añadimos, dispensador de los ansiolíticos que ingerimos masivamente con resultados no del todo satisfactorios. Porque, a ver, tensiones tenemos, no hay más que asistir a una comida familiar. Vivimos en un sobresalto permanente y tiramos de insulto a la menor provocación. No resulta fácil reconocerse en la imagen de “país más saludable”, a menos que el diagnóstico se refiera solo a las cuestiones de orden físico. ¿Estamos fuertes? Sí. De hecho, aguantamos jornadas laborales infinitas (y regalando a las empresas las horas extra), madrugones criminales y polución a pulmones llenos sin pronunciar un ay. ¿Pero cómo andamos de la cabeza pese a un tratamiento farmacológico tan agresivo?