jueves, 20 de agosto de 2015

El gorrón de wifi - Antonio Burgos

El gorrón de wifi - Antonio Burgos

Piden un café...y se bajan 150 megas por la cara
Junto a palabras extrañísimas que no conoce nadie, como eso de "amigovio", o al lado de otras en un Modo Colegas On tan descarado que hacen que sospechemos una bajada de pantalones de frac, la Real Academia Española ha admitido en su Diccionario la voz "wifi", así escrita, cuando en mis cortas luces (LED) me parece que debería ponerse "güifi", en transcripción fonética, del mismo modo que en el mentado DRAE si miras "whisky" te manda a "güisqui"... por no mandarte a tomar por saco por escribir en inglés.
La Academia ha admitido Wifi y tenía ya incorporado algo tan español como Gorrón: "(de "gorra") 1. adj. Que tiene por hábito comer, vivir, regalarse o divertirse a costa ajena. U. t. c. S.". Uno ambas voces, wifi y gorrón, y verán ustedes el pedazo de re-cuadro de costumbres que me va a salir, si me conceden la merced de seguir leyéndome.
El gorrón, como la materia, no se crea ni destruye, sino se transforma. Sobrevive y muta conforma va haciendo falta pegar el mangazo. Hay quienes sostienen que el gorrón adopta a veces aspectos muy refinadas, cual el Jeta de Tarjeta, "black" naturalmente. Son jetas, evidentemente, estos señores que saben un Rato de quedarse con el manso por la cara, pero el impulso inicial que les lleva al trinque corporativo y al mangazo organizado y opaco es su primigenia condición de gorrones de mucho cuidado. Hay gorrones de consejo de administración, y ellos lo son. Como hay gorrones de médico. El que en el bar le pregunta al médico amigo si tiene que echarle cuenta a ese dolorcito que tiene aquí en el costado, y se ahorra un dinero: ora el importe de la consulta, ora el tarjetazo de Sanitas. Como existe el gorrón de abogado, que en la barra del chiringuito de la playa saca por la cara al abogado amiguete un dictamen gratis total sobre la Ley de Arrendamientos Urbanos.
La materia gorronística se ha transformado ahora en gorrón de wifi. El gorrón de wifi es la versión actual del que entraba en un bar y decía: "¿Me deja usted llamar por teléfono?". Y llamaba por teléfono por la cara... a su primo de Oviedo. Han desaparecido los teléfonos públicos de los bares como ya no se ven cabinas por las calles. Me han dicho que ni las coloradas que todos hemos retratado en Londres alguna vez. A cambio, tenemos el wifi gratis total. Los bares ponen ahora letreros diciendo que tienen wifi como antes sacaban pizarras para anunciar con tiza sus calamares a la riojana. Hay establecimientos tan famosos por su wifi como por sus productos, cual los cafés de Starbucks. Antes te recomendaban los amigos:
-- Ve a merendar a la Cafetería Manila. Ponen unas tortitas con nata maravillosas.
Ahora te dicen:-
-- Ve a merendar al Starbucks. Los cruasanes están un poquito duros, pero el wifi es velocísimo, da gusto bajarte las canciones...
Van los jóvenes gorrones de wifi saltando de bar en bar. Pidiendo la contraseña. Que es otro mundo. En un bar de Cádiz me han dicho que tienen una contraseña facilísima y con arte: "cazonenadobo". Otras son de un evidente que tira de espaldas. El 92% de los 325.657 bares y restaurantes que en España se llaman Casa Paco, ¿a que no saben ustedes qué contraseña de wifi tienen? ¡Pues "casapaco"! Los hoteles, los restaurantes, los bares, no son nada sin un buen wifi para gozo de gorrones. A los que fastidian las contraseñas espantosas que traen de origen los rúteres, por ejemplo: "c7bvMXWa85j". Son contraseñas espantagorrones. Para que igual que antes pedían un café y se llevaban los gorrones de velador la tarde entera sentados sin hacer más gasto, los camareros no tengan ahora que quejarse:

-- Cuidado ese tío, que me ha pedido nada más que un café hace dos horas y ya se lleva bajados el muy gorrón quinientos cincuenta megas...

Viagra para señoras - Ánxel Vence

Viagra para señoras - Ánxel Vence

Los americanos, que lo inventan casi todo para que luego lo fabriquen los chinos, han dado en ingeniar ahora una viagra para mujeres. Tras mucho pensarlo, el Gobierno USA acaba de autorizar la venta de unas pastillas -de color rosa, naturalmente- que pondrán a las señoras como motos, si el prospecto no miente. Aunque un poco tarde, esto pone fin a la discriminación que incluso en materia de sexo existía hasta ahora entre varones y féminas.
La necesidad de simplificar que es propia del periodismo ha hecho que se bautice informalmente el producto como "viagra femenina", aunque no se trate de lo mismo. Como se sabe o se intuye, la viagra propiamente dicha no aumenta la excitación del hombre ni mejora el ánimo reproductivo del que, en general, ya van sobrados sus usuarios. Lo que hace es provocar un efecto mecánico de elevación en cierta parte de la anatomía que, de no ser por las pastillitas azules, estaría condenada a no poder ejercer sus altas funciones.
El caso de las damas es diferente. El fármaco que un laboratorio americano presenta ahora bajo el nombre de Addyi no les levantará nada a las señoras, como parece lógico. Su acción terapéutica, por así decirlo, consiste en aumentar el deseo erótico de las mujeres atacadas de desgana que, muy a su pesar, recurren al dolor de cabeza y otras excusas improbables cuando el pariente que tienen en casa se pone pesado.
También el método de aplicación es diferente y algo más engorroso en el caso de las mujeres, que hasta en cuestión de inventos se llevan la peor parte.
A diferencia de la viagra masculina, que es de una sola toma y de efecto más o menos inmediato, la nueva Addyi deberá ser ingerida durante un cierto tiempo de días o semanas antes de que empiece a surtir sus prometedores efectos. Más que un remedio expeditivo para el aquí te pillo, aquí te mato, la pastilla femenina es una especie de tratamiento que exigirá, como cualquier otro, constancia y paciencia en la administración de la pócima.
Nada de eso favorece el romanticismo, desde luego; aunque tampoco es menos verdad que ya no vivimos en los tiempos de Corín Tellado. El best-seller de moda entre el público femenino es en realidad una trilogía que bajo el título "50 sombras de Grey" describe las prácticas de sumisión que un guapo y acaudalado amo concierta con su sumisa esclava. Con tan escaso si bien rompedor argumento, la autora Erika Leonard logró vender treinta millones de ejemplares a la vez que creaba el novedoso género literario del mommy porn (o porno para mamás).
El éxito de Leonard derribó, en cierto modo, el mito de que la pornografía era un género de consumo exclusivamente masculino; pero no solo eso. También puso en cuestión la creencia generalizada de que las mujeres no experimentan los mismos o parecidos deseos que los libidinosos varones.

No es esa la opinión del laboratorio de Estados Unidos que va a poner a la venta -de momento, en América; y pronto aquí- una variante femenina de la viagra destinada a paliar la supuesta tendencia a la frigidez de las señoras. Según vayan las ventas, se sabrá por fin si eran ciertos o una mera excusa los dolores de cabeza nocturnos que tan sospechosamente aquejan a las damas. Estos americanos son el mismísimo demonio.

lunes, 17 de agosto de 2015

El Gorrón de Abogado - Antonio Burgos

El Gorrón de Abogado - Antonio Burgos

CONTINUAMOS, queridos alumnos, nuestro curso de Zoología Sevillana del Mangazo, al que tanto provecho estáis sacando. Según contenidos curriculares para la obtención de créditos de libre configuración, hoy corresponde la lección del Gorrón de Abogado, también dicho Gorrón de Bufete, Este individuo, abundantísimo en Sevilla, no tiene nada que ver con los especímenes explicados en lecciones anteriores. No se trata de pegar el mangazo de copas y medias raciones de jamón, como en el caso del Gorrón de Feria; o de habitaciones en el Alfonso XIII y entradas para los toros, como el Gorrón de Ave; o de una estancia por la cara en una casa de la calle Águila Real, como el Gorrón de Rocío. El Gorrón de Abogado, cuyo nombre científico es Gorronis Jurídicae Consultae Mangantis, se caracteriza porque no obtiene beneficios en especie de copas, tapas, fiestecita flamenca o foto en la página de Pepa Juste, sino bienes inmateriales relacionados con la Ciencia Jurídica.
Para saber el número exacto de Gorrones de Abogados que hay en Sevilla debe determinarse antes el número de letrados, tanto de secano como de regadío, dados de alta en su Ilustre Colegio, y los amigos y conocidos que tienen, según su popularidad, prestigio y fama. Los especialistas en esta modalidad de Gorrón suelen establecer que por cada letrado de este Ilustre Colegio suele haber, por día y como mínimo, un par de Gorrones de Abogado, ora en la modalidad de amigos, ora en la de conocidos, ora en la de señores que les acaban de presentar. El Abogado, por la propia naturaleza de su oficio, hace que cualquier ser de otra especie, apremiado por los problemas jurídicos de la vida cotidiana, se convierta inmediatamente en Gorrón a su cargo. El Abogado, pues, produce «per se» el parasitismo de su correspondiente Gorrón, como el buey, con perdón, suele llevar encalomado en su lomo al espurgabuey. Y pondré un ejemplo práctico, queridos alumnos. En un cóctel de los descritos en clase, a un señor alquilado que tiene un problema con su casero le presentan a un ingeniero aeronáutico. Y no rompe inmediatamente en preguntarle, por la cara y del tirón:
—¿Crees que está bien calculado para los despegues el ángulo de resistencia del alerón del Airbus, o es un Airbus moña que arrastra el alerón?
O le presentan a un biólogo. Y no le dispara a bocajarro:
—¿Tú crees que la biomasa del ribonucleico de la manteca colorá reactiva la fotosíntesis, o la deja más bien fláccida y pendulona?
Por el contrario, ese mismo Gorrón, en cuanto le presentan a un abogado, le suelta:
—¡Hombre, a ti quería yo verte, porque me han dicho que sabes mucho de arrendamientos urbanos! Mira: yo vivo alquilado, se ha roto la máquina del aire acondicionado centralizado del piso y el mamón del casero dice que yo tengo que mandarlo arreglar y que pagarlo. ¿A que no?
Y sin que el letrado recién presentado tenga salida posible, allá que el Gorrón de Abogado le pega el atraco de consulta gratis total sobre el dichoso airecito roto. A un abogado medio conocido, al cabo del día, los siete mil Gorrones que se le acercan le pueden preguntar cómo recurrir una multa de la zona azul, cómo cobrar una factura a uno que no paga ni quemado, cómo protestar por el ruido que arman los del bar de abajo o qué hacer si tu mujer te pone las maletas en la puerta. Hay letrados que, al cabo de la jornada, sacan el lápiz, echan las cuentas y comprueban que los Gorrones de Abogado, con sus consultas por la cara, le han mangado en minutas de veinte mil duros para arriba. Pues tan sufridor es el gremio de Abogados, que ésta es la hora en que ninguno le ha parado los pies a su osado Gorrón y le ha dicho:
—Mira, ésta es mi tarjeta. Llamas a mi secretaria, le pides hora, y con mucho gusto te recibo y me preguntas en el despacho lo que sea, que te responderé con sumo gusto y te presentaré después la minuta, tal como este amigo común acaba de presentarnos, so Gorrón...

Y ni te cuento si el letrado al que se encuentra el Gorrón de Abogado se llama Joaquín Moeckel. Igual que el Papa le ha concedido la Cruz Pro Ecclesia et Pontífice a Moeckel, el Consejo General de la Abogacía Española le dará pronto el Ay Qué Cruz de Gran Sufridor de Gorrones de Abogado. Gorrones entre los que este catedrático, naturalmente, se incluye. Y a mucha honra.

domingo, 9 de agosto de 2015

La radial - Juan José Millás

La radial - Juan José Millás

Un hombre entra en una ferretería y espera su turno. En las ferreterías y en las farmacias siempre hay que esperar, está en el orden de las cosas. Pero mientras aguardas vas de acá para allá, descubriendo herramientas perfiladas como un dibujo a tinta china, examinando objetos de acero tan pulidos como una obsesión, sometiendo al juicio del tacto la funcionalidad del mango de una desbrozadora. La espera, en la ferretería, resulta sufrible, tanto que a veces lamentas que te llegue la vez. Pero llega, como todo en la vida, y entonces has de tomar la decisión. No sé, quiero unos alicates de punta redonda. Lo que sea, da igual. El caso es que al abandonar el establecimiento te detienes aún unos segundos frente a su escaparate, fascinado por esos objetos que tienen algo de prótesis en la medida en la que casi todos, si no todos, están destinados a convertirse en una extensión del cuerpo. La caja de herramientas doméstica no contiene otra cosa que una colección de gadgets que nos quitamos o nos ponemos en función de la tarea a realizar. Quizá también por eso, los escaparates de las ferreterías remiten a un extraño orden moral.

Hace poco, un hombre entró en una ferretería y adquirió una sierra radial. Las sierras radiales las venden con la misma naturalidad que los destornilladores, aunque no debería ser así. No es, moralmente hablando, lo mismo. Las radiales son agresivas incluso cuando están paradas. Yo las he visto en algunas exposiciones, he acercado temeroso mis dedos a sus dientes y se me han puesto los pelos de punta. Llevarse uno de esos trastos a casa es como llevarse un monstruo. Aunque la guardes en el rincón más inaccesible del sótano, es muy probable que por las noches, cuando estés a punto de dormirte, la radial te llame. Qué no darías por sostenerla, encendida, durante unos segundos. Mírala ahí, en el extremo de tu brazo, como una mano de acero capaz de cortar la respiración.

El hombre se llevó la radial a casa, la puso en marcha y cortó con ella los cuellos de sus dos hijas. Ahora anda de cárcel en cárcel, de juzgado en juzgado, protegido por la policía de la ira de la gente. Pero no le han dejado llevarse la radial. Quizá por eso se muestra tan tranquilo.

lunes, 3 de agosto de 2015

Tontos de verano - Antinio Burgos

Tontos de verano - Antinio Burgos

Como los tintos de verano, bebida espumosita y valdepeñística con nombre de chirigota gaditana, los tontos de verano. Son legión. Como las citadísimas bicicletas, los tontos son para el verano. Un tonto, en verano, se ve venir desde más larga distancia que en invierno. El tonto de verano salta más a la vista que el tonto de entretiempo. Si para el invierno consagré la clasificación entomológica de Tonto con Balcones a la Calle, el de verano es un tonto con los balcones abiertos, para que le entre el fresquito. Sin agotar la nómina, he aquí una primera aproximación al Catálogo de Tontos de Verano, que prometo ampliar en próximas entregas con la colaboración siempre impagable de mis lectores:
El tonto de la botella.- Suele ir en pantalones cortos y chancletas, pero se le reconoce por la botella de agua mineral que siempre lleva en la mano. El tonto de la botella ha oído en los consejos médicos para el verano que hay que hidratarse y lo sigue al pie de la letra. Porque el tonto de la botella no bebe: se hidrata. Existe una versión femenina del tonto de la botella, resultado de la obligatoria paridad: la tonta del botellín. En vez de la botella en la mano lleva el botellín de agua mineral dentro del bolso.
El tonto del bronceador.- Este se ha aprendido perfectamente lo del melanoma y menudo coñazo te pega con el peligro del melanoma cuando te ve extenderte el bronceador normal y corriente que te has comprado. Para el tonto del bronceador, el bronceador de toda la vida no es bronceador: es el protector solar, ¡toma ya! Y la bronca te la pega como uses un protector normalito, de factor 5 o así. Como no sea de factor 30 o factor 50, prepárate para la monserga del melanoma que te va a colocar el tonto del bronceador. Y por el contrario, haz la prueba: dile que usas un Protector Pantalla Total, que seguro que te da un homenaje y hasta te canta «El Veranito», la canción en plan León y Quiroga con música de Georgie Dann y letra del Cortinglés.
El tonto de la hoja de reclamaciones.- El tonto de la hoja de reclamaciones se lo pasa mucho mejor en verano que en invierno. En invierno protesta menos. Pero en el verano está en todo lo suyo. Te lo encuentras en el chiringuito, en la agencia de viajes, en la recepción del hotel, en la oficina de alquiler de coches, siempre dando por saco, formando cola de los otros clientes que esperan, hasta que el tío sale con cara de satisfacción tras exigir sus derechos en la hoja de reclamaciones que ha presentado, y que suele ser de un papel con el mismo uso que el Renova o el Scott.
El tonto del refrescante.- Es un tonto exclusivo que tienen para el verano las agencias de publicidad. Derrochan tanta imaginación (¡por aquí, mira cómo se me ha quedado el dedo!) que todo te lo venden como refrescante: la película más refrescante, el programa de televisión más refrescante, la bebida más refrescante, el viaje más refrescante... La que tenéis que refrescar es vuestra imaginación, so tontos.
El tonto con niños en Inglaterra.- He comprobado para qué mandan los niños a Inglaterra estos tontos. No para que estudien inglés, sino para que el tonto con niños en Inglaterra pueda presumir diciéndote que los ha mandado. La antitítesis del tonto con niños en Inglaterra era mi recordado amigo Eduardo Osborne, que decía: «No, yo no mando a los niños a Inglaterra para que aprendan inglés; los mando para que por lo menos aprendan a hablar bajito como los ingleses...»
Tontos de verano, tontos con suplemento de vista al mar. Y eso que no he hablado del que ayer tuvo su día de gloria: el tonto forofo de José Tomás, al que los toros le suelen importar un ca...tálogo de tontos de verano.

Tontos de verano (II) - Antonio Burgos

COMO la cocina de mercado, son tontos de estación. Tan diversos y abundantes, que el otro día se me quedaron tontos en el tintero, más otros que me catalogan los lectores: El tonto de las sardinas.-Presume de que sólo él conoce dónde ponen las mejores sardinas asadas. Se les ve venir, porque nada más que te ven, te espetan (y nunca mejor dicho lo de espetar, por los espetos): «¿A ti te gustan las sardinas?» Y te otorgan el inmenso favor de sus conocimientos: «Pues yo te voy a llevar ahora mismo a un sitio que es donde ponen las mejores sardinas del mundo.»
El tonto que no pisa la playa.— Los tontos que en pleno litoral tienen a gala no pisar la playa son como Carlos Herrera con la Feria de Sevilla, pero de verdad: «Mira, es que como tenemos un apartamento de primera línea tan bueno, me pongo en la terraza con mi butaquita y con mi cervecita y mis tapitas, y como corre esa brisita marinera tan buena, es mucho mejor que bajar a la playa, sin tanta gente, estás allí en la gloria...»
El tonto del crucero.— Lo malo del tonto del crucero es que te lo explica, escala a escala, puerto a puerto. Y lo peor, que te quiere convertir a su fe naval: «Todavía estás a tiempo de hacer un crucero, los están dado baratísimos; a ti te encantaría, y a Carmen tu mujer, ni te cuento, con lo que le gusta a ella un bufé libre...» No te explica en cambio el horror de las manadas de horteras en camiseta sudada que van en esa especie de Benidorm flotante que son los masificados cruceros. (Hay subespecies del tonto del crucero: el tonto del Caribe, el tonto de los fiordos, el tonto de las islas griegas, etc.)
El tonto jacobeo.— Acaba de hacer el Camino de Santiago y, como el del crucero, va y te lo cuenta. Enterito. Día por día. ¡Las ganas que tienes de que el tío llegue a Santiago y le dé por fin el abrazo al Apóstol, con tanta parada y fonda y tanta confraternización con aquellas chicas de Murcia con las que coincidieron y cuya foto te enseña en el móvil, qué tías más feas! Y por supuesto, el proselitismo: «Tenías que hacer el Camino de Santiago, verías cómo venías nuevo...»
El tonto progre del flamenco.— Desde que a Bibiana Aido la enchufaron en la Agencia del Flamenco, el cante ya no es algo reaccionario de los señoritos, sino lo más progre. El tonto progre del flamenco no se pierde un festival, como el otro con Ava Gadner, para contártelo. Con muy mala cara y grandes ojeras, te dice, como perdonándote la vida: «Te perdiste anoche La Cervezá Flamenca de Villavieja. ¡Hasta las 4 de la mañana estuvimos allí escuchando flamenco puro! Mira, hay un chaval nuevo de Jerez que canta por Camarón y que no veas cómo metió el “Gaudeamus Igitur” por fiesta. Y no veas el final, José Mercé cantando con la Banda La Pamplonica el “Riau,riau” por bulerías. Como que donde esté el flamenco de fusión que se quite el flamenco con sifón...»
El tonto del güinsurf.— No sé si son tontos del güinsurf o locos del Levante. En Tarifa son fauna local, están más protegidos que los linces en Doñana y dejan un dinero en el pueblo. El peligro es el tonto del güinsurf en una playa normal, donde no hace viento ni nada, montando en la orilla su tabla como si fuera un sofá de Ikea y dando por saco luego con sus costalazos con la vela, o tratando de salir jalando de la cuerda y molestando a los bañistas. Y cuando salen, como no hay viento, van a la velocidad más ridícula del mundo, vaya mierda de güinsurf. Más que tabla de güinsurf parece que están haciendo tabla de la plancha.

Tontos de verano (III) - Antonio Burgos

El tonto de Sotogrande.- Cualquier español normal veranea en una playa. Y si quieres concertar con él una cita, te dice: "No, que la semana que viene no puedo, estoy en la playa". Bueno, pues el tonto de Sotogrande te suelta: "No, la semana que viene no puedo, estoy en Sotogrande". Los tontos de la Pijolandia de Sotogrande dicen que van a Sotogrande y que están en Sotogrande para que todos sepamos eso, que son tontos de Sotogrande. 
El tonto del diminutivo.- Descubierto por mi leído y admirado Fernando Santiago no en Sotogrande, sino en Cádiz-Cádiz, tras "El Veranito" con música de Georgie Dann y letra de Isidoro Alvarez el del Cortinglés. El tonto del diminutivo no dice playa, cerveza o baño, sino playita, cervecita, bañito, tintito, terracita, tapita, calamarcitos, siestecita...y veranito. Pero no es tontito de veranito: en sencillamente tonto. Sin diminutivo. --
El tonto de la mountanbáik.- La que monta el tonto de la bicicleta de montaña no es bicicleta de montaña, no: es mountanbáik, que mola más. Bicicleta de montaña con la que se dedica a recorrer los tramos de paseo marítimo más planos del muuuuuuuundo. Eso sí, llevando siempre en el cuadro de la máquina un frasco de bebida isotónica, porque no vea usted lo que cansa ir tirando de una absurda y ridícula bicicleta de montaña por el planísimo paseo marítimo. 
El tonto de la manguera.- Echa el verano en bañador y chanclas, manguera en mano, regando la mierda de jardín que tiene en torno al chalé. Es tan tonto (de la manguera) que no piensa en el facturón de agua que le llegará en septiembre. -
El tonto del cortacésped.- Como el de la manguera, pero dale que te pego a la hierba en la birria de parcela que tiene. Nada, una tontería de césped, que el tonto del cortacésped cree que es la hierba del Bernabeu. -
El tonto de la mochila.- Piensa que vacaciones sin mochila son vacaciones perdidas. Va a todas partes con el mochilón a la espalda, como niño de Primaria en primer día de clase. ¿Qué tonterías llevará en la mochila el tonto de la mochila? Que no suele acabar el verano sin comprobar que llevar los objetos de valor a la espalda, en la mochila, es la forma más efectiva para que te los acabe quitando un carterista. 
El tonto catalán.- Es emigrante o descendiente de emigrantes y suele aparecer por su pueblo en agosto, por la feria, no antes, pues en Cataluña son serios, no como aquí. Suele venir con un coche que pasea por todo el pueblo para que veamos lo bien que le va y se sorprenden que tengamos carreteras asfaltadas, además del agravio que supone que las de allí sean de peaje. Al tonto catalán le toca las narices que los parientes que quedaron aquí vivan mejor que él, cuando donde de verdad se trabaja es en Cataluña y no aquí, que no damos ni golpe. Entra en éxtasis cuando nos explica cómo sus hijos hablan catalán perfectamente y van a conseguir puestazos de trabajo en la Yeneralitat gracias a que los catalanes "pata negra" les perdonarán así la vida, aunque sean charnegos. Cuando el tonto catalán te entrega su tarjeta de visita ves que el muy mamón ha puesto: "Josep Antoni Pérez i García". Ah, y a su coche ya le ha colocado el CAT de la matrícula. El CAT de CAT...eto, claro. 

Y les dejo, que me voy... Iba a decir de veraneo, pero no: en realidad me voy a seguir catalogando tontos de verano. ¿No se van otros de safari a África? Pues yo me voy a los baños, de cacería de tontos de verano. Hasta septiembre, pues, un tonto menos: el tonto del Recuadro.