sábado, 3 de agosto de 2013

Me cago en… - Juan José Millás



Me cago en… - Juan José Millás

¿Saben aquel que diu de un ope­ra­rio que era lle­va­do a jui­cio por blas­fe­mo? Se había ca­gado en Dios cuan­do su com­pa­ñe­ro de tra­ba­jo, en un des­cui­do, dejó caer sobre su es­pal­da des­nu­da un cho­rro de plomo al rojo vivo. El acu­sa­do, que ne­ga­ba los he­chos, ase­gu­ró que al notar co­rrer por su piel el ar­dien­te lí­qui­do, se había li­mi­ta­do a decir: “Por favor, Pepe, lleva un poco de cui­da­do con el plomo”. El juez no le creyó. Tam­po­co nos cree­ría a no­so­tros si ne­gá­ra­mos ha­ber­nos ca­gado en todo al en­te­rar­nos de los so­bre­suel­dos que 40 di­ri­gen­tes del PP, en com­pa­ñía de Alí Babá, co­bra­ron entre 1990 y 2011: unos 22 mi­llo­nes de euros se re­par­tie­ron los mis­mos que pre­di­ca­ban la aus­te­ri­dad y pro­cla­ma­ban que vi­vía­mos por en­ci­ma de nues­tras po­si­bi­li­da­des, los mis­mos que ase­gu­ra­ban que era pre­ci­so mo­de­rar los sa­la­rios, los mis­mos que han aca­ba­do con los de­re­chos de los tra­ba­ja­do­res.

Y no es que co­bra­ran esa pasta en con­cep­to de suel­do o como com­ple­men­to de pro­duc­ti­vi­dad, qué va, esta gente no ha pro­du­ci­do nada que jus­ti­fi­ca­ra tales emo­lu­men­tos, sig­ni­fi­que lo que sig­ni­fi­que emo­lu­men­tos. Co­bra­ban por­que sí, por se­ño­ri­tos, y para com­ple­men­tar la es­ca­sa nó­mi­na que ya les pa­gá­ba­mos usted y yo por apre­tar un botón en el Con­gre­so. To­da­vía una cosa: el so­bre­suel­do os­cu­ro pro­ve­nía asi­mis­mo, en gran me­di­da, de los fon­dos pú­bli­cos ali­men­ta­dos por los im­pues­tos de usted y los míos. Esa panda de la­dro­nes (pre­sun­tos), ahora en el Go­bierno o en sus cer­ca­nías, son los mis­mos que nos han ba­ja­do el suel­do para re­sul­tar com­pe­ti­ti­vos, los mis­mos que nos han subido los im­pues­tos para sa­car­nos los hí­ga­dos y los mis­mos que están a punto de es­tran­gu­lar a base de pen­sio­na­zos a los vie­jos. Una mafia, en fin, com­ple­ta­men­te ins­ta­la­da bajo apa­rien­cias de­mo­crá­ti­cas. Pero yo, señor juez, se lo juro, me he li­mi­ta­do a decir que lo que han hecho está muy feo.