jueves, 29 de agosto de 2013

La compasión - Salvador Sostres


La compasión - Salvador Sostres
DESDE QUE he sido padre he podido comprender por fin a mi madre. No sus consejos, delirantes; no su actitud, devastadora y demencial; no su modo de intentar competir con su madre en una batalla que por falta de talento y de inteligencia ha tenido siempre perdida. He comprendido la enfermedad, la destrucción interior que tiene que estar sufriendo para acabar siendo tan mezquina con mi hermana y conmigo.
Con mi hija he comprendido que sólo desde la locura y la enajenación se puede ir contra el vínculo más sagrado, y que sólo desde el abismo interior más angustioso y enfermizo puede una madre llegar a ser miserable con sus hijos. Mi hija me ha descubierto la verdadera profundidad de la compasión, y lo que antes era en mí incomprensión y resentimiento ahora es nostalgia, perdón y una tristeza infinita.
La piedad es la verdadera musculatura del alma. Sin piedad nuestra imperfección nos domina y estamos a la merced de nuestros defectos. Sin gratitud somos perros. Yo no espero nada de mi hija y soy muy consciente de que con ella sólo tengo deberes. Soy su primera y última línea de defensa, lo que para nada significa que ella tenga que defenderme a mí o que me deba algo.
Algunos dicen no querer la compasión de nadie: es una arrogancia típicamente adolescente, aunque se dé en personas de edad avanzada. Si estás atento a las enseñanzas de la vida pronto te das cuenta de que todos necesitamos caridad, que significa amor; y que normalmente no la merecemos. Si la maldad o la rabia no han colapsado tu corazón es imposible no admitir que la compasión es la única respuesta posible al terrible dolor del mundo.
Ser padre no me ha hecho valorar más a mi madre sino perdonarla más y entender que a veces perdemos el control de nuestros actos, y que el odio es estéril y que sólo el amor, aunque desesperado, trae paz y permite continuar. La Cruz está en el patio de jugar.
Ella me abrazó como yo abrazo a mi hija, ella me miró como yo la miro y la adoro. Usamos la fuerza para castigar pero sólo somos fuertes perdonando. Vencer es una superioridad pero sólo en la compasión alcanzamos la grandeza. El amor más intenso me ha enseñado a comprender y a perdonar. La ternura es la metáfora de la solución universal.