viernes, 5 de abril de 2013

Fajas y botas - Raúl del Pozo



Fajas y botas - Raúl del Pozo
Con la primavera se ha puesto de moda el amarillo o tal vez es ese el color del miedo que nos envuelve. No hay mas que mirar los periódicos para ver fotos comprometedoras calificadas de infamantes: el narco gallego en el yate o el recibo de golf de Germán Garrido, (el mejor drive de la historia del Club de Campo). A media mañana estalla la noticia de que la cuchilla de la guillotina virtual, caerá desde el chapeau hasta el cuello de la hija del Rey, Cristina de Borbón. La infanta imputada, los banqueros de la ruina del yeso en los juzgados, el Real Madrid bajo sospecha de Bruselas y tantas fianzas, desfalcos, robos, enredos, evasiones y estafas hierven en las páginas de los diarios. No es que la prensa se haya contagiado de la telebasura, es que cada día sube más la riada de la cloaca; el amarillo, el color del oro, lo es también del mal bají y de la inmundicia.
El gualdo se lleva a tope en la lluviosa primavera del terror sin sangre. La reacción termidoriana es puramente mediática con un jacobinismo de leguleyos; también se lleva el negro, el color trágico y fetichista de todos, y arrasa la faja, no la pirítica de Huelva, sino la de nuestras abuelas. Después de nuestra gloriosa juventud, cuando el tetamen anduvo libre por la tierra, vuelve la involución. Después del progreso, el regreso, las fajas, las botas y los comedores del auxilio social.
Hay ofertas y rebajas, al mismo tiempo, de faja-pantalón, corsés, culotte bodys, pero todos los artilugios de lencería sin la espoleta sexual de las ligas. Parece que el regreso de la faja lo anunciaron los esbeltos culos de Doña Letizia y Carla Bruni y las mujeres han redescubierto los corsés, sin aquel aparato de ballestas. No son tan ligeras las fajas como aquellos leotardos de los 60, que volaban por encima de las cama, ni se parecen a las de nuestras honradas abuelas, las de caucholina de Madame X, de las que habla Camilo, junto a toscas fajas para adelgazar, para después del parto o para el bien vestir.
Las mujeres vuelven a llevar fajas como los cardenales y, como los militares, se han puesto las botas. Botas de mosquetero, de martens, de cowboys, botas y botas, siguiendo lo que se estila, lo que se dicta, como si cumplieran las órdenes del comité de salud pública. Pero no todo es edicto y norma, puñeta y grillo, la primavera está plena de aromas frutales. Además de las botas y las fajas vuelve la moda del almizcle, el aroma mahometano, sacado del culo de los ciervos, el éxtasis del perfume que Baudelaire mordía en las trenzas, respirando el océano de las cabelleras.