jueves, 25 de abril de 2013

Estriptís en camiseta - David Torres


Estriptís en camiseta - David Torres
Es lógico que Jesús Posada, presidente del Congreso, se enfade porque un orador se quite la chaqueta y la corbata y empiece a desabrocharse la camisa. Ya hace calor en Madrid y corremos peligro de que bajo los sobacos parlamentarios broten sendos círculos de sudor, señal del duro trabajo al que se enfrentan día a día nuestros insignes representantes. Una de las principales argucias de la democracia es sugestionar al pueblo llano para que piense que en el Congreso no se da ni palo al agua; de ahí tantas fotografías plagadas de escaños vacíos, de diputados bostezando, enredando con el móvil, leyendo el Hola o jugando a la playstation.
En sus mejores momentos, la democracia parlamentaria es como el circo: el público no debe ser consciente del esfuerzo que supone sacar adelante el espectáculo. Todo tiene que fluir natural, como si no estuviera ensayado, incluso los tropezones en mitad de un discurso, incluso las votaciones múltiples de un diputado que se estira para votar a la vez con los dos pies, los dos brazos, el culo y la nariz, al estilo de un batería de jazz en pleno ataque epiléptico. Nadie debe ver los músculos en tensión del trapecista, el miedo en los ojos del domador, la tristeza íntima de los payasos. De momento, sólo se han encontrado dos maneras de conseguir que todos los parlamentarios, esos infatigables currantes adictos al escaño, se escondan a la vez bajo las mesas: o sacas un guardia civil bigotudo arma en mano gritando “¡Todo el mundo al suelo!”, o sacas una cámara y les obligas a decir: “¡Pa-ta-ta!”.
Jesús Posada es el maestro de ceremonias, un director de escena entregado a la difícil tarea de que no se vislumbre la tramoya. Joan Baldoví, el parlamentario díscolo, actuó igual que uno de esos actores primerizos que pretenden romper la cuarta pared del teatro, un muro ficticio cuidadosamente construido a base de chaquetas y corbatas, de ronquidos y crucigramas. La ilusión viene de antiguo, desde aquellos tiempos remotos en que Cánovas pronunciaba uno de sus discursos magistrales, el hemiciclo entero se ponía en pie, lo aplaudía diez minutos y luego votaba en contra. A Camilo José Cela, en su época de diputado, un imprudente lo interpeló porque, según él, estaba durmiendo en vez de atender a su discurso. “No, señor” dijo Cela, ahogando un bostezo. “No estaba durmiendo, sino dormido”. “Es lo mismo” dijo el otro. “No, señor” replicó Cela siempre puntilloso en cuestiones estilísticas. “No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, por la misma razón que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”.
Afortunadamente, la historia del estriptís acabó en lo de siempre, es decir, en nada. Baldoví mostró brevemente una camiseta roja de “Stop Desahucios” en la que apenas se veía la O y ni siquiera asomó una cacha. Podría haber sido peor, podríamos haberle visto el sobaco a Rubalcaba. Mariano es que ni alzó la cabeza para atisbar el sudor, perfecto en su papel de hombre plasma. Pero si Baldoví hubiera llevado una camiseta de la selección española de fútbol, igual se pone en pie para celebrar los goles.