domingo, 29 de septiembre de 2013

Mi hijo - Ernesto Sáenz de Buruaga


Mi hijo - Ernesto Sáenz de Buruaga
Muchas noches, cuando nuestro hijo era casi un bebé, me acercaba a su cuna simplemente para ver si respiraba. Según iba creciendo no perdía esa costumbre de velar su sueño. Le tapaba, le daba un beso, le miraba una y otra vez y me quedaba con esa felicidad indefinible de quien cree que es imprescindible en la vida del otro sin darme cuenta de que quien realmente era imprescindible dormía plácidamente ajeno a mi sonrisa bobalicona. Y es que, como dice el cantautor mejicano Tito Fernández en una hermosa letra, «cada vez que me acuerdo de mi hijo me da como una punzada. Aquí, adentro del pecho donde se halla colocada tan sensible, tan nombrada y tan propensa a la emoción esa masa colorada que se llama corazón». Solo desde el corazón, desde el amor, se puede hablar de los hijos. Solo puede sentirse padre o madre quien se estremece solo de pensar que pueda pasarle algo y no puedes ayudarle. Por eso me remueve las entrañas la historia de esa pobre niña de Santiago cuyos padres cruzaron todas las líneas de lo que puede sentir un ser humano para planificar la muerte de su hija. No me interesa lo que ha pasado. Ni el móvil, ni la investigación, ni el castigo divino y humano que les espera a estos perturbados. Solo sé que esa niña que parecía tan querida, tan esperada, no lo había sido nunca.
Esta noche volveré a la cama de mi hijo Juan que tiene 20 años. Le daré el beso de cada día y volveré a sentir esa sensación de plenitud que crece con el paso de los años, porque volviendo a la letra del autor mejicano, «ya no da los problemas entretenidos de niño. Incluso sin ir más lejos ayer me trajo a su novia. Yo por dentro les bendije y por fuera me puse serio porque debo confesar que me dio un poco de miedo mirar en aquellos mozos cómo se ha pasado el tiempo». El hijo ocupa siempre su lugar. Te hace vibrar y te disgusta. Da igual cuántos se tengan. Da igual que pasen los años. Da igual que te hagan abuelo. La vida es tan simple como querer y ser queridos. Un hijo te da la vida y hay quien se la quita.