jueves, 12 de septiembre de 2013

Fe con niebla - José Luis Alvite

Fe con niebla - José Luis Alvite

Mi madre fue una mujer creyente y devota mientras tuvo la sensación de que Dios atendía sus plegarias.Durante tres años caminó descalza en la procesión cambadesa de San Bieito pensando en que el santo salvase a mi hermano mayor del tumor cerebral que amenazaba su vida. No sirvió de nada y,por culpa de aquellas infructuosas caminatas votivas mi madre hubo de operarse los pies. Siete años más tarde enfermó mi padre y ella se gastó una buena suma de dinero en pagar misas redentoras en la parroquia. También resultó inútil y mi padre murió al poco tiempo. Entonces ella aceptó que yo le dijese que para que mi padre fuese al Cielo, habría salido más barato facturar su cadáver por Iberia. Es comprensible que mi madre se haya vuelto escéptica y me parece razonable que si a veces se detiene en la iglesia no es por devoción, sino porque le queda a mano cuando de regreso a casa le puede el cansancio. Mi padre, que en eso era más cartesiano, me dijo en una ocasión que los enfermos de la vista recurrían a Santa Lucía sólo en el caso de no poder pagar los honorarios del doctor Barraquer. Personalmente no sé muy bien por dónde tirar.Supongo que no soy distinto de quienes recurren a los prodigios de Dios cuando en medio de un atroz dolor de muelas fallan los analgésicos. A lo mejor es que la fe es el recurso de los desesperados,algo a lo que aferrarse cuando fracasa la ciencia, la última esperanza en cualquiera de esos momentos de angustia en los que un hombre se da cuenta de que en el momento de sobrevenir el hambre, lo mejor no es desesperarse buscando la comida,sino persuadirse de la conveniencia de perder el apetito. Supongo que algo así le sucedía a aquel amigo mío que padecía de cataratas y que se tranquilizaba con la idea de que el estado de su vista era ideal para recorrer Londres con niebla.