martes, 24 de septiembre de 2013

Al pudridero - Raúl del Pozo



Al pudridero - Raúl del Pozo
Los diablos de humo encima de los tapices de oro no anuncian nada nuevo. Al Rey lo operan mañana después de unos días de rumores, esta vez rumores con fundamento: los políticos han sido informados de su recaída y han dado su opinión sobre las previsiones constitucionales. El viernes a media mañana se hablaba de regencia. Me vino a la memoria Baldomero Espartero, el espadón que llegó a la regencia cuando el trono de España, según Galdós, necesitaba de un regente bien macho y de muchos riñones. Me acordé de Doña Virtudes, esperando la mayoría de edad de Alfonso XIII, y de otros sustituyendo a reyes locos o mamoncetes.
Las regencias surgen por incapacidad física o porque se le va la olla a Su Majestad. Buscan a un primo, una madre, un general, un turista, y le dan atributos regios para un periodo transitorio. Éste no era el caso; Don Juan Carlos ha sido operado muchas veces y ha desempeñado su cargo. Pero está claro que hay camarilla no de monjas de llagas, sino de áulicos que quieren echar ya al Rey al pudridero como se arrojan los galgos. Intentan un descarte en la baraja, ese invento español, poner al Príncipe porque es joven y está preparado y no hay que ir a buscarlo a alguna dinastía de Hola. Vive a 400 metros de su padre.
Antes casi no le dejamos llegar, ahora lo tratamos como a un desperdicio. «¿Y quién era Juan Carlos? –se pregunta Tierno–. Un pobre muchacho semientontecido por el paso por las academias militares». Un muñeco animado, Juan Carlos El Breve. Enseguida intuimos que la designación había sido acertada porque se puso a la cabeza de la democracia convirtiéndose en uno de los hombres más influyentes del siglo XX. Se ganó el respeto de la izquierda y de los intelectuales. Tierno también dice que vio en palacio a unos personajes, seguramente con copas en las manos, quizá tarareando el himno de Riego y le preguntó a su acompañante que quiénes eran. «Son los intelectuales –le contestó–. Están todos. Son unos 200».
Yo preferiría una República, pero estamos paseando sobre un terremoto. Cataluña quiere irse. No debemos romper el labio borbónico que simboliza la unidad de la nación. Don Juan Carlos, uno de los pocos reyes buenos de la historia, se resiste a ir al pudridero, donde sólo pueden visitar frailes agustinos.
Sufriendo atroces dolores, solo como un galgo, pasó los últimos meses escuchando el tictac de los relojes de bronce que muestran las fases de la luna. Le ocurrió como a Berlusconi, que tras acostarse con todas la putas del Mediterráneo duerme con Dudú, su caniche blanco. Ya avisaron las coplas: cuán pronto se van los placeres y dulzores.