lunes, 2 de septiembre de 2013

Luz leporina - José Luis Alvite

Luz leporina - José Luis Alvite
  
Hay tipos que tuvieron una vida muy ajetreada y se les nota en la cara. Del implacable Jerry Brewster se dice que estuvo en más peleas de las que vio delante. Se le nota nada más mirarle a la cara. Con razón una madrugada que se tomó libre en el 'Savoy', me dijo que la sonrisa era su única cicatriz de nacimiento. En el 74 le dieron tal paliza y le dejaron tan desfigurado, que su perro le estuvo ladrando quince días seguidos. Al maldito Jerry no le cambian los hematomas del rostro. El médico que le intervino en un hospital de la beneficencia dijo que lo más laborioso había sido volver a meterle todas las facciones en la cara. Si alguien le sacudiese ahora, sólo conseguiría cambiarle la fealdad de sitio. Jerry es un tipo imperturbable, pero una corista que salió con él, comentó en el 'Savoy' que el rostro de Brewster tenía tantas marcas que una vez que le vio llorar, las lágrimas tardaron doce minutos en llegarle desde los ojos hasta la barbilla. Con los terribles golpes acumulados en su dilatada carrera como matón, a Jerry le encajan mal las mandíbulas y cuando bromea con él, Ernie suele decirle que un tipo así no es bueno para confiarle un secreto porque se le caerían las palabras por la comisura de los labios mientras durmiese. Jerry acataba las bromas del jefe con aquella vaga sonrisa partida en la que divagaba una mezcla de resignación, tristeza y rencor. Se sentía un tipo demasiado marcado. Hay rostros inocentes que parece que nunca vieron sangre fuera de las venas y hay tipos culpables de oficio, como Jerry, gente con cuyos rasgos la Policía intenta siempre resolver de un plumazo los asuntos pendientes. Cada vez que le sometían a una rueda de identificación, los testigos y las víctimas no se ponían de acuerdo porque todos habían visto aquel rostro en ciudades distintas y a horas diferentes. A veces la lluvia hace espuma en el jabón cautivo entre las cicatrices de su rostro. Pero algunas noches la atmósfera del 'Savoy' le añade a su rostro la leporina luz de ese extraño encanto que siempre le encuentran las mujeres a los hombres en cuya sonrisa ciega bosteza la muerte.