miércoles, 21 de enero de 2015

Palabras que alcanzan como un 'uppercut': el recuerdo de Alvite - Quique Alvarellos

Palabras que alcanzan como un 'uppercut': el recuerdo de Alvite - Quique Alvarellos

El ex boxeador y campeón de España Ángel Grela quería que Alvite escribiese su increíble historia de ascenso y caída en el boxeo y en la vida. No ha podido ser. 
La última vez que hablé con José Luis Alvite fue hace más de un año o quizás año y medio. Un mediodía en el restaurante A Nave de Vidán, en la salida sudoeste de Santiago. Nos conocíamos desde mediados de los años 90, cuando fuimos compañeros en la redacción de La Voz de Galicia en Compostela. En 1997 yo había escrito sobre él un capítulo en mi libro Territorio auroral, donde plasmé las memorias de 36 destacados santiagueses. Ahora llevaba tiempo queriendo proponerle una historia: que escribiera la biografía del ex boxeador de Padrón Ángel Grela, una vida de novela que él ya había anotado en alguno de sus brillantes artículos. Se lo comenté rápidamente y quedamos para hablar otro día con más calma. Pero eso fue todo. Pronto llegaría la fatal enfermedad y después la muerte, el pasado jueves, de este enorme escritor gallego.
Ángel Grela, que fue campeón de España hace medio siglo, también quería —quiere— encontrar quien le escriba su increíble historia de ascenso y caída, en el cielo y en los infiernos, del boxeo y de la vida. Alvite era a pluma perfecta para el peso de Grela. De él ha dejado escritas algunas columnas que, leídas de nuevo ahora, suenan como un banco de pruebas para esa gran novela biográfica que (a menos que haya dejado inédita y yo desconozca) ha quedado frustrada.
En una de esas breves crónicas de periódico, dice Alvite: “El corazón de Ángel Grela siempre tuvo las manos muy sinceras y muy calientes. Y muy grandes. Siempre pensé que si metiese las manos de Ángel Grela en los bolsillos, se me caerían los pantalones”.
Alvite tiene, en su economía de la frase, en su metáfora directa, lo poder de un uppercut, ese golpe que, en el boxeo, deja de pronto noqueado al rival, y a nosotros congelados en el sofá de la lectura. Son palabras contadas, pero el poso que dejan en cada lector es a veces tan intenso que uno cree haber leído, en lugar de un breve artículo, cien páginas de puro arte escrito.
Todo en él era voz propia y también honda melancolía. En aquel libro mío de biografías compostelanas confesaba Alvite en 1996: “Mi infancia acabó cuando dejé de ir al mar y al sol que dora Cambados. Ahora no espero nunca nada, y esa desilusión me viene muy bien”. 
Cuando el veterano boxeador Ángel Grela se enteró, el pasado viernes, de la fatal noticia de su escritor, sólo alcanzó a decir, después de quedar un rato en silencio: “Pronto me tocará a mí”.

Descansa en paz, Alvite.