sábado, 17 de enero de 2015

Animales y brutos - Ánxel Vence

Animales y brutos - Ánxel Vence

Una reforma introducida en el Código Penal castigará con penas de un año de cárcel a quienes se excedan en su amor a los animales hasta el extremo de incurrir en la práctica del bestialismo o, por decirlo más suavemente, la zoofilia. A los toros, eso sí, se les podrá seguir banderilleando, alanceando y estoqueando en las plazas de España.
En esto, como en la economía, seguimos también los dictados de Ángela Merkel, cuyo gobierno aprobó hace un par de años una ley que prohíbe "el uso de animales para actividades sexuales", bajo multas de hasta 25.000 euros.
Bien es verdad que en el caso de Alemania había razones de peso para tomar tal medida, tras el descubrimiento de la existencia de granjas-burdel en las que algunos apasionados de la fauna satisfacían sus extraviados apetitos. El diario alemán que destapó la noticia hizo notar que los animales morían a menudo como consecuencia de las relaciones no consentidas a las que los sometían algunos brutos de dos patas.
La ley desató un no pequeño debate en el país de Merkel, donde existe una asociación a favor de las libres relaciones entre humanos y animales. Su presidente, un bibliotecario de Münster felizmente amancebado desde hace años con una perra de su propiedad, no duda en afirmar que "es más fácil comprender a los animales que, por ejemplo, a las mujeres". Él sabrá.
El quid de la cuestión reside más bien en definir lo que el nuevo Código Penal español entiende por "explotación sexual" de los animales. Uno puede caer, por ejemplo, bajo el hechizo de una oveja, como le ocurría al personaje de cierta famosa película de Woody Allen, sin que tal circunstancia implique necesariamente un maltrato a la res. En ese y otros casos parecidos, se trataría de deslindar la delgada línea que separa al amor del sexo antes de meter entre barrotes a la parte humana de la pareja.
Otro tanto podría ocurrir en el caso de los perritos, tan dados al lametazo del que sus dueños podrían servirse con torpes propósitos lascivos, aprovechándose de la natural ingenuidad del animal. Aunque el can no sufra daño, esta inapropiada utilización de su lengua podría inscribirse dentro del capítulo de explotación sexual que castiga el nuevo Código.
La conversión de la zoofilia en delito tendrá, probablemente, otro curioso efecto sobre la difusión de algunas películas en las que se hace apología más o menos indirecta de esa práctica. No hablamos ya del género porno, en el que burros y caballos son protagonistas, muy a su pesar, de ciertas hazañas eróticas que están fuera del alcance de los humanos.
Se trataría más bien de películas comerciales muy celebradas por sus valores, como -un suponer- el "Padre padrone" de los hermanos Taviani, que incluye la escena de un jovencísimo pastor en el trance de aliviar sus urgencias hormonales con las ovejas del rebaño a su cuidado. O la menos conocida "Night on Earth", en la que un taxista de Roma confiesa a un pasajero sus relaciones con Lola, una oveja por la que bebía los vientos.

Ejemplos como estos podrían inducir en la población la creencia de que tales actos resultan aceptables, cuando en realidad sus autores van a ser castigados con la cárcel por el nuevo Código Penal. Quién nos iba a decir que el amor a los animales, tan propio de las sociedades civilizadas, acabaría por llevarnos a estos extremos. Todo es cuestión de medida, como nadie ignora. Salvo los brutos.