martes, 23 de septiembre de 2014

Mejor que ´footing´, ´sexing´ - Ánxel Vence

Mejor que ´footing´, ´sexing´ - Ánxel Vence

Un rijoso investigador norteamericano de nombre Richard Smith ha descubierto que la práctica intensiva del "sexing" ayuda a adelgazar en mucha mayor medida que las carreritas a trote cochinero del jogging, que aquí llamamos footing. Mejor que correr a palo seco y en plan onanista es hacerlo reflexivamente, añadiéndole al verbo correr el pronombre reflexivo "se".
Todo esto ya se sabía, por más que el mentado Smith lo haya puesto en prosa y con el necesario acopio de números en su ensayo titulado: "La guía de la dieta para perder peso mediante el sexo". Por poner solo un par de ejemplos, aquí ya estuvieron de moda la dieta del cucurucho, consistente en comer poco y folgar mucho; o la de la pasta, que se resume en folgar y folgar hasta decir basta.
Mucho más detallado, el régimen que Smith aconseja en su best-seller humorístico incluye, lógicamente, el ejercicio del coito; pero eso es solo una parte del programa. Si el ayuntamiento carnal permite quemar 85 calorías, los preparativos del evento arrojan resultados todavía más prometedores.
Un beso, por ejemplo, nos libera de entre dos y cinco calorías acumuladas, de tal modo que si una pareja consigue morrear veinte minutos a diario durante un año, cada uno de sus miembros perderá hasta cinco kilos en ese período.
No acaban ahí, ni mucho menos, los beneficios adelgazantes del sexing. Quitarle la ropa a la pareja consume 12 calorías si se hace con su consentimiento: y hasta 187 si la parte que despoja de su vestimenta a la otra prefiere no pedir permiso. La simple maniobra de calzarse un profiláctico permite la pérdida de algo más de una caloría si el miembro está erecto y de más de 300 si se encuentra en situación más bien fláccida. Naturalmente, el orgasmo, a la vez que agradable, facilita la combustión de 27 calorías si es auténtico, aunque sube hasta 300 cuando la parte implicada de la pareja hace esfuerzos para fingirlo.
Finalmente, si uno de los dos fornicadores es sorprendido en el acto por su esposa o esposo, el gasto calórico ascenderá a 165 unidades en el caso de que uno trate de explicar que esto no es lo que parece y a 100 si el pillado -o pillada- en falta se limita a permanecer callado. Los nervios y sudores propios de la situación explicarían tan notable quema de calorías.
Infelizmente, estas recomendaciones no han de resultar de gran utilidad en España, país que otrora fue cuna de fogosos amantes y hoy no pasa de ser mustio refugio de gentes mayores, registradores de la propiedad y demás clases pasivas desde el punto de vista erótico.
Cierto es que la encuesta Durex, que mide anualmente el grado de bienestar sexual de los países, concedía años atrás a España un muy meritorio octavo puesto en lo tocante a frecuencia de relaciones. Un 72 por ciento de los españoles consultados dice entregarse a los dulces trances del folgar al menos una vez a la semana, aunque en estos casos conviene tener en cuenta que del dicho al hecho va a menudo un largo trecho. Aun descontando la posible fanfarronería, estaríamos lejos del rendimiento de los campeones griegos que, con crisis o sin ella, siguen practicando el coito semanal en una proporción del 87 por ciento.
Luego nos quejaremos de que la obesidad empiece a constituir en España un problema. No será porque el tan mentado Smith dejase de advertírnoslo.