lunes, 22 de septiembre de 2014

El Estado son los padres - Ánxel Vence

El Estado son los padres - Ánxel Vence

Aunque lo de los Reyes Magos ya se sospechaba, pocos habían caído en la cuenta de que también el Estado son los padres. Así lo demuestran las últimas sentencias judiciales en las que se condena a los progenitores de una treintañera a pagarle una ayuda mensual a su hija; o la que deniega tal subsidio a un mozallón de 37 años que, además de la pensión, exigía cobrar los atrasos correspondientes.
La urdimbre de lo que se llama un tanto exageradamente el Estado del Bienestar la constituye en España la familia. Ocho de cada diez jóvenes españoles por debajo de la treintena -y algunos, por encima- viven en casa de sus padres o incluso de la pensión de sus abuelos, y no precisamente por gusto. Muchos de ellos retornaron al hogar familiar cuando la crisis los dejó sin trabajo: y a los demás ni siquiera les había dado tiempo de irse para fundar la República Independiente de su propia casa. Cuesta menos independizar a un país que a una persona, por lo que se ve.
"Vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos", sugería un viejo y muy imaginativo lema ideado por los hippies en la década de los sesenta. Medio siglo después, la primera parte de la sentencia parece haberse cumplido, aunque no sea esta, ni mucho menos, la intención de quienes han de permanecer por fuerza en el nido familiar.
Muy a pesar de los supuestos beneficiados por la acogida, la familia ha de suplir en España las funciones de un Estado anémico de fondos que ni siquiera alcanza a cubrir las necesidades del actual ejército de parados.
Los moralistas de guardia tienden a culpar a las víctimas -esto es: a los mocetones que viven bajo el amparo paterno- de lo que les sucede. Achacan tal fenómeno a la pérdida de valores de la juventud que, en su molicie, preferiría no dar palo al agua y entregarse al dolce farniente del botellón, el sexo y la droga en vez de trabajar y labrarse un futuro como Dios manda. Más que opiniones, son simplezas de carcamales que no llevan a parte alguna.
Excepciones habrá como en todo, naturalmente; pero ya quisieran los chavales irse de casa para organizar su vida de manera autónoma como cumple a quienes han superado de largo la etapa de la adolescencia. Infelizmente, lo único que se les ofrece a los jóvenes son contratos por semanas, días e incluso horas: y eso en el mejor de los casos. A la mayoría, simplemente, les resulta imposible conseguir un trabajo por mal pagado que esté.
Decía el siempre atinado filósofo Groucho Marx que la familia "es una gran institución? siempre que te guste vivir dentro de una institución, naturalmente". No se trata de broma alguna en el caso de España. Aquí, la familia sustituye ventajosamente el papel protector del Estado, al que ahorra decenas de miles de millones de euros en subsidios y en casas de acogida. Y, por si ello fuera poco, contribuye también a la financiación de las empresas, que gracias a la ayuda prestada por los padres a sus hijos pueden darse el gusto de pagarles a estos últimos un sueldo mucho más bajo del que les correspondería sin ese apoyo familiar.
A diferencia de esos raros países nórdicos en los que el Gobierno se ocupa de todo, aquí en España ha quedado claro ya que el Estado son los padres. Queda por esclarecer, si acaso, el misterio de los Reyes Magos.