sábado, 20 de septiembre de 2014

¿Estamos todos enfermos? - Jorge Alcalde

¿Estamos todos enfermos? - Jorge Alcalde
Cuarenta mil millones de euros al año invertidos en nada. Salidos de los bolsillos de los ciudadanos y ciudadanas de Europa para comprar pastillas que curan nada. O al menos que no actúan contra ninguna enfermedad en fase clínica. Son los medicamentos para no-enfermos, una rica industria de fármacos que tratan condiciones que no pueden considerarse técnicamente patologías. La alopecia, el ánimo decaído, la blancura de los dientes, el bronceado de la piel, el mal aliento, la disfunción eréctil: todos estos males pueden presentarse en forma patológica, desde luego, pero en muchas ocasiones son meras características transitorias de nuestra evolución, lo que los médicos llaman patologías subclínicas, una especie de eufemismo para no decir que, en realidad, no son nada.
Al menos eso opina una cantidad cada vez mayor de especialistas en política sanitaria. El editor de salud de la agencia Reuters, Ivan Oransky, se ha hecho célebre por denunciar esta sobremedicalización de la vida cotidiana. ¿Realmente es necesario tomarse una píldora cuando nos sentimos decaídos? ¿La disfunción eréctil hay que tratarla siempre o solo cuando se trate de una condición crónica relacionada con otras patologías? ¿Muchas de estas enfermedades preclínicas no mejorarían simplemente si durmiésemos más, comiésemos mejor o saliéramos más con nuestros amigos?
Oransky habla de enfermedades preexistentes como una nueva lacra. La osteopenia es una disminución de la densidad ósea en niveles inferiores a los necesarios para ser diagnosticada de osteoporosis. ¿Hay que tratarla? ¿No llegará un momento en nuestras vidas en que todos seamos osteopénicos? ¿Estamos enfermos por ello? ¿Somos preenfermos?
El límite entre la salud preventiva y la sobremedicalización empieza ahora a ser más discutido que nunca. Junto a ello, el exceso de tratamiento de algunas condiciones antes de ser crónicas (por ejemplo el acné) ha supuesto una tabla de salvamento para una industria farmacéutica duramente afectada por las crisis, las restricciones de los seguros médicos y el aumento de los costes.
Pero hay que recordar que solo en Estados Unidos mueren 100.000 personas al año por los efectos adversos del uso de un medicamento. ¿Si aumentamos la ingesta de medicamentos para tratar no-enfermedades estamos poniendo en riesgo a más gente?
El último gran puñetazo en la mesa de la sobremedicalización lo ha dado Allen Frances, psiquiatra estadounidense autor del libro Somos todos enfermos mentales (Ariel). En él explica las razones por las que ha abandonado la coordinación del DSM, el libro editado por la Asociación de Psiquiatras Americana y que sirve de manual en todo el mundo para diagnosticar enfermedades mentales. Esta biblia de la mente espera su quinta edición, ya envuelta en la polémica. Según Frances, el DSM-V va a aumentar aún más la lista de enfermedades mentales conocidas, es decir, va a hacer que desde su publicación más individuos hoy sanos sean considerados enfermos.
"Quieren convertir en enfermedad la pena, los berrinches de mis nietos pasarán a ser un trastorno disruptivo del estado de ánimo y comer demasiado un síndrome de atracón", ha declarado a la agencia española SINC. Como consecuencia, muchas más personas recibirán medicación innecesaria y un estigma que reducirá la confianza en sí mismas.
La diferencia entre éste y otros discursos antimedicamentos es que Allen procede del seno de la comunidad médica.
Algunos datos dan para reflexionar. El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es una patología neurocomportamental infantil cierta, bien definida, específica y curable. Pero en los últimos años parece haberse convertido en epidemia. En Estados Unidos ha aumentado un 22 por 100 el número de diagnosticados en solo 5 años. En España en una década hemos pasado de prácticamente despreciarlo a adjudicárselo hasta a un 17 por 100 de los chavales que van a consulta de un psicólogo. Muchos médicos alertan de que se está sobrediagnosticando TDAH, lo que supone embarcar a niños sanos en una terapia que no necesitan.

Factores como la crisis, el desempleo o la inestabilidad familiar pueden estar en la base del aumento de algunos comportamientos infantiles y juveniles, o del crecimiento del estrés, la ansiedad o la apatía en adultos. Pero ¿es eso una enfermedad? ¿Requiere un pildorazo? Cada vez más médicos opinan que no. Están hartos de la medicina de la nada.