jueves, 4 de septiembre de 2014

Conservadores de cintura para arriba - Ánxel Vence

Conservadores de cintura para arriba - Ánxel Vence

Una de esas encuestas estivales con las que nos amenizan el tedio de las vacaciones arroja la conclusión de que los jóvenes españoles son gente de ideas más bien conservadoras. Nadie lo diría a la vista del muy considerable apoyo que prestaron a una fuerza antisistema en las últimas elecciones europeas; pero tal vez las apariencias engañen. O no.
Revela el sondeo del Centro de Estudios Reina Sofía que los mozos muestran una decidida querencia por valores tan clásicos como el del orden, hasta el punto de que más de la mitad estaría a favor de la pena de muerte para sancionar delitos especialmente graves. A la vez, y sin que exista contradicción alguna, los consultados exhiben una vena francamente liberal al declararse a favor del aborto, la eutanasia y la adopción de hijos por parejas homosexuales. Siempre que tales medidas las adopte un gobierno "fuerte", eso sí.
De creer a la mentada encuesta, los chavales españoles serían conservadores de cintura para arriba -en la parte que toca al bolsillo-- y liberales de ahí para abajo, que es la zona que afecta a la diversión. Nada nuevo, en realidad, si se tiene en cuenta que la mayoría de los partidos de derechas europeos se proclaman de ideología liberal-conservadora. Los demás se limitan a practicarla.
Conservador parecía, desde luego, el movimiento campista del 15-M del que podría ser heredero el partido -o similar-- que dio la campanada en las últimas elecciones al Parlamento de Estrasburgo. El lema de la Spanish Revolution de mayo de 2011 era: "No hay pan para tanto chorizo", con el que se pretendía denunciar, muy atinadamente, la corrupción que pudre a la política en España desde el más modesto concejal de base a las blindadas alturas de la realeza. Pero no pasaban de ahí.
Aparte de proclamar esa evidencia, aquel movimiento juvenil centraba sus preocupaciones en la dación en pago de los pisos y otras cuestiones relacionadas con la hipoteca que lo asemejan a un partido notarial antes que a una organización de carácter insurgente. Ni de lejos se escuchó que defendiesen la abolición de la propiedad o el reparto universal de bienes que, más de un siglo atrás, habían propuesto ya otros revolucionarios más osados en sus reclamaciones.
De ahí que la encuesta antes citada no aporte en realidad grandes novedades, aunque sí algún asombro. Los jóvenes encuestados están en esa edad que debiera implicar, siquiera sea por razones hormonales, la rebelión contra el orden imperante y la conspiración contra el Trono y el Altar. Se supone que tendrían que responder a la máxima del historiador François Guizot, cuando dijo que "si no eres liberal (o revolucionario) a los veinte años, es que no tienes corazón; si lo sigues siendo a los cuarenta, es que no tienes cabeza".
No parece que sea ese el caso de los chavales españoles que confiesan al encuestador su devoción por el orden y los gobiernos sólidos; salvo que el sondeo del Centro Reina Sofía carezca de las más elementales exigencias de rigor demoscópico.
Ser conservador resulta, después de todo, un lujo solo al alcance de quienes tienen algo que conservar: y de eso vamos sobrados jóvenes y mayores en una España a la que Franco inculcó el goce de la propiedad, aunque solo fuese de un piso y un coche. Desde entonces nos hemos hecho algo más liberales de cintura para abajo, eso sí. Pero en lo demás, igual lleva razón la encuesta.
stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es