martes, 29 de julio de 2014

El gángster del Inserso - Jose Luis Alvite

El gángster del Inserso - Jose Luis Alvite
Creo que se celebra estos días un señalado aniversario de los viajes para la tercera edad promovidos con gran éxito social por el Inserso. Gracias a los excedentes presupuestarios de los años de bonanza, millones de personas mayores pudieron disfrutar de viajes y estancias hoteleras pagadas a precio de ganga. Al tiempo que se paseaba a los jubilados, la Administración aseguraba el sostenimiento de los hoteles en temporada baja, siempre amenazados por la retracción invernal del turismo ordinario. Ahora corren malos tiempos económicos, el paro se vuelve insoportable y todo parece indicar que muchos programas sociales verán recortada sensiblemente su contabilidad. Dudo mucho que el Gobierno incluya en las restricciones presupuestarias el gasto en los viajes del Inserso, entre otras razones, porque el de los pensionistas es un voto emocional que suele agradecer explícitamente las atenciones recibidas, igual que agradece el enfermo de próstata la proximidad del retrete. Pero si se actuase con sentido común, las excursiones del Inserso habrían de sufrir un drástico recorte que permitiese emplear una buena parte de sus presupuestos en atender los subsidios de desempleo que salven de la insoportable lacra del paro a los hijos y nietos de los pensionistas viajeros. Ni siquiera en mejores momentos de la economía se entiende muy bien que se gasten tantos millones en programas turísticos para un contingente humano en el que se incluyen personas que recorren las ciudades monumentales de España sobreponiéndose a la obvia incapacitación de sus terribles cataratas oculares. Una tía mía que recurre habitualmente a los viajes del Inserso no solo desconoce a menudo en que lugar del mapa está su destino ocasional turístico, sino que olvida los lugares que visita casi en el mismo instante en el que los recorre. Se incumple de ese modo uno de los requisitos que hacen recomendable cualquier viaje: su recuerdo. Un elevado porcentaje de usuarios de las excursiones del Inserso necesita además cuidados médicos continuados, si es que el tratamiento principal para sus males irreversibles no es en bastantes casos el viático. Por las referencias de algunos beneficiarios me consta el exquisito tratamiento que reciben los excursionistas del Inserso, siempre atendidos por un personal cualificado y diligente que vela por la integridad física de un pasaje en el que la mitad de las conversaciones son un rico repertorio de toses. Eso no excluye que con frecuencia salte la noticia de que a los viajeros del autobús hubo que distraerlos con una pegadiza canción de Georgie Dann entonada a coro por los pensionistas mientras el guía de a bordo se sentaba discretamente al fondo del vehículo al lado del tipo coronario y corticoide a cuyo cadáver habría de cerrarle los ojos antes de colocarle unas ostentosas gafas de sol para que nadie repare en que en la feliz comitiva del Inserso viaja, con impertérrita expresión de gángster, un difunto que parece prestarle al paisaje la misma borrosa atención astigmática que el resto de los ocupantes. Al final la gira concluye en medio de la alegría general, con el cordial recibimiento a los pensionistas, que retiran sus bultos escamoteados en los fondos del ómnibus, mientras al amparo del revuelo los muchachos de la funeraria acomodan al difunto en su féretro y lo sacan del autocar con aseado disimulo, como si fuesen cuatro músicos de la Real Filharmonía de Galicia retirando las flores de la soprano y la caja barriguda con el violonchelo. Yo no sé si este año mi tía tiene previsto apuntarse a uno de esos viajes del Inserso que tanto dinero le cuestan a la tesorería nacional. Está muy mayor y es francamente elevado el riesgo de que regrese de la turné con las gafas de sol de "Bugsy" Siegel y los pies por delante. Ella es muy animosa y no me extrañaría que reincidiese. Con los años que tiene, y lo mal que anda ahora de memoria, incluso cabe la posibilidad de que a su vuelta haya olvidado que vino muerta.