lunes, 13 de octubre de 2014

Viento a favor - José Luis Alvite

Viento a favor - José Luis Alvite
Era tarde. Se presagiaba en el horizonte la lactosa del amanecer. De la magnífica velada a bordo quedaba el pianista con las sobras del repertorio y un encantador desorden campal en las mesas. Dos extenuadas parejas bailaban como en defensa propia. Le sugerí al pianista una de esas melancólicas melodías de Jobim que ayudan a pasar el último martini. Yo sabía que la bossa nova me hacía más persuasivo. De smoking y lazo al cuello, incluso un tipo quemado como yo tenía la certeza de que su cuerpo era viento a favor. Fue nuestro último amanecer a bordo. Mientras cavilaban los dedos del pianista se me acercó Jerry Marini con una copa en cada mano. «Brindaremos por este último instante de confraternidad, amigo». ¡Jerry Marini! Aquel tipo tosco cuyo cuerpo parecía contrabando de wolframio, había prosperado en el negocio mortuorio hasta regentar una cadena de funeral home. Cuando le conocí en el 54 su tarjeta de visita decía «Jerry Marini. Funeraria». Con el tiempo mejoraron su contabilidad y su gramática y aquella última madrugada se despidió con una encantadora cartulina: «Jerry Marini. Baños de tierra». Unos minutos más tarde se incorporó Kate al lacónico instante del adiós. La melodía de Jobim sonaba como tibias paladas de arena en su pecho. ¡Último día a bordo! ¡Dios Santo! Kate se echó algo sobre los hombros en ese instintivo gesto tan femenino con el que las mujeres se sacuden de encima el frío y la premonición, y salió a cubierta. La alcancé al instante. Y ella me dijo: «Me he puesto algo en los hombros porque no soportaría fracasar de sisas». Rociaba en sus labios la diapositiva del llanto y en sus ojos amargaba el dolor. «No soportaré tu recuerdo en brazos de mi marido», dijo. Apenas se encaprichaba el mar con la brisa. En el borroso sudor de la costa viraba en hebreo, como un pésame de alpaca, una esquela de cormoranes. A medida que levantó la niebla, se delató por estribor el postrado txangurro de una playa desierta.