lunes, 13 de octubre de 2014

Frases con mala letra - José Luis Alvite

Frases con mala letra - José Luis Alvite
"La elección de los placeres tiene mucho que ver con los instintos y también con la cultura"
Sería difícil decidirse por un placer determinado en el caso que uno se viese en la disyuntiva de elegir. Hay placeres instantáneos que a pesar de su brevedad son de un efecto formidable, como ocurre con el placer del sexo. Otros, como el placer de la comida, resultan agradables pero son en cierto modo más fáciles de sustituir temporalmente por otras sensaciones placenteras, siempre y cuando la alternativa a su disfrute no sea exactamente el hambre. La elección de los placeres tiene mucho que ver con los instintos y también con la cultura, además de que en algunos casos se requiere de cierta capacidad física. Para el sexo no bastante con la intención. Además de deseo, se necesita tener cierta resistencia física, capacidad para un esfuerzo entusiasta y sin miramientos que se verá recompensado en la respuesta correlativa del otro. Claro que tampoco hay que exagerar. Para el sexo se necesita algo más de entusiasmo que para la filatelia, es cierto, pero no tanto como para partir una tonelada de leña. Es más llevadero el esfuerzo físico que se requiere para la literatura, que es el origen de un placer inigualable en el caso de leerla, y de un disfrute inmenso si se trata de escribirla. Aunque carece de sentido su comparación con el sexo, la escritura produce un placer inefable, una emoción difícil de narrar, sobre todo cuando uno acierta con la frase perfecta, con la imagen precisa, y en ese instante siente que la literatura podría equipararse con el sexo y tener sobre él la ventaja de que causa placer sin necesidad de producir manchas. Es discutible que un escritor prefiera una buena frase antes que un buen orgasmo, aunque no hay que descartar que el regusto de un buen párrafo resulte para algunos autores más agradable que el lance sexual más excitante. Desde luego puedo jurar que no es mi caso. Me gusta mi trabajo y creo que hay pocas emociones que superen al placer de lograr una frase acertada o una imagen literaria brillante y rotunda, pero debo admitir que siempre consideré la literatura un deficiente sustitutivo del sexo, el refinado resultado de alguna frustración erótica, incluso un brillante eufemismo del verdadero placer. ¿Sexo o literatura? ¿Es necesario elegir? ¿Qué tal una solución de compromiso? ¿No es acaso a veces su fino instinto literario lo que les sirve a algunos autores para contar a su favor los fracasos en el sexo? Como no estoy legitimado para hablar en nombre de mis colegas, me conformaré con reconocer que si algunas de mis frases me dejaron satisfecho, fue porque el escorzo de su sintaxis recordaba de algún modo su origen en alguna agradable postura en la cama. De todos modos, aunque muchas de esas posturas se convirtieron en aceptables columnas para los periódicos, debo reconocer que la mayoría fueron solo manchas con las que poner a prueba la calidad de la lavadora. El sexo produce a veces una conmoción indescriptible. También es cierto que una buena frase puede disimular un terrible fracaso en cama. Lo ideal es que el sexo mejore tus frases, aunque su estremecimiento joda tu letra.