lunes, 13 de octubre de 2014

Las cenizas amarillas de un monje budista - José Luis Alvite

Las cenizas amarillas de un monje budista - José Luis Alvite
No somos gente de muchas palabras pero nos tenemos cerca para lo que se nos puede ofrecer. Mi amigo Anxo Fortes es sicólogo y tiene una mirada profunda y escrutadora que si te la echa encima te entra ganas de confesar el asesinato de los Kennedy y el terremoto de Agadir. Anxo jamás pierde la calma y suda lo justo para mantener la piel mas húmeda que la correa del reloj. Capaz de las frases más cortas y expresivas, mi sicólogo de "Corzo" podría resumir El Quijote en un telegrama de dos euros. Dios no lo quiera, pero estoy seguro de que si un balazo amenazase con desangrarle una pierna, Anxo Fortes sería capaz de hacerse un torniquete con la femoral de la otra. Muchas madrugadas me quedé mirándole creyendo que no se daba cuenta y comprendí que los ojos del sicólogo pontevedrés podrían ser la distancia más corta entre los míos. A veces Anxo le echa una mano a las cartas a Susiño Oitavén, el jefe del local, y las bazas se suceden a su favor como si viese el juego de su rival reflejado en la humedad del aire. Tipos como él no sería de extrañar que reventasen una caja fuerte utilizando una llave de mantequilla y la combinación de la bonoloto. Me gustan los tipos aplomados y penetrantes como Anxo Fortes, que jamás pierde la calma ni el control sentado en su taburete con la inexcrutable cerrajería de sus piernas cruzadas como dos frazadas de acero. Los tipos como él lo que se merecen no es una tumba, sino una novela. Tiene mi amigo sicólogo una sonrisa escondida, intestina, sorda, la expresión como mosqueada de alguien cuya sonrisa fuese una inflamación del esófago. Anxo Fortes se toma las copas en "Corzo" a metro y medio de mí, dejando espacio para el humo y para cualquier mujer vanidosa, pero lo mismo podría tomárselas en la página 120 de una novela de James M. Cain. En una de esas ocasiones en las que se pone cáustico, Anxo Fortes me dijo que la mitad de mis problemas mentales los habría resuelto meando a tiempo. Naturalmente, no me lo tomé por la tremenda. A un tipo como yo, la causticidad diagnóstica de alguien tan inteligente como Anxo Fortes le sienta como si le mordiese los labios Ava Gardner. O como si le apretase los huevos un tipo con las manos paganas y venéreas de Rita Hayworth. El otro día se me vertió la copa sobre sus flamantes pantalones color vainilla y Anxo se limitó a sacudirlos con el revés de una mano, como si le hubiese derramado las cenizas amarillas de un monje budista. No perdió la compostura. Me disculpé y creo que ni siquiera me hizo puto caso. Sabe que no había maldad. Y que todo es relativo. Anxo Fortes es la clase de hombre tan entero y tranquilo que si se le cayese encima la cagada de una paloma, se querellaría contra la Ley de la Gravedad...