domingo, 26 de octubre de 2014

Pregúntale a otro - Juan José Millás

Pregúntale a otro - Juan José Millás

Cuando uno decide cambiar de vida, suele ocurrir algo que da al traste con los buenos propósitos. Si has pensado en hacer ejercicio, te acatarras; si comer de forma saludable, te descompones; si dejar de fumar, ese día recibes un encargo imposible de acometer sin la ayuda inicial de un Camel. Introducir cambios en la rutina significa en realidad adoptar una rutina nueva. Ser otro. A ese otro, hay que soñarlo durante un tiempo antes de convertirse en él. Si piensas, por ejemplo, que sería estupendo madrugar, tienes que imaginarte muchos días saliendo de la cama pronto, aunque sin moverte de ella. Lo mejor es que pongas el despertador a las 5,30 o las 6,00 y cuando lo oigas sonar entre las sábanas calientes, fantasear con la idea de levantarte. No te levantarás porque en la cama, a esas horas, se está en la gloria. Pero si persistes en poner el despertador y en imaginarte debajo de la ducha, tarde o temprano un sentimiento de culpa te arrancará de entre las sábanas.
El problema es qué hacer luego. Supongamos que tienes el proyecto de escribir y que te pones a hacerlo. Lo normal es que a la segunda línea regreses a la cama (escribir es muy duro). No importa, cierra los ojos e imagina que escribes. Visualízate inclinado sobre la mesa, tecleando el ordenador. Un día y otro y otro. Al final, gracias de nuevo al sentimiento de culpa producido por la distancia existente entre cómo te imaginas y cómo eres en realidad, decides escribir. El problema, ahora, es sobre qué rayos escribes. Pero supongamos incluso que tienes una historia en la cabeza. La cuestión es por qué frase empezar.

Decido entonces hacer un concurso de frases en el taller de escritura creativa. Frases para empezar una novela, se entiende. Gana el concurso, por votación mayoritaria de los alumnos, la siguiente: "Mi padre estaba calvo". Me llevo a casa la frase, pongo el despertador a las 5,00, me levanto y le empiezo a darle vueltas, a ver cómo sigo. Al cuarto de hora, enciendo un cigarrillo (había dejado de fumar el día anterior), y a la media hora decido regresar a la cama. Cuando me levanto, dos horas más tarde, después de un sueño pegajoso, siento que estoy acatarrado. Creo que cogí frío al salir de la cama tan temprano. Quiere decirse que si decides cambiar de vida, pregúntale a otro cómo se hace.