domingo, 24 de febrero de 2013

Querulantes - Alberto Estella Goytre


Querulantes - Alberto Estella Goytre

LE voy a meter un pleito que se va a enterar". El que dice eso, y hay muchos, suele ser un querulante, es decir, una personalidad paranoide, un indeseable que se permite conductas que no tolera en los demás, que denuncia, pleitea, es incapaz de perdonar agravios, ve conspiraciones por doquier, y tiene un sentido combativo de sus propios derechos desmesurado. Si la Medicina soporta a los hipocondríacos, el Derecho tiene que lidiar con los querulantes, sus denuncias falsas o tergiversando los hechos, la demanda por un quítame allá esas pajas, la querella por ¡ay lo que me ha dicho!, el esto no puede quedar así, o la pendencia por escurrir la ropa o un surco de la linde. En Salamanca brotan como las setas. Y así como para un médico el cliente melancólico que frecuenta obsesivamente la consulta, es una fuente de ingresos, para un bufete el picapleitos es un chollo. Se les distingue porque no suelen pagar, esperando que tenga que cotizar la parte contraria; dicen "mis abogados", en plural, que suena muy bizarro, como la copla de la ganadera salmantina, "mis mayorales"; quieren llegar hasta el final, al Tribunal Supremo y si es posible Estrasburgo; y, además, escribir al Rey. Hubo un salmantino que logró mantener pleitos con la Administración durante medio siglo. Su familia halló un arca repleta de contenciosos. Cuando no le quedaron contrarios ni vías legales, ya octogenario, pleiteó su separación conyugal. Conocí un mister que era un momio para los despachos de la comarca. Acudía al Juzgado al menor pretexto y obligaba a los demandados —que acababan ganando—, a defenderse asistidos de letrado.
Traigo esto a comento porque andan las togas revueltas con los graves problemas de la Justicia (opino que uno de ellos es un ministro que abermeja). Mi dilecto Santiago Juanes relataba ayer un encuentro con el estupendo presidente de la Audiencia. Concluyeron, y estoy de acuerdo, que la primera cuestión es la ingente masa de litigios en trámite, por la judicialización de la convivencia y por no cultivar el arbitraje, la conciliación, la transacción extrajudicial entre abogados. ¿Me lo dicen o me lo cuentan? Cuarenta años intentándolo y confieso centenares de fracasos. Cuando aparece un paranoico de esta especie en un bufete o le mandan a hacer puñetas —nada más apropiado en el mundo judicial—, o bajan la bandera, que corra el taxímetro y que apoquine.
Sin llegar a lo patológico, los charros somos pendencieros. A Calderón de la Barca le desahuciamos por falta de pago, a Fray Luis lo enchiqueramos por traducir una hermosura y al futuro San Ignacio a poco lo trincamos. Un solo ejemplo: si hay un pleito odioso es una testamentaría. Bueno, pues yo he visto empezarlas pero no acabar, se suele extinguir antes el caudal hereditario. ¿Pretextos?: no es por mí, es por mis hijos, quiero la cómoda o la nogala de la abuela, prefiero que se lo lleven los abogados, procuradores y peritos, cualquiera menos el cuñado.
Sólo así se explica la plétora de abogados de España, el mayor porcentaje ¡del mundo! de profesionales por habitante, y la inagotable lista de los matriculados en Salamanca, que a su vez ostenta el récord nacional de letrados por vecino. El penúltimo decano llegó a declarar que sobraban la mitad, y yo sostengo que lo que sobran es la mitad de las causas. Mi Nieto, quiero decir mi nuevo decano Luis Nieto, pastorea a más de setecientos letrados, donde hay de casi todo. Pero eso lo contaré en la próxima entrega de la serie, una sabatina que se titulará "Rábulas", que tiene que ver con ciertos abogados. La siguiente será "Los vuelillos de la toga" —o si ustedes prefieren "Puñetas"—, y tratará de la Judicatura. (Continuará).