martes, 26 de febrero de 2013

Las fauces del tiburón - María Vicente Cuesta (Gijón)


Las fauces del tiburón - María Vicente Cuesta (Gijón)

26 de Febrero del 2013
Cuenta Bertolt Brecht cómo el señor K le explica a la niña de su casera de qué modo actuarían los hombres con los pececitos, si aquéllos fuesen tiburones. Y viene a decirle que los hombres crearían escuelas para enseñar a los pececitos a nadar dentro de las fauces del tiburón.
Sirva este recordatorio de Brecht para tratar de poner en imagen la realidad que vivimos a nivel social y político. Nos han cerrado las puertas de salida, a base de intoxicaciones con un veneno cuyo efecto hipnótico ha sido bien acogido por nosotros mismos. No nos hicimos preguntas, solo aceptamos las respuestas que venían en el pack del bienestar. Y hemos perdido en este proceso la capacidad para encontrar nuestros propios interrogantes. También nos olvidamos de las lecciones que nos enseñaban los cuentos (demasiado profundos para la superficial e insulsa vida que nos han ofrecido los voceros de la socialdemocracia), por eso no escuchamos ya el diálogo de Alicia en el país de las maravillas, cuando Humpty Dumpty le dice:
-La pregunta es saber quién es el que manda eso es todo.
El poder es tan antiguo como la manipulación, y los instrumentos con los que se genera el miedo y la violencia son idénticos en todas las épocas. Uno de esos instrumentos es el lenguaje en todas sus formas, puesto que el pronunciamiento de los nombres de las cosas es la primera toma de conciencia de la realidad, tanto para el niño como para el hombre. Y el poder lo ha usado siempre para presentarnos un mundo al revés.
¿Qué nombre poner a ese nudo gordiano, atado y bien atado por las fuerzas del régimen? ¿Sabremos encontrar la solución de Alejandro Magno cuando cogió la espada y cortó el nudo de los bueyes de Gordias, siendo consciente de que tanto monta cortar como desatar? ¿Podremos conquistar nuestro propio mundo y nuestra palabra, lejos de las fauces del tiburón?
Podríamos empezar haciéndonos las preguntas, y saber quién es el que manda o los que mandan; que no son solo esos gestores, ladrones de guante blanco, cuyas fechorías nos ofrece diariamente el lenguaje de los medios. Quizás deberíamos de dar unos pasos y mirar también otra cara del poliedro, en la que están representados los grandes tiburones, los que se apoderan de la mayoría de la riqueza que hay en el planeta, jefes indiscutibles de los mequetrefes políticos.
Asumir que somos los auténticos dueños de esa riqueza, nos conduciría al conocimiento de que solo otra forma de hacer política y otra forma de organización social, pueden ayudarnos a salir de las fauces del tiburón.