viernes, 13 de junio de 2014

Noches de tambor - Jose Luis Alvite

Noches de tambor - Jose Luis Alvite
Conocí de madrugada en "Corzo" a un tipo que se relacionaba con las mujeres a condición de que los fines de semana ellas renunciasen a él. Cada vez que alguna se resistía a esa condición, aquel tipo rompía casi sin inmutarse, como si lo suyo fuese la estricta obediencia debida a algo que para él era un sacramento. Con motivo de que una de sus parejas se incomodase por no poder compartir el inminente fin de semana, aquel tipo le dijo que la cláusula era inapelable. "Necesito tiempo para mi, solo para mi, exclusivamente para mi. Si estamos todos los días juntos, lo nuestro morirá sin remedio al cabo de unas pocas semanas. No hay un solo placer que no mejora si se vuelve a él después de un descanso, nena. El amor, como la defecación, le debe su placer a la suerte de ser algo esporádico. Si fuese siempre primavera, a las mariposas les arderían las alas, las abejas vomitarían en las flores y a los poetas con tantos versos se les cansarían las manos". Ella no aceptó la condición y lo dejaron. Entonces empezó a salir con otra mujer a la que sabía enterada de su manera de ser. Aunque sabía que fracasarían, ella le preguntó que podía hacer para que la relación durase más. Y él le dijo: "Pensando en que los sábados y los domingos los quiero para mi, lo mejor para que dure al menos cinco días será que empecemos a salir un lunes".
Yo he sido siempre un amante intenso y continuo, ansioso de estar todo el rato con mi chica, pero comprendo que la convivencia suele ser difícil y que muchas parejas le deben su duración a la suerte de distanciarse con frecuencia. La intensidad como yo la entendía solía resultar perjudicial porque no dejaba tiempo ni para dormir. Las mujeres que no me dejaron por desamor, lo hicieron sin duda por cansancio. Una mujer puede soportar tus rarezas, tus caprichos, incluso a veces tu deslealtad, pero es difícil que resista a tu lado si a la desgracia de escuchar de madrugada su conciencia se une la fatalidad de no oír por la mañana el despertador. Yo tenía rachas de una pasión asfixiante seguidas de momentos de desinterés en los que tomaba distancia e incluso podía desaparecer sin dejar rastro. Creo que en ambos casos la mía fue una conducta equivocada y entiendo que lo mejor habría sido un término medio entre el agobio y la indiferencia. Una amiga mía a la que solía contarle mis dificultades de relación, me dijo: "No puedes someter a tu chica a ese ritmo de vida. Déjala respirar, cielo. En el día hay tiempo para todo, incluso para permitirse algún momento de reconfortante soledad. Tú estás acostumbrado a un ritmo de vida que a otras personas les resultaría agotador. Esa muchacha se sacrifica, pero ya no resiste más. No seas tan trepidante, por favor. Tienes que comprender que sales con una mujer, cariño, no con un tambor". Mi amiga me convenció y cambié de actitud. Solté cuerda para que mi chica viese un cambio y la dejé respirar. Lo malo fue que en el tiempo en el que ella descansaba, conocí a otra y al instante me volqué en ella. También esta se resintió de tantas noches casi sin dormir y volví a comentarlo con mi amiga, que insistió en el viejo reproche, solo que esta vez introdujo una variante a mi medida: "Bueno, creo que lo tuyo es dejar un tambor por otro tambor. Te va la percusión, cielo. No creo que tengas mucho remedio. Tus relaciones estarán siempre condenadas al fracaso. No puedes esperar que tu chica duerma un promedio de dos horas diarias porque a ese ritmo incluso camino del cementerio se quedaría dormida la muerte. Pero creo que pierdo el tiempo opinando sobre esto. Sigue con tu vida trepidante. No tienes remedio. Jamás dejarás de ser así. Tal vez lo arregles un poco dándole un respiro a tu pareja gracias a que tocarás el tambor al mismo tiempo en dos orquestas distintas".
El tipo que se desmarcaba de sus parejas los sábados y los domingos cedió a los pocos meses, lleva quince años casado con la misma mujer y consiguió hacerse con un empleo en el que solo trabaja los fines de semana. Yo duermo bastante más y mejor de lo que dormía y gracias a no salir tan tarde del pub, mi barman pudo retirarse más temprano a su casa y mejoró sensiblemente su vida de pareja. Otros clientes hicieron lo mismo y algunas calles de la ciudad quedan ahora desiertas antes de que pase el camión de la basura. Hace poco me reencontré con un viejo barman y me dijo: "Dejé mi trabajo de noche y me busqué uno a la luz del día. Gracias a eso pude acostarme a la misma hora que mi mujer y tener un hijo. ¿Parece una buena noticia, verdad? Pues no lo es, amigo. Con la convivencia empezaron los problemas. Cuando yo llegaba a casa al amanecer, ella decía que se le hacía grande la cama; ahora que despierto a su lado, dice que se le hace pequeño el baño".