viernes, 13 de junio de 2014

El resuello del viento - José Luis Alvite

El resuello del viento - José Luis Alvite
La verdad es que a mí me trae sin cuidado que el Gobierno reduzca la velocidad permitida en las autovías. Aunque me gusta correr en el coche, salgo a la carretera sin prisa por llegar y más bien acelero para perder de vista el lugar del que he partido. Mis planes cuando salgo de viaje se reducen a detenerme cuando me apetece y a reanudar la marcha cuando ya no le encuentro sentido a haber parado. Cuando de las llanuras al oeste del río Missouri sólo se sabía que incluso con su vastedad se quedaba sin resuello el viento, los tipos de las caravanas se detenían donde a los caballos los rendía el cansancio. Entonces prendían fuego, hacían café y dormían recostados en el vientre puerperal de sus monturas. Al amanecer apagaban los rescoldos de la hoguera con las borras del café, aviaban la carreta y seguían camino. Nada les corría prisa. Nadie les esperaba. Ni la soledad ni el silencio habían visto allí jamás un cementerio. El mapa estaba por dibujar y hasta llegar a las montañas nada estaba escrito de que al otro lado de los abetos y las ventiscas los esperase en orden de revista el mar. Para mí tiene poco sentido darse prisa puesto que al fin y al cabo ni uno solo de nosotros dará un paso de más antes de meter los pies en los zapatos cauterizados de su cadáver. A veces me detengo en la carretera sin haberme fijado en las señales y pido un periódico de la zona para saber dónde diablos me he parado. Puede que entonces descubra que me he desviado de mi rumbo y que en ese caso lo mejor será hacerse a la idea de llegar con naturalidad a otra parte, como el tipo con las ideas poco firmes que, camino de la iglesia para su boda, se enamora de la florista que le vendió con algo de descuento la orquídea para el ojal. Tengo muy escaso sentido de la rentabilidad de los viajes. Por eso me importa poco que el Gobierno retoque a la baja la velocidad en las autovías, ni que lo haga con el discutible pretexto de ahorrar combustible. Ni tengo prisa, ni me mueve la idea de llegar a un lugar determinado. Mi idea de la vida es conocer gente y seguir camino. Puede que mi manera de viajar no sea la mejor para enriquecer mi cultura turística, pero tampoco eso me preocupa demasiado. Igual que fracasar con una mujer te deja a veces la tentación de escribir una buena frase, pasar de largo por las ciudades es una manera como otra cualquiera de que te entren ganas de volver.