jueves, 17 de octubre de 2013

Tiempo de las lilas - Raúl del Pozo



Tiempo de las lilas - Raúl del Pozo
La fascinación del mono desnudo por la espetera encarna la melancolía del paraíso perdido, la pérdida de los vasos lácteos. La palabra teta surge de una onomatopeya del bebé; en muchos países, la palabra se pronuncia casi igual. 
Por esas y otras razones no hay un spot como el seno que las Femen han sacado de la madre, el tabú esencial de la civilización humana. Ahora, como las ninfas de Alberti, las activistas se bañan públicamente en los espacios públicos: «Desde el culo hasta las tetas». 
Esa luminosa horda tiene algunas semejanzas con las amazonas, aquellas guerreras que se amputaban el seno diestro para poder tirar con arco. Algunos investigadores dicen que esa referencia es sólo un mito. Pero existir, existieron en el Cáucaso, no muy lejos de Ucrania, donde han renacido. Eran rubias y hermosas, vivían en un reino sin hombres pero no eran lesbianas; en el tiempo de las lilas yacían con los machos y luego les regalaban los varones. Escribe Durrell que combatieron en la guerra de Troya y su diosa era Artemisa, «un poco zorra». 
Las Femen están montando el pollo, o la polla, ya que tratan de «desencadenar erecciones». Interrumpieron la sesión de control en el Congreso y después hacen apariciones cada vez más transgresoras. Antes de venir a España, se desnudaron en el colegio donde votaba Putin, se lanzaron sobre el patriarca de la Iglesia ortodoxa y asustaron a las palomas en la plaza de San Pedro. Pero es en Madrid, convertida en la capital europea de los derechos civiles, donde tendrá más eco su aventura. 
Retrocede el movimiento obrero y el Estado del Bienestar, vamos a un tercer mundo democrático, a lo que se ha llamado el feudalismo del siglo XXI. Los sindicatos de trabajadores pierden prestigio y, sin embargo, la causa de las mujeres y otras minorías tiene en esta ciudad cada vez más fuerza y más eco. 
No sé si las otras feministas aprobarán esta forma de luchar contra el patriarcado, la feminización de la pobreza, los salarios grotescos y la explotación sexual. Hablan del nuevo derecho de pernada, que es otro mito como el de las amazonas. Nunca hubo una ley feudal que otorgara a los señores el derecho a la virginidad de sus vasallas. Es verdad que, como escribió Mario Vargas Llosa, eso de acostarse con las esclavas, sirvientas y jornaleras (lo que sus amigos llamaban «tirarse a la chola»), fue una de las aportaciones de los españoles, como el pronunciamiento o la costumbre de las damas de sopesar los testículos de los esclavos en la plaza del mercado. Pero parece que nunca existió en España el derecho de pernada.