miércoles, 23 de octubre de 2013

El escroto - José Luis Alvite

El escroto - José Luis Alvite

Era la misma mujer con la que veinte años antes había partido cuatro camas entre Santa Fe y Alburquerque. Pero su sonrisa,en el cilicio de su sonrisa habían frenado en seco unos cuantos hombres. Estaba sumamente delgada. La miré de soslayo. Podrías cogerle las venas con el abrigo puesto. Del resplandor de los buenos tiempos quedaba en su rostro apenas el bagazo de su fotogenia, el remanente de la luz de entonces, el alias de su belleza. Remangado en el suave peralte de su melena rubia, guardaba todavía aquel rictus de falsa felicidad que le conociera tantos años antes. Pero su cutis había envejecido y era como si en la clandestinidad alguien le hubiese reparado el rostro con el escroto de un cerdo. No resultaría menos espeluznante si se maquillase con café hirviendo. Con algo menos de luz, Vivian Bernstein podría ser el sitio más a mano en el que colgar la ropa. ¡Dios santo!, por un instante pensé que mi vieja amiga se había pasado todos esos años durmiendo en el interior del culo. "Ya no canto, cielo", me dijo. "Un tipo me dio tantas bofetadas una noche que me borró cuatro notas de la garganta. Cada vez que pido por teléfono un taxi, me mandan un coche fúnebre". ¡Buena chica, Vivian! ¡Trágico sentido del humor! Pero a ratos se abatía. Y,entonces,  muchacho, tenías frente a ti a una mujer de mundo cuya voz sonaba como si bebiese esmalte para uñas. Se equivocó de hombre. Vivió diez años con un tipo duro y tenaz que "se masturbaba con el ventilador y esnifaba cocaína con un megáfono".vLuego bailamos algo. La tomé en mis brazos y fue como meter la mano en una autopista. Pero cerré los ojos. Y te juro, muchacho, que me sentí como en el 74, cuando en las madrugadas del 'Savoy' se me subían sus pies a la cabeza y a mi cuerpo le tardaba el suyo, y con cuatro copas y al amanecer, íbamos al cementerio a echarle pan a los muertos.