martes, 15 de octubre de 2013

El polaco - José Luis Alvite



El polaco - José Luis Alvite

Recuerdo la noche que tirotearon a Glenn en el callejón a espaldas del Savoy. Escuchamos los disparos y salimos enseguida. Sabíamos que iban a por él. Estaba avisado.Glenn era un tipo solitario que solo podía tener citas a oscuras con la muerte. Una bala le había entrado en el estómago por debajo del ombligo y de paso que comprometía su vida, le había ayudado a masticar la cena que acababa de engullir con su prisa de siempre. "Me cazaron, Ernie, muchacho, y creo que echar una mano para cavar mi tumba es cuanto os puedo ofrecer". Glenn había cenado como de costumbre pero tenía el lívido rostro como en ayunas. Mientras yo le sostenía la cabeza para que no se le atragantasen las blasfemias, Ernie trajo un coche y lo cargamos. En su cuerpo malherido me pareció que se abría camino el peso de un buey en canal. En el hospital de la beneficencia nos dijeron que no había mucho que hacer y que si queríamos asegurarle algo de lucidez a su agonía, lo sensato sería que le lavásemos los ojos con café. "Es lo que hacemos en casos como este, señores; para prolongarles la luz en los ojos, les pasamos por la cara un paño mojado en café". Glenn lo escuchó todo pero no se lo tomó como una tragedia. Glenn era un tipo con sentido del humor, así que redondeó la sugerencia con una puntualización: "Que sea café sin azúcar, muchacho. Soy diabético". No había mucho que hacer pero lo bajaron al quirófano. Incluso con alguien de su reputación los hospitales mantienen las apariencias. El cirujano desistió nada más desabrocharle la gabardina y nos trajo la mala noticia: "Si está casado, les recomiendo que avisen a su viuda. La bala le ha producido salsa tártara en el vientre. Ese hombre sabe que se muere. No quise regatearle la verdad, amigos, así que con la franqueza que me caracteriza, me limité a mostrarle un catálogo de ataúdes usados". Glenn murió camino del Savoy en el coche de Ernie Loquasto. Nos pararon en un control de Policia. A Glenn se le espesaba lentamente del rostro la salmuera del óbito.El jefe coló un billete de cien "pavos" en el bolsillo del agente y le convenció de que lo que parecía un cadáver, era en realidad un actor polaco.