viernes, 20 de febrero de 2015

Ferretería erótica - Ánxel Vence

Ferretería erótica - Ánxel Vence

Además de revolucionar las costumbres amatorias de muchas parejas, el best-seller "50 sombras de Grey" está ejerciendo una influencia acaso más importante en la dinamización de la economía. La primera en notarlo fue, lógicamente, Erika Leonard, la autora del culebrón que se ha montado en el dólar -y el euro, y el yen- a cuenta de la inesperada afición de las señoras a la fusta. Pero no fue en modo alguno la única.
También ha recibido un estimulante latigazo el ramo de la ferretería, donde el estreno de la película basada en el libro coincidió, nada casualmente, con un fuerte incremento en las ventas de algunos géneros en almacén.
De España aún no hay datos, que por aquí le somos muy pudorosos; pero en Gran Bretaña se ha constatado ya un alza en el despacho de cuerdas, cinchas, bridas y otros útiles de atar como los empleados por los protagonistas en el filme. Cuentan las agencias que las tiendas de bricolaje no dan abasto a satisfacer la demanda de esta clase de arreos, imprescindibles para la buena marcha de una relación sadomasoquista.
La reconversión comercial, por así decirlo, del gremio de los ferreteros es solo una parte de las sinergias y economías de escala propiciadas por el éxito de "50 sombras de Grey". Otros sectores más previsibles, como el de los juguetes eróticos, han experimentado igualmente un repunte en su volumen de negocio. Así parece confirmarlo el caso de una popular cadena de tiendas de Alemania especializada en estos chismes que desde el estreno de la película no para de vender grilletes, látigos y demás instrumentos destinados a dar placer según la extraña lógica de Sacher-Masoch.
A todo ello hay que sumar el trabajo extra que los seguidores de Grey proporcionan a los bomberos, cerrajeros y servicios de urgencias.
Abundan estos días, al igual que cuando se publicó la novela, los casos de ciudadanos que acuden al hospital con el miembro viril atrapado por un par de anillas. Tampoco les falta faena a los cerrajeros requeridos con mucha mayor frecuencia de la habitual para abrir las esposas de aquellos amantes que, en su ardor, olvidan donde han dejado las llaves. Por no hablar ya de situaciones más extremas y embarazosas como las que llevan al médico -o tal vez al cerrajero- a quienes acaban aprisionados por juguetes sexuales tan improbables como la aspiradora o la maquinita de hacer tostadas.
Dejando a un lado estos enojosos inconvenientes, lo cierto es que la novela ahora versionada en película está contribuyendo a estimular las ventas del comercio y, en consecuencia, a la tan necesaria recuperación económica de Europa.
Ni siquiera conviene excluir la posibilidad de que la influencia de "50 sombras de Grey" se haya extendido también al negociado de la política. Erika Leonard no hizo más que descubrir, a fin de cuentas, el inesperado hechizo que las relaciones basadas en el dolor y la dominación ejerce sobre las multitudes. Se conoce que los gobiernos han tomado nota de tales gustos y, deseosos de complacer a la ciudadanía bajo su mando, no paran de mortificar a la población con rebajas de sueldos, subidas de impuestos y otros fustazos al bolsillo desde que comenzó la crisis.

Quizá los mandamases piensen, como Grey, que cuanto más flagelen a sus eventuales votantes, mayor cariño les tendrán estos. Arriesgada apuesta. Aún está por ver si el sadomasoquismo de Leonard funciona igual en la política que en la novela.