miércoles, 26 de junio de 2013

El yelmo de niebla - Raúl del Pozo



El yelmo de niebla - Raúl del Pozo
La palabra ya no es carne, como en Mallarmé, sino cifra e insulto, proverbio e injuria. Se ha agrandado el castellano con escraches, minijobs y pareados injuriosos («Reforma laboral para la Casa Real». «Que la Europa de los mercados se vaya al coño de su puta madre»). Cada día nacen y mueren cientos de palabras y maldiciones. Abuchean a la Reina en ferias y conciertos; a los ministros, banqueros y hombres de Estado les llaman estafadores a cualquier hora del día.
La verdad es que los silbidos a la Reina son pequeñeces si las comparamos con Los Borbones en pelota, donde se ve a Isabel copulando con un burro, o las burlas de Galdós, Valle-Inclán o Blasco Ibáñez acusando a los reyes de corruptos y déspotas. El idioma se enriquecerá aún más a medida que nos vayamos empobreciendo con el calor porque las primas son para el verano; lo explica José Carlos Díez, abierto como las farmacias 24 horas; escribe que con las vacaciones se dejan los mercados en manos de los especuladores que provocan el «efecto rebaño» o los búfalos perseguidos por hienas. También podría explicarse como la estampida de los carneros de Panurgo. (Para vengarse de Panurgo, Pantagruel le compra un carnero y lo arroja al mar, los otros carneros del rebaño al oírle balar se tiran también al mar).
Al final, seremos una desbandada infame de borregos que vamos donde nos dicen cuando la economía, más que ciencia, es un género literario. Ya se compran más los libros sobre la recesión que sobre crímenes. Entre las 10 obras más vendidas de no ficción hay cuatro sobre este asunto: Lo que debes hacer para que no te roben la pensión, Hay vida después de la crisis, Escuela de Bolsa y Empresa familiar.
En un reciente congreso de lingüistas dijo un académico que la recesión constituye un fértil humus no sólo para la filosofía, sino también para la lengua. O sea, que el castellano no es un idioma sólo para hablar con Dios y seducir novicias sino el segundo idioma en transacciones comerciales, como ya es el segundo en la Red. Algunos necios declaran en eso de la Marca España que el idioma castellano es un «activo» cuando es la más gloriosa lengua del mundo, la que cantó las hazañas de héroes verdaderos, no de ficción como los griegos.
El idioma que acompaña mejor las quejas de la guitarra se ha hecho más fuerte en la plaza que en la Bolsa; el lenguaje de los brókers y banqueros es en realidad un argot con pedanterías léxicas, una jerga para estafar con preferentes y sawps a los jubilados y justificar las subidas de impuestos, el yelmo de niebla para ocultar a los ladrones.