domingo, 16 de junio de 2013

Apple stop - Arcadi Espada



Apple stop - Arcadi Espada
Querido J:
El último evento de Apple (convoca tres o cuatro por año en los que presenta las novedades de cacharros y programas) llegó en un momento de incertidumbre para la compañía. Su gurú, Steve Jobs, lleva casi dos años muerto. Las acciones han bajado de modo notable. Los graves errores de sus mapas la llevaron a un inexplorado territorio del ridículo, provocando movimientos traumáticos en la cúpula. Y Samsung y Google le están planteando por vez primera una competencia eficaz y feroz. El evento del lunes, aún rodeado de la habitual publicidad gratuita que la marca ha sabido desarrollar de modo incomparable, se anunció bajo el signo del software. Nada de nuevos teléfonos, tabletas u ordenadores. Sólo instrucciones nuevas. El presagio era bueno. Salvo los ordenadores, que necesitan incorporar de algún modo –difícil– el diálogo táctil; y salvo su siempre anunciada y aplazada entrada en la fabricación de televisores, el hardware de Apple es, por así decirlo, suficiente. Evidentemente, sus dispositivos podrán adelgazar, hacerse más nítidos y cubrir un amplio capricho de tamaños; pero hasta el desarrollo de las pantallas flexibles, o de cualquier otro ingenio comparable, la cacharrería no podrá ofrecer sorpresas tan radicales como aquel pellizco en el cristal que cambió el modo de ver ¡y de ser visto!
Las máquinas de Apple, y para qué hablar de las otras, subsidiarias, están por encima de la inteligencia que las hace funcionar y las aprovecha. Como tú, yo con esas máquinas leo, escribo y fotografío, y a eso voy a referirme. Naturalmente que la pantalla del iPad debe mejorar a la luz del día y hacer homogénea su iluminación en interiores. Naturalmente que el teclado y el zoom de la cámara son los que son. Pero las limitaciones se hacen intolerables cuando afectan al manejo de los libros, de los textos y de las fotografías que la máquina contiene. Es difícilmente creíble que habiéndose inventado el libro electrónico, uno no pueda buscar una palabra en el conjunto de su biblioteca; que no pueda manejar los créditos de un documento (título, autor, palabras claves, etc.) en el mismo aparato donde lo lee; o que en la tienda de libros, creada a imagen y semejanza de la Apple Store, cuyo aspecto de tómbola y organización de bazar chino es una afrenta ya célebre, sea imposible, por ejemplo, buscar racionalmente libros por idiomas. Eso por referirme a aspectos funcionales inmediatos. Por no referirme, por ejemplo, a que Apple no ofrezca películas en versión original con subtítulos ni haya firmado todavía un acuerdo con la New York Review of Books para que sus reseñas formen parte de la iBookstore. O, ya subiéndome a las alturas, por no aludir al aspecto, puramente fotocopiado, que ofrece su quiosco. Poco antes de morirse, dijo Steve Jobs que no quería una nación de blogueros. Bien está. Pero el movimiento se demuestra andando. No veo que los legendarios ingenieros de Apple se hayan puesto a trabajar con periodistas en el diseño y producción del periódico de nuestro tiempo.
Eso en cuanto a lo que leo. Escribir es otro sufrimiento. Apple tiene un programa de tratamiento de texto, el llamado Pages, que es lo que su desdichado icono indica: un anacrónico tintero con plumilla que mancha. Baste decir que es aún más pesado, más elefantiásico, más torpe, más confuso y más inútil que Word. Que Apple no haya dotado sus ordenadores, y sobre todo, a sus tabletas de algo parecido al simple lienzo blanco de IA Writer (sus virtudes son los innumerables defectos de Pages: pero sus limitaciones son excesivas) es prueba demasiado tajante de su incuria. Y en este punto, por piedad, evitaré referirme a su iBooks Author, ese programa que la compañía sacó hace tiempo con la noble finalidad de que cualquiera pudiera hacer libros electrónicos. En fin... No es que ni siquiera un programa llamado de libros electrónicos sea capaz de programar que se abra una ventana al clicar sobre una palabra (una entre las mil y una de sus limitaciones: basta compararlo con The Atavist); es que ni siquiera pueden hacerse libros. Como en el caso de los periódicos, tampoco veo a los ingenieros de Apple trabajando con las editoriales. No veo, en fin, esa necesaria alianza, ¡histórica!, entre las soluciones y los problemas, esa dura y fértil negociación que todo escritor mantiene con su maquetista. Quedan las fotos. Para los que hemos tirado de carrete es inverosímil que un rectángulo de vidrio pueda fotografiar como lo hace. Ahora bien: respecto a su orden y catalogación, estamos como con aquellas esquineras adhesivas, tan morosas. Lo cierto es que este lunes Apple susurró a sus monaguillos que iba a dar señales inequívocas de la renovación de su inteligencia. Cuando acabó la llamada keynote, los impúberes empezaron a dar saltitos y palmas, mientras gritaban ¡Ive, Ive!, por un John Ive que dicen ha renovado el diseño del sistema operativo de los ordenadores y, sobre todo, de los aparatos móviles. Los impúberes no han aprendido aún que el diseño de las cosas son las cosas, como ejemplifica tan bellamente el caso de Rafael Marquina, muerto esta semana, y autor de una aceitera para contener y verter el aceite sin mancha. Lo cierto es que la gran novedad de la siempre pomposamente llamada conferencia de desarrolladores de Apple ha sido la renovación de la paleta (ahora pastelera) de colores del sistema operativo, con una nada desdeñable adición de transparencias, gasas y tutús. Es verdad que parece en trance de desaparición el hórrido skeumorfismo, más cursi e injertado que una nectarina, porque las desdichas nunca son completas. Pero la puerilización general del nuevo aspecto de Apple es un hecho indiscutible, y un símbolo inquietante cuando se combina con la ausencia de noticias de renovación potentes sobre las cuestiones que te he reseñado más arriba –y que son sólo algunas de las cuestiones–. Ahora bien. Sí han anunciado, con grandes tambores, que Siri tendrá voz de hombre. Una decisión comprensible. Era muy incorrecto que un robot dotado de esa paupérrima inteligencia (aunque comilón de energía... ¡como tonto!) tuviera sólo voz de mujer.
A mí, como comprenderás y aunque sea cliente, que Apple se pare me trae más o menos sin cuidado. Pero es que su estancamiento es sospecha fundada del Estancamiento.
Sigue con salud.
A.
«El estancamiento de la compañía es sospecha fundada del Estancamiento»