miércoles, 12 de junio de 2013

Chochines y chochitos - Alfonso Ussía



Chochines y chochitos - Alfonso Ussía

El concejal del Bloque Nacionalista Gallego de Cambados, provincia de Pontevedra, de siempre ha sido reconocido en su tierra por su ingenio y elegancia. Se titula el hombre «Xaquín» Charlín, apellido éste que me suena en demasía. Don «Xaquín» –me temo que se traduce por «Joaquín»–, es un político muy exigente con las facturas de los ginecólogos. El caso es que ha sabido que el ginecólogo de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, le ha cobrado a ésta por sus servicios 40.000 euros, y ni corto ni perezoso, empujado por su culta ironía, ha manifestado que doña Soraya tiene un «chochito de oro». Las feministas, como es de esperar, más calladas que un berberecho de las Rías Bajas porque la Soraya ridiculizada no es la suya.
Don «Xaquín» se siente feliz y orgulloso con su hallazgo semántico, y se ha justificado en su ironía, porque le han enseñado desde niño que la ironía consiste en eso. No tiene culpa. Y ha cerrado sus declaraciones con un contundente «yo soy así». Es decir, así de grosero, así de procaz y así de penco. Una lástima que don «Xaquín» ignore los conocimientos más básicos de la ornitología, porque si en lugar de «chochito de oro» se hubiera decantado por «chochín de oro» tendría más amplio margen para justificar su cochinada machista.
El chochín, como don «Xaquín» ignora –y rima en consonante con «Xaquín» y Charlín–, es una preciosa ave de pequeño tamaño de la familia de los troglodítidos. Su denominación latina es como la de Baden-Baden en su topónimo, es decir, «troglodytes troglodytes», o lo que es igual, un «troglodytes» sin ningún tipo de prudencia. El chochín es pequeño, como doña Soraya, y de cuerpo rechonchillo, como el de doña Soraya, y vive en los bosques, espesuras y jardines de toda España.
De haber dicho el concejal nacionalista que doña Soraya es un «chochín de oro», ornitológicamente podría haber acudido al ámbito de la ironía, pero por desgracia, don «Xaquín» es de los que confunden los chochines con las cigüeñas, que algo habrán contribuído las segundas en el aumento de la factura del ginecólogo con resultado positivo, porque doña Soraya dio a luz a un precioso niño. Pero no. La ornitología o la simple y sencilla contemplación del movimiento aéreo de los jardines de Cambados no van con don «Xaquín». Y para insultar o menospreciar a doña Soraya ha optado por el concepto «chochito», que además de una mendaz fórmula machista es de una zafiedad y ordinariez sólo pronunciable por un ciudadano manifiestamente inferior. No especifico inferior a qué, porque don «Xaquín» lo sabrá y nunca me ha gustado adentrarme en intimidades. Se advierte también que el concejal no ha leído a nuestros clásicos del Siglo de Oro ni a los del siglo XX, porque si a don Francisco de Quevedo, don Luis de Góngora, don Miguel de Cervantes, o en la modernidad contemporánea, a su paisano don Camilo José Cela, se les hubiera caído un objeto pesado sobre un pie, no habrían desalojado el desahogo del dolor con un «¡Chochito!», sino con un «¡Coño!» mondo y lirondo que actúa de calmante por su clásica contundencia. Lo de «chochito» puede ser incluso una cursilería, como el pompis, que deja de serlo a los siete meses de edad para convertirse, ya definitivamente, en un culo.
Pero con independencia de estas auroras boreales, lo que hay que defender es una cuestión de ética y estética. La ironía jamás ha sido patrimonio de los groseros y los sandios.