viernes, 8 de marzo de 2013

Larga distancia - María José Navarro


Larga distancia - María José Navarro
Además de los AVE (unos trenes superchulísimos que nos envidian en todos los países de nuestro entorno) hay otros (reciclados y también susceptibles de ser envidiados en todos los países de nuestro entorno) que tienen algunas tarifas estupendas. Eso quiere decir que van a tope y que si buscas, los últimos asientos te salen a unos precios verdaderamente bajos. Estos trenes tienen sus últimos asientos baratos enfrentados, o sea, que te pasas el viaje evitando las piernas del otro y tratando de olvidarte de lo que ves, oyes, presencias o contemplas. No hay mesa de por medio (que eso sólo lo llevan los famosos AVE), así que compartes espacio quieras o no, con todo lo que ello conlleva. Mi última experiencia tuvo lugar este pasado fin de semana, con un matrimonio de mediana edad tirando para abajo como socios en el cuadrangular que hay que jugar entre las plazas 1 A, 1 B, 2 A y 2 B en el Altaria. La joven pareja no había comido, así que decidió hacerlo en el tren. Primer plato: una ruidosa bolsa tamaño familiar de Cheetos Matutano sabor queso. Segundo: Donuts de chocolate. También envueltos en papel chillón. Tercero: rosquillas en envoltorio de papel sonoro. Postre: Él, pipas; ella, un chicle. Seguidamente se pusieron los auriculares para escuchar la película, aunque en realidad mantuvieron una conversación en voz alta sobre la programación cinematográfica de RENFE, la última comida de la familia (asistentes-buen rollo: relación si la hubiere) y repasaron algunos vídeos de los sobrinos insertos en sus dispositivos móviles y a todo trapo. Conclusión: puede que sean trenes de primera división, pero a los pasajeros aún nos falta algún examen básico de buena educación.